💋Capítulo 32. No te detengas

Viktor recurrió al Torrente Sanguíneo para acercarse tanto como le fue posible a Plague. Sin embargo, su fuerza flaqueaba y su velocidad disminuía, consecuencias de no haberse alimentado en casi veinticuatro horas. Sus pensamientos se enturbiaban, incapaces de fluir con claridad, y su corazón pulsaba a un ritmo en extremo acelerado. Aunque deseaba atribuir estas sensaciones solo a la sed vampírica, en lo profundo sabía que en verdad radicaba en la inminente transformación en Nosferatu, un destino que se cernía más sobre él con cada hora que pasaba.

—Mierda —masculló al materializarse en un callejón cercano al club nocturno. Apoyó su espalda contra la pared, tomándose un momento para recuperar el aliento y combatir el vértigo—. Definitivamente esto va más allá del hambre.

Tomó una profunda bocanada de aire y, al exhalar, se incorporó. Sin embargo, un acceso de tos le sacudió el cuerpo; se cubrió la boca con una mano enguantada y, al apartarla, vio sangre en la tela.

«En las puertas de la muerte, por segunda vez», pensó y se despojó de sus guantes manchados de sangre, tirándolos al suelo.

Con determinación, se preparó para abandonar el oscuro callejón y dirigirse a toda prisa hacia Plague, suplicando llegar a tiempo para ver una vez más a Dorian en el escenario. Si esta noche marcaba el final de su existencia, deseaba verlo y escucharlo por última vez, evocar el recuerdo de aquella ocasión en que se conocieron y él se enamoró con tan solo al contemplarlo entregándose a su arte, cantando con la misma intensidad con la que Viktor le profesaba su amor.

Ansiaba revelarle sus sentimientos, confesar que, a pesar de sus intentos por ocultarlos, negarlos, o incluso menospreciarlos como mera fascinación, la verdad era que había estado enamorado de él desde aquel primer instante.

Con estos pensamientos impulsándolo, se dispuso a dirigirse hacia Plague. No obstante, justo cuando estaba a punto de dejar atrás el callejón, una fuerza lo empujó con brusquedad hacia atrás. Su estado debilitado no le permitió oponer resistencia; tropezó y colisionó contra la pared, el dolor irradiando desde su espalda baja hasta su cabeza.

—¿Pero qué...? —Viktor elevó la mirada, buscando al agresor, pero solo pudo distinguir una sombra fugaz, un borrón negro desplazándose con una velocidad sobrenatural. Un vampiro.

Intentó reincorporarse, pero en un instante, su atacante se materializó ante él, agarrándolo del cuello y estrellándolo contra el muro de ladrillos. Viktor luchó por respirar y, al lograr enfocar su visión, se encontró con una cara conocida.

—Tara.

Frente a él estaba Tara, quien alguna vez fue la mejor amiga de Dorian. No obstante, la figura que lo confrontaba ahora distaba mucho de ser la persona que recordaba. Sus ojos ardían con un fulgor rojo sangre, mientras que manchas del mismo color adornaban sus labios y vestimenta. Era evidente que se había alimentado hace poco, dotándola de una fuerza muy superior, en especial frente a Viktor, quien se encontraba en un estado debilitado.

—Al fin te encuentro, Viktor Zalatoris —siseó, la presión sobre su cuello incrementándose, robándole el aliento. —Eres perspicaz, casi destapas toda la verdad, pero te faltó un poco más de malicia. —Chasqueó la lengua—. Es una pena que en mi profesión despreciemos a los entrometidos. Habrías sido un valioso activo.

—Eras tú la vampira... nunca fue Morgan. —Viktor luchó por hablar mientras intentaba, en vano, soltarse del agarre de Tara—. Parece que la bruja no estaba tan errada.

—¿No sabes que jamás deberías confiar en una bruja? —Tara inclinó la cabeza, su cabello rubio cayendo en cascada sobre su rostro, ocultando parte de su siniestra sonrisa manchada de carmesí—. Morgan solo fue una distracción, y yo, la verdadera ejecutora.

—Siempre le has mentido a Dorian.

—Hice mucho más que mentirle. —Acercó acercó su boca al oído de Viktor y susurró: —Intenté asesinarlo.

Los ojos de Viktor se agrandaron, y luchó por inhalar, atónito.

—Tú...

—Fui yo quien envió a los Nosferatus tras él —reveló con una mezcla de frialdad y satisfacción, sin un ápice de remordimiento—. Admito que tu intervención añadió un giro interesante a la persecución, pero también me complicaste las cosas. —El agarre en su cuello se intensificó—. Ahora experimentas lo que Morgan sintió, mi pobre presa, tan manipulable.

La respiración de Viktor se volvía cada vez más entrecortada, dificultándole incluso tragar saliva. A pesar de su estado, sus ojos lanzaban dagas hacia Tara, la verdadera artífice del desastre que había azotado sus vidas. Ella había engañado a Dorian, pretendiendo ser su mejor amiga; había embelesado a Morgan para herir a su verdadera víctima y, al final, orquestado su cacería. Sin embargo, estas revelaciones abrieron un abismo de interrogantes.

—¿Cómo lograste todo eso? —logró articular Viktor, aunque su voz sonaba sofocada.

Tara encogió los hombros, mostrando una despreocupación insultante.

—Mis poderes derivan de ser un híbrido, mitad vampiro, mitad licántropo. Pude comandar a los Nosferatus como un líder de la manada domina a los seres inferiores de su propia especie —explicó con frialdad, mientras extraía una daga del interior de su chaqueta—. No soy más que otra Anomalía Prohibida, al igual que tu precioso Dorian Welsh.

Tara deslizó la punta afilada de la cuchilla por el pómulo de Viktor, dejando el fino rastro de un corte que se extendía hasta la mitad de su cuello. Aunque una herida así por lo general habría sanado en cuestión de segundos, esta vez no mostraba signos de curación inmediata.

—¡Oh! —exclamó Tara, sorprendida—. Parece que tu tiempo se está agotando, Zalatoris. —Echó un vistazo al arma punzocortante en su mano—. Es Hierro Solar, pero debería comenzar a sanar pronto.

Viktor mostró los colmillos, preguntando entre dientes:

—¿Por qué quieres matar a Dorian?

—¿Por qué habría de responderte eso? —interrogó ella de regreso.

Viktor, concentrando toda su fuerza, por fin pudo apartar a Tara. Con un movimiento ágil, la derribó al suelo, donde la inmovilizó. Tomó la daga de Hierro Solar y la presionó contra su pecho, justo encima del corazón.

—Si no hablas, te mataré —amenazó.

Tara soltó una carcajada maníaca y clavó sus ojos en los de Viktor, intensos y desprovistos de casi toda humanidad. Continuaba haciéndole honor a su título de monstruo y criatura demoníaca.

—Dorian Welsh es una Anomalía y ninguna Anomalía debe vivir —dijo entonces.

—En ese caso, con mayor razón debería matarte a ti también, ¿no te parece? —inquirió Viktor, presionando la punta daga con más fuerza sobre su pecho—. Un solo movimiento y estarás muerta.

Tara esbozó la misma sonrisa macabra de antes y levantó una mano para acariciar el mentón de Viktor.

—Inténtalo —desafió, agarrándolo por la nuca y tirando de él hacia abajo para morder su cuello.

Viktor tuvo que soltar la daga para liberarse, pero en su breve distracción, Tara lo apartó de un empujón y recuperó su arma. Mareado y débil, apenas lograba levantarse cuando fue interceptado por ella otra vez y retenido contra la pared. Esta vez, Tara utilizó la cuchilla de Hierro Solar para enterrarla a centímetros de su corazón, atravesando tanto que pudo clavarla en el muro.

Viktor soltó un alarido, sintiendo cómo el arma lo quemaba y no se curaba.

—No interfieras más, Viktor Zalatoris —advirtió, sacando otra daga del interior de su chaqueta—. Ya has causado suficiente daño con tu sola presencia.

Con el sudor frío acumulándose en su frente y la respiración entrecortada, Viktor preguntó:

—¿Por qué no lo mataste desde el inicio? ¿Por qué esperar?

—No tenía suficiente información —respondió Tara, frunciendo el ceño—. Es una lástima que resultara ser una Anomalía Prohibida, de lo contrario, sí podríamos haber sido buenos amigos.

—Estás loca.

Tara sonrió de manera siniestra, y con un movimiento rápido, enterró la daga en la mano derecha de Viktor, incrustándola en el muro. Viktor gritó de agonía hasta que la vampira cubrió su boca y lo obligó a mirarla a los ojos.

—Esta locura es lo que me ha mantenido viva todo este tiempo —masculló. Sin que él se diera cuenta, sacó una tercera y última daga de Hierro Solar y la clavó en su otra mano. Volvió a ahogar su grito y susurró—: Tranquilo, pronto dejarás de sufrir. Te convertirás en un Nosferatu y, si llegas a tiempo, será un placer utilizarte para matar a Dorian Welsh.

Viktor sentía tanto dolor que apenas pudo reprimir el grito que ansiaba escapar de su garganta. Tara le dio una condescendiente palmada en la mejilla y lo soltó, saliendo con rapidez del callejón.

Debilitado y dolorido, Viktor solo pudo quejarse en silencio, maldiciendo mientras su cuerpo comenzaba a desconectarse, privándolo de la agonía y haciéndolo caer inconsciente.

(...)

Dorian y su banda estaban a punto de dar el concierto más importante de su carrera musical hasta el momento. Todo estaba listo: la música, la letra e incluso tenían una nueva imagen.

Vestían todos de negro, pero cada uno llevaba un detalle en color guinda que representaba el logo de la banda, Vampire Kiss. Este estaba diseñado con una letra afilada y desigual, y el color había sido elegido por Dorian cuando las cosas aún no se habían complicado con Viktor. A Dorian le encantaba contemplar el precioso tono de sus ojos, dignos de una criatura de una naturaleza extraordinaria.

Dorian en su chaqueta llevaba su típico broche con unos labios pintados de color guinda y colmillos que goteaban sangre. Ese era su toque distintivo. Dirigió la mirada hacia Elay, quien había teñido mechones de su cabello con el color de la banda; y Roderick, que había pintado sus baquetas. Incluso Emma llevaba botines del color designado. Parecían una verdadera banda, un grupo unido.

Un agradable júbilo se apoderó de Dorian al verlos, hasta que se atrevió a salir de la bodega para buscar entre el público a un vampiro en particular. Siempre le resultó fácil encontrar a Viktor por su llamativo cabello rubio platinado, pero esta vez no vio señales de él. La decepción y la preocupación lo golpearon. Carmilla le había prometido que convencería a Viktor, que lo traería de vuelta a cómo solía ser, pero...

—¡Muchachos! —irrumpió Patrick—. El cazatalentos está aquí, ¿todos listos?

Dorian se reunió con la banda y, al recibir confirmación de todos, afirmó:

—Listos.

—Y no olvide presentarnos como Vampire Kiss —añadió Elay.

Su jefe asintió y les deseó suerte antes de salir de la bodega para anunciar la primera llamada.

—¿Realmente estamos listos? —preguntó Roderick, girando con nerviosismo una de sus baquetas alrededor de sus dedos.

—¿Acaso vas a acobardarte? —bromeó Elay.

—¡Ni loco!

Dorian le dedicó una sonrisa desanimada. Aunque estaba contento, no podía apartar a Viktor de su mente. Emma pareció percibir su inquietud y se aferró a su brazo, mirándolo con seguridad.

—Oye, todo saldrá bien —aseguró, quizás refiriéndose a la presentación, aunque esa no era la principal preocupación de Dorian.

—Sí... espero que sí —concordó con desaliento.

—¿Algún mensaje motivador, líder? —preguntó Roderick.

Dorian se volvió hacia la banda.

—Toquen como siempre, equivóquense como nunca —alentó.

—Brindo por eso —dijo Elay, levantando una copa imaginaria.

Los demás la imitaron, simulando chocar sus copas mientras repetían al unísono las palabras de Dorian.

—Espero que esas copas se vuelvan reales al final de esto —concluyó Roderick.

Escucharon a Patrick hacer la tercera llamada y exclamar con efusividad al micrófono:

—¡Con gran entusiasmo les presento a la recién renombrada banda, Vampire Kiss, interpretando su primer sencillo original: Love Anomaly!

Los aplausos resonaron y todas las luces del club se apagaron. Como de costumbre, fue Roderick quien subió primero al escenario y abrió el concierto con lentos golpes de la batería, iluminado por un reflector rojo mientras marcaba el compás de la canción.

—A fallar como nunca —musitó Elay y también subió al escenario, tocando la guitarra al mismo ritmo que Roderick. Estaban en perfecta sincronía.

—¿Es demasiado tarde para admitir que estoy muriendo de nervios? —inquirió Emma en un susurro.

Dorian le revolvió el cabello y sonrió.

—Lo harás genial —aseguró.

Su hermana exhaló y asintió, ascendiendo al escenario al tiempo que la canción cobraba intensidad. Iluminada por un reflector, el público la aclamó con efusividad al reconocerla como una nueva integrante.

Dorian sabía que en cuestión de segundos él también estaría allí arriba, interpretando como nunca antes. Aunque la preocupación por Viktor persistía en su mente, se desvaneció al recordar el rostro del vampiro, sus sonrisas traviesas, sus chistes tontos y sus maravillosos besos y caricias. Lo extrañaba, y antes de subir al escenario, deseó en silencio:

«Llega a tiempo y escucha la canción que escribí pensando en ti, estúpido y encantador Viktor Zalatoris».

Suspiró y ascendió al escenario, atravesando la oscuridad hasta situarse en su sitio. Tras tragar saliva para disipar los nervios, tomó el micrófono con ambas manos. Un reflector carmesí lo envolvió mientras el público lo ovacionaba, llenando la sala con gritos agudos y aplausos. Dorian se sintió revitalizado y una sonrisa iluminó su rostro.

Inició la canción entregándose por completo, manteniendo la misma potencia vocal mientras los instrumentos resonaban y las luces cambiaban de tonalidad al compás de la música. Desprendió el micrófono de su soporte y se acercó al borde del escenario para tocar las manos del público. Desde allí, divisó a su padre en la distancia, asistiendo por primera vez a uno de sus conciertos. Intercambiaron una discreta sonrisa con los ojos y se saludaron. Luego, retrocedió y notó a un hombre vestido con colores excéntricos y gafas oscuras; asumió que era el cazatalentos. Entabló contacto visual con él justo cuando entraba al coro:

My blood is yours, your blood is mine
(Mi sangre es tuya, tu sangre es mía)
For eternity
(Para la eternidad)
Or until eternity deems us breakable
(O hasta que la eternidad nos condene quebrantables)

Consciente de su herencia de Banshee por parte de su madre, sabía que poseía un poder particular. Por primera vez notaba cómo su voz adquiría una suavidad hipnotizante, como si estuviera rodeado por un eco encantador capaz de captar todas las miradas y ganar aún más ovaciones. Era una sensación estimulante.

You're my love anomaly
(Eres mi anomalía de amor)
And I wouldn't want you any more normal than this
(Y no te querría más normal que esto)
I don't long for normality anymore, I just need you
(Ya no anhelo la normalidad, solo te necesito a ti)
My love anomaly
(Mi anomalía de amor)

Estaba a punto de terminar la canción cuando escuchó un lloriqueo a lo lejos, un sonido que reconocía como característico de los Nosferatus.

La última parte de la letra emergió de su garganta con menos fuerza, sintiendo un escalofrío recorrerlo como un presentimiento ominoso. Dejó de cantar por completo, obligando a la banda a compensar y terminar la canción antes de tiempo. Dorian escuchó pisadas sobre su cabeza y, al alzar la mirada, se percató de que el techo se estaba resquebrajando, amenazando con colapsar.

Aterrorizado, se aferró con fuerza al micrófono y gritó:

—¡Salgan de aquí!

El público dejó de gritar y bailar, desconcertado por su reacción.

—¡El techo se va a caer! —advirtió con urgencia.

Los gritos de emoción se convirtieron en alaridos de pánico, y la multitud corrió con desesperación por Plague, cada uno luchando por salir. Dorian retrocedió hacia la parte trasera del escenario junto con sus amigos y su hermana, y en ese preciso momento, el concreto del techo se derrumbó, revelando una figura enorme y pálida, con piel rugosa, ojos rojos y colmillos afilados manchados de sangre.

El Nosferatu lo había encontrado.

Se vienen los últimos tres capítulos 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💋

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