Capítulo 24
Veo que tenemos muchos lectores nuevos :3 Bienvenidos a la cueva del terror MUAJAJAJAJA... Ok, no xD Saludos ♥
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—Marco... —digo, precavida.
Está de pie sobre la parte más oscura del pasillo que lleva de vuelta al salón donde están los demás invitados. Su postura es desgarbada, pero sus ojos miran fijamente hacia donde estoy yo.
Me acerco despacio...
—Te comportas como si me tuvieras miedo —dice, amenazador. O quizá soy yo quien le ve amenazador porque temo que él insista en saber si él y yo...
—Acércate, Vanesa —pide.
Y no puedo negarme porque lo pide educadamente. Dios mío, ¿qué quieres?
Mi vestido color mostaza resalta en la oscuridad a comparación de su traje color negro. Pero no me comparo, no soy más que una plebeya en la corte del rey Marco.
—Señor, yo...
Él hace un gesto para que me detenga. Quiere hablar primero:
—Sólo quería devolverte esto —dice, sin rodeos y saca de su bolsillo mi arete con forma de trébol de cuatro hojas.
¡Me cago en...
Contengo la respiración.
Disimula, Vanesa, disimula. No podrá probar nada si lo niegas.
—Ese no es mi...
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué, señor?
¡Conserva la calma!
—Negarlo, Vanesa.
En dos zancadas Marco acorta la distancia entre nosotros. Ahora su boca está a tan solo un centímetro de mi boca. Es como si viviera un Dejá vu... Este momento es igual al primer encuentro que describo en mi novela. Cuando Carlo se da cuenta de que Valentina...
—Vamos a dejar algo en claro, Vanesa —dice Marco, peligrosamente. Ese tono me aterriza de vuelta al planeta tierra. ¡Esto es realidad no ficción, Vanesa!—. Este arete lo encontró la señora que hace el aseo en mi apartamento —explica—. Me lo entregó ayer que...
Ay, no. Debo tener los pies bien puestos sobre el suelo.
Eludo la mirada acusadora de Marco para que, según yo, no se me dificulte mentir:
—Nunca lo había vist...
—No mientas, Vanesa —demanda y coge mi barbilla... y lentamente me obliga verlo de vuelta. Qué tortura—. Yo no llevo mujeres a mi apartamento.
¡Aire! ¡Necesito aire!
—Tal vez...
—El arete lo encontraron entre las sabanas de mi cama, Vanesa —Él es firme en lo que dice.
—Marco, yo... —Me estoy ahogando.
Me sostiene por la espalda y me acerca más a él. Respiro su delicioso aliento.
—Y dudé en si recordaba o no con claridad si es de tu pertenencia...
—Marco...
Él cierra sus ojos y frota sus labios contra mis labios: —Es tuyo, Vanesa —sentencia.
Dulce señor...
No lo sigo negando. Al contrario, tomo un respiro y miro directamente a los ojos a Marco. Sí. La verdad es que si nos acostamos.
Él se relaja un poco al ver que ya no lo evado. Tomo el arete de su mano y lo guardo.
—¿Por qué? —pide saber. Sus ojos destellan resentimiento—. ¿Por qué lo negaste, Vanesa? ¿Por qué el empeño y desesperación en que yo no me diera cuenta de lo que en realidad pasó?
Maldita sea, porque te amo...
Porque no quiero ser una más.
¡PORQUE TEMO PEDIRTE ALGO QUE QUIZÁ NO ME QUIERAS DAR!
Aquí es cuando mi conciencia se divide en dos. Por un lado mi cuerpo me pide arriesgarme y decirle a Marco "¿Sabes qué? Sí. Nos acostamos. Ahora dime si me voy para que no volver a verme jamás o si me quedo para más." No obstante, por otro lado, también está Armando. Carolina está segura de que yo lo voy a lastimar, y ciertamente esta es mi oportunidad. Puedo hacerlo. ¿Quiero hacerlo? Es por eso que debo decidir entre lo que quiero y lo que debo. O lo que quiero y lo que merezco. O lo que necesito más que el aire que respiro... o lo que es positivo.
Aunque la verdad a veces pienso que ni siquiera yo sé qué demonios quiero.
—Te estoy esperando, Vanesa —dice Marco.
—Por Armando —digo, aunque eso hasta hoy es cierto—. Insistí en que no recordaras nada porque no quiero lastimarlo. Lo que pasó fue un error, Marco... Perdón. Digo, señor.
—No. Tutéame —A él no le molesta mi falta—. Es una estupidez que me llames "Señor" después de...
Ni siquiera podemos decir qué es.
—¿Le vas a decir a Armando? —pregunto, preocupada.
—¿Cómo crees, Vanesa? —Él niega. Él niega pero se ve que le pesa—. Tú viste que tuve la oportunidad y...
—Sí, lo vi.
Veo dolor en la mirada de Marco y eso me confunde. Aún así, trato de enfocarme en lo que ya decidí, y eso es darme una oportunidad con Armando. Es lo mejor para mi. Temo ir por otro lado.
Marco se acerca una última vez a mis labios. ¡No, Dios, me pones frente a mi debilidad!
—Es sólo que creí que... —Su voz en su susurro ahogado.
¿Acaso me estoy equivocando?
—¿Qué? —pregunto, tratando de conservar la calma, pero quiero abrazarlo. Quiero besarlo..
Armando. Debo pensar en Armando.
Tengo a un centímetro de mi boca la boca del hombre que me inspira escribir una novela y no puedo tomarla. Por cuánto tiempo soñé con este momento y ahora...
Él se aleja de mí. Cierra sus ojos y se aleja.
No, porfavor...
Se va. Así sin más se va.
Y siento ganas de llorar. Hay algo lastimando mi pecho. Es mi corazón pidiendo que él venga de vuelta.
Y yo no sé definir cómo me siento. Oh, Dios, estuve a punto de obtener lo que siempre quise, pero puede que con las consecuencias que nunca quise. Pero al mismo tiempo me siento culpable porque si Marco no se hubiera alejado le habría sido infiel a Armando.
Soy una mala mujer. Lloro. Carolina tiene razón en que soy nociva para Armando. Basta ya. Debo ser más juiciosa y pensar antes de actuar.
Hay algo que quiero, pero no debo. Pero hay otra cosa que al parecer merezco. Estoy entre lo que necesito como el aire que respiro y lo que es positivo.
Ese monólogo no deja de dar vueltas en mi cabeza.
...
Tropiezo con Carolina en mi camino de vuelta a la fiesta.
—Vane —dice, preocupada—. Vi a Marco venir...
—No le fui infiel a Armando si eso es lo que te tiene preocupada —digo, firme.
—No, no es eso... —Ella se muestra dolida de que la señale de juzgarme.
—Debo regresar a mi lugar.
Hago mi camino de vuelta a mi mesa.
—Vanesa...
Ella me llama pero la ignoro y sigo caminando.
En algún lugar de aquel corredor dejé mi corazón.
Armando todavía está en compañía de Heidi cuando regreso, pero se porta como un caballero cuando me acerco. En los ojos de ella hay lágrimas. Sin embargo, en los de él hay decisión. Decisión que a mi me falta. Él me da confianza para que me siente junto a él y eso marca la pauta para que se aleje ella.
Yo estuve a punto de fallarle y él me acaba de dar mi lugar. Me siento ingrata y zorra.
—Lo lamento —digo.
—No, está bien. Ella... ya se iba —dice él, acariciando mi mano. Miro sus ojos, estos son buenos y sinceros.
No tiene idea de que lo que realmente estoy lamento es casi haberle fallado. Tengo que ser la mujer que él merece tener.
Tengo que ser la mujer que él merece tener.
Tengo que ser la mujer que él merece tener.
Tengo que ser la mujer que él merece tener.
Me lo repito como un nuevo mantra.
Tengo que ser la mujer que Armando merece tener.
¿Tengo o debo? ¿O es lo que estoy obligada a ser o es lo que quiero ser?
¡Basta ya de tanta confusión!
—Vanesa —me llama Armando.
—¿Sí?
Estaba distraída.
—Te preguntaba si quieres —Me muestra la botella.
—¿Qué cosa?
Él sonríe. Es demasiado paciente.
—Champagne.
Asiento.
—Por Daniel y Carolina y también por ti y por mi.
Brindamos.
La cena culmina con un baile. Daniel y Carolina abren la pista. Los miro y me preguntó cómo. ¿Cómo estar seguro de alguien realmente es tu felicidad? ¿Cómo planear a futuro sin esperar a alguien más? A alguien mejor, quizá. ¿Cómo sabes quién es el indicado? Porqué como ellos dos se miran -Daniel y Carolina- se que no se estaban buscando, pero se encontraron. Pero yo... Yo tengo junto a mí a un hombre increíble y... debo amarlo. Sé que debo amarlo.
—Armando es un buen muchacho —me dice la mamá de Daniel cuando Armando nos presenta—. Es un partidazo.
Lo mismo hacen otras personas:
"Te sacaste la lotería con Armando."
"Te puedo dar buenas referencias de él. Para mí es como un hermano."
"Es muy unido a su familia."
"Es un gran abogado."
"Metería las manos al fuego por Armando."
"Tienes a un gran hombre a tu lado."
Al llegar a mi apartamento, esquivo a mamá y me encierro...
"Este hombre ha luchado."
"Sé buena con él, ha sufrido demasiado."
Enumero una por una las cosas buenas que me dijeron sobre Armando:
"Nunca lo he visto borracho."
"Es bueno con mis hijos."
Conversé con muchas personas durante esa fiesta y no hubo nadie que me dijera una cosa mala sobre Armando. Entonces me pregunté si yo realmente estoy a la altura de él. Me abrumé.
Y como si faltara algo más, recién cuando me despedí de Armando, me besó y me dijo... Te amo.
Lloro y no me espero que alguien me comprenda. Estoy entre lo que quiero y lo que debo. Entre lo que...
No. No. No puedo decirme eso cuando ya tomé una decisión. No más Calamity Vanesa.
Hasta el día de hoy lo he echado todo a perder y debo esforzarme en hacer esto bien.
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