💋Capítulo 23. No tengan una cita
Viktor se repetía a diario que no estaba enamorado de Dorian. Lo pensaba mientras se miraba en el espejo, peinando su cabello hacia atrás en preparación para la cita con su presa. Porque eso era Dorian, solo una presa más en su lista.
En la madrugada, sus colmillos volvieron a sangrar, indicando que solo le quedaban doce días para lograr que Dorian le confesara su amor. Había dado pasos significativos: encontró el paradero de su madre, reveló su verdadera naturaleza y lo transformó en alguien diferente. Ahora, la siguiente etapa era la cita, una relación y luego una confesión.
«Nada del otro mundo», pensó, terminando de abrochar su chaleco negro y ajustando sus guantes antes de salir del baño de su habitación en el Hotel Incógnito.
—¿Cómo me veo? —preguntó a Carmilla, quien estaba sentada en la cama limándose las uñas.
Su mejor amiga a duras penas le dirigió la mirada.
—Siempre te ves bien —masculló.
Viktor frunció el ceño y se acercó a ella.
—¿Ahora qué te ocurre?
—Ya lo sabes.
—No me digas que todavía insistes en que estar con Dorian es una mala idea.
Desde que Viktor descubrió la naturaleza híbrida de Dorian, Carmilla se opuso con firmeza a que siguiera insistiendo con él. En la Sociedad Ulterior, Dorian era considerado una «Anomalía», criaturas híbridas que no eran bien vistas por otros seres sobrenaturales. Sin embargo, Viktor no compartía esos prejuicios. No creía que las Anomalías fueran las causantes de la extinción de los monstruos, como afirmaban muchos otros con sus leyendas catastróficas.
—Es una Anomalía, Viktor —insistió Carmilla—. Una Anomalía prohibida. ¿Un humano y una Banshee? Imposible.
—No sabía que tenías esta faceta tan conservadora.
—Por lo general no me importaría, pero dado que tú estás involucrado, no me queda más remedio que preocuparme —dijo con un suspiro—. Sé que no vas a renunciar, así que mis protestas son en vano.
—Sí, un poco —afirmó Viktor—, pero te aseguro que no será un problema. Ya conoces el plan: hacer que confiese su amor y alejarme de él. Eso es todo.
Aún renuente, Carmilla sacudió la cabeza y miró a Viktor con consternación, aunque esta desapareció casi al instante, revelando a la vampira segura de sí misma y arrogante que era.
—Solo prométeme que, pase lo que pase, no saldrás lastimado.
Viktor entornó los ojos, imitando la seriedad de su amiga, y se agachó frente a ella para apretar su pálida mano que descansaba sobre su regazo.
—¿Cuándo nos hemos dejado lastimar por el amor? —inquirió con una sonrisa confiada—. Todo saldrá según lo planeado. Te lo prometo.
Carmilla se limitó a apretar su mano en respuesta y desearle suerte en su cita. Viktor le agradeció y se transportó a través del Torrente Sanguíneo, reflexionando sobre las palabras de su amiga y sus propias preocupaciones. Se aseguró a sí mismo que no saldría lastimado porque lo había jurado, y se negaba a enamorarse de Dorian; lo único que sentía por él era atracción, nada más, no podía haber más.
(...)
Viktor llegó al apartamento de Dorian con la intención de tocar la puerta y recogerlo, como había visto tantas veces en películas, pero se sorprendió al encontrarlo ya esperándolo, apoyado en su coche. Esta vez, Dorian lucía una chaqueta negra mucho más formal que su habitual azul desgastada y llena de pines que solía usar casi todos los días.
—Creo que no comprendes del todo el significado de una cita —se quejó Viktor.
Dorian lo miró con una mueca burlesca.
—No me gusta esperar a que vengan por mí —replicó.
Viktor le sonrió de manera provocadora, acercándose.
—¿Te gusta ser el dominante?
Dorian colocó una mano en su pecho y lo obligó a retroceder, pero sin desvanecer la expresión retadora en su rostro.
—¿Te molesta?
—No, ni un poco. —Se carcajeó y le dio una palmada al techo del coche—. ¿Estás listo para la mejor noche de tu vida?
—No exageres.
—Lo será, mi querido Dori —aseveró—. En este tiempo a tu lado he aprendido un par de cosas sobre ti. Sé que te gustan las malteadas de vainilla, la música, cantar y los coches. Haremos todo eso esta noche.
—¿En una sola noche?
—En una sola noche —afirmó y alzó una ceja—. A menos que quieras múltiples citas.
—No te precipites. —Dorian rodeó el automóvil para subirse al lado del conductor, pero fue detenido por la mano de Viktor rodeando su brazo—. ¿Qué te pasa?
—Olvidé mencionarlo, pero yo conduciré esta vez.
Dorian bufó, enarcando las cejas.
—¿En serio crees que te dejaré conducirlo?
—Ya he manejado tu apreciado coche antes, ¿recuerdas? —replicó Viktor con arrogancia.
Dorian se zafó del agarre de Viktor y levantó los brazos sobre su cabeza en frustración.
—¡Estaba borracho hasta la médula! —refutó Dorian—. ¡No fue opcional!
—No, ¿pero sabes qué sí lo fue?
—No quiero saber.
Viktor lo ignoró y, con una sonrisa burlona que dejaba entrever sus colmillos, dijo:
—Decir que tienes un fetiche por los vampiros.
Dorian hizo un mohín y Viktor pudo oír cómo se aceleraba su corazón por la vergüenza.
—No vuelvas a mencionar eso —advirtió Dorian—. Promételo y te daré la llave.
—Trato.
Dorian se la lanzó y Viktor la atrapó con facilidad. Ambos subieron al auto y, mientras Dorian se abrochaba el cinturón, rezongó:
—Llamar fetichista a tu cita no es la mejor manera de iniciar la noche.
Viktor soltó una carcajada y encendió la radio, buscando una estación de música de los ochentas, la favorita de Dorian.
—Confía en mí, ¿quieres? —pidió Viktor con un tono pícaro.
—Pides mucho para la primera cita —replicó Dorian con una mirada escéptica.
Viktor lo miró de soslayo y, antes de salir del estacionamiento, dijo:
—Pero doy mucho más.
La primera parada que tenía en mente era uno de los restaurantes que, según fuentes poco confiables como Roderick, tenía las mejores malteadas de Core. A pesar de que Roderick se consideraba un «experto» en todos los establecimientos de comida de la ciudad, Viktor dudaba de su criterio. Sin embargo, sin tiempo ni paciencia para buscar reseñas, decidió confiar en el pobre y cuestionable gusto del amigo de Dorian.
El restaurante en cuestión se llamaba 59's Avenue y, al igual que el lugar donde trabajaba Roderick, tenía una temática de los años cincuenta. Debido al tiempo limitado, optaron por utilizar el Drive Thru en lugar de entrar al establecimiento, un conveniente invento humano.
—Se siente como una cita de bajo presupuesto —señaló Dorian con cierto sarcasmo.
—¿Sabes cuáles son las ventajas de salir con un vampiro? —inquirió Viktor mientras avanzaba hacia la ventanilla para hacer su pedido—. El dinero nunca será un problema.
Dorian levantó una ceja con curiosidad mientras Viktor bajaba el vidrio de su lado. Una joven chica los atendió, luciendo un rostro adormecido a pesar de ser solo las diez de la noche. Viktor apoyó un codo en la ventana del coche y le dirigió una sonrisa carismática.
—Escuché que aquí tienen las mejores malteadas de la ciudad —comentó, y la chica, llamada Maya según la pequeña placa en su uniforme, se enderezó al verlo, lanzándole una mirada coqueta mientras se ajustaba un mechón de cabello detrás de la oreja.
—¿En serio? —cuestionó, más despierta que antes—. Con gusto diré que sí, si eso significa que vendrás más seguido.
Viktor se rio de manera discreta y Dorian solo rodó los ojos.
—¿Te molestaría preparar una malteada de vainilla lo más rápido posible? —Invocó su hipnosis y los iris de la chica se tornaron guinda, con sus pupilas afiladas y su rostro inexpresivo—. Lo apreciaría mucho.
—La prepararé lo más rápido posible —accedió con una voz monótona y se fue hacia la cocina.
Dorian miró a Viktor con desaprobación.
—No uses tu hipnosis para esto.
—¿Por qué no?
—Es abusivo.
—Fue algo inofensivo —demeritó Viktor.
—Más te vale pagarla —advirtió—. O la cita se acaba.
Viktor lo miró con extrañeza.
—¿Por qué te importa tanto?
—Ya te dije que es abusivo. Si nos dan esa malteada sin que paguemos, ¿a quién crees que se la cobrarán? —Negó con la cabeza—. Una mirada bonita de tu parte no es ni de cerca suficiente.
Viktor apoyó una mano en el volante y sonrió.
—¿Crees que tengo una mirada bonita?
Dorian dejó salir una larga exhalación y le dio la espalda.
—Olvídalo.
Viktor podía percibir cómo los latidos de Dorian resonaban con fuerza. Aunque Dorian pudiera decir una cosa, su corazón revelaba sentimientos mucho más profundos. A Viktor, esto le resultaba entrañable y hasta cierto punto adorable.
Pocos minutos después, Maya apareció con una malteada en mano, entregándosela a Viktor con una sonrisa radiante. Le dio las gracias y la pagó; una acción que, de no haber estado acompañado por Dorian, ni siquiera habría considerado. La compasión de Dorian era una cualidad que Viktor valoraba, entre muchas otras que en secreto apreciaba en él.
«Es solo atracción, nada más», se repitió a sí mismo.
—Toda tuya —dijo Viktor, extendiéndole la malteada a Dorian.
—Gracias por pagarla. —La aceptó con gratitud.
—Solo cumplo tus deseos.
Dorian probó la bebida, arrugando el ceño por el frío intenso. La conexión entre ellos trascendía las emociones, llegando a compartir incluso las incomodidades físicas. Viktor sintió un eco del dolor de cabeza que Dorian experimentaba por la frialdad de la malteada.
—¿Qué tal está? —preguntó Viktor, una vez el malestar había pasado.
Dorian encogió los hombros.
—Sabe igual a todas las demás —respondió—. Leche y toneladas de azúcar.
—La culpa es de Roderick por recomendármela.
—A Roderick le gusta todo.
Viktor encaminó el vehículo hacia una de las carreteras principales de Core, una amplia autopista que, a esas altas horas, se encontraba casi vacía, sumida en la quietud de una ciudad olvidada por muchos.
—¿Te apetece un poco de emoción? —propuso.
Dorian acabó su malteada y depositó el recipiente vacío en el compartimiento de la puerta. Después, volvió su mirada hacia Viktor, arqueando una ceja inquisitiva.
—¿Así que esto es lo que tenías en mente cuando mencionaste coches?
—Exacto —respondió Viktor con un guiño cómplice—. Sé de tu afición por la velocidad, y con un vampiro de reflejos sobrenaturales al volante, se convierte en una experiencia sin igual.
La sonrisa que Dorian le regaló a Viktor era de pura anticipación, una que había vislumbrado antes durante su carrera contra Morgan. Esa expresión desencadenaba en Viktor una sensación de emoción profunda y vibrante, un sentimiento que recorría cada fibra de su ser vampírico.
—Acelera entonces —instó Dorian con expectación.
—No te emociones demasiado —bromeó Viktor y presionó el acelerador hasta el fondo, sintiendo cómo el motor rugía y las velocidades se sucedían con precisión y rapidez.
Mientras tanto, Dorian navegó por las estaciones de radio hasta que Paradise City de Guns N' Roses inundó el espacio del coche. La energía de la canción se apoderó de él, cantando con tal pasión que su voz resonaba por encima del rugido del motor. Viktor, al volante, se movía con destreza por la carretera, zigzagueando entre los escasos vehículos y sumergiéndose en los túneles apenas iluminados. Una mezcla de emociones flotaba en el aire, difuminando las líneas entre la euforia de Dorian y la propia de Viktor.
La risa libre y genuina de Dorian, intensificando el volumen hasta que la música envolvía completamente su alegría, ofrecía a Viktor una visión cautivadora: un ser humano entregándose sin reservas al momento. Viktor empujó el acelerador a su límite, y cuando el final de la autopista se vislumbró, redujo la velocidad poco a poco. El vehículo, por sus cuantiosos años de uso, ya marcaba la mitad de su capacidad de combustible tras el despliegue de adrenalina.
—¿Listo para descubrir qué sigue esta noche? —preguntó, bajando el volumen de la música.
Dorian, aún envuelto en su euforia, cuestionó con una sonrisa radiante:
—¿Hay algo que pueda superar esto?
La respuesta de Viktor se materializó cinco minutos después, al llegar a un club nocturno de renombre situado en las periferias de Core. Conocido por sus espectaculares conciertos, que ocurrían tres veces al año, el club Wysteria esa noche no albergaba uno de sus grandes eventos, pero sí prometía una experiencia atractiva para alguien con las inclinaciones de Dorian.
—Noche temática de los ochenta —observó Dorian, al ser envueltos por la atmósfera de la época que dominaba el lugar. La decoración y la vestimenta de los asistentes evocaban la década con fidelidad, creando un ambiente llamativo.
—¿Qué te parece? —Viktor tuvo que elevar su voz para ser escuchado sobre la música.
—Creo que sabes muy bien la respuesta —Dorian respondió con un brillo en los ojos, encantado.
Dorian absorbió el ambiente vibrante del club, notando cómo superaba con creces al de Plague en magnitud, en la precisión con que las luces estroboscópicas bailaban al unísono con la música, y en la calidad de un sistema de sonido que envolvía sin agobiar. Incluso Viktor, cuya aguda sensibilidad lo hacía reacio a tales estímulos, encontraba el entorno muy tolerable.
«Los extremos a los que llegas por alguien que te importa», pensó, entre reproche y fascinación.
—¿Quieres algo para beber? —ofreció, guiando a Dorian hacia la barra—. Déjame adivinar, ¿prefieres la simplicidad de una cerveza de máquina?
Dorian, tomando asiento, confirmó con un gesto de la cabeza.
—Me conformo con poco.
—Parece que eso solo aplica a tu elección de bebidas —añadió Viktor con un tono juguetón.
Dorian le lanzó una mirada que rozaba lo ofendido, pero la diversión se leía clara en sus ojos. Viktor había llegado a conocer muchas de las facetas de Dorian: la irritación, la tristeza, la vulnerabilidad, incluso el agotamiento; pero su favorita sin duda era esta parte alegre y desenfadada.
Tras recibir su cerveza, Dorian la saboreó con gusto, justo cuando las luces bañaban el ambiente en tonos de rosa y azul y You Give Love a Bad Name de Bon Jovi tomaba el escenario sonoro. Viktor reconoció el tema de inmediato, un eco nostálgico de épocas pasadas que aún resonaba en su memoria.
—Vamos, bailemos —lo instó, apenas permitiendo que Dorian soltara su vaso.
—Jamás pensé que esta sería una de tus canciones favoritas —dijo Dorian, sorprendido pero fluido en su movimiento al compás de la melodía.
La canción llenaba el aire, y mientras Dorian la canturreaba por lo bajo, Viktor dejó escapar una sonrisa satisfecha que revelaba sus colmillos afilados.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí —aseguró.
Se aferró a la cintura de Dorian y lo atrajo hacia sí. Dorian no mostró resistencia alguna, balanceándose al ritmo de la música con una facilidad que demostraba una creciente confianza mutua.
El estribillo de la canción comparaba el amor con una bala al corazón, una analogía con la que Viktor podía identificarse. Para él, el amor siempre había sido tan abrumador como el peso de una pistola cargada, tan aterrador como un dedo en el gatillo y tan doloroso como el agudo impacto de una bala. Pero en ese momento, con Dorian a su lado, iluminado por el juego de luces y sus ojos capturando destellos dorados, su perspectiva comenzó a cambiar. Quizás el amor no tenía que ser solo sufrimiento; podría ser, en efecto, algo extraordinario.
—Entonces quiero descubrirlo todo —replicó Dorian entonces, cerrando el espacio restante entre ellos para sellar sus palabras con un beso apasionado.
A su alrededor, el tumulto de la pista se perdía en un mar de oscuridad y ocasionales destellos luminosos, pues para Viktor, el mundo se había reducido a ellos dos. Existían únicamente los labios de Dorian, la música que se mezclaba con el compás de sus corazones entrelazados. Era una urgencia palpitante, la necesidad de fusionarse con Dorian en ese instante, de perderse en el vértigo de sus besos hasta que el oxígeno les faltara y todas las barreras se derrumbaran.
Cuando Dorian se apartó, sus ojos destellaban provocación, y su sonrisa estaba tan cargada de promesas osadas que a Viktor le recorrió un escalofrío de precipitación. Era solo un adelanto, y Dorian estaba consciente del voraz deseo que había despertado en el vampiro, ansiando más de esa intensidad incontrolable.
Seguían moviéndose al ritmo de la canción, sus cuerpos unidos, respirando el aliento del otro, rozando apenas sus labios en un juego de seducción. Dorian jugaba el rol de tentarlo, negándose a profundizar el beso otra vez, y Viktor se encontraba atrapado en el magnetismo de su presencia, más hechizado que nunca.
Y Viktor sabía, con una certeza que lo consumía, que cuando llegase el momento perfecto, se entregaría por completo a ese deseo. Lo besaría con una pasión arrebatadora, se perdería en la esencia misma de Dorian, saboreando cada instante. Porque Dorian había trascendido la mera idea de ser una presa más; era la fuente de un impulso profundo, la promesa de un anhelo que lo hacía sentir tan vivo como antes de convertirse en vampiro.
(...)
El reloj marcaba más de las tres de la madrugada cuando la cita concluyó y retornaron al apartamento de Dorian. A los ojos de Viktor, había valido cada maldito segundo.
Viktor acompañó a Dorian a su puerta y el azabache rebuscó las llaves en el bolsillo de su chaqueta antes de abrirla con más lentitud de la usual, una que delataba sus deseos de que la noche no terminara todavía.
—Supongo que aquí partimos caminos —dijo Viktor, cruzando los brazos y apoyando un hombro contra el marco de la puerta.
—¿No dormirás aquí? —preguntó Dorian, pero casi de inmediato se percató de la implicación de la interrogante y se apresuró a sacudir la cabeza con un aire incómodo—. En el sofá, me refiero.
Viktor no pudo contener la divertida sonrisa que se manifestó en sus labios ante el nerviosismo de Dorian. Podía sentirlo en carne propia debido a su conexión, como si también fuese suyo, y eso solo lo hacía más simpático.
—Los vampiros no dormimos de noche, ¿recuerdas? —replicó, seguido de un suspiro—. Además, los ronquidos de Roderick son algo...
—Rod no está aquí —acotó Dorian—. Se quedó en casa de sus padres.
«¿Acaso Dorian se lo pidió?» Viktor no pudo evitar pensar.
Estaba casi seguro de hacia dónde se dirigía Dorian diciéndole todo esto. Sin embargo, no iba a presionarlo y arriesgarse a estar malinterpretando sus intenciones. Incluso si estas eran muy palpables en su propio ser.
—Noche familiar, qué desdicha —bromeó.
Dorian se carcajeó de manera desalmada ante el chiste, como si eso fuese a reducir la tensión entre ambos.
—Sí, qué horror...
Se quedaron sumidos en un silencio ambiguo, pero más que esto último, era de lo más ansioso. Ninguno se atrevía a dar el paso decisivo, a expresar lo que en realidad querían aunque compartían el mismo deseo. En cualquier otro momento y con cualquier otro humano, Viktor habría tomado la iniciativa, pero esta vez era diferente. Está vez era Dorian Welsh, un chico que en verdad quería impresionar, con quien quería disfrutar cada pequeño instante y seguir su ritmo en lugar de ser él quien lo imponía.
—Tal vez sea mejor que me vaya —dijo entonces—. La noche apenas comienza para un vampiro como...
—No quiero que esto acabe —admitió Dorian de repente y, casi por reflejo, rodeó el brazo de Viktor con sus dedos—. Todavía no.
Viktor fue consciente de la pasión en la mirada de Dorian y el deseo que pulsaba en cada fracción de su cuerpo. No lo rechazó, por el contrario, ver su ímpetu aumentó su propia tentación.
—De acuerdo —cedió.
Se dejó llevar por Dorian al interior del departamento. Viktor cerró la puerta con su otra mano y Dorian solo lo soltó para ir a poner música en el altavoz junto al televisor, luego regresó y tomó la mano del vampiro, moviéndose al compás de la melodía.
Viktor apenas prestaba atención a la canción, sus ojos estaban fijos en Dorian, quien se acercaba y lo invitaba a bailar. El vampiro, incapaz de resistirse, se inclinó hacia los labios de su presa y por fin pudo besarlo. El gesto fue correspondido y Viktor rodeó la cintura de Dorian con un brazo, guiándolo hacia su habitación hasta llegar a la cama.
Mientras se besaban con fervor, Dorian se quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo. Viktor se quitó los guantes y sintió la piel de Dorian con todos sus dedos al descubierto. Pasó uno de ellos por su mentón, su clavícula y luego volvió a subir hasta su cuello. Apartó la camiseta y el cabello azabache, deslizando sus labios por la suave y cálida piel, sintiendo el acelerado pulso del humano debajo de él. Sus colmillos se hicieron presentes, símbolo del deseo y la voracidad vampírica, y estuvo a punto de hundirlos en la carne, pero se detuvo a sí mismo en el último instante.
Viktor se apartó, poniéndose de pie y cubriendo su boca con el dorso de su mano. Dorian, desconcertado, lo miró a través de la oscuridad mientras se incorporaba.
—¿Por qué te detuviste? —preguntó.
Viktor desvió la mirada, avergonzado. Era un monstruo y las típicas muestras de afecto humano ya no eran suficientes para satisfacerlo. Anhelaba más, necesitaba más.
—La sangre es más que solo comida, es placer, nuestra debilidad, y más cuando los humanos la dan por gusto, pero tú no...
—Hazlo —zanjó Dorian, sorprendiendo a Viktor. Comprendió casi al instante a qué se refería el vampiro, a lo que necesitaba para sentir satisfacción.
Viktor ensanchó los ojos, sus iris destellaban un tenue color guinda en la penumbra.
—Dorian...
Pero Dorian ya había tomado su decisión, esto era lo que anhelaba. Apartó su camiseta, dejando incluso más expuesto su cuello, y se acercó al vampiro, tomándolo por la nuca para evitar que se alejara.
—Bebe mi sangre, Viktor —invitó con un susurro.
Viktor, con los colmillos surgiendo y el deseo ardiendo en cada fibra de su ser, arrojó a Dorian sobre la cama sin que él opusiera resistencia. Con una urgencia apasionada, desgarró su camisa como si fuera una barrera insignificante y hundió sus dientes en el cuello de su presa, deleitándose con su sangre dulce y única. Nada de lo que había probado antes se comparaba a esa exquisitez. Era una anomalía en sí misma, al igual que el dueño de aquel cuerpo.
Dorian, sintiendo los colmillos de Viktor encajados en su piel, soltó un jadeo entrecortado y rodeó con fuerza el torso del vampiro, aferrándose a la tela de su ropa. Era una nueva dimensión de placer, un éxtasis incomparable, como si cada parte de su ser se viera contagiado por el deleite de él. Incapaz de contenerse, soltó un gemido y arqueó la espalda, soltando las manos que habían estado aferradas a las prendas de Viktor para agarrase a las sábanas con fuerza. Inclinó la cabeza hacia atrás, ofreciendo sin temor su cuello para que el vampiro se deleitara con su sangre.
Viktor llegó a la conclusión de que ya no podía seguir negándolo. No solo le gustaba Dorian... Se estaba enamorando de él.
¡Damas y caballeros, les presento uno de mis capítulos favoritos de todo el libro!
Y como ya sé que habrá algunos que se quedaron con ganas de leer más a detalle lo que sucedió en esa última escena, les informo que hay un extra +18 que trata de dicha escena. No se preocupen, pueden saltarse directamente a ese capítulo sin spoilearse 😈
También dejo por aquí este dibujo que hice de Viktor y Dorian besándose en el club nocturno con "You give love a bad name" de fondo. ¡Amo esta escena! 😍
¡Muchísimas gracias por leer! 💋
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