💋Capítulo 7. No lo provoques

—¿Tienes alguna otra pregunta?

Tras el encuentro con el Nosferatu y ser rescatados por Rhapsody, Viktor ayudó a Dorian a sacar el coche de la zanja y los condujo a un restaurante en las afueras de Core que estaba abierto las veinticuatro horas. No fue una elección deliberada, sino más bien lo más cercano disponible.

Dorian estaba absorto en su malteada de vainilla, tanto que Viktor tuvo la sensación de que ni siquiera escuchó la detallada explicación que le dio sobre los vampiros, los Nosferatu y todo lo esencial que necesitaba saber.

—¿Por qué una malteada? —preguntó Dorian.

Viktor lo miró con incredulidad.

—¿Bromeas? Te acabo de revelar información que la mayoría de los mortales desearían conocer... ¿Y tú te preocupas por una estúpida malteada?

Dorian apartó la bebida.

—No quiero saberlo todo. Hay una razón por la que lo llaman «Mundo Ulterior».

—Sociedad Ulterior —corrigió.

El pelinegro rodó los ojos.

—El punto es que se mantiene en secreto por una razón, y no quiero involucrarme más de lo necesario. Solo esperaré a que resuelvan el problema, utilicen ese método de la Ignorancia conmigo y yo olvide todo. —Cruzó los brazos sobre la mesa y jugueteó con la pajilla de la malteada usando su dedo índice, hasta que frunció un poco el ceño y volvió su mirada hacia Viktor—. De hecho, sí tengo una pregunta: ¿qué es esa cosa llamada Ignorancia?

—Los vampiros tenemos la habilidad de hipnotizar, y los más talentosos pueden usar ese poder para manipular memorias. A ese truco le llamamos Ignorancia, y es bastante común que lo utilicemos en los humanos. —Viktor tomó la bebida de Dorian y dio un sorbo, aunque como la mayoría de la comida humana, le sabía mal—. En cuanto a la malteada, era para darte un poco de azúcar después del susto. No quiero que te desmayes por tener bajos niveles de glucosa.

Dorian observó con disgusto cómo Viktor tomaba un sorbo de su bebida. Desde la perspectiva del vampiro, esa reacción parecía algo absurda considerando que ya se habían besado en los labios dos veces; ¿qué significaba un beso indirecto en este punto?

—Parece que será otra noche en vela. —Dorian suspiró, observando su automóvil a través de la ventana.

—¿No has dormido?

—No desde anteayer. A pesar de lo ocurrido, no me siento cansado. Sé que debería estarlo, pero no lo estoy. —Levantó una mano sobre su cabeza, haciendo contacto visual con la camarera para solicitar la cuenta—. Me forzaré a dormir.

A Viktor le impresionaba, al igual que le desconcertaba, la tranquilidad de Dorian en medio de todo. Acababa de ser atacado por un Nosferatu por segunda vez, había descubierto la existencia de una sociedad oculta de criaturas sobrenaturales, y sin embargo, el chico permanecía imperturbable. Solo faltaba una cosa por decirle: ese pequeño y crucial detalle que era responsable de que Dorian estuviera allí sentado, respirando y vivito y coleando.

Pero ¿cómo se supone que se lo diría? ¿Lo tomaría por loco o, en el peor de los casos, por un extraño pervertido? Parecía más fácil contarle sobre monstruos y vampiros que admitir que lo había marcado como su presa y que, si no le declaraba su amor en veinticinco días, se convertiría en un Nosferatu.

Ante este pensamiento, mordió con nerviosismo su labio, sintiendo cómo uno de sus colmillos se hundía en la piel.

—¿En serio no tienes alguna otra pregunta? —presionó, sintiendo cómo una de sus piernas temblaba fuera de su control. Solo estaba ganando tiempo.

Dorian bajó la mano y desvió la mirada hacia la superficie de la mesa.

—Sí tengo otra —admitió, viendo a Viktor con el rabillo del ojo—, pero temo la respuesta.

Intrigado, el vampiro se inclinó sobre la mesa, entrelazando los dedos sobre esta.

—Dispara.

—Ese monstruo, el primer Nosferatu, me atacó y estoy seguro de que me hirió de gravedad. —Tocó la parte trasera de su cabeza—. ¿Cómo me salvaste la vida?

Esta era la oportunidad perfecta, la rama de olivo, como algunos la llamaban. Podía aprovecharla y matar dos pájaros de un tiro, pero Viktor no tenía fama de valiente; por el contrario, se consideraba cobarde en asuntos del corazón. Podía enfrentarse a un Nosferatu, pero no podía confesar la verdad a un chico humano confundido. Era ridículo.

—Fue el beso —respondió de manera vaga—. El beso de un vampiro es... Es curativo.

Aquella era la verdad a medias y Viktor sintió que Dorian lo percibió, pero como no presionó con el asunto, Viktor tampoco se atrevió a confesar la mitad restante.

—El beso de un vampiro —repitió Dorian, lacónico—. Supongo que me alegra no recordarlo.

Viktor escuchó cómo los latidos de Dorian se aceleraban, una reacción involuntaria cuando los humanos mienten. Consideró señalárselo, pero se arrepintió al darse cuenta de que confrontarlo también implicaría enfrentar su propia mentira. Por ahora, lo único en su mente era que Dorian sí recordaba el beso, aunque tal vez no en detalle.

Se recargó en el respaldo de la silla, colocó un brazo sobre este y apoyó el rostro sobre su puño, esbozando una sonrisa pícara.

—¿Tan mal lo hice?

—No lo sé —mintió de nuevo—. No lo recuerdo.

Viktor enarcó una ceja.

—¿Y qué me dices del que te di hace un rato?

Dorian se cruzó de brazos y entrecerró los ojos.

—Lo ignoré.

—¿Lo ignoraste?

—Fácil y sencillo.

—Decir «fácil y sencillo» es una redundancia. —Viktor volvió a inclinarse sobre la mesa y tomó a Dorian por el mentón, obligándolo a girar el rostro y mirarlo a los ojos—. ¿Sería redundante besarte por tercera vez?

Dorian frunció el ceño, pero no hizo ningún intento por apartarse.

—¿Y por qué diablos querrías hacer eso?

—La tercera es la vencida, ¿no?

Dorian soltó una risa sardónica, desprovista de alegría o diversión, más bien teñida de burla y un matiz de malicia. Sin que Viktor lo viera venir, Dorian agarró el cuello de su camisa y lo atrajo con brusquedad hacia él, casi levantándolo de la silla. Acercó su rostro al del vampiro y le esbozó una sonrisa que, en otro contexto, podría interpretarse como coqueta, pero en ese momento parecía estar cargada de intenciones asesinas.

—Si vuelves a besarme, seré yo quien te arranque el corazón con una estaca de madera —amenazó con frialdad.

—No me importaría que fueras tú quien lo hiciera —replicó con otro intento de coqueteo.

Dorian parecía a punto de responder cuando escucharon un carraspeo a su lado. La camarera estaba parada allí, con la cuenta en la mano. Era imposible descifrar lo que estaba pensando acerca de la extraña escena, ya que su rostro era inescrutable.

Dorian abrió los ojos de par en par y se apresuró a soltar la camisa de Viktor, regresando a su lugar. Estaba muy avergonzado y su corazón latía desbocado. El vampiro, por su parte, solo quería divertirse a expensas del chico.

—Todo un fetichista, ¿no le parece? —Señaló a un incómodo Dorian, quien le dedicó una mirada de intenso repudio ante sus palabras.

La mesera no dijo nada, se limitó a exhalar con pesadez y dejar la cuenta sobre la mesa antes de marcharse sin siquiera voltear a verlos. Dorian relajó su cuerpo en cuanto ella se fue, sacudiendo la cabeza.

—¿Por qué dijiste eso? —inquirió con cansancio y luego observó a Viktor con enojo—. ¡¿Por qué conviertes mi vida en un maldito infierno?!

—Oye, sin mí ni siquiera tendrías una vida por la cual alegar.

Dorian hizo caso omiso a sus palabras, deslizando la cuenta hacia Viktor.

—Tu idea, tú pagas. —Se puso en pie y se marchó.

—¡Dorian! —llamó, y al ver que este no se detenía, maldijo entre dientes y sacó un par de billetes de su bolsillo, dejándolos sobre la mesa antes de correr detrás del chico—. ¡No puedes irte así!

Dorian volvió a ignorarlo, sacó las llaves de su coche y le quitó el seguro. Abrió la puerta y se metió en el vehículo, pero antes de que pudiera cerrarla, Viktor la detuvo con una mano.

—¿A dónde vamos?

Dorian arqueó una ceja.

—¿Vamos?

—Soy tu protector, ¿recuerdas?

Dorian se aferró con ambas manos al volante, apretando los labios para contener un grito o una sarta de groserías.

—Vete al carajo.

Viktor retiró la mano de la puerta y esbozó una sonrisa astuta.

—Mejor voy contigo.

(...)

Dorian condujo hacia su apartamento, ubicado cerca del club donde trabajaba y compartido con su amigo Roderick, el baterista. Era un edificio de ladrillo desgastado y bastante antiguo, con tres pisos y solo seis apartamentos en su interior. El de Dorian se encontraba en el último piso, y la única forma de llegar era subiendo las escaleras, pues el ascensor se había averiado hace años y nadie se había molestado en repararlo.

Antes de abrir la puerta, Dorian miró a Viktor con una expresión cansina. Todas las emociones y la acción de los últimos días estaban empezando a pasarle factura.

—Puedes quedarte en el sofá si quieres —ofreció.

—Me alegra que ya aceptes mi presencia en tu vida, pero primero debo hacer una llamada.

Dorian le dirigió un gesto desdeñoso con la mano.

—Haz lo que quieras.

Una vez que Dorian estuvo dentro y seguro en su apartamento, Viktor se encaminó hacia el estacionamiento del edificio. Este estaba al aire libre y contaba con una reja de hierro oxidada y poco confiable que debía ser abierta y cerrada manualmente para proteger los automóviles. Viktor se acercó al coche de Dorian y se sentó en el capó, sacando un nuevo teléfono desechable de su bolsillo, ya que el que había robado resultó ser inútil.

Marcó el número de Carmilla y, mientras esperaba que respondiera, se dejó caer de espaldas en el capó, contemplando el firmamento nublado que ocultaba las estrellas esa noche. A pesar de haberlas visto más veces que cualquier otro humano, Viktor las extrañaba.

—Quiero el informe completo —contestó su amiga de súbito.

Viktor dejó escapar una leve carcajada.

—Buenas noches, yo estoy bien, ¿y tú?

—Viktor, por el Padre Común, nos conocemos desde hace demasiados años para andarnos con esas formalidades —replicó—. Así que déjate de tonterías y cuéntamelo todo. Me tienes comiéndome las uñas desde que te fuiste esta tarde.

Viktor le relató todo el encuentro con Dorian sin escatimar en detalles. Desde el momento en que se cruzó en su camino y estuvo a punto de atropellarlo, hasta la aparición del Nosferatu y el encuentro con Rhapsody, quien lo designó como el protector de Dorian hasta que descubrieran por qué estaba siendo atacado.

—¿Y cómo reaccionó cuando le dijiste que lo marcaste como presa?

Viktor se enderezó y jugueteó con el brazalete que siempre llevaba, hecho de una cadena de plata con un colgante de cruz y un cuarzo de sangre. Ni siquiera recordaba dónde o cuándo lo había obtenido, pero nunca se lo quitaba porque sentía un extraño vínculo emocional con él.

—No se lo dije —admitió.

Carmilla se quedó en silencio sepulcral al otro lado de la línea, y Viktor estaba a punto de preguntar si seguía ahí cuando ella gritó:

—¡¿Acaso te caíste de la cuna cuando eras un infante o qué diablos te pasa?! —bramó, furiosa—. ¡Solo tienes veinticinco días para enamorarlo, Viktor, veinticinco!

—Lo sé, pero...

—¡No puedes darte el lujo de la cobardía y perder el tiempo!

Viktor apretó un puño con fuerza. Aquel reproche era un golpe directo, ya que precisamente por su miedo fue incapaz de decírselo a Dorian. Se sentía patético, y Carmilla lo sabía a la perfección.

—No es cobardía —mintió para sentirse mejor—, solo prefiero seguir mi método habitual. Ninguna de mis presas anteriores llegó a descubrir que soy un vampiro.

—¡Pero Dorian sí lo sabe!

—Sí, ya es suficiente para asimilar. No quiero espantarlo. Además, ¿de qué me sirve decírselo?

—¡Precondicionamiento! —exclamó como si fuera obvio—. Dile que si no te declara su amor, tú morirás, y su inconsciente hará el resto.

—Estás loca. Eso ni siquiera sería amor verdadero.

—¿Y cuándo lo es, Viktor? —inquirió—. Hasta donde yo sé, tus últimas presas han sido amores necesitados y amores compensatorios.

—Por eso este será diferente —aseguró, aferrándose con fuerza al teléfono—. Confía en mí.

Y para terminar el capítulo de hoy les tengo una pequeña sorpresita... ¡UN DIBUJO DE VIKTOR! 👀❤️

¡Muchísimas gracias por leer! 💋

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