🩸 Capítulo 10. Nostalgia
Viktor Zalatoris llevaba una vida envidiable.
Un hogar, un trabajo, una pareja que amaba y viceversa. Era el promedio y la estabilidad que los humanos detestaban por falta de emoción, pero los monstruos como él anhelaban en busca de tranquilidad en su impredecible inmortalidad.
Hace poco terminó su incompleto entrenamiento de Verdugo y ahora ejercía como tal. Cazaba Nosferatus, se encargaban de vampiros problemáticos y en general disfrutaba de los beneficios de alguien en su posición. La atención y las alabanzas que los de su clase recibían por verlos como una especie de salvadores era algo que le generaba un inmenso placer.
—¡Zalatoris! —gritó alguien, alguien enojado. No le prestó atención.
Estaba más enfocado siendo venerado por la bruja que había reportado un Nosferatu en Nueva York. Si algo había aprendido en el tiempo que llevaba viviendo en esta ciudad, es que los avistamientos de estas bestias sanguinarias eran casi una norma.
—¡De verdad me salvaste la vida! —exclamó la bruja; era joven, con una llamativa cabellera pintada de violeta y un sombrero de punta con estrellas.
—Es lo que mejor se me da. —Le guiñó el ojo—. Así que, si un día necesitas ayuda, ya sabes a quién acudir.
La bruja se sonrojó con una sonrisa juguetona en su rostro y asintió.
—Muchas gracias.
—¡¿Qué estás sordo, Zalatoris?! —insistió la voz enfadada. Por supuesto que Viktor sabía a quién le pertenecía y, para ser honesto, eso solo hacía que le pareciera más fastidiosa.
Rodó los ojos —tal como el chico con el que vivía y le había contagiado la mala costumbre—, y suspiró.
—Discúlpame, ya puedes retirarte. Lamentablemente, tengo un compañero agotador al cual atender —se excusó con la bruja, dedicándole una cordial sonrisa, y le dio la espalda para encarar al otro vampiro—. ¡Lugosi! ¿Qué te trae por aquí y por qué no me da gusto verte?
Era Eriante Lugosi, otro Verdugo como él, su compañero obligatorio asignado por Rhapsody mientras realizaba sus primeros trabajos para, en sus palabras, «mantenerlo vigilado».
—¿Por qué diablos te desapareces de mi vista? —preguntó Lugosi con un tono autoritario.
Viktor nunca fue afín a Lugosi, y menos ahora que este vampiro cara de niñato le daba órdenes a diestra y siniestra. No era lo suyo.
—Es que tú me pierdes de vista, Lugosi. —Se encogió de hombros—. No es mi culpa que seas tan lento.
Lugosi peló los dientes, mostrando los colmillos.
—¡¿Qué fue lo que dijiste?!
Viktor esbozó una sonrisa ladina.
—¿Acaso tú sí estás sordo? —inquirió con la mera intención de molestarlo, era tan fácil como quitarle un caramelo a un mocoso—. Te lo puedo repetir si quieres, no hay problema.
—¡Vete al infierno, Zalatoris!
A decir verdad, ahora se contenía mucho más con Lugosi que en los viejos tiempos, pero no porque le agradara, sino porque era el novio de Emma y a ella sí la quería. Además, según ella y Dorian, tanto él como Lugosi eran muy parecidos.
—Parecen sacados del mismo molde —decía Emma.
—Sí, igual de arrogantes. Con razón chocan tanto, ninguno quiere compartir el reflector —añadió Dorian.
En ese entonces, Viktor se sintió profundamente ofendido. De hecho, seguía sintiéndolo como una especie de ataque personal. Pero como tenía que mantener la compostura por el bien de sus vínculos afectivos...
—Bien, ya, lo siento —se disculpó con Lugosi, quien solo le dirigió una mirada de indignación—. No me mires así, no eres fácil de digerir.
—Deberías verte en un espejo, Zalatoris.
—No puedo verme en un espejo —refutó, bufando.
—¡Es una expresión!
Viktor sonrió y lo señaló.
—Solo estás celoso de que la gente me quiera más a mí que a ti. —Le dio una palmada en el hombro—. Tranquilo, tú también tienes tus encantos. Menos que yo, pero los tienes.
Lugosi imitó su sonrisa burlona, pero con un toque tenso y algo perturbador.
—Juro que voy a...
Viktor levantó una ceja.
—¿Vas a...?
El vampiro más joven se carcajeó.
—Oh, sí, voy a decirle a Dorian que estás coqueteando con otros en el trabajo.
—Creo que confundes los modales y cordialidad básica con coqueteo, y de ahí surgen muchos de tus problemas. ¡Hemos encontrado la raíz! —exclamó antes de echarse a reír. Se limpió una lágrima con un dedo y volvió a mirar al enojado Lugosi, dejando todo su tono burlesco de lado y tornándose serio—. Jamás me atrevería a hacerle ningún tipo de daño a Dorian. Ni en un millón de años.
Lugosi parecía a punto de refutar, pero fue cortado de súbito por una amortiguada melodía que provenía del celular de Viktor, su tono era una de las canciones de Vampire Kiss. Lo sacó del bolsillo interno de su abrigo de Verdugo y contestó.
—Habla Viktor.
—Eso espero, este es tu contacto —respondió la voz de Rhapsody al otro lado de la línea.
Viktor apartó el teléfono de su oreja y miró el número en la pantalla. No tenía contactos registrados porque todavía no se acostumbraba del todo a conservar un solo celular y no desecharlo en cuanto se le acababa la batería.
—Hola, maestra, siempre es un gusto oírla. —Volvió a colocar el dispositivo en su oído.
Lugosi lo miró con el ceño fruncido y Viktor formó la palabra «jefa» con sus labios. El otro vampiro lo entendió de inmediato.
—¿Dónde estás ahora? —interrogó Rhapsody.
—En Nueva York con el niñero que me asignó a la fuerza —respondió.
—Es un alivio escuchar eso —dijo ella con un tono que había perdido algo de su usual monotonía.
—¿Lo es? —preguntó, arrugando las cejas—. Vamos, no es para tanto, no soy tan problemático.
—No lo digo por ti, Viktor. —Exhaló con hastío—. Lo digo por Reverse York. La ciudad se ha vuelto un caos. Es mejor que no estén aquí.
Ante esas palabras, Viktor se tensó y también Lugosi, quien ahora estaba escuchando la conversación.
—¿Qué está ocurriendo allá? —indagó Viktor.
—Al parecer hay un brote de Sangrilas, uno peor que su predecesor —explicó la vampira ancestral—. La ciudad se encuentra en alerta máxima, hay monstruos psicóticos por doquier y las salidas al Mundo Superior están abarrotadas por aquellas criaturas que sí pueden ocultarse entre mortales. También, según la información que he recibido, el alcalde está muerto.
Viktor abrió los ojos de par en par. Esto no era solo un caos, parecía el apocalipsis.
—¿No deberíamos estar haciendo algo al respecto? —inquirió—. ¿Exterminando a los Nosferatus o...?
—No —zanjó Rhapsody, cortante—. Ni se les ocurra regresar. Ni siquiera podrían, la ciudad está cerrada.
Viktor se aferró al celular con fuerza.
—Pero...
—Viktor —interrumpió otra vez—, quiero que se queden allá y me informen en caso de que el problema se expanda. Además, quiero que vigilen a sus Anomalías Prohibidas. Lo menos que necesitamos es que criaturas tan bizarras sufran brotes psicóticos.
Viktor no estaba del todo de acuerdo con quedarse de brazos cruzados esperando que los demás resolvieran el conflicto; no obstante, Rhapsody tenía razón. Él tenía algo más importante que proteger.
—De acuerdo, eso haremos —cedió, intercambiando una mirada furtiva con Lugosi.
—Una última cosa —añadió su maestra—. ¿Sabes dónde está Carmilla?
—Muy lejos de aquí, si es lo que le preocupa —aseguró. Lo último que supo de su mejor amiga es que había adquirido una cabaña con Nicte en una campiña en Inglaterra, cerca de donde ella solía vivir cuando era humana. Ni siquiera estaban en el mismo continente—. Está a salvo.
Juró escuchar un suave suspiro por parte de Rhapsody. Al final, más allá de todo, quería asegurar la supervivencia de sus dos protegidos, a aquellos que veía casi como sus hijos.
—En ese caso, cuídate, Viktor —pidió ella.
—Usted también, maestra.
Colgó la llamada y se enfocó en Lugosi, quien parecía seguir alarmado por lo que acababa de escuchar. No era poca cosa, la Sociedad Ulterior más grande América, una de las más importantes del mundo, a punto de extinguirse.
—Ya lo oíste —dijo Viktor, manteniéndose tranquilo—. Ve a buscar a Emma y cuídala. ¿Entendiste?
Lugosi asintió con lentitud, apenas saliendo de su estupor.
—Sí, eso haré. —Frunció el ceño y volvió su mirada a Viktor—. ¿Por qué de pronto tú me estás dando órdenes a mí?
Viktor esbozó una sonrisa presuntuosa.
—Bueno, pues porque soy Viktor Zalatoris.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Soy mejor que tú.
—Hijo de...
—¡Cumple con las órdenes, Lugosi! —acotó Viktor con una exclamación mientras caminaba hacia un callejón.
—¡¿Y ahora a dónde vas?!
—¡Ya te lo dije, a cumplir órdenes!
En los últimos tiempos, para ser específico desde que conoció a Dorian y atravesó un infierno antes de encontrar un poco de paz, Viktor había aprendido a ver el lado positivo de cualquier adversidad. Así que, en lugar de pensar en la inminente perdición, pensaría en que tenía una excusa perfecta para estar en casa con la persona que más amaba.
Se transportó a través del Torrente Sanguíneo hacia la calle en donde se encontraba su edificio, y se le formó una discreta sonrisa en los labios al ver las luces encendidas en su departamento.
Subió a su piso, abrió la puerta y colgó su abrigo en el perchero junto a esta.
—¡Dorian! —llamó.
No recibió respuesta. Arrugó la frente y se encaminó hacia la sala con un poco más de prisa de lo normal.
Sin embargo, soltó una discreta exhalación al ver a Dorian sentado en el suelo junto al sofá, con audífonos puestos y tocando la guitarra mientras tomaba notas. Seguía trabajando en nuevas canciones para su banda, cada vez crecían más en popularidad.
Viktor se aproximó con cautela, se colocó detrás de Dorian sin que este último se percatara, y se inclinó hacia abajo para abrazarlo por la espalda y darle un suave beso en el cuello.
Dorian no se sorprendió por ello, sino que esbozó una ligera sonrisa y volteó a ver a Viktor a los ojos.
—Ya sabía que estabas aquí —aseguró, quitándose los audífonos—. Sentidos agudizados de vampiro, ¿recuerdas?
Viktor se sentó junto a Dorian en el piso y levantó el dedo índice.
—Corrección, un tercio de vampiro.
Dorian rodó los ojos con un rastro de divertimento, y dejó la guitarra de lado.
—Es lo mismo —afirmó, acunando el rostro de Viktor con una mano para acercarlo y darle un pequeño beso en los labios—. ¿Qué tal el trabajo?
—Definitivamente no tan bueno como esto. —Viktor lo besó con más fervor, saboreando un atisbo de sangre en su boca—. Por el lado bueno, tendré vacaciones por un rato.
Dorian se separó de Viktor y lo miró con desaprobación.
—No me digas que ya te despidieron, Viktor.
—¡Claro que no! —exclamó—. Reverse York se está viniendo abajo, así que Rhapsody me ordenó quedarme en el Mundo Superior y cuidar de mi querida Anomalía.
Dorian se tensó como un cable estirado.
—¡¿Cómo que Reverse York se está viniendo abajo?! —preguntó.
Viktor le relató lo que su maestra le había contado. No tenía toda la información, pero era suficiente con mencionar a las Sangrilas para saber que era algo grave, una pandemia incluso peor que la de hace unos años.
—¡¿Qué hay de Elay y Roderick?! —exclamó Dorian, poniéndose en pie con premura y buscando algo con la mirada—. ¡¿Dónde mierda dejé el teléfono?!
Viktor lo siguió, incorporándose también. Tomó a Dorian del brazo antes de que se alejara y conectó sus ojos.
—Tranquilo, les avisé antes de venir hacia acá —aseguró—. Elay logró salir de Reverse York antes de que cerraran las grietas y Rod no estaba allí.
Dorian exhaló con alivio, masajeando sus sienes.
—Vampiro tonto, ¿por qué diablos no empezaste por ahí?
—Primero que nada, ¿tonto?; segundo, ¿no crees que necesitas un corte? —Sonrió, colocando un mechón del cabello de Dorian detrás de su oreja. Le había crecido bastante en este tiempo y ahora casi alcanzaba sus hombros—. No es que me queje; de hecho, me gusta.
Dorian hizo un mohín.
—Reverse York está a punto de perecer... ¿Y a ti solo te importa mi cabello?
En realidad, Viktor solo buscaba distraerlo. No quería que Dorian se angustiara por esto, de hecho, no quería que se preocupara por nada. Todavía le pesaba haberlo hecho atravesar algo tan horrible con Matthias hace un año, algo que casi le arrebata absolutamente todo. Lo único que deseaba para Dorian es que tuviera una vida feliz y tranquila.
—Oye, escúchame. —Se aferró a sus mejillas, su piel era incluso más pálida que antes—. Todo estará bien, ¿de acuerdo? Nosotros, tus amigos, tu familia, nada cambiará. Esto no nos afecta.
Dorian desvió los ojos por un momento, pensando, tal vez sintiendo algo de lástima. Acabó soltando un discreto suspiro y, al volver su mirada hacia Viktor, asintió y colocó su mano sobre la de él.
—Tienes razón —concedió—. Esto no nos involucra.
Viktor amplió su sonrisa y luego vio la mano de Dorian. En el dedo anular siempre llevaba el anillo de plata con el que le había pedido compromiso... O algo así.
—¿Y cuándo será la boda? —preguntó, tomando la mano en donde portaba la sortija.
Dorian se tornó nervioso ante la pregunta.
—¿Boda? —vaciló—. Pensé que había sido algo simbólico. No necesitamos una fiesta o...
—Espera —acotó Viktor y enarcó una ceja—. ¿Eso quiere decir que ya eres mi esposo y ni siquiera lo sabía?
Dorian lo miró con nerviosismo.
—No, de hecho, yo...
Fueron interrumpidos por un par de golpes en la puerta. Viktor de inmediato se separó de Dorian, colocándose frente a él. No es que fuera paranoico, pero prefería prevenir.
—¿Quién es? —preguntó Dorian, igual de tenso.
Viktor agudizó el oído y escuchó un par de voces afuera del departamento. Una de ellas le era familiar, para bien y para mal.
—Espera aquí —pidió a Dorian y se dirigió hacia la puerta. Por lo general no tenía ningún problema con las visitas, por el contrario, las disfrutaba, pero en esta ocasión y con este sujeto en particular pocas veces significaba algo bueno.
Abrió la puerta y, tal como esperaba, se encontró frente a frente con el serio semblante del detective vampiro de Reverse York, Lazarus Solekosminus; detrás de él, la desquiciada Blair Bellanova a quien le debían la vida y, un poco más atrás, un chico mal encarado que no reconocía y una niña de particular cabello incluso más claro que el propio.
—Necesito un favor, Zalatoris —dijo Lazarus con ese tono ominoso que tanto le ponía los nervios de punta.
No obstante, Viktor no permitió que sus temores se filtraran. Cruzó los brazos sobre su pecho y recargó un hombro contra el marco de la puerta.
—Lazarus Solekosminus —recibió—. Qué raro verte por aquí, detective, y no es por ser descortés, pero si me traes malas noticias o me pides un favor loco, creo que te cerraré la puerta en la cara.
Lazarus bajó las gafas por el tabique de su nariz y restregó sus ojos. Solo entonces, Viktor notó que estaba mojado, todos excepto la bruja. ¿En qué estaba metido esta vez?
—No es nada descabellado —aseveró el detective y miró de reojo a la niña de cabello blanco—. Necesito que tú y Welsh le den refugio a esta niña por un tiempo.
Viktor se tornó boquiabierto sin siquiera pretenderlo.
—Te dije que no me daba buena espina —dijo el otro tipo que venía con Lazarus, quien negó con la cabeza y se quitó el ridículo gorro que llevaba puesto, revelando unos cuernos.
«¡¿Un demonio?!» Pensó Viktor, más alarmado.
La niña que le pedían que cuidara imitó al demonio y se quitó su propio gorro. También tenía unos pequeños cuernos negros entre los contrastantes mechones claros.
«¡¿Dos demonios?!»
No sabía qué decir. Esta era la clase de situaciones que ocurrían en sueños, o mejor dicho, pesadillas. Era tan bizarro que no podía ser real.
—Debes estar bromeando, Lazarus —dijo, apenas recomponiéndose.
Blair Bellanova se carcajeó con disfrute.
—Eso quisieras, chico lindo —se burló.
—Oye, Viktor. —Dorian se acercó, y aunque al vampiro platinado se le cruzó la idea de cerrar la puerta para que no viera este desastre, no se decidió a tiempo—. ¿Lazarus?
Lazarus miró a Dorian y lo saludó con un asentimiento de la cabeza.
—Welsh —dijo. Viktor siempre sintió que al detective le agradaba más Dorian, aunque se conocían mucho menos.
Dorian observó a los tres raros ante su puerta y arrugó las cejas.
—¿Qué está ocurriendo? —indagó.
—Dori... —Viktor intentó interferir, pero Lazarus se le adelantó.
—Le decía a Zalatoris que necesito un favor —explicó—. Me imagino que ya están al tanto de la situación en Reverse York, por lo que debo pedirles que le den refugio a esta niña mientras nosotros resolvemos el problema.
Dorian relajó su expresión y volteó a ver a la niña. Todavía era un novato en cuanto a la Sociedad Ulterior y criaturas sobrenaturales, por lo que en lugar de alarmarse como cualquier otro monstruo común y corriente al ver un demonio, le dedicó una suave sonrisa.
—¿Y quién es ella? —preguntó.
—Una demonio, eso es lo que es —replicó Viktor.
—Viktor —reprendió Dorian entre dientes.
En cambio, el otro demonio empujó a la niña detrás de él y confrontó a Viktor.
—¿Tienes algún problema con los demonios, chupasangre?
—Oh, al fin algo de acción —dijo la bruja.
Viktor frunció el entrecejo y encaró al demonio con la misma animosidad.
—Tal vez, ¿algún problema con los vampiros, gusano del averno?
—Viktor, ya basta. —Dorian lo tomó del brazo para jalarlo hacia atrás y se colocó adelante, con su atención puesta en Lazarus—. ¿Exactamente qué es lo que está pasando en Reverse York?
El detective subió sus gafas rojas por el tabique de su nariz.
—Alguien desató el caos en Reverse York, mutaron las Sangrilas, generaron una pandemia y mataron a las figuras de poder de la ciudad —explicó—. Creemos que el culpable es...
—El Padre Común —completó Blair, haciendo un movimiento desdeñoso con la mano—. Sí, sí, así como lo oyen, todo un horror. —Rodó los ojos y, aprovechando la sorpresa de Viktor y Dorian, los empujó para entrar al departamento a sus anchas—. ¿Tienen algo de comer por aquí?
—¿El Padre Común otra vez? —preguntó Dorian en voz baja, como si fuera a invocarlo solo con pronunciar su nombre—. Por favor no me digas que El Salvador también regresó.
—No, él está muerto —contestó Lazarus—. El Padre Común, en cambio...
—Pensé que te encargarías de él —zanjó Viktor, colérico—. ¡Dijiste que tú lo vigilarías!
No podía evitar sentirse furioso. Ya había sido más que suficiente lidiar con Matthias; no necesitaba al Padre Común interfiriendo en la poca tranquilidad que acababa de adquirir. Pero, sobre todo, y lo que no se atrevía a admitir, es que estaba aterrado. Aterrado por Dorian, por todos sus seres queridos. Esto solo podía terminar de una manera, y ninguna era grata.
En cambio, Lazarus, tan imperturbable como de costumbre, se limitó a entornar los ojos ante la reacción de Viktor.
—Sé lo que dije y, como se los prometí en aquel entonces, yo me encargaré de resolver este problema —aseveró—. Voy a cumplir con mi palabra. Ustedes no tienen que hacer nada al respecto.
Viktor bufó con sarcasmo.
—Excepto cuidar a una demonio.
—Créeme, no necesito tus favores, vampiro —siseó el demonio y miró a Dorian con el mismo desdén—. ¿O debería decir vampiros? En plural.
Viktor sentía que estaba perdiendo la calma.
—¿Cuál es tu problema?
—¡Ja! ¿Quieres una lista?
—Suficiente —interfirió Lazarus, reprendiendo al demonio—. No encontrarás a nadie más en esta ciudad que puedan cuidarla tan bien como ellos dos.
—¿Qué tan idiota crees que soy, Solekosminus? —inquirió—. ¿En serio crees que voy a dejarla con un par de vampiros que no conozco? Malditos chupasangre, creen que todo es tan sencillo...
—No soy un vampiro —interrumpió Dorian, ganándose la atención del demonio—. Al menos, no uno completo. Soy una Anomalía, una Anomalía Prohibida.
—Dorian... —Viktor intentó detenerlo, pero Dorian lo ignoró y dio un paso hacia el demonio.
—No sé mucho sobre demonios, pero sí lo suficiente para saber que son repudiados por otras criaturas sobrenaturales —continuó—. Sé cómo se siente eso, tener a todos en tu contra y sentir que no puedes confiar en nadie.
El demonio cruzó los brazos.
—¿Y cuál es tu punto?
—Mi punto es que quiero ayudarlos —respondió—. Mi nombre es Dorian y este de aquí es Viktor. No tenemos malas intenciones y sabemos mejor que nadie lo peligroso que es el Padre Común. Viktor es un Verdugo y yo un tercio de Banshee. No somos normales, y eso significa que podemos protegerla.
Viktor no estaba de acuerdo con ello, pero admiraba demasiado la empatía de Dorian, ese lado humano que siempre estaba tan presente dentro de sí, así que se tragó sus quejas y simplemente decidió confiar en el juicio del chico al que amaba.
El demonio se relajó un poco, aunque su expresión desconfiada persistió hasta que miró a Lazarus. El detective negó con la cabeza.
—No existe mejor protección en el Mundo Superior —aseguró Lazarus.
El demonio volvió a escudriñar a Viktor y Dorian, como si solo con esto fuese capaz de definir si eran confiables o no. Al final, exhaló y descruzó los brazos, bajando sus barreras.
—Bien, de acuerdo —cedió a dudas penas y se movió para dejar que la niña demonio se acercara—. Pero si algo le pasa...
—¿Nos matas? —inquirió Viktor con una sonrisa burlona—. Busca algo más original.
El demonio lo fulminó con sus ojos, o más bien, con el único ojo saludable que tenía. Viktor continuó riéndose a sus expensas hasta que notó a la demonio. Parecía asustada y, de repente, se sintió culpable por recibirla con tanto temor. Solo era una niña.
Por fortuna, Dorian tenía experiencia lidiando con niños al haber ayudado en la crianza de su hermana menor. A diferencia de Viktor, él sonrió con calidez y se acuclilló para estar a su nivel.
—Hola —saludó con un tono suave—. ¿Estás bien? ¿Cómo te llamas?
El demonio sacudió la cabeza.
—No te responderá, no habla su...
—Zaira —respondió la niña, tomando por sorpresa a su cuidador e incluso a Viktor. Su voz era delicada, como un susurro.
—Un gusto, Zaira —dijo Dorian y se señaló a sí mismo—. Yo soy Dorian, y este de aquí es Viktor. Nosotros te cuidaremos un tiempo, ¿de acuerdo?
La niña asintió con lentitud y Dorian extendió su mano para revolverle el cabello entre sus cuernos. Se incorporó y le ofreció una mano.
—Ven, vamos a secarte. Estás empapada —dijo, echando un vistazo a Lazarus y al demonio—. Los tres, de hecho.
Dorian entró al departamento con Zaira. El demonio, cuyo nombre aún era un misterio para Viktor, se metió y los siguió de cerca. Viktor suspiró; estas no eran las vacaciones que esperaba.
—Oye, Zalatoris —llamó Lazarus. Viktor lo miró a los ojos y notó un atisbo de alivio en su mirada—. Gracias.
Una de las debilidades de Viktor era precisamente eso, ser débil. No soportaba dejar tirados a aquellos que necesitaban su ayuda; no iba con él. A pesar de los peligros que esta responsabilidad suponía, solo pudo ceder.
—Nos debes un gran favor, detective.
—¿Matar al Padre Común sería pago suficiente? —inquirió.
Viktor esbozó una sonrisa y se hizo a un lado, permitiendo que Lazarus entrara a su hogar.
—Más que suficiente.
Ya extrañaba escribir a mis niños. Siempre serán los favoritos en mi corazón 😭
En fin, a partir de ahora empieza de lleno la aventura. Ya estoy ansiosa de avanzar con la historia y vean qué es lo que sucederá 😈
¡Muchísimas gracias por leer! 🩸
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