¿A qué estás jugando?


N/A:

¡Hey! Hoy tenemos capítulo narrado por Terrence :3

He andado un poco desaparecida ._.'' y lo estaré al menos hasta después del mes de octubre, por cuestiones académicas y personales U_U así que no estaré actualizando taaaan seguido.

El capítulo de hoy es dedicado a: ValeriaxPuente

Nena, gracias por todo tu apoyo incondicional <3 Mucho Loff para ti :*

En Fin.

Espero disfruten de este capítulo.

No se olviden de votar y comentar :D

¡Nos leemos luego!

***

Cap. 38 (¿A qué estás jugando?)



Terrence POV.

Acaricio la cabeza de Muska y este rasguña mis manos, causando que sangre salga de ella, gruño pero sigo de necio y no aparto mis manos del felino.

— Deja de acariciarlo, sabes que no le gusta.

Ignoro las palabras de Ashley y sigo jugando con el animal, Muska toma uno de mis dedos en su boca y me muerde.

— Maldito animal — Farfullo, agarrando a Muska de la cola y sacudiéndolo para que suelte mi mano. El felino chilla y se aleja en una sola estampida.

— Te dije que no le gustaban las caricias. — Reprocha.

— Cállate Ashley, no estoy de humor para aguantar tu perorata.

Ashley suspira y se sienta en el piso a mi lado.

— ¿Los sueños nuevamente?

Asiento.

— No lo entiendo — Dejo escapar un suspiro— Desde que he formalizado las cosas con Kiara, los recuerdos de Ella me torturan y cada que cierro los ojos veo a Kiara pasándole lo que le sucedió a... Liz. Es algo que no puedo soportar.

— ¿Alguna vez nos dirás que fue lo que te pasó esa vez?

Niego con mi cabeza.

— ¡Pero como pretendes que te ayudemos si tú no nos dices nada!

— ¡Porque no quiero meterlos en mis problemas!

— ¡Jodido loco! ¡Soy tu hermana! ¡Somos tu familia!

Esas palabras golpean directo a mi corazón. Entrecierro los ojos y me levanto.

— No vuelvas a decir eso — Mascullo abriendo mis ojos, Ashley retrocede y veo mis ojos completamente rojos reflejados en los suyos — Mi hermana murió hace mucho tiempo, al igual que mi familia.

Abro la puerta del patio y sin decir ninguna palabra, salgo de casa en dirección a mi auto. Es hora de volver a mi apartamento. Es hora de estar solo, por un rato.

********

Miro el techo sin vida de mi habitación, emito un largo suspiro y sigo viéndolo. Trato de concentrarme, y evoco los recuerdos que tengo de mi familia, sin embargo, no puedo recordar sus rostros.

¿Has visto eso?

— Nathaniel, deja de distraerte y enfócate en el trabajo.

— Pero papá, es otro papel advirtiendo... algo.

— Estamos en guerra, Nathaniel. Ignora eso, además recuerda que no manejas muy bien el japonés....

Abro los ojos y los vuelvo a cerrar tratando de obtener algún vistaz0 del rostro de papá.

Padre... si tan solo me hubieras escuchado ese día.

— Nathaniel ¿Qué haces ahí afuera?

— Estoy viendo el cielo.

— ¿Qué ves? Todo es negro, lo único que puede apreciarse del cielo es el humo que se eleva hasta perderse.

— Acabo de ver dos aviones, papá. Creo que por la dirección que tomo uno de ellos, se dirigió hacia Nagasaki.

— Será mejor que entremos.

El recuerdo poco a poco se vuelve más nítido, recuerdo que papá dio media vuelta dirigiéndose a casa pero yo no. Me quede unos minutos afuera, viendo hacia arriba en busca de los aviones norteamericanos. Minutos después volvieron a pasar, esta vez tirando algo hacia abajo.

Tenía la forma de un paracaídas, entré a casa a decirle a mi padre y todo se volvió confuso. Al momento en el que puse un pie dentro de la casa todo absolutamente estalló.

***

Aparco el Ferrari en el estacionamiento del colegio. Salgo del auto y me dirijo hacia el salón de español. Al pasar por los pasillos llegan a mí los cuchicheos de las chicas que se encuentran paradas; a través de mis lentes oscuros puedo observarlas de reojo, incluso veo a una de ellas mordiéndose el labio cuando paso a su par.

Blanqueo los ojos.

Llego al aula y todos los asientos se encuentran vacíos, escojo el de la esquina y me siento. Me quito los lentes y alzo la capucha de mi suéter cubriéndome la cabeza. Observo el asiento a mi par y dejo un cuaderno en él, esperando que Kiara lo note y se siente junto a mí.

Saco mi Iphone y conecto los auriculares para escuchar un poco de música, coloco mi cabeza sobre la mesa y me concentro en la letra de la canción reproduciéndose en estos momentos.

A lo lejos, escucho el timbre sonar y poco a poco siento los pasos de los estudiantes entrando al aula. Una fragancia desconocida impregna mis fosas nasales, me desconcentro de la música y abro mis ojos alerta.

Aspiro disimuladamente y es un olor demasiado dulce pero a la vez demasiado fuerte. La silla a mi par es removida y escucho como unos libros son colocados sobre la mesa, levanto mi cabeza —quitándome los auriculares en el proceso— y miro receloso.

— Hola. — Exclama con una voz cantarina.

Clavo mis ojos en ella. Es una chica, su cabello es castaño pero sus ojos son azules, de un azul demasiado fuerte. Ella me esboza una gran sonrisa mientras que yo mantengo mi rostro serio.

Frunzo el ceño y miro hacia la puerta esperando a que Kiara entre.

— ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Bethany, mucho gusto.

La miro de reojo y la ignoro. Espero y entienda que no quiero charlar con ella y que tampoco quiero que esté aquí.

La señorita Britter entra y Kiara aún no aparece, por lo que empiezo a preocuparme un poco.

— A ver... aquí dice que te llamas ¿Humm? ¿Terren? ¿Terreno?

Enfoco mi vista en ella y veo que tiene mi cuaderno. Me enfurezco y se lo quito rápidamente.

— Nadie te dijo que lo agarraras. — Mascullo sin ninguna emoción en mi voz.

La chica se estremece y su rostro se distorsiona. Aprovecho que ella se ha echado el cabello hacia adelante para observarla mejor. Lleva un conjunto negro y las puntas de su cabello están teñidas de morado, también lleva un colgante en su cuello, parece una joya de fantasía en forma de estrella. Su piel es blanca y puedo también deducir que es de estatura pequeña.

Observando todo eso en menos de un segundo, miro la hora en mi Iphone, el reloj marca las 8:30 am y Kiara sigue sin aparecer. Muevo mis dedos sobre la mesa impaciente, la señorita Britter está de espaldas escribiendo en la pizarra. Pasan quince minutos y ella no entra por esa jodida puerta.

La chica a mi par da un sobresalto repentinamente, le echo una ojeada y veo como una sonrisa cínica se extiende por su rostro, toma el colgante de su cuello y lo aprieta con fuerza, aún sin dejar de sonreír.

Muevo mi pie impaciente, la señorita Britter deja de escribir en la pizarra y se disculpa un momento antes de tomar su celular y salir del aula. Espero a que ella salga, me concentro en el sonido de sus pasos y cuando ya no los escucho, tomo mis cosas y como un rayo salgo del aula. Pero antes de salir, por instinto miro hacia atrás y veo a la chica aún sonriendo, aunque esta vez es una sonrisa un tanto melancólica.

Corro por los pasillos hasta llegar a mi casillero donde dejo los cuadernos que cargaba, lo cierro y empiezo a olfatear el aire en busca de la esencia de Kiara.

Recorro casi todo el edificio y no la encuentro, frustrado camino hacia los baños esperando— tal vez— encontrarla ahí, sin embargo no lo está. Me apoyo contra la pared y aprieto mis puños.

¿A qué estás jugando Kiara?

Tomo el móvil y marco su número pero la llamada se desvía. Golpeo la pared frustrado y salgo hecho una furia en dirección a la cancha. Empiezo a correr, y es cuando el viento azota mi cara que puedo distinguir la presencia de Kiara. Mis sentidos se activan y me dejo guiar por el olor.

La encuentro, echa una bolita al pie de un árbol, corro a mi velocidad vampírica sin importarme que algún humano me vea.

— ¿Kiara? ¿Cariño, estas bien?

Tomo su rostro en mis manos y tiene sus ojos cerrados, por más que le hable, ella se niega a abrirlos.

—Collins, soy yo Terry.

Con desconfianza ella abre sus ojos, y cuando me ve se incorpora un poco y se lanza hacia mí en un abrazo. Ambos caemos al suelo, ella encima de mí.

Tomo su rostro y la observo en busca de algún daño pero ella parece estar bien. Miro sus labios y no lo pienso dos veces cuando decido probarlos.

— Te extrañé — Susurro.

Ella sonríe en medio del beso y cierra sus ojos.

— ¿Qué te paso? ¿Por qué no entraste a clases? Me tenías muy preocupado.

— Lo siento. — Habla por primera vez — Una chica decidió que sería buena idea lanzar soda en mi camisa — Se levanta y puedo observar la gran mancha de color café sobre su blusa blanca. — Y de paso hizo que cayera al suelo — Se sonroja — Cuando me levanté me sentí un poco desorientada y luego empecé a ver de nuevo aquella luz.

Me tenso al escuchar sus palabras. — ¿Con luz te refieres... al diaphire?

Asiente.

Joder.

— No sé si era el diaphire pero por más que tratara de evitar verla siempre aparecía.

— ¿La luz te trajo hasta acá?

— No, vine aquí por mi propia cuenta. No lo soportaba Terrence, — Ubica sus brazos alrededor de mi espalda— Cerraba mis ojos y aún así veía la luz, me impulsaba a ir tras de ella pero puse resistencia.

— ¿Ya no la ves?

Niega con su cabeza.

— Cuando apareciste la luz se fue.

Suspiro y me pongo en pie. — No sé que está sucediendo Kiara, pero te prometo que esto no quedará así.

Hay algo extraño en todo esto, primero la aparición del Diaphire y luego mis sueños con ella.

Kiara asiente y se levanta también, hace una mueca que me causa gracia cuando baja su vista hacia la camisa.

— Ten. — Digo sacándome la sudadera — Póntela encima.

— Pero tendré que quitarme la blusa, si no voy a asarme del calor. — Refunfuña agarrándola.

— Por mí no hay problema preciosa, — Susurro en su oído — Ya quiero observar eso.

Ella chilla indignada y consigo un golpe en mi brazo de su parte. Río y le apremio para que se desvista.

— Voltéate.

— Oblígame. — La reto.

— Terrence...

— Kiara... — Imito su tono. Ella frunce el ceño y hace una mueca con sus labios que solo aparece cuando se enfada, río y le robo un pequeño beso.

Sin esperar palabra alguna, me doy vuelta para que ella se vista, y aunque mi mente no para de insistir a que la mire me obligo a quedarme donde estoy.

— Listo.

La miro y sonrío al verle mi sudadera puesta.

— Te queda bien.

Se encoge de hombros.

— Claro que eso te queda bien porque es de mi propiedad.

— Tenía que salir a flote tu maldita arrogancia. — Empieza a caminar, halándome de la mano.

— Amas mi arrogancia, cariño. Tú lo dijiste en un mensaje ¿Recuerdas?

— Cállate.

Suelto su mano y la dejo ir delante de mí, sin evitarlo, mis ojos repasan su figura y emito un silbido, pues los Jeans negros que lleva puesto realzan mucho su parte trasera.

— ¡Deja de verme el culo y apresúrate para ir cuanto antes a la próxima clase! — Dice con una mano en su cintura y su ceño fruncido.

Río y ella revolea los ojos para luego seguir caminando.

Cuando me pongo a su par, siento el impulso de pegarle una nalgada pero me detengo.

¿Qué rayos me pasa? ¡Yo no soy así, joder!

Esta chica me está enloqueciendo.

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