Capítulo 30

Como ya es costumbre de mamá, I'm alive de Celine Dion empieza a sonar antes de que yo despierte. Cielo santo, antes de que medio edificio despierte. Rayos. Me saco la almohada debajo de mi cabeza y la coloco encima de mi cara. ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto, madre? No dormí bien.

—Vanesa —llama como princesa de cuento de hadas.

No comprendo a quienes se despiertan de buen humor por las mañanas. 

—Despierta, nena...

La escucho abrir mi puerta.

—I get wings to fly! God knows that I'm alive! —entra cantando. 

¿Por qué a mí? Ruedo sobre mi cama. 

—Te odio —digo, limpiando de mi cara un poco de baba. ¿Cuánto tiempo dormí? ¿Dos horas?

—No te quejes que te acostaste temprano. Eres una floja, Ciela.

Sin ánimos de negociar un minuto más de sueño, salgo de mi cama y me encierro en el cuarto de baño. Con un ojo cerrado y el otro medio abierto me lavo, me unto un poco de crema y me depilo un poco las cejas. Cuando salgo y me preparo para vestirme miro mi reloj. ¡Rayos, ya me agarró la tarde!

No debería quejarme de que mamá me despierte. Sin ella no haría bien nada.

Ahora que recuerdo... ¡Mi teléfono!

Lo busco por todos lados. ¿Dónde lo dejé? Pienso... Pienso... ¡Debajo de mi almohada! Busco y lo encuentro entre mi centenar de sábanas. Está descargado. Anoche estaba tan cansada que olvidé conectarlo. No importa. Lo cargaré en Grupo M.

Guardo mi teléfono en mi bolso  me apresuro a vestirme, peinarme y maquillarme. Estoy lista para salir de casa. Salgo de mi habitación y trato de recorrer en silencio el corredor.

Tal vez pueda salir a hurtadillas y evitar...

—¡Tu batido, nena! —Me llama mamá.

Dios, ¿por qué? Pongo los ojos en blanco.

—Voy tarde, má—Intento despedirme de mamá pero ella ya está sujetando  en sus manos un enorme vaso.

—Te lo puse para llevar —me advierte. 

Me armo de valor y voy por el vaso.

—¿Qué toca hoy? —pregunto, mirando con recelo lo que me tengo que tomar.

—Espinaca, mandarina y papaya —sonríe ella.

¿De dónde saca esas ideas? Le sonrío de vuelta (a la fuerza) y salgo de casa.

En el camino a Grupo M bebo mi batido. Lo tiraría a la basura pero desde niña mamá me traumatizó con el discurso "Los niños de África no tienen ni qué comer, Vanesa..." Sin embargo, en una tienda ambulante afuera del edificio de la empresa, me compro un chocolate caliente y una dona rellena de fresa.

Entro al edificio de Grupo M. A mi paso encuentro a un policía, al encargado de mantenimiento y a la recepcionista. Ellos madrugan igual o más que yo. Nosotros tenemos que estar aquí antes de que llegue Marco. Doy los "Buenos días" y camino hacia el elevador. Este también está vacío. No obstante, en media hora harán cola para montarle. 

Bebo un sorbo de mi chocolate y doy un mordisco a mi dona. Con suerte terminaré todo antes de que Marco llegue.

El elevador por fin se detiene en mi piso. Saludo a la nada y hago mi recorrido hacia mi cubículo. Ahí dejo mis cosas. Me apresuro a terminar mi dona para después...

—Buenos días, Vanesa —me llama una voz.

Es la voz de Salvador. Me vuelvo hacia él intentando ocultar mis escasas ganas de verle.

—Buenos días, señor —le saludo.

Él, como siempre, viste estrafalario. No sé qué pretende. Una cosa es ser original y otra ser ridículo. Y otra muy distinta es ser sofisticado, como lo es Marco. 

—Hoy también madrugaste —dice, acercándose a mi cubículo. 

Se feliz. No parece preocupado de que hoy haya reunión de junta directa. Un momento,  ¿por qué estaría preocupado si él los citó?

—Tengo que preparar la oficina del señor Maldonado —explico, señalando la oficina de Marco. Tengo que prepararle el café, acomodar su periódico...—. Y después me haré cargo de mover el mobiliario para...

—No, nada de eso, Vanesa —me interrumpe Salvador. Su sonrisa se ensancha—. Tú y yo tenemos que platicar.

¿Qué?

—Pero... —No sé ni qué responder a eso.

—Acompáñame a mi oficina —pide, dando media vuelta. Quiere que lo siga.

—Pero Marco se molestará si yo no...

—Marco entenderá —niega él—. Sígueme, Vanesa.

Lo veo caminar hacia su oficina pero conecto mi teléfono a su cargador antes de seguirle. ¿Qué demonios quiere?

Cuando entro a la oficina de Salvador me sorprende ver dentro a Nicole. ¿La jirafa madrugó?

Ella sonríe al verme. Sigue jugando el juego de "Pretendo que me caes bien, Vanesa".

—Buenos días, Vanesa —saluda.

—Buenos días... —digo, confusa—. Pensé que era la única—digo.

—Nosotros también tuvimos que madrugar hoy —responde Salvador por los dos. 

Él está de pie frente a su escritorio. Nicole tampoco está sentada.

—¿En qué le puedo ser útil, señor? —pregunto, sintiéndome incómoda. 

¿Querrá saber sobre la presentación? Tal vez debí traer conmigo el dispositivo en el que la guardé.

—"En qué me puedes ser útil" —sonríe Salvador—. Qué buena pregunta, Vanesa. Esa actitud servil tuya nos ahorrará muchas más preguntas. ¿Preparaste la presentación que te pedí?

—Sí. 

Salvador hace un gesto con la cabeza a Nicole y esta camina hacia la puerta. Le pone seguro. Eso me pone en alerta.

—Vamos al grano —dice Salvador—. Resolvamos esto antes de que los demás...  Verás, Vanesa, no es una sorpresa para nadie que Marco sea incapaz de manejar esta empresa —comienza —. No como la manejaba papá. Tú ya estuviste aquí cuando papá estuvo a cargo, ¿no es así?

Asiento. 

—Por eso tenemos que hacer algo —continúa—. Tenemos que salvar a esta empresa, Vanesa. Y sólo lo haremos si quitamos del camino a Marco —Cambio de un lado al otro el peso de mi cuerpo—. Pero no me mires así, no estoy hablando de matarlo —ríe él y no encuentro gracia en sus palabras—. Hablo de buscar la manera de que papá le quite la gerencia. Tenemos que...

—Desprestigiarlo —termina Nicole por ambos.

Ella ahora luce impaciente.

—Esa palabra es demasiado fuerte, Nicole —objeta Salvador. Después, él regresa su atención a mí—. Vanesa, necesitamos... ¿Cómo explicarte? —chasquea su lengua—. Queremos que papá deje de confiar en Marco. Ya no le hace gracia que esté a cargo pero necesitamos incomodarlo. Y tú puedes ayudarnos.

No.

—No entiendo de qué me habla, señor —miento.

Tengo que encontrar la manera de huir de estos dos.

Salvador suelta una risa seca y saca su teléfono móvil de su bolsillo. A continuación, lo coloca sobre su escritorio y me pide sentarme en una silla frente a este.

—Necesito que sigas mis instrucciones —dice, mirando de reojo a Nicole. ¿Por qué está tan seguro de que cooperaré?—. Voy a activar la grabadora de voz de mi teléfono y, de acuerdo a lo estoy seguro aprendiste al leer la hoja que te entregué ayer, vas a acusar a Marco de acosarte.

—No.

Salvador camina de un lado al otro. Él planeó con tiempo esto:

—Lo harás quedar con un jefe pervertido que le insinúa cosas sucias a su asistente.

—¿Cómo?

Lo miro con mi mejor cara de "Vete al infierno". ¿Qué le hace pensar que yo haré eso?

—Señor, yo no puedo...

—Papá los vio bastante cariñosos la otra noche —continúa como si recordase algo importante.

Fue la noche del bar.

—Él pensó mal —trato de explicar, pero estoy titubeando—. Marco nunca... Él no...

Pero los ojos de Salvador brillan con malicia:

—Pero yo necesito que papá confirme su sospechas de que Marco viene a esta empresa sólo a galantear contigo. 

—Eso no es cierto, señor. Yo... —Estoy levantando mi voz.

—Haz esto por las buenas, Vanesa —me amenaza él.

Lo miro sin comprender por qué se comporta con tal descaro. ¿Por qué está seguro de que yo le ayudaré en un juego tan sucio? Yo jamás...

—Felicitaciones —escucho decir a Nicole— acabas de llegar a mil treinta seguidores en Wattpad.

Siento que mi presión baja o sube, no sé... pero me siento marear. Lentamente me vuelvo hacia Nicole. No, Dios, ella no... Está sonriendo de oreja a oreja.

—Más tarde te puedo dar una crítica constructiva de tu novela —ríe. 

De inmediato mi mundo se derrumba a mis pies.  

Escucho que Salvador tamborilea sus dedos sobre su escritorio: 

—¿Tengo explicarte más, Vanesa? —me reta.

Mis ojos están sobre Nicole. Ella me está mostrando la pantalla de su teléfono móvil. En este está abierta mi cuenta de Wattpad. 

Ellos saben de mi novela.

—Lo sé desde aquel día en el que los demás en la oficina te descubrieron —dice Nicole—. No fueron lo suficientemente discretos, sabes. Todos repetían "Wattpad aquí, Wattpad allá". No soy tonta, Vanesa.  Pero fui paciente y esperé hasta tener la mejor oportunidad para echarte en cara esto —Mira con curiosidad su teléfono—. Anoche hackeamos tu cuenta —explica y busca algo más en el teléfono. Ahora me muestra la tabla de contenidos de mi novela—. ¿Ves este mensaje? —pregunta y leo:

"HOLA A TODOS. COMO SABEN MI NOMBRE ES VANESA Y SOY LA ESCRITORA DE ESTA HISTORIA.

SÓLO LES QUERÍA CONTAR QUE TODO LO QUE ESCRIBÍ AQUÍ ES REAL..."

Mis ojos se humedecen.

—No llores —se burla Nicole con actitud niñata—. Está en "Borrador". Pero, ¿qué pasa si doy clic en "Publicar"?

Es mi fin.

—¿Cómo pudiste? —exclamo.

No llores...

No llores...

Siento un enorme nudo en la garganta. ¿De todos por qué tenían que enterarse estos dos?

—Pero no hay por qué alarmarse —dice Salvador—. No habrá necesidad de llegar a tanto, ¿Verdad, Vanesa? Porque tú vas a cooperar —advierte. 

Miro de Salvador a Nicole. Mi suerte es esta: Si no hago lo que me piden Marco sabrá de mi novela. Pero si lo hago les ayudaré a desprestigiar a Marco. Tengo que escoger entre mi bienestar o el bienestar de Marco.

Mis pies y mis manos están temblando. Muchos "Hubiera" pasan por mi cabeza, pero ahora valen nada. Yo ahora valgo nada.

Me limpio un par de lágrimas antes de hablarles:

—No los voy a ayudar —digo.

Salvador, en apariencia cansado de esta situación, coge un poco aire.

mejor que nadie sabes lo especial que es mi hermanito con su privacidad —dice y se coloca en cuclillas al lado de mi silla—. ¿Qué crees que pensará de ti después de leer eso? —señala el teléfono de Nicole—. Que eres una puta sucia y barata...

De mis ojos empiezan a caer lágrimas.

—Que estás enferma. No vales nada, Vanesa —continua Salvador—. A Marco no le será difícil odiarte. Es más, en esa novela tú hablas de nuestra empresa. Te puedo asegurar que hasta te va a demandar...

Demandar. Escucharle decir eso me hace recordar que cuento con Armando. Tengo que llamar a Armando.

—Irás a la cárcel y ninguna empresa te volverá a contratar. Te vamos desprestigiar, Vanesa. ¿Escuchaste sobre el caso Saviñon? Al pobre tipo se lo comieron tanto los medios de comunicación que se volvió un ermitaño. Ese es tu destino, Vanesa. Pero tú, en lugar de ser acusada de asesina, serás señalada como enferma, como pervertida... 

—Necesito hacer una llamada —le interrumpo. 

Nunca me había sentido tan humillada. 

Salvador niega con la cabeza:

—Por Dios ¿Acaso piensas que todavía cuentas con algún tipo de privilegio? —Escucho reíra Nicole—. Estás acabada, Vanesa. ¿Escuchas eso? La gente ya está llegando a la empresa —señala la puerta—. También te advierto que tengo a dos policías detrás de esa puerta. Tus compañeros te verán salir de aquí esposada. A menos que...

A menos que entregue a Marco. 

Estoy llorando tanto y también estoy temblando.

—No lo haré —repito.

Salvador, furioso, golpea la mesa con su puño y después me coge del cabello. Grito. 

—¡Salva! —grita Nicole, asustada.

—No me enojes, Vanesa —me advierte él sujetando con fuerza mi cabello. Está fuera de si—. No eres más que una puta barata. ¡Compórtate como tal y di tu precio!

—¡No voy a decir nada!

Escuchamos que alguien toca la puerta. Salvador me libera pero siento miedo. Esto sobrepasa cualquier otro lío en el que me haya metido. 

—¡Cállate! —me grita al escuchar que no paro de llorar. 

—¿Quién es? —pregunta Nicole.

—Gloria —dice mi amiga al otro lado—. Traigo la correspondencia del señor Maldonado.

—Que te la de en la puerta. Que no entre —ordena Salvador a Nicole.

No obstante, cuando Nicole abre la puerta yo me vuelvo hacia esta. Sólo son tres segundos, pero Gloria consigue verme entrando en pánico antes de que Nicole cierre la puerta y la asegure de nuevo. 

¿Qué pensará Gloria que está pasando?

—La reunión de junta directiva empieza en medio hora —me reclama Salvador—. No me hagas perder tiempo, Vanesa.

Nicole coloca la correspondencia de Salvador sobre el escritorio y después se sienta frente al ordenador. En este también abre mi cuenta de Wattpad. Después la miro hacer "Copy paste" de Wattpad a un archivo Word. Va a imprimir mi novela.

—Les adjuntaré una imagen del perfil y el resto de esta manera porque no se puede imprimir —dice a Salvador.

—¿Ves? —me sigue amenazando él—. Le vamos a mostrar a mis padres y a Marco tu novela.

No, Dios...

—Empieza a cooperar o empieza a rezar, Vanesa —Salvador se inclina sobre mi hasta quedar nariz contra nariz. En su mano sujeta su teléfono, este está listo para empezar a grabarme—. Dile a mi grabadora que Marco te acosa.

—No —repito.

Su mano está a punto de golpear mi cara, pero le detiene escuchar que otra persona toca la puerta.

—¿QUIÉN? —pregunta, molesto.

¡Abre la puerta! —escucho gritar a Marco y a continuación intentar forzar la perilla.

Salto.

—¡No te pongas de pie! —me exige Salvador y, por miedo a lo que pueda hacer obedezco.

¡Abre esta maldita puerta! —le exige Marco y golpea la puerta.

Gloria fue por él. 

—Hermanito, estamos ocupados...

Veo miedo en los ojos de Nicole. Ella le teme a Marco. Se apresura a minimizar mi perfil de Wattpad en el ordenador y se acomoda en su silla como si nada pasara.

¡QUE ABRAS! —repite Marco.

Estoy hiperventilando. 

—No hay por qué ponerse tensos, Marquito...

Finalmente el ímpetu de Marco consigue abrir a la fuerza la puerta, y le veo entrar pero me niego a mirarlo a la cara. En cualquier momento Salvador y Nicole le dirán todo y, como ya dijeron, él sólo me verá como una puta barata.

—¿Qué pasa aquí? —pregunta, molesto, viendo de ellos a mi.

—Nada —dice Salvador con voz exageradamente calmada—. ¿Pasa algo, Nicole?

—No, nada —responde ella, aunque no tan calmada.

Le tienen miedo. Ellos consiguen las cosas traicionado y estafando pero Marco impone respeto, y en ellos miedo. 

Silencio. Sólo se escuchan los pasos de Marco, que, de la misma forma que Salvador, se coloca en cuclillas frente a mi silla, pero este en lugar de sujetar mi cabello... sujeta mi mano.

—¿Qué pasa? —me pregunta.

Se ve preocupado. 

Me odiarás...

Me echo a llorar con más intensidad.

—¿Qué le hicieron? —les pregunta Marco a ellos.

—Nada —finge con descaro Salvador—. De hecho intentábamos ayudarla. Pregúntale si quieres. La asaltaron camino a la empresa.

—¿Eso es verdad, Vanesa? —me pregunta Marco.

Me cree más a mi que a ellos. No puedo traicionarlo. 

No digo si o no pero asumo que él toma mi silencio como afirmación porque me rodea con su brazo, para después sujetarme contra su pecho. Me está consolando.

No puedo traicionarlo. No voy a traicionarlo.

—La pobre pasó por un momento traumático —dice Salvador a Marco.

Marco lo mira con recelo. 

—¡Ya llegué! —escucho que anuncia desde el corredor una voz cantarina. Es la voz de la señora Maldonado, la mamá de Salvador y Marco. Ella es parte de la junta directiva. 

Aún así, estando quien esté aquí, no me siento a salvo. 

—Ve a saludar a mamá, yo estoy ocupado —bufa Salvador a su hermano. 

Marco sujeta con fuerza mi mano y me pide:

—Vamos.

¿Quiere ponerme a salvo? No sé si pueda... 

—No, Vanesa no se puede ir —explica Salvador—. Nicole y yo la estamos ayudando a denunciar lo que le robaron. 

Marco me mira esperando a que confirme si eso también es verdad.

Es la última vez que me verás con respeto...

Él vuelve a tomar mi silencio como afirmación y acaricia mi mano como símbolo de apoyo. Después se pone de pie y hace su camino hacia la puerta.

—En media hora empieza la reunión —advierte a su hermano y sale al corredor. 

Lo escuchamos recibir a la señora Maldonado. 

—Qué vergüenza, Vanesa —me dice Salvador mientras Nicole cierra la puerta—. Vas a defraudar a alguien que confía en ti.

—Yo soy su asistente. Tú eres su hermano —le recuerdo. 

—Medio hermano —objeeta él—. Y sólo estoy haciendo lo que es mejor para la empresa. 

Una vez más, él empuja hacia mí su teléfono.

—Última oportunidad de hablar —dice y se vuelve a encolerizar cuando yo me vuelvo a negar.

Entiende que no lo voy a traicionar.

—¡Dijiste que esto funcionaría! —le reclama a Nicole.

—¡Eres tú el que tiene que hacer que funcione! —le responde con altanería ella—. Te advierto que mi padre está perdiendo su paciencia.

Salvador se pone más tenso al escuchar la mención del señor Govea. ¿Cuánto dinero les debe?

La actitud que toma conmigo me da una idea.

—Si no cooperas te voy a matar —me amenaza esta vez volviendo a sujetar mi cabello—. A ti. A tu familia... Es más, primero mataré a tu familia para tú lo veas. ¿Te gustaría eso? Eres una mujerzuela...

Intento gritar pero nada sale de mi garganta. 

Él quiere golpearme.  Es un cobarde. 

—Espera, tengo una idea —dice Nicole acomodando más hojas en la impresora. Está a punto de imprimir mi novela—. Aunque ella no hable esto  —señala mi novela— nos puede ayudar.  Le dirás a tu padre que el único logro de Marco, en un año, fue follarse a su asistente.

—Él lo negará —responde molesto Salvador pero suelta mi cabello. 

—Claro que lo hará —le sonríe ella—. No nos conviene que lo acepte. La idea es poner en duda a tu papá y que mande al carajo a Marco después de leer esta historia. Él confía en ti. ¿A quién de los dos le creerá? Además, lo vio coqueteando con ella. 

Ahora Salvador me mira con nuevos ojos.

—Quién diría que a fin de cuentas si ibas a ayudar —dice.

—¡No, por favor! —suplico, pero él me amenaza con abofetearme. 

—Le quitarán a Marco la empresa y de todas formas te demandará por difamadora —me dice—. Porque esa será su única opción para recuperar la gerencia: Gritar a los cuatro vientos que eres una mentirosa.

Entre los dos me humillan una vez más:

—Me das lástima —Él mira sobre el hombro mi novela— Mira que escribir sobre tener sexo con alguien por encima de tus posibilidades. 

—Mira que llamarme "Nicolasa" —me reclama Nicole—. Porque, entre nosotras, cariño, eres tú la que es una maldita enana.

—Fuera de aquí, Vanesa —me echa Salvador—. Tuviste la oportunidad de continuar trabajando para mí y salir bien de esta empresa... pero elegiste estar del lado equivocado. 

Me mira como si me tuviera asco y me señala la puerta para que me vaya.

Cuando me voy, Nicole ya está clasificando las hojas que imprimió de mi novela para colocar todo en diferentes carpetas.

Me deshago en lágrimas al salir de la oficina de Salvador. Siento ganas de golpear contra una pared mi cabeza. Jamás debí escribir esa novela. Carolina me lo advirtió. Armando me pidió precaución... y ahora estoy en problemas. ¿Qué le diré a mi mamá cuando le tenga llamar desde la cárcel? Papá no querrá hablarme. Y al final mis acciones siempre si afectarán a Marco.

Estoy acabada. 

Mi estado es tan crítico que cuando camino hacia mi cubículo llamo la atención de mis compañeros de trabajo.

Gloria es la primera en acercarse. 

—¿Qué pasa? —pregunta—. Le dije al jefe que estabas con esos dos, pero no entiendo...

—Gracias. Llegó pero...

Mi voz se quiebra y mis piernas tiemblan. Lo único que evita que caiga es que ahora Charlie y Sandra también me rodean.

—Vanesa —dice Sandra, preocupada.

Más compañeros se acercan.

—Saben lo de la novela —les digo.

Todos me miran con cara de alarma. Sin embargo, al mismo tiempo escucho a los tacos altos de Nicole resonar sobre el corredor. Salió de la oficina de Salvador y ahora camina hacia la oficina de Marco. En sus manos sostiene cinco carpetas. Las copias de mi novela.

Mis compañeros corren a acorralarla.

—¡Y a ustedes los acusaré de complicidad! —les amenaza ella pero mis compañeros no bajan la guardia.

—Déjenla —digo, limpiando de mi cara más lágrimas—. No podemos hacer nada.

Nicole me sonríe altanera y me vuelve a mostrar la pantalla de su teléfono. La miro dar clic en "Publicar" al aviso que escribió en mi cuenta de Wattpad. Ahora mismo mis seguidores se están enterando que lo que escribí en Me voy a follar a mi jefe es "real".

Sandra revisa sus notificaciones y me confirma que Nicole si cumplió su amenaza.

Me dejo caer en el piso y Gloria me abraza.

No puedo más...

Lo último que miro antes de dejarme caer en un abismo es a Nicole entrando a la oficina de Marco anunciando "No vas a creer lo que traigo para ti, Cariño." 

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