Las rosas tienen espinas, nosotros tenemos colmillos.

  ¡Pueden creerlo! ¡Tenemos dos mil leídos! ok ya .-.

Como regalo por el cumpleaños de nuestro hermoso Terrence el día miercoles, ¡Tenemos capítulo desde su perspectiva! 

Sin más que agregar: ¡Disfruten de la lectura!

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Cap. 29 (Las rosas tienen espinas, nosotros tenemos colmillos.)

POV Terrence.

Las miradas furtivas que me da la chiquilla pelinegra me están desesperando. Cierro el libro enfadado y me dispongo a salir de la biblioteca.

— ¿Va a algún lado señor? — Pregunta.

Mi primer instinto es ignorarla y continuar con mi camino. Pero algo dentro de mi me detiene.

— Iré a mi habitación. — Es lo único que sale de mi boca.

Salgo de la biblioteca y me dirijo al despacho de William. En el camino me encuentro al ama de llaves Gertrude y cuando me ve solo baja su cabeza.

Paso a su par esbozando una sonrisa arrogante, sé que eso le fastidia.

Entro al despacho de William y lo encuentro leyendo. Alza su mirada cuando entro y puedo notar sus ojos color verde totalmente brillantes. Una señal de que ha ido de caza recientemente.

— ¿Qué deseas hijo?

Me encojo de hombros y voy hacia la ventana.

— Estaba leyendo pero una chiquilla no dejaba de mirarme y me estreso demasiado.

— Espero y no hayas sido grosero con ella. — Habla mirándome receloso.

— ¿Por qué piensas eso de mi? — Finjo estar lastimado. — Me dueles, Will.

Blanquea los ojos y continúa con su lectura.

Miro por la ventana a las sirvientas que trabajan en esta casa. Están tendiendo ropa y desde aquí puedo escuchar el cotilleo que se traen. Decido curiosear un poco.

— ¿Quién iba a imaginarse que el señor William fuera un joven demasiado apuesto? — Susurra una.

— Yo me esperaba a un viejo quisquilloso. — Contesta otra.

— ¿Y han visto a su hijo? ¡Válgame Dios que esta ardiente!

Ríen entre ellas y yo blanqueo los ojos.

Humanas.

— Pero... ¿Creen de verdad que sea su hijo? Digo, es que el señor está muy joven. Y el chico esta ya demasiado grande.

— El dijo que era adoptado ¿No lo recuerdas? Al parecer su esposa no puede tener hijos.

— Oye... y que más les dijo el día de la tormenta. Yo no pude asistir a la reunión, mi cuñada estaba enferma y me quede cuidándola.

— Tiene 32 años — Gimotea una. — Es de Cambridge y compro estas tierras al parecer por puro placer.

— Es un buen señor. — Dice una.

Las demás asienten.

— ¡Miren! — Susurra una. — Su hijo nos está observando. — Todas voltean a mirar hacia la ventana.

— Crees que una de nosotras podamos llamarle la atención.

Ellas se encogen de hombros y arreglan sus cabellos.

Repito, ridículas.

Me alejo de la ventana y me concentro en escuchar los sonidos de la naturaleza. Me relaja un poco más.

— Creo que fue mala idea, presentarte. — Digo.

— Oye, yo no quería pero tú saliste disparado de la habitación, solo porque oliste la esencia de la chica a la cual conviertes. No tuvimos opción — Se encoge de hombros. — Además, tarde o temprano tenía que hacerlo.

— No soporto sus cotilleos. — Refunfuño.

— No los escuches — Dice riendo.

— Iré a cazar.

— Animales, Terrence — Entrecierra sus ojos.

— Como digas. — Salgo de la habitación.

Voy a mi cuarto a cambiarme de ropa y me dirijo hacia los establos a sacar un caballo. Halo las riendas y el animal empieza correr, internándose en el bosque. Puedo escuchar detrás de mí el suspiro de las chicas que tendían ropa.

Tengo sed, desde que venimos a este lugar no he cazado. Me gustaría ir a cazar a la ciudad pero William no quiere. Él sabe que detesto la sangre animal y aún así me obliga a tomarla. Por supuesto que, en la ciudad cazo humanos de los suburbios que están en el olvido. Aquellos a los cuales nadie reparara en su presencia. O cuando ando de malas, a aquellos que se esconden en los callejones en espera de a quien robarles. En un principio, sabía que lo que hacía estaba mal; pero conforme pasó el tiempo me di cuenta que era parte de la vida que llevaba. Y que al menos si quería vivir tenía que hacerlo.

Suelo alimentarme de humanos dos o tres veces al mes, a partir de ahí tengo que vivir a pura dieta animal. O comida humana. Y de las dos prefiero la miserable comida humana que la sangre animal porque iugh.

Olfateo el aire y el olor de un oso impregna mis fosas nasales. Bajo del caballo y lo dejo atado en un árbol. Debido a la sed que tengo, mis ojos instantáneamente adquieren un color rojo y mis colmillos salen a luz. Corro a la velocidad natural de un vampiro, siguiendo el rastro del animal. Está durmiendo.

Me acuclillo y pienso la mejor estrategia para cazarlo. Al final dejo las estrategias a un lado y solamente me lanzo hacia él calvándole mis garras en su cuello. El animal reacciona demasiado tarde pues cuando empieza a querer ponerse en pie, mis colmillos se clavan en su yugular y muere al instante.

Sigo bebiendo hasta que el ardor de mi garganta se aplaca. La dulzura de su sangre, hace que quiera beber más y olfateo en busca de una nueva presa. Termino cazando dos gatos salvajes y un cervatillo.

Empiezo a cavar un agujero en la tierra para depositar ahí los cadáveres de los animales. Al terminar, me dirijo a un riachuelo, lavo mis manos y luego mi rostro. Miro mi reflejo en el agua y lo que veo solo es el rostro de un asesino.

Suspiro pesadamente y emprendo camino hacia donde deje el caballo. Ya no tengo sed y me siento de maravilla, la única sangre animal que me gusta solo es la de los felinos y la del oso, porque tienen un sabor parecido a la sangre humana. Aunque la sangre humana es exquisita y absolutamente su sabor no puede compararse con nada.

En ocasiones, Vera sustrae sangre del hospital y nos la lleva para mantenerla de reserva. Ella es enfermera pero también es catedrática de medicina en la universidad de Cambridge. William por su lado solo trabaja como catedrático en la misma universidad solo que su especialidad es historia.

Ashley y yo hemos trabajado mientras hemos estado en otros países, generando mucho dinero. Dinero que va a parar al banco y que se suma a la gran cantidad que posee la familia Sullivan y en otros países se suma a cuentas bancarias de nuestra propiedad pero con otros nombres.

Es por eso que William prácticamente les regala dinero a los humanos de este pueblo y la verdad es que, me alegra mucho.

Cabalgo sin dirección, hasta que una esencia floral me golpea fuertemente el olfato. Conozco bien ese olor. Cegado por mi instinto apresuro al animal hasta que me encuentro con ella.

Esta sentada en el suelo jugando con las hojas distraídamente, parece que su mente se encuentra en otro lado.

Sacudo mi cabeza y mis colmillos se retraen. Miro a mí alrededor y he llegado a los perímetros de la granja de la abuela de Kiara. Bajo del caballo y empiezo a caminar sigilosamente hasta quedar detrás de un árbol; solo unos metros de distancia me separan de ella.

Su esencia rodea mi cuerpo, provocando que mi boca se haga agua al recordar todos esos momentos en que he probado su dulce y fresca sangre.

Sacudo mi cabeza y trato de ordenar mis pensamientos.

Fijo mi vista en ella nuevamente y puedo ver como una lágrima asoma rodando por su mejilla. Kiara parece no darse cuenta, solo suspira y continúa con su vista perdida.

Se ve tan frágil.

Mi mano se levanta y empiezo a moverla. Siento como las energías de la madre tierra invaden mi cuerpo, hago la semilla germinar; le doy forma en mi mente, y cuando abro los ojos, puedo ver la rosa que se está formando enfrente de Kiara.

Ella parece atónita y con cuidado coge la flor entre sus manos. Otra lágrima cae sobre uno de los pétalos de la rosa y algo dentro de mí se estremece fuertemente causándome un mar de sensaciones extrañas.

No siento el momento en el que ya me encuentro a su espalda.

— ¿Por qué lloras Kiara? — Susurro poniéndome en cuclillas.

Ella voltea a verme sorprendida con la rosa entre sus brazos.

— ¿Qué tienes con las rosas? — Señala y es muy obvio que está tratando de cambiar de tema.

Alzo una ceja.

— Son bonitas — Me encojo de hombros — Además, me gustan porque en cierto modo se parecen a nosotros los vampiros.

— Ellas no toman sangre Terrence. — Rueda sus ojos y solo ese gesto hace que ría, recordándome un poco los momentos en los que reía así por culpa de Liz.

— Pero tienen espinas — Susurro. — Cuando ves el rosal, puedes apreciar lo magnificas que son pero cuando intentas coger una, si no tienes cuidado te pinchan con sus espinas. Son hermosas pero también letales.

›› — Algo así como nosotros, somos hermosos como las rosas pero también somos mucho más letales que ellas. Las rosas tienen espinas, nosotros tenemos colmillos. Claro que, ellas no son asesinas pero nosotros sí.

— Sigo pensando que tienes una autoestima demasiado baja, Terrence.

— Y yo, sigo preguntándote porque lloras, Kiara.

Ella guarda silencio.

— ¿No te ha pasado que a veces quieres perdonar pero no puedes? — No espera a que responda si no que continúa. — Pues eso es exactamente lo que me pasa, quiero perdonar a mi papá pero no puedo.

Comienza a sollozar.

— Trato de ser fuerte, nunca suelo derrumbarme en el primer problema que se me cruza pues diversas circunstancias me han enseñado que a los problemas no hay que huirles sino que hay que enfrentarlos pero justo en estos momentos no puedo. — Las lágrimas bajan por su rostro. — Sé que esto no es nada, es un pequeño problemita comparado a otros que he tenido pero es demasiado estrés el que tengo acumulado, tantos problemas, tantos momentos en los que la muerte me ha querido llevar. Ya no lo soporto.

Mi rostro se crispa por un momento al escuchar la palabra muerte, y sé que parte de sus lágrimas son por mi culpa.

Sin pensarlo mucho, me pongo en pie y la tomo de los brazos levantándola. Ella sigue llorando y yo solo pienso si hacer o no hacer lo que mi cerebro me dice.

Un poco renuente, rodeo su cintura con mis brazos; puedo sentir como se tensa y el miedo de que se aleje de mí me invade y a la misma vez me sorprende.

¿Desde cuándo tengo miedo de que alguien no corresponda mi abrazo? Es más, ¿Desde cuándo tomo la iniciativa yo, de abrazar a alguien? ¿Desde hace cuanto tiempo no abrazaba a alguien?

Mis preguntas se disipan al sentir su cabeza apoyada en mi pecho.

Ella no me alejó.

Por primera vez deja que me acerque de esta manera a ella.

Por primera vez no he recibido golpe de su parte.

Por primera vez desde hace dos décadas, me siento realmente feliz.


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