🩸Capítulo 7. Vórtice
1 hora para el Vórtice de Sangre...
Alaric Laith tenía la mala costumbre de huir. Era como una segunda naturaleza darse la media vuelta y regresar por donde había venido. La razón era el miedo, la inseguridad y una plétora de otros sentimientos que él mismo clasificaba como patéticos.
Y aquello, combinado con la revoltura de emociones que Lazarus Solekosminus le generaba, lo llevó a escapar en cuanto se abrió la mínima ventana de oportunidad. Salió del puerto de Reverse York, encaminándose hacia los Barrios Bajos para regresar al casino con Naila y Zaira. No era afín a la idea de dejarlas solas demasiado tiempo, pues la súcubo tenía una mala tendencia a meterse en peleas dado su mal carácter y su instinto sobreprotector hacia su hija.
Bufó ante la imagen de ella metida en algún aprieto tonto y rogándole con la mirada que la ayudara, pero en lugar de hacerlo, él solo observaba con una sonrisa burlona.
—Demonio imprudente —musitó y levantó el cuello alto de su abrigo negro con costuras doradas.
Los callejones que frecuentaba estaban más solitarios que de costumbre y eso le daba mala espina. Sentía que en realidad no estaba solo, sino que lo estaban siguiendo, cazando. Metió una mano en el interior de su abrigo, aferrándose a la daga de Hierro Solar en su cinturón mientras continuaba andando con pasos lentos y silenciosos.
«Ven aquí. Revélate». Pensó, girando sobre sus talones para ver sus alrededores, nunca parando de moverse en caso de que llegara un ataque sorpresa.
Fue entonces que escuchó el chillido. Un sonido tan desagradable y agudo, semejante a un agónico sollozo. Recordaba ese horrible llanto y sabía con exactitud a qué pertenecía.
—Malditas criaturas del averno —masculló.
De entre la neblina que se formaba por esta área de la ciudad, salió una alta y espigada criatura, con piel rugosa y tan pálida que parecía blanca, y una ancha boca repleta de colmillos ensangrentados.
—Nosferatu —dijo Alaric, suspirando con agobio y sacando su daga—. Hace años que no me topo con uno de los de tu tipo.
Los Nosferatu eran vampiros que no habían logrado conseguir amor humano a tiempo y terminaban perdiendo lo poco que les quedaba de su frágil humanidad, condenándolos a convertirse en estas criaturas bestiales y repugnantes que solo mataban por deporte.
El monstruo rugió en cuanto fijó sus ojos rojos en Alaric porque, además de feos, eran escandalosos. Se abalanzó hacia el demonio, corriendo en cuatro patas como un vil animal salvaje. Alaric dejó que se aproximara y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo esquivó con un ágil movimiento de sus pies y enterró la hoja de su cuchilla en su pecho, siendo salpicado por la sangre de la criatura. El Nosferatu chilló de agonía y Alaric le arrancó la daga, haciéndolo trastabillar.
—Qué mala suerte —lamentó con falsedad y acercó la hoja hacia sus labios, lamiendo la sangre del monstruo. Sus ojos se tornaron enteramente carmesí y, con tan solo cerrar su mano en un puño, el Nosferatu volvió a soltar otro sollozo de dolor mientras se retorcía.
Los demonios poseían la capacidad única de controlar la sangre de todos los seres, el único requisito era probarla. Cuando controlaba los fluidos de otra criatura, por un instante se sentía una especie de dios, el maestro titiritero que controlaba todo. Soltó una carcajada seca y apretó aún más su puño hasta que el Nosferatu gritó más fuerte, escurrió sangre de cada orificio de su cabeza y por fin cayó inerte al pavimento. Su piel rugosa se resquebrajó y pronto se convertiría en cenizas.
Alaric abrió la mano y relajó el cuerpo al mismo tiempo que lo recorrió una ola de agotamiento. Se apoyó sobre sus rodillas y luego limpió un par de lágrimas de sangre que salieron de sus ojos y otra gota que escurrió de su nariz. Su poder era formidable, pero demasiado costoso.
Exhaló y se incorporó, reanudando su camino hacia el casino con más premura. No era normal ver Nosferatus en sitios como los Barrios Bajos, pues primero cualquier loco de los que vivía aquí se enfrentaba para probar su valía antes que dejar que un monstruo incontrolable como aquel rondara libre.
Sin embargo, una vez llegó a la avenida principal de la zona, se percató del caos que se había desatado en cuestión de horas. Había criaturas sobrenaturales corriendo de un sitio a otro, gritos suplicando por ayuda y los monstruos... Monstruos psicóticos que iban desde Nosferatus hasta licántropos en su fase lunar.
De inmediato se le vino a la mente el conflicto de las Sangrilas, el evento se repetía, la tragedia de cientos de criaturas sobrenaturales sucumbiendo ante Nosferatus psicóticos víctimas de unas malditas flores creadas por una bruja enloquecida.
Con la terrible excepción de que ahora no eran solo vampiros psicóticos, sino todo tipo de criaturas sobrenaturales. Lazarus sabía algo sobre esto, sobre las Sangrilas y lo que él sintió al tocarlas era solo una señal de que algo iba muy mal. Las flores habían mutado e iban a acabar con Reverse York más rápido que antes.
—Mierda —masculló.
Tiró por la borda todo su cansancio y corrió con largas zancadas hacia el casino para ir por Naila y Zaira y escapar de Reverse York lo más pronto posible, antes de que la ciudad entera se viniera abajo.
O esa era su plan hasta que fue empujado con fuerza y colisionó contra el escaparate de una tienda, recibiendo un aparatoso golpe en la cabeza que le abrió un amplio corte en la sien.
Siseó de dolor, limpiando la sangre mientras recuperaba el aliento. Frente a él había un licántropo convertido, con sus rasgos lobunos y un imponente tamaño que lo cazaba como a una presa para devorarlo vivo.
Alaric se puso en pie a punta de tambaleos, ignorando el dolor en todo su cuerpo y, en cuanto vio la oportunidad, corrió, volvió a escapar porque no podría enfrentarse a un monstruo así en sus condiciones.
Entró al casino, haciendo caso omiso a su alborotada clientela que corría despavorida de un sitio a otro. Buscó con la mirada a Naila o a Zaira y, al no encontrarlas, sintió que la sangre se le helaba en las venas, pensando que ya había sido devorada o...
—¡Alaric!
Naila estaba a unos metros de distancia, peleando contra un Nosferatu con una agilidad sorpréndete, solo digna de las de su especie. Antes de escapar del Imperio Infernal de Svatia, ella solía ser un soldado, una experta en combate... Hasta que la tragedia la arrasó. La súcubo sacó una de las dagas de Hierro Solar de Alaric, un regalo de este último, y apuñaló a la bestia en la cabeza, matándola. Alaric exhaló con un inmenso alivio y ella no tardó en aproximarse a él con largas zancadas.
—¿Kas et ocura? —preguntó.
—¿Qué está ocurriendo? —repitió, bufando—. Esta ciudad se va a la mierda, eso es lo que ocurre. —Escudriñó las proximidades—. ¿Dónde está Zaira?
Naila lo condujo hacia una de las mesas de apuestas y apartó el mantel rojo, revelando a la pequeña demonio escondida detrás de él, abrazada a sus rodillas. Zaira, con los ojos llorosos, primero se sobresaltó, pero al reconocer a su madre, se abalanzó hacia ella y Naila la estrechó con fuerza.
Alaric soltó un discreto suspiro de alivio y las miró con seriedad.
—Tenemos que salir de aquí —dijo.
Naila se incorporó, aferrándose con fuerza a la mano de su hija. Sin embargo, al dirigir su atención hacia Alaric, de repente frunció el ceño y lo señaló.
—Ets hert —dijo con un atisbo de molestia.
Le había dicho que estaba herido y Alaric sabía que se refería al corte en su sien y la forma en que cojeaba ligeramente por un punzante dolor en su costado.
—Nada que no se arregle en unas horas —aseguró—. Ahora síganme.
Naila mantuvo su firme agarre sobre Zaira y obedeció. Con la otra mano, seguía sosteniendo una daga, lista para pelear si fuera necesario.
Salieron del casino y el caos solo empeoraba, volviendo las calles cada vez más peligrosas. Alaric sabía que todas las salidas de Reverse York debían estar abarrotadas de quienes querían escapar para salvar sus vidas, pero él no era tan estúpido como para seguir a la multitud.
En cambio, sería otro tipo de estúpido, el tipo que se metería a la boca del lobo por desesperación.
Iría con Lazarus Solekosminus.
(...)
Lazarus no podía creer que Alaric estaba pisando su propiedad. ¿Qué clase de bizarro y deleznable viaje en el tiempo realizó sin darse cuenta?
—Y así es como terminé en tu "humilde" morada —relató Alaric, recargado contra uno de los estantes de libros. Miró al vampiro de reojo e hizo una mueca—. Oye, Lazarus, ¿estás escuchándome?
—Deja de llamarme por mi nombre —advirtió, dejando claro que había escuchado toda su perorata. Vio a la súcubo por el rabillo del ojo, adentrándose entre los pasillos de libreros; tenía una notable cojera y, a su lado, la pequeña demonio de cabello blanco se aferraba a su brazo—. No mencionaste quiénes son las demonios.
—Unas conocidas, ¿qué más? —replicó. Cuando se trataba de Alaric Laith, todo tenía una razón de ser, pero seguía siendo tan elusivo como antes, tan mentiroso.
Lazarus sintió un dejo de enojo al recordar su traición, la manera en que le declaró su odio y estuvo a punto de matarlo aquella noche lluviosa.
«¡ALARIC!»
Al final él fue quien ganó, soltó su pistola para hacerse con la daga del demonio y le hizo un profundo corte en su ojo izquierdo, dejándolo medio ciego.
Nunca olvidaría el sollozo de agonía que salió de la boca de Alaric así como tampoco podría sacarse de la cabeza la imagen de sus manos manchadas de la sangre del hombre a quien solía amar.
Cerró los ojos detrás de sus gafas, no dándole más espacio a las memorias lastimeras y volvió a abrirlos solo cuando escuchó a Alaric mascullar.
—Carajo...
Lazarus giró la cabeza hacia Alaric, viendo cómo pasaba los dedos por la sangrante herida en su sien con una expresión de molestia.
—Sigues sangrando —señaló. Además de que ensuciaría, el olor a sangre de demonio era más potente, más... atrayente.
—Esto no es nada, y lo sabes —refutó, levantando la ceja por donde atravesaba la cicatriz en su ojo.
A Lazarus no es que le generara gusto ver esa marca indeleble en su rostro, no era un recordatorio placentero y mucho menos algo de lo que se sintiera orgulloso.
Se arremangó las mangas de su camisa negra y se aproximó a Alaric.
—Déjame ayudarte —se supone que debía ser una petición, pero su tono severo lo hacía sonar como una orden.
Alaric entornó los ojos.
—¿Y arriesgarme a que me des un balazo en la cabeza? —Esbozó una sonrisa cínica—. Claro que no, Solekosminus. No soy tan idiota.
Lazarus estaba siendo atraído por el olor de la sangre proveniente de su herida, sintiendo cómo sus colmillos sobresalían más de sus encías. Cerró toda la distancia entre ambos, colocó una mano en el hombro de Alaric y lo acorraló completamente contra el estante en el que estaba recargado. Desenfundó su revólver y lo colocó contra la cabeza del demonio.
—Esto puedo hacerlo cuando yo quiera —amenazó.
Alaric amplió los ojos, repletos de una excitación insana.
—Entonces dispara —tentó—. Hazlo y acaba con esta guerra entre nosotros de una vez por todas.
Lazarus no permitió que ninguna de sus emociones se filtrara por su expresión, se mantuvo impertérrito mientras colocaba el dedo en el gatillo... y lo apretaba.
Alaric se tensó por reflejo, pero ninguna bala atravesó su cabeza. De hecho, el gatillo ni siquiera pudo ser presionado pues tenía puesto el seguro.
Lazarus conectó su monótona mirada con la de Alaric, bajó la pistola y, en su lugar, lamió su pulgar para después pasarlo por el corte en la sien del demonio, curándolo.
Alaric no pronunció ni una palabra, solo observaba fijamente a Lazarus con una actitud casi retadora. Parecía que disfrutaba esta cercanía y que buscaba tentarlo para que cayera rendido otra vez. Lo confirmó cuando su boca se torció ligeramente en una sonrisa ladina.
Lazarus jamás se dejaría intimidar por Alaric, por lo que pasó su pulgar con los restos de sangre por sus pálidos labios y los lamió, gozando su dulce sabor como si se tratara de un manjar.
Alaric solo agrandó más su sonrisa, encontrando placer en este retorcido juego entre ambos. Levantó una mano y cuando parecía a punto de tocar el rostro de Lazarus, fueron interrumpidos por alguien azotando la puerta de la biblioteca de súbito.
Era la bruja, Blair Bellanova, haciendo una mueca de asco al presenciar la íntima escena entre el vampiro y el demonio. Lazarus de inmediato notó el maquillaje corrido en su rostro como si hubiese estado llorando y ahora solo la hacía ver más demente de lo que ya estaba. Observó aquello y también escuchaba con claridad los acelerados latidos de su corazón y su respiración errática. Había corrido hasta aquí.
—Me da tanto orgullo interrumpir sus momentos, pero demasiado asco tener que presenciarlos —espetó entre sus apretados dientes que formaban una sonrisa descompuesta. Cerró la puerta a sus espaldas y entró a la biblioteca con pasos lentos—. ¿Vuelves a fraternizar con demonios, Solekosminus?
Lazarus de inmediato se apartó de Alaric, dejándolo libre de su acorralamiento. El demonio solo frunció el ceño al ver a Blair.
—¿Qué acaso esta no es la bruja que creó las Sangrilas? —interrogó.
—¡Ah, pero claro! —exclamó Blair, levantando los brazos sobre su cabeza y solo cuando hizo eso el detective vampiro vio la carta de Arcana que sostenía entre sus dedos. Era la carta de la muerte—. Ya decía yo que ese putrido hedor me resultaba familiar. Tú eres el maldito demonio que ayudó al detective a atraparme. Parece que también tengo una deuda contigo, ¿eh?
—Maníaca de mierda —siseó Alaric, desenfundando su daga.
Lazarus sabía que Alaric jamás tendría oportunidad si se enfrentara a Blair Bellanova mientras esta última utilizaba una carta de Arcana. Mucho menos la más poderosa de su baraja y la que un precio más alto le exigiría. ¿Qué la había llevado a querer cometer un acto tan estúpido como aquel?
—¿Quieres morir? —preguntó Blair, posicionado la carta frente a ella.
Alaric, otro imbécil, le siguió el juego sin siquiera detenerse a pensar en las consecuencias.
—Adelante, bruja.
La súcubo estaba a unos metros de distancia, sosteniendo una daga en su mano a manera de seguro, pero limitándose a ver el preámbulo de pelea con aburrimiento. De seguro estaba acostumbrada a las idioteces de Alaric. Lazarus compartía el sentimiento, pero a diferencia de ella, su tolerancia era nula en estos momentos.
Sacó ventaja de la velocidad aumentada que poseía y le arrebató la daga y la carta de Arcana a ambos. Una se hallaba en un estado rayando en lo maníaco y el otro herido y débil. Ni siquiera tuvo que esforzarse.
—¡Maldito Solekosminus! —bramó Blair, con su cabello cayendo sobre su rostro.
Alaric se limitó a hacer un mohín.
—Odio ese truco —murmuró.
—Dime qué haces aquí y por qué estuviste a punto de cometer la insensatez de utilizar esta carta a sabiendas de que podría matarte —ordenó a Blair, agitando la carta en el aire—. Contesta y te la regreso. De lo contrario... La destruyo.
La bruja bufó.
—No sabrías cómo.
—Mira a tu alrededor, tengo siglos de conocimiento en estos estantes —Entornó los ojos tras sus gafas y bajó el tono de su voz—. ¿Acaso quieres una demostración?
Blair estaba fúrica, con las manos hechas un par de puños tan apretados que se estaba dejando marcas en la piel. No obstante, se obligó a carcajearse, un sonido seco y ronco que podría desgarrar su garganta.
—Mi abuela está muerta, detective —confesó—. Alguien la asesinó.
—¡Ja! Una menos —se mofó Alaric.
Pero el vampiro en cambio arrugó las cejas. Selma Bellanova era una sino es que la bruja más poderosa de Reverse York, el único que pudo haberla matado era...
—La policía dijo que murió quemada, pero por supuesto que no fue así. La atacaron, una bestia, pero algo me dice que no fue un simple Nosferatu, sino algo peor, algo como el padre de lo monstruoso. —Comenzó a cerrar la distancia entre ella y Lazarus con pasos amenazantes—. Juraría por mi vida que tu querido padre fue el responsable.
Lazarus sintió un ligero escalofrío recorrerlo ante la mención de ese monstruo.
—¡¿Tu padre?! —exclamó Alaric entonces, ampliando los ojos—. Hablas del...
—¿Tú también lo sabes? —inquirió Blair y chasqueó la lengua—. Una razón más para matarte.
Lazarus no tardó ni un minuto en unir todos los puntos en su cabeza: el súbito despertar de su padre; el asesinato de Selma Bellanova, la única bruja viva que puede rastrearlo sin importar a donde vaya; y, por supuesto, la pandemia de Sangrilas que estaba desatándose en esos precisos instantes.
De pronto se le vino una frase a la cabeza: «El vórtice de sangre».
Se dio la media vuelta, ignorando los llamados de Blair y Alaric y se adentró a los pasillos de la biblioteca, rebuscado entre los libros con ímpetu. Dejó caer la daga y la carta como si no le significaran nada una vez se topó con el escrito que buscaba.
Se hizo con un delgado libro cuya pasta dura color roja opaca estaba resquebrajada y desgastada, sin embargo, en medio de la portada todavía era visible el título escrito con letras plateadas, despintado, pero legible.
—El vórtice de sangre —leyó la voz de Lucas a su oído—. Lo recuerdas, ¿no es así?
Sí, lo recordaba perfectamente. Se trataba de una antigua estrategia de guerra y conquista con el título de "El vórtice de sangre", pero más allá de conocer el contenido de las páginas como la palma de su mano, estaba familiarizado con quien había llenado las páginas con su puño y letras.
En la primera página, amarillenta y manchada, se podía leer en pequeño, justo en la esquina: El Padre Común.
«Recuérdalo, hijo mío». Solía decir su padre con ese mismo libro en sus manos. «El verdadero rey surgirá, las fortalezas se derrumbarán y el caos reinará».
Claro, todo tenía sentido ahora. Las tragedias no eran coincidencias, sino los tres requisitos base para desencadenar el vórtice.
El rey surgiendo era el Padre Común despertando de su prolongado sueño, el derrumbe de la fortaleza era la muerte de Selma Bellanova y el caos era la pandemia de Sangrilas.
Lazarus sabía que esto iba a empeorar, que este desastre era el adelanto de algo solo comparable con una pesadilla.
«Carajo». Pensó y sacó el celular de su bolsillo, buscando frenéticamente entre sus contactos.
—¡Oye, Solekosminus! —llamó Blair, recogiendo su carta del suelo y acercándose junto con Alaric—. Por si no te diste cuenta, vine aquí a matarte y el hecho de que me estés ignorando solo me dan ganas de hacerte sufrir más.
—Concuerdo con la bruja, ¿qué diablos te pasa, Lazarus? —indagó Alaric, levantando su daga y riendo entre dientes—. ¿Es por qué papá está de vuelta?
Lazarus marcó un número y colocó el teléfono a su oído, siendo su llamada respondida casi al instante.
—¡Lazarus! —exclamó la voz del comandante de la policía—. ¡¿Dónde diablos estás?!
—Las Sangrilas están en todo Reverse York y viene una pandemia incluso peor que la primera —advirtió Lazarus son un tono severo—. Evacúen a cuantos puedan. Esto no se detendrá.
—¡¿Ya sabes qué ocasionó esto?! —preguntó con urgencia y Lazarus escuchó cómo maldecía al otro lado de la línea—. ¡Maldita sea no podemos ponernos en contacto con el alcalde!
—Yo me encargaré de eso —dijo Lazarus con premura—. Sawyer, quiero que me escuches bien. Reverse York va a caer, toda la Sociedad Ulterior lo hará poco a poco. Haz lo que te digo, saca a cuantos puedas de aquí y pónganse a salvo.
—¿¡Lazarus de qué mierda...?!
La llamada se cortó de golpe, dejando solo un agudo pitido atrás.
Cerró la tapa del teléfono y volvió a guardarlo en el bolsillo de su pantalón. Tenía que ir por el alcalde antes de que el Padre Común lo asesinara, después de todo, Reverse York no tenía una sola fortaleza, su líder era otra.
—No salgan de aquí —advirtió a Blair y Alaric.
—¿Crees que soy idiota? —inquirió Alaric, buscando a la niña demonio con la mirada—. Ni aunque quisiera podría largarme.
—El mundo se va a la mierda y solo sobreviviremos nosotros. —Blair colocó el dorso de su mano en su frente en un exagerado gesto dramático—. Qué tragedia que seré yo quien mate a mis únicos compañeros en el apocalipsis.
—Ya cállate, bruja —espetó Alaric—. Ahorra la saliva.
Lazarus subió las gafas por su tabique y mordió su mano con fuerza para derramar un considerable chorro de sangre en el suelo. Pensó en la locación a donde quería ir, la oficina de Astor Amadeus. El torrente sanguíneo se abrió ante él y antes de permitir que alguna de sus indeseadas visitas hiciera otra pregunta, su cuerpo se disolvió en el líquido carmesí y se reconstruyó en la locación deseada.
Había salpicaduras de sangre en su ropa por la rapidez de su viaje, pero su atención estaba demasiado puesta en su objetivo como para importarle. El último piso del edificio estaba solitario y oscuro, el escritorio de la asistente de Astor vacío y la puerta de este último cerrada.
Se aproximó con pasos cautos y, cuando giró la manija, se sorprendió al encontrarla sin llave. Abrió la puerta de un lento movimiento para no hacer ruido y, dentro de la oficina, se encontró con un Nosferatu devorando lentamente a Astor Amadeus.
La bestia le mordía el cuello y había copiosos charcos de sangre debajo de él y en toda su ropa. Supo que seguía vivo cuando los ojos de Astor se enfocaron brevemente en él e intentó levantar una mano, pidiendo ayuda.
Lazarus se percató de que el Nosferatu solía ser la asistente de Astor, reconociendo restos de su ropa y un muy ligero olor al perfume que ella utilizaba. La forma en que consumía sangre frenéticamente hace un rato no era por ser una vampira recién transformada, sino un síntoma de las primeras fases de las Sangrilas.
Sabía que Astor no tendría salvación, estaba al borde de la muerte, el Nosferatu a punto de devorarlo a tal punto que ni su poder curativo lo ayudaría. Lazarus sacó el revólver y lo apuntó hacia la cabeza de la bestia, disparando antes de que se percatara de su presencia.
Cayó muerta, soltando el cuerpo de Astor y comenzado a deshacerse en cenizas blancas.
Lazarus se aproximó a Astor, quien respiraba con debilidad y no podía ni pronunciar palabra por la sangre que salía de su garganta y su boca. No se inmutó por ello y se sorprendió al no sentir ni un ápice de pena. Volvió a cargar un bala en su pistola, le apuntó al corazón... Y lo mató.
—Cada vez más parecido a tu padre. —Escuchó la voz de Lucas junto a él.
Lazarus lo ignoró, lo hizo porque sabía que tenía razón.
Esquivó el cuerpo de Astor y se aproximó al gran ventanal en su oficina, asomándose por este y presenciando el caos que se desataba en las calles además del ambiente que parecía estar tintado de sangre por una nube roja causada por el polen de las Sangrilas.
Volvió a abrir un Torrente Sanguíneo y se transportó de regreso a la biblioteca en donde Alaric y Blair lo esperaban. Los miró a ambos con seriedad, y sentenció:
—Reverse York ha caído ante el Vórtice de Sangre.
¡Al fin se revela qué es el Vórtice de Sangre! Me pregunto que hará este trío en donde sus miembros claramente se agradan entre sí 😈
¡Muchísimas gracias por leer! 🩸
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