💋Capítulo 25. No te culpes
Viktor llegó al Hotel Incógnito apenas unos minutos después de recibir el llamado de Carmilla para una charla. Tenía varias conjeturas vagas acerca de qué quería hablar su mejor amiga; tal vez se trataba de una presa potencial, o quizás había vuelto a infringir alguna norma de la Sociedad Ulterior, o solo quería presionarlo respecto al asunto de Dorian. Aunque el tiempo apremiaba, confiaba en que su plan marchaba perfecto y estaba seguro de que en solo unos días más lograría que Dorian derribara la última barrera y le confesara su amor. No obstante, ¿qué pasaría después?
Decidido a no dejarse abrumar por esos problemas, Viktor apartó ese pensamiento y se encaminó hacia el bar del hotel, donde Carmilla lo aguardaba. Como era de esperar, ella ya estaba instalada en la esquina de la barra, sosteniendo una copa de Sangre Corazón entre los dedos. Al notar la llegada de Viktor, giró hacia él y le hizo una seña discreta para que se acercara.
Viktor tomó asiento a su lado y, antes de que pudiera indagar sobre el motivo de la reunión, Carmilla le deslizó un tarro de Veneno de Diablo. En ese instante, comprendió que la conversación no sería breve, pero como no deseaba demorar más su encuentro con Dorian, intentaría acelerar la charla tanto como fuera posible.
—Mi preferida —dijo, tomando la bebida entre sus manos, sintiendo aún el calor que emanaba de las toxinas recién extraídas del veneno.
—Lo sé —afirmó Carmilla, girando su asiento hacia él—. Supuse que con eso en tu sistema estarías más dispuesto a escuchar lo que tengo que decir.
Viktor dio un sorbo, sintiendo cómo la bebida burbujeaba en su boca y quemaba su garganta al tragarla.
—¿Eso es una especie de advertencia?
—Para nada —aseguró ella—. Es más bien una solicitud para que me escuches antes de que te pongas necio y te empeñes en marcharte, como has hecho en otras ocasiones.
—No soy tan obstinado.
Carmilla arqueó las cejas con expresión incrédula.
—¿Ah, en serio? —inquirió—. Entonces supongo que no te importará que hablemos sobre Dorian.
La mera mención de su nombre provocó una tensión instantánea en el cuerpo de Viktor; como si un instinto protector lo invadiera. Fue una respuesta involuntaria.
—¿Qué sucede con Dorian? —interrogó, tratando de mantener la calma aunque su ser parecía querer contradecirlo en cada fibra. Tuvo que tomar otro trago.
—Debes dejarlo ir —dijo Carmilla, provocando un mohín en Viktor.
—No tengo tiempo para buscar otra presa. No renunciaré a él.
—Ambos sabemos que puedes conseguir una presa fácil en tres días —insistió ella—. Es lo que solías hacer, así que no pretendas que ahora no puedes.
Viktor la miró a los ojos y negó con la cabeza.
—Carmilla, no voy a abandonar a Dorian —declaró con firmeza—. Hemos forjado una conexión genuina; su amor no será pasajero como el último. Este podría perdurar meses, incluso años.
Carmilla escudriñó sus alrededores, asegurándose de que nadie pudiera escucharla, y se inclinó hacia Viktor, acercando sus rostros a escasos centímetros de distancia.
—Es peligroso, Viktor, es una Anomalía —susurró con urgencia.
—¿Acaso crees en esas leyendas sobre el peligro de las Anomalías? —preguntó Viktor, también en voz baja.
—No se trata de leyendas; es una realidad tan aterradora como verdadera, desprovista de fantasía —explicó, al notar la confusión en el rostro de Viktor, tomó su copa para cubrir sus labios y hablar con más libertad—. En los últimos años, el Padre Común ha estado cazando y eliminando a las Anomalías. Él cree que representan una amenaza para la Sociedad Ulterior, una que podría derrocarlo del poder.
El Padre Común, conocido así por ser el primer vampiro que dio origen a todos los demás, era un ser tan poderoso y enigmático que se le consideraba casi divino. Nadie conocía con certeza su origen; algunos afirmaban que había sido un humano maldecido desde su nacimiento, otros sostenían que era la reencarnación de un dios de la muerte, mientras que otros extremistas preferían creer que no existía. Sin embargo, su poder era innegable, ya que gobernaba la Sociedad Ulterior desde las sombras y nadie había logrado derrocarlo de su posición en incontables siglos.
—No hay forma de que el Padre Común se interese por un humano con un cuarto de Banshee perdido en una ciudad remota —aseguró Viktor—. Creo que estás dejando volar demasiado tu imaginación, Milla.
Carmilla golpeteó la mesa con los nudillos mientras mordía su labio inferior, estaba nerviosa. Ella creía con fervor en todo lo que se decía acerca de las Anomalías.
—Dorian ni siquiera debería existir. Por algo son llamadas Anomalías, y no es que ellos sean peligrosos per se, pero...
—Ya es suficiente, Carmilla —acotó Viktor, cortando de raíz los pensamientos catastróficos de su amiga—. Dorian no es peligroso.
—Él no, pero lo que implica estar con él sí. —Carmilla miró a Viktor con urgencia y se aferró a su brazo—. Solo intento protegerte.
—Si de verdad quisieras protegerme, te darías cuenta del poco tiempo que me queda antes de convertirme en un Nosferatu. Estar con una Anomalía no me matará, pero renunciar a él sí —refutó con firmeza—. No tengo la intención de dejarlo ahora. No quiero hacerlo.
Carmilla soltó a Viktor y frunció el ceño.
—¿Acaso te estás... enamorando de él? —preguntó con un tono tenso, como si hubiera sido ofendida de la peor manera.
Viktor estaba muy consciente del juramento que había hecho con ella, pero estaba cansado de la monotonía: buscar presas fáciles, enamorarlas, tener unos días de alivio y luego comenzar de nuevo la caza de otra. Eso no era vivir; era luchar por sobrevivir, y estaba harto de ello.
—Quizás enamorarse no sea tan malo como siempre hemos creído —sugirió.
—Deja de decir estupideces —replicó Carmilla, sacudiendo la cabeza—. No hay forma de que un romance entre un monstruo y una Anomalía tenga un final feliz.
Viktor golpeó su puño contra la barra, lo que provocó que Carmilla se sobresaltara.
—¡¿Cuál es tu problema?! —espetó, perdiendo la compostura—. ¡Hace apenas unos días me instabas a que me diera prisa y conquistara a Dorian, y ahora quieres que lo deje! —La miró con frustración—. No entiendo qué te sucede. Has estado comportándote de manera extraña desde hace días y no logro entender por qué.
Carmilla, afectada por las palabras de su mejor amigo, apartó la mirada de él y dirigió su atención hacia el restaurante del hotel. En una de las mesas, había una familia de licántropos, una de las pocas especies de criaturas sobrenaturales que podían formar una. Apretó los labios, formando una fina línea mientras los observaba, y luego soltó un largo suspiro.
—Nunca imaginé que te apegarías tanto a una Anomalía, algo tan... prohibido —comentó con tristeza, volviendo sus ojos hacia Viktor—. Siempre he querido protegerte, Viktor. Tú... tú eres mi única familia. Lo único que tengo.
Viktor negó con la cabeza y tomó la mano de Carmilla, dándole un apretón.
—Escúchame —pidió, observándola con seriedad—. No necesito que me protejas. Lo que necesito es que seas honesta conmigo.
Carmilla bajó la cara y Viktor pudo escuchar el sonido de su saliva al tragar. Se liberó de la mano del vampiro y se encogió en su asiento.
—Quizás deberíamos rendirnos —dijo después de un largo silencio, sin atreverse a ver a Viktor, como si estuviera avergonzada—. Esta vida de semi-inmortales, que parece perfecta a simple vista, podría ser en realidad un castigo por no haber muerto cuando debimos.
La consternación de Viktor aumentó.
—Carmilla...
—Tal vez lo mejor sería morir de una vez por todas —interrumpió, encontrando la mirada de su amigo. En sus ojos había miedo, incertidumbre, pero también una pizca de determinación, y eso... eso asustaba a Viktor.
—No, no lo es —se apresuró a asegurar, volviendo a tomar su mano—. Te prometo que no es hora de morir, que nada de esto ha sido un error. Nos han otorgado una segunda oportunidad, Carmilla, ¿por qué desperdiciarla dejándonos morir?
Lágrimas se acumularon en los ojos de ella, una reacción que Viktor no había presenciado en ella en años. Carmilla no lloraba, no perdía la compostura, no se dejaba vencer por lo que consideraba «debilidades mortales». Solo por eso, Viktor supo que hablaba en serio, que en realidad la estaba perdiendo, y se odiaba a sí mismo por no haberse percatado antes.
—Escúchame, no tenemos que rendirnos, no podemos, al menos no aún. Todavía es muy pronto —aseguró—. Mira a Rhapsody y a los otros vampiros Ancestrales. Siguen aquí, luchando. En algún momento seremos como ellos y ya no necesitaremos alimentarnos de la humanidad de otros. Viviremos de la nuestra, viviremos con la paz y la libertad que tanto anhelamos.
Una lágrima surcó la mejilla de Carmilla, pero su expresión seguía imperturbable, como si esas lágrimas no le pertenecieran.
—¿Cuánto más tendremos que esperar? —preguntó.
—No lo sé, pero...
Fue interrumpido por la vibración de su teléfono y, sabiendo que solo podía ser una persona en particular, lo sacó de su bolsillo y leyó el breve mensaje de Dorian:
«Nosferatu en el apartamento».
Viktor amplió los ojos y se levantó de inmediato. Sabía que los mensajes del mundo mortal tardaban mucho en llegar a la Sociedad Ulterior. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo envió?
—Hay un Nosferatu atacando a Dorian —farfulló, pero antes de partir, se acercó a Carmilla y acunó sus mejillas, limpiando sus lágrimas con los pulgares—. ¿Estarás bien?
Carmilla asintió y tomó una de las manos de Viktor que descansaba sobre su cara, apretándola.
—Sálvalo.
Viktor no titubeó en obedecerla. Salió tan rápido como pudo del Hotel Incógnito, empleando el Torrente Sanguíneo para desplazarse hacia el apartamento. A unas pocas cuadras de distancia, fue recibido por un penetrante olor a humo. Lleno de aprensión, corrió agradeciendo la velocidad inherente a los vampiros, y por fin llegó al edificio... o más bien, a lo que quedaba de él.
La antigua construcción ardía en llamas y Viktor sintió el calor como si su propia piel estuviera en fuego. Las personas que vivían allí lloraban por la pérdida de sus hogares y los bomberos luchaban por apagar el devastador incendio. Se alivió al no ver rastro del Nosferatu, pero se aterrorizó de nuevo al no encontrar a Dorian.
«Por favor no estés muerto», repitió en su mente mientras lo buscaba entre la multitud. «Por favor no estés muerto».
Y como si el Padre Común hubiera escuchado sus plegarias, encontró a Dorian sentado en la acera frente al edificio en llamas, con Roderick a su lado, intentando sacarlo del aturdimiento en el que se encontraba.
Estaba a punto de acercarse a ellos cuando una figura de larga cabellera escarlata y un abrigo negro se interpuso en su camino: Rhapsody. Su presencia indicaba que la situación se había descontrolado.
—Rhapsody...
—Tu tarea era vigilarlo en todo momento —acotó con un tono serio, una reprimenda—. ¿Dónde estabas?
Viktor bajó la mirada, apenado.
—Lo lamento, Carmilla necesitaba hablar conmigo y...
—Tenías una responsabilidad —lo interrumpió de nuevo, sin interés en escuchar sus excusas—. Tienes suerte de que las cosas no hayan escalado con el Nosferatu, pero ahora tendremos que alterar muchas memorias y encubrir todo este suceso.
—¿Ustedes quemaron el edificio? —indagó, con pánico.
—No —respondió, luego dirigió sus ojos hacia Dorian, quien permanecía sentado en el pavimento con la mirada perdida.
Viktor se tornó boquiabierto.
—¿Qué...?
—No sé qué te tiene tan distraído, Viktor, pero arréglalo y enfócate antes de que ocurra una verdadera tragedia —advirtió Rhapsody antes de darle la espalda y marcharse.
Lleno de arrepentimiento, Viktor exhaló y restregó su rostro con una mano.
«¿Por qué todo salió tan mal?», se lamentó.
Hizo contacto visual con Roderick conforme se acercaba, quien asintió con desánimo a manera de saludo. Después de darle una palmada en el hombro a su amigo, se levantó y los dejó solos.
—Dorian —llamó Viktor, arrodillándose frente a él; tenía el rostro y la ropa impregnados de escombros y cenizas. Acarició el mentón de Dorian y levantó su rostro para que sus ojos se encontraran—. ¿Estás bien?
—Quemé el edificio —susurró, distraído; aún no parecía procesar lo que acababa de ocurrir—. El Nosferatu estaba adentro y la única forma que se me ocurrió para detenerlo fue llevarlo a mi apartamento y prenderle fuego, pero esta gente, Roderick, yo... lo perdimos todo. No entiendo en qué estaba pensando, no...
Viktor detuvo su desvarío y rodeó a Dorian con sus brazos, guiando su cabeza hacia su pecho.
—Hiciste lo correcto, lo que pudiste hacer —aseguró—. Salvaste a esta gente del Nosferatu.
—Los dejé sin hogar, Viktor. —Su voz se quebró y se aferró a la camisa del vampiro con fuerza—. Fue mi culpa.
—No, no lo fue. Lamento no haber estado aquí contigo para protegerte. —Lo apartó y lo miró a los ojos con vergüenza, una pesadez que le estrujaba el pecho—. Yo soy el culpable.
Dorian negó con la cabeza.
—No, tú no dejaste a estas personas sin hogar, fui yo —musitó—. Y no hay nada que pueda hacer para remediarlo.
Viktor, compartiendo la desolación, solo pudo ofrecer consuelo a Dorian en sus brazos, prometiéndole que juntos hallarían una solución. Sin embargo, su mente comenzó a traicionarlo al revivir fragmentos dolorosos de su pasado, en especial de cuando se convirtió en vampiro.
Revivió escenas de fuego, gritos, dolor y culpa; momentos en los que lastimó a alguien a quien solía amar... y ahora se encontraba repitiendo ese error en el presente.
Se viene el drama, preparen sus pañuelos y no digan que no les advertí 😈
¡Muchísimas gracias por leer! 💋
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top