💋Capítulo 20. No investigues a su ex
Dorian soltó un suspiro exasperado al ver la pantalla de su teléfono iluminarse con un mensaje de Morgan, mejor conocido como el imbécil, el conquista-mejores-amigas y el rata de dos patas —cortesía de Elay—, aunque Dorian prefería solo referirse a él como su ex. No iba a malgastar su energía pensando en apodos para alguien que no merecía ni siquiera eso.
El mensaje esperaba en la pantalla con una sencilla frase:
«Dorian, por favor, hablemos».
Era el tercero que recibía esta semana y, sin importar cuántas veces lo bloqueara, siempre encontraba la forma de regresar con un nuevo número. Era la personificación de la toxicidad obsesiva.
Azotó el teléfono contra la barra de la cocina, llamando la atención de Viktor, quien, como toda mañana, se dedicaba a preparar el desayuno.
—Lo que te haya hecho el teléfono, seguro se lo merece —bromeó el vampiro.
Dorian negó con la cabeza.
—Es Morgan, insiste en enviarme mensajes.
—¿Todavía? —Le dejó enfrente una taza de café recién hecho—. El imbécil es persistente, debo concederle eso.
—Por más que lo bloquee, sigue regresando. —Frunció el entrecejo—. ¿Cuál es su problema?
—Vampirismo —respondió Viktor y Dorian lo miró con fastidio—. ¿Qué? Aún no he podido investigarlo, pero tengo mis sospechas.
—Morgan no es un vampiro.
—Eso no lo sabes.
—Ni tú. —Bebió un sorbo de café y se puso en pie—. Tengo que irme a trabajar.
—¿Qué tienes en contra de desayunar? —preguntó Viktor, siguiéndolo—. Todos los días te preparo algo y Roderick acaba comiéndoselo como la bestia que es.
—Me llevaré el café en un termo. —Agarró la taza—. ¿Feliz?
—Claro que no. Es café soluble, no lo hice yo.
—Y lo aprecio de todas formas.
Colocó la bebida caliente en un viejo termo que había estado acumulando polvo en el fondo de la alacena y se encaminó hacia la puerta del apartamento, asegurándose de traer consigo las llaves y su chaqueta. Antes de partir, se giró hacia Viktor, quien aún permanecía en la cocina.
—¿Vienes?
Viktor negó con la cabeza.
—Te alcanzaré en un rato —replicó—. Tengo un asunto pendiente que resolver.
Dorian alzó una ceja.
—¿Y qué pasó con eso de «no puedo dejarte solo»?
Viktor esbozó una sonrisa coqueta.
—¿Qué? ¿Vas a extrañarme?
—No, pero me parece contradictorio de tu parte.
Viktor encogió los hombros.
—La dualidad de los vampiros.
Dorian abrió la puerta mientras exhalaba.
—Claro, como tú digas, vampiro —concluyó antes de salir.
Viktor observó cómo se marchaba y solo se movió cuando el estruendo del motor se desvaneció en la distancia. Con premura, se dirigió hacia la habitación de Dorian y abrió su armario. Necesitaba encontrar esa fotografía en la que aparecían Dorian, Tara y Morgan; solo con ella podría confirmar sus sospechas de que este último era un vampiro. Rogaba que sus palabras hubieran sido suficientes para convencer a Dorian de no quemarla ni tirarla.
Rebuscó entre sus pertenencias, desplazando las perchas con la ropa. Cada tela emanaba el distintivo aroma de Dorian, una fragancia que a un vampiro como Viktor solo le recordaba al exquisito sabor de su sangre.
«Concéntrate», se dijo a sí mismo.
Tras mover todas las prendas, encontró una polvorienta caja de cartón y la extrajo con facilidad, a pesar de su peso. Con cuidado, la abrió y descubrió una serie de objetos antiguos que iban desde libros escolares hasta juguetes de hace casi dos décadas.
Apartó todo lo que cubría la superficie y al llegar al fondo descubrió una caja de metal. La abrió y se encontró con una serie de fotografías antiguas. Entre ellas, había imágenes de los años de escuela de Dorian, junto a Elay y Roderick, e incluso algunas con su familia. En algunas de esas fotos, lucía diferente, más joven y aparentemente más feliz. Siguió admirándolas, incapaz de contener una sonrisa al contemplar los momentos de un ser humano que no estaba atrapado en la inmortalidad, que experimentaba el proceso de crecimiento y envejecimiento. Una ligera melancolía lo invadió.
Sin embargo, ese sentimiento desapareció cuando se topó con la foto de Dorian junto a Morgan y Tara. Era una Polaroid; los tres estaban de pie frente a sus coches, Dorian y Tara lucían sonrisas radiantes mientras Morgan mantenía su típica expresión arrogante. Viktor sintió la tentación insana de rayar su cara con un rotulador permanente, pero se contuvo porque sabía que sería demasiado incriminatorio.
Guardó la foto en su bolsillo y luego colocó todas las pertenencias de Dorian de vuelta en su lugar, tal y como las había encontrado.
Ahora debía hacer una visita a la vecina bruja de Carmilla. Utilizó el Torrente Sanguíneo para llegar al Hotel Incógnito y, tras buscar durante media hora, por fin encontró la habitación donde vivía Nicte, la misma peculiar mujer que lo había ayudado a rastrear a la madre de Dorian.
—¿Este también está muerto? —preguntó ella mientras observaba la fotografía.
—No —respondió Viktor, deslizando un dedo sobre uno de los numerosos frascos de cristal que estaban desperdigados en la habitación—. Por ahora.
—¿Por ahora? —Levantó una ceja—. ¿Acaso estás planeando hacerme cómplice de un asesinato?
—No lo mataré —aseguró—. Siempre y cuando deje de molestar a un amigo.
—¿Amigo? —Soltó una risa entre dientes—. ¿En serio pretendes engañar a uno de los seres más sensibles de este planeta? Sé que no se trata de una simple «amistad». Se siente como algo un poco más... —Lo miró de arriba abajo, con una sonrisa burlona—. Pasional.
Viktor le devolvió la sonrisa, cruzando los brazos sobre su pecho mientras se apoyaba en una de las paredes de la habitación.
—¿Eres capaz de rastrearlo o no?
—Capaz, sí, por supuesto —confirmó—. Por el precio correcto.
—¿Qué es lo que deseas a cambio? —preguntó.
—La verdad —respondió ella, señalando la fotografía—. ¿Quién es este humano y quién es este «amigo» tuyo?
Viktor suspiró, sintiendo la urgencia de su situación pero consciente de que no llegaría a ningún lado sin negociar con Nicte. Armándose de paciencia, le relató toda la verdad: cómo había intervenido para salvar la vida de Dorian y cómo lo marcó como su presa, incluso mencionando que el chico que quería rastrear era su exnovio y que sospechaba que podría ser un vampiro, posiblemente relacionado con los ataques de los Nosferatus contra Dorian.
—¡Vaya! —exclamó Nicte, soltando una risa—. ¡Pero qué desastre amoroso tan rebosante de engaños! Parece sacado de una telenovela, si me permites decirlo.
—Ya tienes lo que querías. —Viktor señaló la imagen con un gesto de cabeza—. Ahora, cumple tu parte del trueque.
—Ya lo hice. —Nicte se acercó y le regresó la fotografía—. Te explayaste demasiado con tu relato. Más que suficiente tiempo para rastrear a alguien que sigue vivo.
—¿Y? ¿Dónde está?
—Morgan Callister... —mencionó su nombre con una sonrisa socarrona—. He ubicado su paradero. Reconozco el lugar; diría que es su casa. —Escribió la dirección en un trozo de papel de pergamino y se lo entregó—. También incluí un pequeño extra.
Viktor aceptó el papel y leyó la dirección: «Calle Vano #311, edificio Saler». Debajo había un número de teléfono con un garabato de corazón al costado.
—Lo lamento, pero no estoy precisamente soltero —comentó Viktor, aunque halagado por la intención.
Nicte estalló en carcajadas.
—Me enternece que pienses que alguna vez saldría con un vampiro hombre. —Se limpió un par de lágrimas que se formaron en las comisuras de sus ojos—. Te doy mi número para que me llames si necesitas otro trueque. Tu historia me interesa, egocéntrico Viktor Zalatoris.
Viktor guardó el papel en su bolsillo y le guiñó un ojo.
—Espera una llamada muy pronto.
Nicte sonrió.
—Oh, estaré ansiosa.
(...)
Viktor pasó el resto del día con Dorian, acompañándolo al trabajo y fingiendo que todo estaba bien, asegurándose de no revelar su plan secreto. Se limitaba a mantener su fachada de vampiro protector sarcástico, molesto y coqueto de siempre. Dorian se lo creyó, absorto en su trabajo y dedicado a corregir la letra de su canción después de admitir que le faltaba «esencia y originalidad».
Una vez que anocheció y se aseguró de que Dorian estaba durmiendo, salió del apartamento. Utilizó el Torrente Sanguíneo para aparecer a una cuadra del edificio que Nicte le había indicado. Alisó su camisa, que se había arrugado durante el viaje, y caminó con discreción por la calle desierta. No era el barrio más agradable, pero tampoco el peor de Core.
El edificio se encontraba justo donde Nicte le dijo. Construido con ladrillos, la mayoría de los pisos estaban ocupados. Tenía cierto desgaste por el tiempo, no tanto como el de Dorian y Roderick, pero lo suficiente como para carecer de lujos.
Permaneció oculto entre las sombras de otra construcción, esperando a que Morgan apareciera o diera alguna señal de estar allí. Después de media hora, por fin su paciencia dio frutos. El característico estruendo del Mustang anaranjado de Morgan resonó cuando llegó al edificio y se estacionó. Viktor se acercó con cautela y observó cómo el exnovio de Dorian se apeaba del coche y luego se dirigía hacia el lado del pasajero. Con cuidado, abrió la puerta y extrajo una caja de madera que contenía botellas de cristal.
Al inicio, Viktor pensó que eran botellas de alcohol, pero luego percibió un fuerte olor a algo descompuesto, muy desagradable, y las dudas volvieron a surgir. ¿Qué diablos era eso?
—¡¿Quién diablos eres?! —exclamó una voz a sus espaldas.
Viktor exhaló con fastidio. No tenía previsto alterar memorias esta noche, pero no parecía tener opción.
—Estaba... —Las palabras se desvanecieron en su boca al reconocer a Tara, la antigua mejor amiga de Dorian y ahora novia de Morgan—. Tú.
La chica retrocedió un paso, desconfiada, y apretó la llave que tenía en la mano, lista para usarla como un arma si era necesario. Viktor se inquietó al ver esto y se apresuró a negar con la cabeza.
—No, no, no tengo intenciones de lastimarte —aseguró.
Tara frunció el ceño.
—¿Por qué estabas espiando a mi novio? —interrogó.
Viktor vaciló, tratando de encontrar una excusa que sonara plausible. Tara, impaciente, golpeó el pavimento con el tacón de su zapato.
—¡Respóndeme o llamaré a la policía! —amenazó.
—¿Podrías dejar de gritar? —pidió—. Estaba vigilando a tu novio, sí, pero créeme, tengo mis motivos. ¿Sabías que todavía está buscando a Dorian?
Tara apretó los dientes.
—Primero que nada, eres un cínico. Y en segundo lugar, ya sé que sigue buscándolo. Morgan es un orgulloso que no tolera perder, y Dorian es un estúpido por gastar su tiempo con él, como si le sobrara.
Viktor inclinó la cabeza, extrañado.
—Espera un segundo, ¿no te molesta que tu novio siga persiguiendo a su ex teniéndote a ti?
Ella exhaló, bajando un poco la guardia.
—Por supuesto que me molesta, pero lo aguanto porque sé que pronto tendrá que dejarlo ir definitivamente.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tú.
—¿Yo?
—Eres el nuevo novio del idiota de Dorian, ¿no?
Viktor esbozó una sonrisa sarcástica. Estaba empezando a ver a Tara como una chica humana típica, con todo el perfil de alguien insoportablemente posesivo.
—Y tú eres la chica que se acuesta con los novios de sus mejores amigos, ¿no? —provocó.
Tara, con el mismo cinismo del que acababa de acusarlo, bufó.
—Le hice un favor. Dorian no amaba a Morgan y quería deshacerse de él.
Viktor soltó una carcajada, incrédulo.
—¿En serio crees que eso te absuelve?
Entornó los ojos, seria.
—No estoy buscando absolución.
Viktor, que tenía una mejor amiga desde hace décadas, no podía ni siquiera imaginar infligirle un daño de esa magnitud.
—¿Cómo pudiste hacerle eso a tu mejor amigo?
Tara encogió los hombros.
—Quizás Dorian nunca se dio cuenta de que yo jamás fui su amiga —respondió, imperturbable—. Debería aprender a leer mejor a las personas antes de dejarse llevar por sus emociones y las apariencias superficiales. —Recorrió a Viktor con la mirada—. Podría empezar contigo.
Viktor la escudriñó con detenimiento.
—¿Y eso qué significa? —interrogó.
—Tienes sangre en la mejilla. —Señaló con un dedo y retrocedió—. No puedes juzgarme cuando, en primera instancia, tú no pareces de fiar.
Viktor se limpió la sangre con el pulgar y chasqueó la lengua. De seguro se había manchado durante el viaje a través del Torrente Sanguíneo. Una negligencia por su parte.
—Maldición —susurró entre dientes y gruñó por lo bajo—. Esto cambia las cosas.
Tara arqueó una ceja, confundiéndose aún más cuando Viktor se aproximó con largos pasos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, su voz cargada de temor.
—Protegiendo tu frágil mente mortal —respondió, sujetándola por los hombros. Antes de que pudiera reaccionar, la hipnotizó con una mirada penetrante. Sus ojos capturaron el reflejo guinda de los de Viktor, dejándola inmóvil en su lugar—. Olvida que me viste y regresa a casa.
Liberó sus hombros y se deslizó de nuevo a su escondite. Tara se encaminó hacia el edificio con movimientos rígidos. Viktor se aseguró de que entrara y, una vez desapareció de su vista, sacó su teléfono y el fragmento de pergamino que le había entregado Nicte. Marcó el número y apenas unos segundos después, ella contestó.
—Viktor Zalatoris, no mentías cuando dijiste que llamarías pronto —saludó ella.
—¿Estás dispuesta a hacer otro trueque? —preguntó.
—Es un placer escuchar tu voz, ¿sabes? —Suspiró—. Aunque para ti solo soy una especie de empleada.
—Por supuesto que no, te considero una valiosa aliada —aseguró.
—Hmm, está bien, lo acepto —cedió—. ¿Qué necesitas?
—Solo un pequeño trabajo.
—¿Será divertido? Estoy un poco aburrida.
—Tú dímelo. Quiero confirmar si alguien es un vampiro.
—¿Y no podrías saberlo siendo un vampiro tú mismo?
—¿Tú sabes cuando alguien es un bruja?
—Depende de qué tan talentosa sea. Las prodigiosas son como sabandijas.
—Es casi lo mismo cuando se trata de vampiros. Necesitaría verlo usando sus habilidades o tendría que probar su sangre —explicó él—. Y como sabes, no tengo tiempo que perder.
—Ah, continuamos con el caso de tu querido Dorian. —Soltó una risita—. De acuerdo, te ayudaré, pero necesito algo de esa persona. Cabello, sangre, una pierna. Lo que te resulte más fácil.
—Considéralo hecho —respondió antes de colgar la llamada.
Viktor guardó el teléfono de vuelta en su bolsillo y volvió a fijarse en el coche de Morgan. Sería una jugada arriesgada, y muy imprudente, pero el tiempo no estaba de su lado.
Se desplazó con celeridad hacia el Mustang y, sin dudarlo, rompió el cristal con su codo. La alarma se activó de inmediato y él actuó con rapidez. Con su aguda visión, rastreó entre los asientos hasta encontrar un diminuto cabello adherido al respaldo.
—Bingo —dijo con una sonrisa triunfante y se marchó.
Viktor está celoso, pero no lo quiere admitir 😈
¡Muchísimas gracias por leer! 💋
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top