Capítulo 14


Con Marco, Sofía y otros compañeros vinimos a un bar llamado La Toscana. Este se caracteriza por ofrecer exquisitez en vinos y quesos. Aunque la verdad a mi no me pregunten sobre eso, quien cree saberlo todo es la jirafa:

—Yo viví en Roma —dice a nadie en particular. Todos ocupamos una sola mesa y ella quiere hacerse escuchar.

Pero los demás la ignoran.

No sé exactamente qué diantres hace Nicole en Grupo M. Hubiera jurado que Marco la llevó y que de alguna manera estaba liado con ella, pero con el tiempo he descubierto que no. Hay algo más detrás de la misteriosa llegada de la jirafa.

Por otro lado, Marco continua sorprendiéndome:

—¿Quieres tomar algo más? —me pregunta al ver vacía mi copa.

Yo no me senté a la par de él, él buscó sentarse en una silla junto a la mía. No obstante, no quiero ilusionarme. Se lo atribuí a las casualidades.

—Estoy bien —respondo, sintiéndome tímida.

Es bueno que no estemos solos porque de otra forma no sabría cómo comportarme. No pillo su reciente interés en mí.

En el bar hay pocas personas y el ambiente es tranquilo. Es un buen lugar para platicar. También se ve selecto y sofisticado. Con papá he venido a lugares caros, pero es diferente estar con Marco y compañeros de trabajo. Con ellos temo decir o hacer algo malo que me deje en ridículo. Esta no es mi gente y no es mi ambiente. Me cuesta ser yo.

—Estás bastante callada, Vanesa —dice Emiliano en voz alta. Los demás en la mesa dirigen su atención a mí. No otra vez, por favor...—. ¿Por qué no nos hablas de tu historia?

—Sí, Vanesa —aplaude Oscar.

Oh, no...

—Sonaba interesante —agrega Sofía.

Al mismo tiempo Marco coloca su mano en la parte baja de mi espalda. Me recorre una corriente eléctrica. Estoy que me deshago.

—Primero dejen que se relaje —pide a los demás y me sirve otra copa.

No sé si lo prudente sea beber más vino. Los demás no le hacen caso:

—¡Que hable! ¡QUE HABLE! —me piden.

Soy la sensación del momento. Todos quieren escucharme hablar de mi faceta como escritora.  Tomo un respiro. Oh, Dios, no debí salir de la cama hoy. Me apresuro a beber todo lo que está en mi copa.

—Tienes sed, Vanesa —se burla Nicole.

Tal vez si me embriago será más fácil decir la verdad. 

—Yo... —empiezo.

—¿Cómo surgió la historia? —pregunta Sofía.

De mis calenturas nocturnas...

—¿La del osito? —pregunto, torpe.

—¿Hay más? —pregunta Marco, interesado.

¿Por qué ahora, Dios?

Le paso mi copa para que me sirva más vino:

—Oh, sí —digo—. Está el del gusanito que hizo amistad con un pajarito y el de una oruga que soñaba con ser jirafa —Me burlo de mi misma.

—Qué interesante —dice Emiliano—. Suena... filosófico. Tus cuentos seguro incluyen mensajes que te invitan a reflexionar sobre la vida.

Me atraganto con mi bebida.

—Despacio... —me dice Marco dándome un par de golpecitos en la espalda. 

—Filosóficos, sí —digo y me sirvo más vino.

—Despacio —insiste Marco susurrando a mi oído—: No quiero tener que sacarte se aquí cargada.

 Escucharle decir eso me hace sonrojar.  

—¿Cómo?

—Aunque sería justo devolverte el favor.

¿Devolverme el favor? Por segunda vez en el día me guiña un ojo. Sé que hay algo que ha cambiado entre nosotros.

—¿Y cuándo los podremos leer? —pregunta Sofía.

Los demás insisten en saber de mis cuentos que son sólo cuentos. 

—Sí, Vanesa, ¿cuándo? —le secunda la jirafa.

A ella le gusta verme contrariada. 

—Mañana —prometo—. Los llevaré a la oficina mañana.

Me toca desvelarme escribiendo. 

—No se diga más —dice Marco, poniéndose de píe. Tiene su copa en una mano. Oh, Dios, ¿va a brindar?—. Por el talento de Vanesa —dice a todos. 

Sí, mi talento para describir en una novela tu entrepierna. 

—Por el talento de Vanesa —repiten los demás.

Me quiero matar. ¡No! Es peor que eso. Saco mi teléfono móvil de mi bolso y abro la aplicación de Wattpad. Tengo que borrar la novela... Es mi vida y mi reputación o esta novela. La busco... Ya tiene más de cien mil lecturas. Un momento, ¡¿tiene más de cien mil lecturas?! Si apenas hace algunos días tenía... Jesús. Y tiene más de veinte mil votos. Casi me caigo de mi silla.

—Vanesa, ¿te sientes bien? —me pregunta Marco. Vuelvo mi atención a él—. Te ves...

¿Entre feliz y preocupada?

—Estoy bien —repito, con voz temblorosa y una sonrisa torcida. 

¡Mierda! La novela tiene más de cien mil lecturas. Pero si no la borro ahora... 

Abro el último capítulo para leer los últimos comentarios que me han dejado:

¿Ya vas a actualizar?

¡Nos tienes abandonados!

Valentina es una indecisa.

ACTUALIZAAAAAAAAAAAA

¡Si no actualizas pronto, me volveré lector fantasma! NO MÁS VOTOS, ¿oíste? NO MÁS VOTOS.

Ya están color de hormiga las amenazas. Ahora que lo pienso últimamente he tardado en actualizar. ¿Será la excusa perfecta para ya no hacerlo más? Miro de reojo a Marco. Él aún está mirándome. ¿Qué pensará que estoy viendo en mi teléfono? Cojo un poco de aire y otra vez vuelvo mi atención a Wattpad. Tengo que borrar mi novela... 

Me tiemblan mis dedos cuando estoy a punto de hacerlo porque no quiero. No quiero. ¡No quiero!

Ahora es Sofía quien se pone de píe:

—No olvidemos a quién debemos esta plácida velada —dice, alzando su copa hacia Marco—. Por Grupo M y por Marco Maldonado —brinda.

Los demás le seguimos:

—Por Grupo M y por Marco Maldonado —repetimos y después aplaudimos.

—Este es sólo el inicio —dice Emiliano, también dirigiéndose a Marco—. Ya terminamos de calentar. A partir de ahora haremos negocios en serio. ¿Me escucharon? Negocios en serio.

Aplaudimos de nuevo y esperamos a que Marco diga algo. 

—También brindo por eso —responde Marco alzando su copa en dirección a Emiliano.

A mi jefe se le ve cansado, pero satisfecho. Sé que para Marco es importante ganarse un lugar como empresario. Él quiere enorgullecer a sus amigos y a su familia. 

Ahora mi novela. Otra vez la miro en plan de hacedor y verdugo. Debo borrarla...

No, Dios, no...

Decido escribirle a Carolina:

Vanesa: Voy a borrar mi novela.

Carolina: ¿El fic de La cama? Sí, Daniel me habló de pagarte con tal de que borres eso.

Vanesa: De ninguna manera. Es el mejor fic gay en el internet. Hablo de Me voy a follar a mi jefe :(

Carolina: ¡Pero ya tienes muchos lectores!

Vanesa: ¿Y si Marco se entera? :'(

Carolina: Pensé que tenías un plan B por si acaso: El cambio de nombres...

Vanesa: Fui muy obvia con eso.

Carolina: ¿Te lo dije?

Vanesa: ¡No me regañes!

Carolina: Cambia tu seudónimo. De esa manera si alguien googlea  tu nombre no les aparecerá la novela. 

Vanesa: Pero mis lectores ya me llaman "Vanesa".

Carolina: Está bien, entonces bórrala.

Vanesa: NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Carolina: No te entiendo. 

Vanesa: No quiero.

Carolina: Sigo sin entender. 

Vanesa: Debo, pero no quiero.

Carolina: ¿Y si la terminas este fin de semana y les das a tus lectores un tiempo de gracia para que puedan terminarla?

Vanesa: Carolina eres una genia. Cambio mi seudónimo y la borro una vez mis lectores la lean. TE AMO. Te ha hecho bien el sexo desenfrenado.

Carolina: -.-

Vanesa: Aunque... sólo he publicado la mitad :'(. Necesito tiempo para poder terminarla.

Carolina: ¿Vanesa?

Vanesa: ¿Sí?

Carolina: Al final del día es tu decisión qué hacer con tu novela.

Guardo otra vez mi teléfono y observo a mis compañeros y a Marco. Somos un grupo de adultos jóvenes vistiendo traje de oficina. Cada uno con diferentes problemas y diferentes metas. Tenemos toda una vida por delante. Por lo mismo yo no debería estar considerando si debo o no debo borrar mi novela. Escribir, sea buena o malo haciéndolo, es lo que me hace feliz. Es lo que hace felices a otros. Debería estar dispuesta a atenerme a las consecuencias. Por ejemplo, el enojo de Marco. Aunque, como dijo Armando, debería sentirse halagado de ser el héroe de mi historia. 

—Elegiste mal el lugar —reclaman a Marco—. Aquí no se puede bailar.

—Tal vez pongan música si lo pedimos —propone alguien más.

De improviso siento un cálido aliento en mi oreja izquierda. Oh, Cielo santo, es Marco. Me quedo de piedra.

—Tienen razón en decir eso —dice. 

—¿Qué? —pregunto.

—La falta de música. Yo quería verte bailar.

¡Mi mamá en tanga!

—Yo... 

Él me distrae tratando de imitar el movimiento que me vio hacer con la canción de Ed Sheeran. Me suelto a reír.

—Qué vergüenza —digo, y bebo otro trago de mi copa. Creo que ya perdí la cuenta de cuántos llevo. 

A continuación, Marco coloca su brazo sobre mis hombros.

Me abrazó. ¡ME ABRAZÓ!

—¿Por qué? —pregunta, con actitud cómplice.

¿A qué mierda está jugando? Somos jefe y asistente. Puedo percibir que ya no soy invisible, pero ¿flirteo? Mis piernas tiemblan.

"¿No es esto lo que querías, Vanesa?" Me pregunta mi consciencia. 

Marco, además de rodearme con un brazo, está ligeramente inclinado en dirección a mí. Los demás pensarán que estamos compartiendo algún tipo de secreto. Sí, pero no... O bien, pensarán que estamos flirteando. ¿Estamos flirteando?

—No estoy acostumbrada a bailar frente a extraños —respondo.

Él está a pocos centímetros de mi cara. Su vaho con sabor a vino mezclado con su olor a colonia importada, es un contraste que atrae.

—No somos extraños. Ya hemos trabajado juntos un rato —dice él.

Pero hasta hace poco me has notado.

—Bueno, sí...

Durante un segundo me distraigo de lo que me está diciendo Marco y echo un vistazo a lo qué hacen los demás en la mesa: Algunos platican, otros le ponen atención al teléfono móvil... Pero Nicole está mirándonos a mí y a Marco. ¡Qué no tiene a alguien más a quien vigilar!

Es oficial, ella y yo estamos en guerra.

—Hiciste que me regañaran dos de mis mejores amigos —dice Marco. 

Me vuelvo a él sin comprender. 

—¿Yo?

Pero aún me distrae la mirada inquisidora de Nicolasa. ¿Qué quiere de mi esa versión barata de Keira Knightley? Me disculpo con Marco y pregunto dónde está el baño. Sofía me señala dónde y escapo. Necesito un respiro. Aunque eso sí que le molestará a Nicolasa. Me pregunto si aquí también irá a sacarme del baño. 

Lo único que necesito es mojar un poco mi cara. Sólo he bebido tres copas de vino pero me siento un poco mareada. Debe ser la calidad del vino... Este no es el vino barato que compra mamá cada que cocina pasta.

Cuando estoy dentro del baño le escribo otra vez a Carolina:

Vanesa: Creo que me estoy embriagando jeje...

Carolina: Tienes años de no hacer eso. Desde tu último novio si mal no recuerdo.

Vanesa: ¿Tenías que recordarme que llevo siglos soltera?

Carolina: :v

Vanesa: Creo que Marco está flirteando conmigo.

Carolina: ¡¿Estás con Marco?!

Vanesa: Y otros compañeros de trabajo. No estamos solos, pero algo es algo. Él me pone más de atención que al resto y eso tiene molesta a Nicole.

Carolina: ¡Por perra! Sólo no bebas más. Sí estás en guerra debes estar cuerda.

Vanesa: Cierto. 

Carolina: Y come algo.

Vanesa: XOXO

Estoy en guerra. En eso Carolina y yo estamos de acuerdo, aunque no sé por qué es la pelea. ¿Marco? Nicole debería tener claro que a él no le van las relaciones a largo plazo. Yo misma he tenido que espantar pirujas de su tipo.

Retoco mi maquillaje y salgo del baño. Tampoco quiero que piensen que padezco algún tipo de incontinencia por pasar largos ratos dentro cerca de un lavado. Pero me llevo un susto de muerte al darme cuenta que afuera me espera Marco.

—Soy yo —dice, evitando que grite o salte.

No conocía su lado acosador.

—El baño para hombres está al otro lado —señalo, considerando que pueda estar aquí por error.

—No, estoy bien. Te estaba esperando.

Afuera de un baño, qué romántico. Pero no pido más.

—¿A mí?

—Te noto rara.

Se ve que no me conoce bien. Vanesa Salcedo es todo menos ordinaria.

Marco coloca su mano sobre mi espalda baja y me hace caminar junto a él.

—Estoy bien —insisto.

—"Estoy bien". Eso es lo único que dices, Vanesa.

Trueno mis dedos. —Señor...

—Tienes problemas con Nicole.

No me sorprende que lo sepa, pero sí que le interesen nuestros problemas.

—¿Y quién no? —respondo, ofendida. Pero no tardo en arrepentirme de salirme de mis casillas. Estoy hablando con mi jefe.

Pero a contrario a lo que espero de él, a Marco le divierte mi respuesta.

—Sí, todos. Pero en especial tú —me cuestiona.

—Algo —digo.

—¿Algo poco o algo mucho?

¿Por qué le interesa?

—Algo mucho —confieso. 

En realidad estamos a nada de de caernos a golpes. 

Marco se muestra pensativo:

—Espero que no esté mucho tiempo con nosotros. Mañana le llamaré a papá para decirle que ya no es necesaria.

¿El señor Maldonado llevó a Nicole a Grupo M? Pensé que era un hombre inteligente.

Marco y yo nos detenemos a pocos metros de nuestra mesa. Él quiere decirme más.

—También quería agradecerte.

—¿A mí?

—Sí, a ti, Vanesa —Parece no creer que dude de él—. Quiero agradecerte por ayudarme.

Niego con la cabeza: —Pero yo no hago mayor cosa en Grupo M.

Un momento, ¿le estoy dando la razón a la jirafa?

—Sí que lo haces. Facilitas y mi trabajo y también me ayudas... personalmente.

Personalmente. Así que habla de la innumerable cantidad de veces que Gabo le ha ido a traer a bares y de las tipas que le he quitado de encima.

—No tiene por qué agradecerme, señor.

—Nunca lo hago, Vanesa. Ya sabes por qué te ignoro, pero tampoco es razón para ser un mal educado contigo.

Ya sabes por qué te ignoro. ¿Habla de aquella rara conversación que tuvimos el otro día? Su confesión. 

En la que decidiste mantener tu distancia, me recuerdo y automáticamente doy dos pasos hacia atrás. Porque es cierto que tuve que decidir entre ser asistente o una noche más.

—Eres como mi ángel guardián, Vanesa —me dice Marco.

Mi boca se abre en una enorme O.

No estoy acostumbrada a recibir atención de Marco. Me apabulla. Es como haber deseado un pastel y a la hora de comer no saber qué pedazo coger primero, o peor, recordar que estás en estricta dieta.

—De verdad es una lástima que aquí no se pueda bailar —agrega y me toma por la cintura para atraerme otra vez hacia él.

Estoy asimilando qué está pasando cuando...

—Marco —escucho que lo llaman.

No tardo en reconocer esa regia voz. Es el señor Maldonado, el padre de Marco. Marco me suelta y busca con la mirada a su padre. No hace falta, el señor Maldonado se abre camino hacia nosotros.

—Buenas noches, Vanesa —me saluda.

—Señor —miro el piso.

El señor Maldonado es un señor que se hace respetar. Cuando estuvo al frente de Grupo M era digno de admirar, pero se retiró por consejos de su médico. Él padece del corazón. 

—Buenas noches, Marco —saluda escuetamente a su hijo.

Ambos se dan la mano. Físicamente, Marco se parece al señor Maldonado. Debo admitir que si Marco se verá como su padre ya entrado en años, le quedará bien aquel dicho que reza: El vino se pone mejor con los años. 

¡Enfócate, Vanesa!, me regaño.

—Papá... —saluda Marco. 

—Vamos a dónde están los demás —pide el otro.

¿Por qué tengo la sensación de estar en problemas?

Marco y yo seguimos al señor Maldonado hasta la mesa que ocupamos con los demás en el bar. Todos se sorprenden al ver al "jefe de jefes". No lo esperaban. Lo saludan y reciben de píe, lamentan sus últimos quebrantos de salud y le ofrecen vino y un asiento.

Repito: Todos parecen sorprendidos de ver al jefe. Todos... excepto Nicole. Ella se muestra confiada. Exageradamente confiada a pesar de que la mirada molesta de Marco la está acechando. Creo que pronto sabré qué hace ella en Grupo M.

—¿Qué hace él aquí? —empiezan a preguntarse todos e intercambian miradas de confusión.

A mí también me sorprende ver aquí al señor Maldonado. Pero más que eso, me sorprender verlo más serio de lo que yo lo recuerdo. Antes me sentía en confianza con él, ahora me asusta un poco. No sé si será su salud o que se le ve enojado. 

—Señor, por favor siéntese —le pide Sofía ofreciéndole otra vez un asiento. 

Sin embargo, el señor Maldonado le limita a dirigirse a nosotros: 

—¿Cómo van las vacaciones? —pregunta, sarcástico e incomodando más a Marco. ¿A qué viene esa actitud?—. Me han dicho que últimamente no tienen mucho trabajo. 

No tanto como cuando estaba él, pero... Pobre Marco. En la mesa, Sofía mira a Emiliano y Emiliano a Marco:

—Señor, hoy Marco hizo un buen trato con...

—Soluciones en Rojo —interrumpe el señor Maldonado a Emiliano y después mira de reojo a Marco—. Yo les llamé antes de que te reunieras con ellos —confiesa.

Nunca olvidaré la mirada de dolor de Marco:

—¿No confiabas en que yo pudiera? —pregunta, avergonzado.

Mi pena también aumenta. 

—Cualquier logro mío es de todos. ¿No es así? —celebra para sí el señor Maldonado viéndonos a nosotros e ignorando la pregunta de Marco. 

Pero nosotros guardamos silencio. A excepción de Nicole, que se le ve fresca, los demás nos sentimos mal por Marco. El señor Maldonado vino con actitud de batalla. 

—Pronto habrán más cambios en Grupo M —avisa—. Después de leer informe que me entregó Nicole, veo necesario que Marco reciba la ayuda de su hermano Salvador.

¿Qué informe? ¿Nicole? ¿Hermano Salvador?

Marco le dirige otra mirada de odio a Nicole. Maldita jirafa pendenciera. 

—¡Salvador no quiso hacerse cargo de la empresa! —espeta Marco a su padre.

No es una noticia para nosotros que ellos vivan en guerra.

—Cambió de opinión y aceptó venir como tú asesor para demostrar así su buena voluntad.

—¿Buena voluntad? —Marco se ríe, pero es una risa de dolor. Lo traicionaron—. No me jodas, papá...

—Marco, silencio —pide el señor Maldonado, todavía viéndonos a nosotros. Esta es una discusión familiar.

Pero Marco no parece querer callarse. Todo su cuerpo está temblando: 

—¡Salvador es todo menos una persona con buena voluntad, papá!

—Es tu hermano —devuelve, molesto el señor Maldonado.

—¡MEDIO HERMANO! —le grita Marco.

Nunca antes lo escuché tan enojado. 

¿Medio hermano?

El señor Maldonado alza su mano para abofetear a Marco. Oh, no. Todos contenemos el aliento:

—¡Anda, hazlo! —le reta Marco y se acerca más a él—. ¡Dolerá menos que esta traición!

Aún así, el señor Maldonado baja su mano.

—No es traición, Marco...

—¡Lo prefieres a él!

Ellos dos continúan discutiendo:

—Ten humildad para reconocer que fallaste., hijo

—¡No es falta de humildad, es...

—Orgullo. Temes no ser tan bueno como lo es Salvador.

¿Qué clase de padre le dice eso a su hijo?

—¡Pero, papá...!

—Ya deja de gritar, Marco —El señor Maldonado coge una servilleta de la mesa y se limpia las manos con ella—. Ve el lado positivo —dice—. Compartir responsabilidades de la empresa te dará más tiempo para galantear con tu asistente.

El señor Maldonado mira acusador a Marco y después me mira a mí. No quepo de la vergüenza.

Marco se vuelve a irritar: —Es la primera vez que...

—No quiero saber más. Sólo te aviso que mañana presentaré a Salvador en Grupo M. 

Un nuevo jefe. Dos jefes. 

—¿Mamá lo sabe? —pregunta dolido Marco. 

—Sí. Pero su opinión es la de una madre, no la de una empresaria.

No conozco a Salvador Maldonado, sólo a los señores Maldonado y a Marco. Pero advirtiendo el tipo de temperamento que sé que tiene la señora Maldonado, puedo asegurar que ella no está de acuerdo con esto.

Sin decir más, el señor Maldonado da media vuelta y se marcha de La Toscana.

A continuación, Nicole se pone de píe:

—Marco, sólo quería decirte que...

—¡LÁRGATE! —la echa él, sorprendiéndonos a todos. Puedo jurar que no soy la única que pensó que ellos tenían algo. 

Pero no puedo disfrutar de este momento porque me siento mal por Marco.

—Del bar si así lo quieres —responde altiva la jirafa— porque tengo que estar en Grupo M mañana. Soy la asistente de Salva.

¿Salva? Rata traidora. Me quito el nombre si no fue Nicole la que le dijo al señor Maldonado de esta reunión. Era una espía. 

—¡FUERA! —la vuelve a echar Marco.

Así, sin perder la costumbre de sentirse de pie sobre una pasarela de Victoria's Secret, la jifara se va contoneando sus huesudas caderas. ¡Rata desleal! 

—Váyanse todos, por favor —pide Marco, conteniendo las ganas de llorar.

Es la primera vez que lo miro roto.

—Marco... —intenta decir Sofía.

—¡Por favor, Sofía! —insiste él.

Su orgullo no le permite que lo veamos en esta condición.

Quiero correr a abrazarlo y decirle que yo no le soy desleal, pero a mi también me ordena que me marche.


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Instagram: TatianaMAlonzo

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