Capítulo 2: Él.

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En cuanto se dieron cuenta de a que clase de persona habían invocado, muchos de los presentes parecieron alarmarse.

Hubo un movimiento turbulento que fue fácil de notar gracias a su vista mejorada.

El hombre de tez oscura, junto con otros tres hombres en la habitación sacaron un extraño cilindro de sus cinturones y con un solo movimiento, largas líneas de calor refulgieron de las sombras. Morado, azul, verde y amarillo.

Fue una vista impresionante.

Con un ademán de manos, Noelani sostuvo un artefacto entre sus manos, arrebatandosela de un descuidado Jedi.

-Que bonito -dijo en un murmullo, acercándolo a su cara sin siquiera temer a su calor-. Me lo quedaré.

Un Jedi intentó acercarse, tal vez porque no le agradaba la idea de compartir su juguete con ella. Al lado de él el hombre de chocolate pareció querer atacar, pero fueron interrumpidos por el adorable hombrecillo verde que decidió detenerlos con un movimiento de bastón.

Ese bastón parecía muy útil, tal vez después se lo pediría prestado.

-Molestarla más no harán, quietos quedarse -para tener un rostro tan sereno, parecía molesto.

-No estoy molesta, hombrecillo sabio -decidió decirle, sonriendo al hombre calvo que seguía mirándola amargado-. Aunque sí muy intrigada. Dicen invocarme del pasado, la pregunta es porqué y con qué propósito. Además -miró a su alrededor-, disculpen mi comportamiento anticuado, pero no es nada normal que me hayan llamado a otro planeta.

-Lamentamos traerla lejos de su Reino, su Majestad -dijo Obi-Wan, tal vez notando su corona de espinas que también había invocado con su chasquido-. No deseábamos invocarla a usted precisamente.

Lo miró con curiosidad, alejando el cilindro brillante de su rostro, apagándolo entre sus dedos y sin hacer una sola mueca al tocar el sable láser.

Los Jedi parecieron contener la respiración, pero sin atreverse a mover ni un solo músculo; el control sobre sus cuerpos era asombroso, pero aburrido.

-Entonces espero que tengan una gran explicación para despertarme de mi letargo.

El hombrecillo verde y el hombre de chocolate compartieron una mirada, como si estuvieran hablando sin tener que decirlo en voz alta. Tal vez hacían eso, o tal vez solo estaba alucinando. Aunque eso ya no era posible en Noelani, no después de la muerte.

El hombre de tes oscura (al que ya se estaba cansando de llamar así), dio un paso al frente, con el ceño fruncido y la expresión fría que lo había acompañado en toda la conversación.

-Mi nombre es Mace Windu y estás ante el alto Concejo Jedi, formado por los doce Maestros Jedi más sabios de la Galaxia, y ante ti, se encuentra el Gran Maestro Yoda, representante de todos los Jedi -hizo un ademán hacia el hombrecillo que ahora tenía nombre, quien la miró curioso y sereno-. Te hemos invocado porque un gran mal ataca a la Galaxia, los Sith, quienes representan el lado oscuro de la fuerza, acechan la paz que los Jedi hemos traído a lo largo de los siglos.

Los Jedi se hirguieron, como si decir su puesto y deber fuera motivo de gran honor.

-Entonces supondré que desean mi ayuda en su lucha -murmuró mientras rondaba el gran círculo Jedi que la rodeaba, y aunque nadie más decía nada, podía notar como se tensaban cada vez que se acercaba a alguno de ellos. Eso la hizo sentir tan satisfecha que se rió por lo bajo, sacándole un gruñido a uno que estaba a su derecha.

Patético.

-Se a desatado una guerra en los últimos dos años -dijo Obi-Wan, mirándola con ojos cansados, parecía agotado y mucho mayor de lo que debería ser.

-Y quieren que la termine por ustedes.

Obi-Wan negó con la cabeza, casi apenado.

-No esperamos eso.

-Pero es lo que desean -en un parpadeo apareció frente al Jedi, poniendo en alerta máxima al resto de maestros, quienes o sacaron sus armas o se colocaron en posición de combate.

Los ignoró a todos.

-Puedo sentir el anhelo en sus corazones -murmuró cerca de su rostro, sintiendo su corazón errático por su cercanía. Acercó su mano a su pecho, pero sin tocarlo, casi con anhelo-. El cansancio y desesperación en sus cuerpos… me están gritando por un descanso, uno que solo yo puedo aliviar.

Obi-Wan no apartó la mirada ni por un segundo, tal vez embelesado, tal vez por temor a molestarla.

Nadie parecía moverse, ni siquiera el Maestro Yoda que parecía estar a cargo en la sala. Todo era silencio, esperando su siguiente movimiento y con temor a enojar a la mujer que inicialmente creían débil.

No era una doncella asustada, no desde hace años.

Por el rabillo del ojo notó como una sombra se deslizaba rápidamente hacia su dirección, alertando al resto de usuarios en la fuerza. Y aunque algunos intentaron detenerlo, el torbellino de túnicas pareció pasar como un remolino; grande, tosco y fresco.

Un aroma dulce llegó a sus fosas nasales.

Cerró los ojos, saboreando lo más delicioso que había olido antes. Era varonil, como árboles, no, como un roble y tierra mojada. Fresco y seductor.

Sus pezones se endurecieron con solo olerlo.

En un parpadeo, sintió algo tibio en su clavícula. Noelani no se movió a pesar de sentir el calor de un cilindro de luz en su cabeza, apenas rozando su cuello.

Obi-Wan pareció horrorizado cuando se dio cuenta de quien la amenazaba.

-¡Anakin! -exclamó blanco, no solo asustado, sino molesto- Baja el sable, ahora.

El hombre no pareció escucharlo, y aunque el sable parecía quemarle la piel y dejar un aroma a carne quemada, no se apartó.

A veces le gustaría sentir dolor, pero estando muerta era difícil sentir algo que no fuera fría indiferencia.

-Joven Skywalker -incluso Mace Windu parecía horrorizado, quizá molesto, pero más cauteloso que nada. Su mano se hallaba arriba, como si hubiera querido parar la situaciónde en un movimiento de dedos. Hizo ademán de acercarse, pero se detuvo después de su primer paso-. Piensa bien lo que harás a continuación.

-Amenazó a Obi-Wan -murmuró una voz detrás suyo, sosteniéndola por la cintura y acercando el sable de luz aún más, si es que era posible-. ¡Es parte del lado oscuro! ¿Cómo pueden ignorarlo?

-¡Anakin, baja el arma! Este no es el estilo Jedi.

Noelani sonrió, sus colmillos eran más que visibles para Obi-Wan, que aunque retrocedió unos pasos, seguía observándola preocupado.

-Hazle caso al pequeño Obi-Wan, él sabe lo que os conviene -murmuró solo para él, sintiendo como tensaba su cuerpo ante sus palabras-. No querrás hacerme enojar, ¿o sí, corazón?

Ante su sorpresa por el apodo, Noelani le arrebató el sable y lo apagó en sus dedos, apretándolo a tal punto de deformar el metal y deshacerse en nada más que una masa irreconocible e inútil.

Pudo sentir su enojo sin siquiera voltear, y cuando él intentó atacarla, en un segundo se dio la vuelta y lo pateó hasta dejarlo de rodillas. Él aulló de dolor e intentó defenderse, pero se encargó de inmovilizar su cuello entre sus piernas y apretó sus brazos con una sola mano.

Todo fue muy rápido, sus ojos se clavaron en los suyos y fue como si el mundo se detuviera.

Ahí estaba él, con sus rizos dorados y sus hipnotizantes ojos azules. Su mirada era feroz, pero mientras más la miraba al rostro, su expresión parecía deformarse en algo que parecía sorpresa, para después pasar a la confusión y finalmente a la de un cachorrito pateado.

Ladeó la cabeza, admirando esos ojos que creyó que nunca más vería.

-Tú -murmuró él, casi perdido al observarla.

Nadie nunca la había visto de esa manera, ni siquiera él.

Contuvo la respiración, casi adolorida. Incluso tenía su misma voz. A pesar del tiempo, de todo lo que había vivido y sentido hasta ahora... jamás podría olvidar su sedosa voz. No cuando lo había amado tan profundamente.

Contuvo la respiración cuando el dejó de luchar, dejándolo a su merced, no parecía querer luchar de ninguna otra forma, estaba demasiado distraído en su mirada.

Acarició su mejilla con su mano libre, sin importarle que los Jedi a su alrededor estuvieran apunto de atacarla.

La respiración del hombre se esfumó de sus pulmones cuando tocó su piel, trazando una vieja cicatriz que no opacaba sus hermosos ojos.

-Magnus -murmuró Noelani, sin siquiera notar como los ojos ajenos se dilataban-. Estás aquí, mi dulce amour.

Él se deshizo en sus dedos, como si nadie más existiera en el mundo.

Pero una voz la hizo salir de sus recuerdos.

-Señorita... estamos apenados por lo ocurrido, nosotros no esperábamos que...

-Noelani -lo interrumpió sin siquiera mirarlo, y tampoco le importaba-. Para ustedes soy Noelani Salvatore -despegó la mirada de tan dulces ojos, clavandola en el Maestro Yoda, y en nadie más en esa habitación-. Solo tengo una condición para ustedes, si es que desean mi ayuda.

Hubo un silencio que nadie se atrevió a interrumpir.

La única mujer Jedi de la sala decidió hablar por primera vez desde que llegó.

-¿Y cuál sería esta? -preguntó con cautela, al lado de un Obi-Wan que no dejaba de ver entre el hombre debajo suyo y ella. No podía culparlo, técnicamente lo tenía inmovilizado entre sus piernas, muy cerca de su coño que parecía estar hirviendo bajo la mirada de tan hermoso espécimen.

Sonrió, mirando a quien no dejaba de observarla casi con admiración. Ni siquiera parecía estar interesado en sus raros colmillos, nada lo interrumpía en la exploración de su rostro.

-Lo quiero.

Y todos parecieron saber de que estaba hablando.

♤♤♤

Atte.

Nix Snow.

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