💀Epílogo💀

1 año después...

Viktor Zalatoris acababa de devorar a un humano.

Esta vez sí era en sentido literal. Seguía siendo un vampiro después de todo, uno que necesitaba sangre si no quería morir de inanición. ¿Era una mala costumbre? Sí, tal vez, pero siempre se aseguraba de no lastimar a sus víctimas porque despreciaba hacer honores al término de monstruo.

Su víctima de esa noche fue un chico que iba de camino a casa. Lo hipnotizó, mordió su muñeca, extrajo la sangre que necesitaba, le curó la herida y lo volvió a hipnotizar para que olvidara todo y continuara con su normalidad. Lo más que sentiría sería algo de fatiga, pero él, en cambio, se sentiría fuerte para llevar a cabo lo que tenía que hacer.

Acababa de arribar a un pequeño pueblo cerca de Londres llamado Neinorth. Era el mismo sitio en dónde vivió sus últimos años como humano... y en dónde fue asesinado y convertido en un vampiro.

Pero más allá de eso, era también el mismo lugar en donde Matthias Harker nació, se crió y murió. Era el pueblo del que el brujo quiso escapar, pero en el fondo, Viktor sabía que añoraba la paz de los campos abiertos y el aire fresco.

Neinorth no estaba cómo lo recordaba; después de casi ciento sesenta años, había dejado atrás su ambiente rural para convertirse en un pintoresco pueblo turístico con curiosas casas antiguas y pequeñas cafeterías en cada esquina. Al menos los campos seguían ahí y también los restos calcinados del granero en donde murieron tantos inocentes acusados de brujería. Ahora era una mórbida atracción.

«Quema de brujas de 1861». Se leía en un desgastado cartel frente a los restos de la estructura.

Viktor solo pudo entonar los ojos y chasquear la lengua de manera desaprobatoria antes de meterse entre los escombros de dicha estructura, ignorando los ojos curiosos y confusos de los pocos humanos que pasaban por ahí a tan altas horas de la noche.

Se arrodilló en el centro de lo que solía ser ese granero, recordando el olor de la sangre, el calor de las llamas, los gritos de agonía y desesperación, y los rugidos de la aberrante muchedumbre afuera que rogaba que Dios castigara la herejía. Memoraba también a Matthias, el verdadero Matthias que perdió ese día y fue el gatillo para iniciar una nueva vida como alguien completamente diferente, alguien que, a la larga, se volvería la mejor versión de sí mismo.

Viktor salió de entre los escombros y se encaminó a través de los campos abiertos. Del bolsillo del abrigo negro que portaba, sacó la daga que contenía el alma de Matthias y la vio a la luz, con la luna cuarto creciente reflejándose en su afilada hoja. Se fijó en la gema, todavía conteniendo aquella alma roja, y esbozó una suave sonrisa.

—¿Listo para conocer la verdadera libertad, Matthias? —inquirió, arrodillándose en el pasto para tomar una roca y, de un solo golpe, quebrar la gema en la daga.

El alma, carmesí como la sangre, se dispersó en el aire como una efímera brisa, desvaneciéndose lentamente hasta perderse en éter, en la más profunda y pacífica nada.

Blair Bellanova, siendo una descendiente de la bruja Sybilia, logró hallar la manera de romper la maldición que su ancestro había impuesto sobre Matthias. Fueron meses de trabajo hasta que, finalmente, la maldición se desvaneció y Viktor pudo liberar su alma para dejarlo morir definitivamente y, con él, su último pendiente con su vida pasada.

—Adiós, Matthias Harker —se despidió por última vez, apreciando como el pasado desaparecía.

Metió las manos en sus bolsillos y regresó a Neinorth, en donde se ocultó dentro de un callejón para utilizar el Torrente Sanguíneo y regresar a su hogar.

(...)

La palabra hogar todavía le parecía tan ajena; se desenredaba en su lengua con cautela y con una lentitud que le permitía apreciar lo agradable que era su significado.

Los vampiros no tendían a asentarse o a tener un sitio al cual llamar hogar, eran seres errante, siempre cambiantes, sin embargo, Viktor encontró lo que tantos añoraban, y lo confirmaba cada vez que ponía un pie en Nueva York y Reverse York, dos vidas, ambas tan disfrutables como la otra.

Al salir del Torrente Sanguíneo, Viktor hizo un mohín al ver unas pequeñas gotas de sangre salpicadas en la manga de su abrigo negro.

—Mierda —musitó para sí y salió del callejón, deteniéndose junto a un semáforo a la espera de que cambiara a verde para poder cruzar. Tenía que mantener las apariencias con los mortales.

A su lado se detuvo una mujer que parecía apenas haber salido del trabajo, se aferraba a sí misma, protegiéndose del frío. Vio aquella como una buena oportunidad para deshacerse del abrigo que jamás volvería a usar, estaba arruinado y no era precisamente su estilo.

Se quitó la prenda y se la tendió a la mujer con cordialidad.

—Sería una desgracia que una dama muriera de frío esta noche —señaló.

Ella se sorprendió ante el gesto, ligeramente sonrojada.

—¿Y tú no tendrás frío?

Viktor esbozó una sonrisa ladina.

—Ni un poco —afirmó al mismo tiempo que el semáforo cambiaba de color. Le colocó la prenda en los hombros a la mujer, y continuó con su camino, escuchando como ella le agradecía a lo lejos.

Ahora sí se sentía como sí mismo, con su formal vestimenta compuesta de una camisa blanca arremangada y su chaleco negro. Lo único que le faltaba, eran los guantes color guinda que dejaban sus dedos índices al descubierto. No tardó en sacarlos del bolsillo de su pantalón y ponérselos.   

Peinó su cabello hacia atrás, y caminó a lo largo de una avenida repleta de clubes y bares nocturnos. La música le bombardeaba los oídos, pero a pesar de eso escuchaba las conversaciones de las personas que hacían fila en las banquetas. El ambiente en Nueva York nunca moría, muy diferente a la pequeña Core.

Se aproximó a uno de los clubes nocturnos más ajetreados, este tenía una fachada que le recordaba a una disco retro, repleto de luces de colores y con música de los ochentas retumbando desde el interior. El nombre del sitio era «Endlessness».

Se abrió paso entre la gente y llegó a dónde estaba el guardia de seguridad.

—¿Llegué tarde? —preguntó.   

El guardia negó con la cabeza y su cara de pocos amigos desapareció cuando apartó el cordón para permitirle el paso.

—Justo a tiempo, Viktor —respondió.

Al pasar a su lado, Viktor le dio unos billetes a manera de agradecimiento y como disculpa por las molestias. Entró al club y, como siempre, tuvo que tomarse unos instantes para acostumbrarse al bombardeo de luces, sonidos e incluso olores. Se estabilizó y, tras una discreta exhalación, se adentró a la multitud que acaparaba la pista de baile frente al escenario.

Se dirigió a la zona del bar y se sentó en uno de los bancos, ordenando una cerveza de máquina aunque el sabor era repugnante. Era una tradición.

Fijó su atención en el escenario y vio a un hombre vestido con un llamativo traje púrpura subiendo a este. Hizo un par de chistes malos al micrófono, y luego anunció:

—¡Esta noche, debutando con su primer sencillo original, me es un gusto presentarles... a Vampire Kiss! —exclamó y el público estalló en aplausos y vítores.

Viktor fue incapaz de reprimir la sonrisa que se formó en sus labios cuando escuchó ese nombre. Se puso de pie y se unió a los aplausos al mismo tiempo que el telón se deslizaba hacia arriba y una nube de humo se propagaba por el escenario. Escuchó el sonido de las batacas siendo golpeadas y luego el retumbe de la batería junto con la agudeza de la guitarra eléctrica.

El humo comenzó a dispersarse y pudo ver a Elay, caminando a lo largo del escenario con su guitarra violeta; a Emma, con una amplia sonrisa mientras tocaba el bajo; y a Roderick, marcando el compás con la batería. Y, entre todos ellos, surgió Dorian, con su cabello azabache desperdigado de manera despeinada sobre su rostro. El público se puso eufórico cuando se inclinó sobre el micrófono en la base y comenzó a cantar. Viktor sentía la misma emoción que sus fanáticos.

Dorian cantó su canción original Love Anomaly y, cuando llegó al coro, sacó el micrófono de su base y peinó su cabello hacia atrás, revelando sus llamativos iris áureos y guinda que para el público humano solo debían verse negros.

My blood is yours, your blood is mine.
(Mi sangre es tuya, tu sangre es mía).
For eternity.
(Para la eternidad).
Or until eternity deems us breakable.
(O hasta que la eternidad nos condene quebrantables).

Su voz era preciosa, hipnótica sin necesidad de usar su habilidad Banshee. Viktor lo admiró con adoración, agradeciendo que ese increíble chico que se movía a lo largo del escenario como un rey en su palacio, fuese suyo.

You're my love anomaly.
(Eres mi anomalía de amor).
And I couldn't want you any more normal than this.
(Y no podría quererte más normal que esto).
I don't long for normality anymore, I just need you.
(Ya no anhelo la normalidad, solo te necesito a ti).
My love anomaly.
(Mi anomalía de amor).

Cuando pronunció esas últimas palabras, Dorian fijó sus ojos en los de Viktor, haciendo un apasionado contacto visual combinado con una encantadora sonrisa. Cuando creía que era imposible caer más rendido, Dorian siempre encontraba la manera de contradecirlo.

La canción culminó y el público volvió a explotar en aplausos y ovaciones, clamando el nombre de la banda con una euforia contagiosa.

—¡Gracias, Endlessnes! —agradeció Dorian y la banda bajó del escenario por la parte trasera.

Viktor tomó el vaso de cerveza de máquina, y se dirigió a la parte trasera del escenario, lugar a donde lo dejaban acceder por ser amigo de la banda y pareja del cantante.

—¡Eso fue increíble! —exclamó Roderick, todavía enérgico por la tocada.

Elay asintió, limpiando el sudor de su frente que estaba por escurrirse dentro de uno de sus ojos. Desde que se inscribió a la Academia de Brujería de Reverse York y su magia empezó a desarrollarse, uno de sus iris se tornó ligeramente verde mientras que el otro permanecía café, un efecto secundario muy característico de las brujas.

—Ni que lo digas, fue un regreso épico —comentó, bebiendo de una botella de agua fría—. Aunque ibas un compás atrasado.

Roderick exhaló con fastidio.

—No empieces con eso...

Desde que la banda volvió a tocar en clubes nocturnos para darse a conocer en la ciudad, Viktor sentía una enorme satisfacción al verlos juntos, lo invadía una sensación de que todo estaba bien, mejor que bien.

—¿Es para mí? —La voz de Dorian lo sacó de sus pensamientos.

Estaba parado a su lado, señalando el vaso de cerveza en la mano de Viktor. Se encontraba tranquilo, sin haber derramado ni una gota de sudor o sin estar alebrestado como Roderick.

—Sabe a mierda —comentó Viktor y se lo tendió—, pero veo que tus gustos son inamovibles.

Dorian bebió un sorbo, haciendo una ligera mueca de asco.

—No es tan mala —aseguró.

—Agradécele a tu fracción humana.

Hace diez meses, al llevar a cabo el ritual, se sorprendieron cuando el alma humana de Ciara se adentró a Dorian, dividiendo el alma de este último en tres partes desiguales, pero lo suficientemente exactas para asegurar su supervivencia y, por ende, la de Viktor. Dorian era un vampiro anómalo, uno que poseía su propia humanidad y podía compartirla. Un vampiro con una fracción de Banshee y otra de humano.

«Una Anomalía siempre será una Anomalía». Había dicho Lazarus Solekosminus en aquel entonces. Viktor le desarrolló un peculiar aprecio al detective, pues les hizo el favor de mover los hilos en su campo y otorgarle a Dorian una identidad de vampiro, borrando su pasado como cazador de Anomalías Prohibidas y ocultando su bizarra naturaleza de todos los registros para mantenerlos seguros y fuera del radar.

—¿Terminaste con tu pendiente? —cuestionó Dorian entonces, bajando la voz.

La tarde de ese mismo día, Viktor le dijo que saldría a terminar un pendiente. No le dio mayores explicaciones y Dorian tampoco se las exigió, pero estaba seguro de que su novio ya sabía de qué se trataba.

—Sí, está hecho —contestó, rodeando la cintura de Dorian con un brazo para acercarlo y besarlo en los labios—. Cantaste increíble.

Dorian esbozó una sonrisa coqueta.

—Alguien en el público me inspiró —replicó.

—Okey, suficiente ustedes dos —irrumpió Elay, aunque cada vez que los veía juntos, no podía evitar sonreír—. Tenemos que mantener las apariencias.

Roderick se paró a su lado, frunciendo el ceño.

—¿Ante quién? —inquirió.

—Ante los niños. —Señaló a Emma, quien estaba distraída hablando por teléfono con una tímida sonrisa en sus labios.

Dorian rodó los ojos.

—Está hablando con Lugosi otra vez —masculló con desagrado—. ¿Desde cuándo son tan cercanos?

Elay bufó.

—Uh... ¿Desde hace casi un año? —respondió como si fuese obvio, carcajeándose—. ¿Acaso Dorian Welsh se está volviendo un hermano sobreprotector?

Viktor se burló también.

—¿Qué dices? Dori siempre fue así —añadió.

—No me llames así —reprendió Dorian y se cruzó de brazos—. Y no es que sea sobreprotector, es que no confío en Lugosi.

—Claro, jefe, lo que tú digas —se mofó Roderick, muy a pesar de Dorian.

Emma colgó la llamada y se acercó a ellos rápidamente.

—Lugosi me está esperando afuera, iremos al cementerio a liberar almas errantes —avisó. Desde que Emma ingresó a una universidad comunitaria en Nueva York y se mudó a la ciudad, ella y Lugosi se dedicaban a buscar y liberar almas perdidas y errantes, ayudándolas a trascender. Emma lo llamaba un hobby, Viktor lo llamaba un hobby perturbador.

—¿Otra vez? —preguntó Dorian.

—La gente no deja de morir, Dorian —replicó su hermana.

Dorian frunció el entrecejo.

—¿Y es necesario que Lugosi vaya también?

—Oye, yo no te cuestionaba cuando salías con tu vampiro —refutó ella.

Viktor enarcó una ceja.

—Tiene un punto, Dori.

—No me llames así. —Dorian volvió a reprender antes de volverse hacia su hermana—. Solo ten cuidado, ¿sí?

Emma le sonrió y asintió.

—No te preocupes, estaremos bien. —Después de eso, Emma se despidió de todos y se marchó.

—Yo también debería irme, quedé de cenar con Ludmila —dijo Roderick, estirando los brazos sobre su cabeza—. Se pone como furia si llego tarde.

Elay le dio un codazo amistoso en el brazo.

—¿Cuándo le darás el anillo? —cuestionó.

—Cuando no me dé tanto miedo estando enojada —bromeó el pelirrojo.

—Eso nunca sucederá —comentó Viktor, viendo a Dorian con el rabillo del ojo—. Créeme que siempre hallarán la forma de enojarse por algo.

—No exageres —musitó Dorian.

—Bueno, miedoso, vámonos ya entonces —dijo Elay, guardando su guitarra en su estuche—. Me llevarás a casa antes de ir a cenar.

—Mierda, Elay, ¿no pudiste haberlo dicho antes? —reclamó Roderick.

—No, así que deja de perder el tiempo quejándote y vámonos —dijo la bruja y empujó al chico hacia la salida—. Nos veremos después, vampiros.

Una vez se quedaron solos, Dorian se volvió hacia Viktor con el ceño fruncido.

—¿No dijiste que Carmilla y Nicte llegarían esta noche? —preguntó, terminándose la cerveza de un trago.

—Hicieron una parada "inesperada" en las Bahamas —contestó.

—¿Inesperada? —Dorian lo miró con incredulidad.

—Carmilla la definió como inesperada y Nicte como una repentina búsqueda de propósito —explicó—. Toma la excusa menos ridícula.

—Ambas suenan ridículas.

Cuando todo terminó, Carmilla y Nicte se fueron por su lado a recorrer el mundo. Nicte quería aprender magia de brujas a lo largo de todo el globo y Carmilla simplemente quería estar con ella y visitar sitios que en el pasado jamás se le habrían cruzado por la mente. Hacían un dúo perfecto.

—Ve el lado bueno, tendremos el fin de semana a solas. —Se aferró a la mano de Dorian y entrelazó sus dedos—¿Nos vamos?

—Sí, vamos a casa —concordó Dorian.

Viktor apretó más su mano.  

—A casa —repitió por lo bajo. Amaba esa palabra.

Salieron de Endlessness y se encaminaron hacia el coche de Dorian, puesto que este último se rehusaba a dejar de manejar su clásico Dodge Charger negro para viajar a través del Torrente Sanguíneo. Viktor se subió al asiento del pasajero, apartando unos libros que Dorian había dejado ahí. Estaba estudiando música como siempre quiso y tenía la mala costumbre de quedarse leyendo en el auto.

La música sonó en la radio y Dorian subió el volumen cuando se reprodujo Is This Love de Whitesnake, una de sus bandas favoritas. Era una de las canciones más cursis que Viktor jamás hubiese escuchado, y por eso mismo la disfrutaba tanto con Dorian.

Manejaron a través de las abarrotadas calles en silencio, solo escuchando la música hasta que el celular de Viktor sonó en su bolsillo. Lo sacó y, al ver que era Rhapsody, contestó.

—Buenas noches, querida maestra —saludó con exageración.

—Tus horarios de entrenamiento han cambiado —informó la vampira Ancestral, directo al punto—. Te espero mañana a primera hora para tu primer exterminio de Nosferatu.

Viktor había regresado al entrenamiento de Verdugos, reavivando aquel talento y pasión suya. Lo malo es que debía empezar el entrenamiento desde cero y Rhapsody lo trataba como si fuese un crío vampiro otra vez.

—Pero ya he exterminado Nosferatus antes —replicó—. Unos tres o cuatro, si no me falla la memoria.

—Este es tu primer exterminio oficial —recalcó Rhapsody—. No llegues tarde.

—Eso solo sucedió una vez.

—¿Está Dorian contigo? —preguntó la vampira, cambiando el tema.

—Justo aquí.

—Dile que su padre le manda saludos —concluyó y colgó la llamada sin elaborar más.

Viktor solo pudo carcajearse mientras dejaba el celular de lado.

—Tu padre te manda saludos —transmitió el mensaje.

Dorian frunció el ceño.

—¿Mi papá? —inquirió y poco después cayó en cuenta—. Oh, claro.

Roland Welsh y Rhapsody se habían vuelto cercanos, Viktor no estaba seguro de qué tanto, pero él y Dorian hicieron sus teorías.

Tras media hora, finalmente llegaron a su departamento, este se encontraba en un anticuado edificio ubicado en una discreta calle simplemente llamada «222». Su hogar estaba en el último piso, teniendo el tejado casi siempre a su disposición.

Su departamento era amplio, con una sala en donde se reunían con sus amigos, dos habitaciones, y una cocina en donde Viktor le cocinaba platillos a Dorian cuando su lado humano le exigía comida normal. Lo más llamativo eran los enormes ventanales con vista a la ciudad, cuyas cortinas solo abrían de noche debido a la luz solar.

Ni bien entraron, Dorian se dirigió a la cocina y Viktor subió al tejado, siendo recibido por el viento frío. Todas las noches subía y se tendía en el suelo para ver el cielo estrellado, era una tradición suya al igual que beber cerveza de máquina con Dorian después de una tocada.

Dorian se le unió unos minutos después, trayendo consigo dos viales de sangre. Le dio uno a Viktor y se sentó a su lado en silencio.

Viktor solo podía admirar las estrellas, pensando en cómo el pasado se reflejaba en el firmamento, en todo, pero no siempre representaba arrepentimientos o anhelos perdidos, sino que podía convertirse en algo bello, un base para construir un presente mejor y un futuro prometedor. Sonrió ante el pensamiento y, tras beberse la sangre de un trago, se volvió hacia Dorian.

—A veces, cuando las cosas van tan bien, ¿no te preguntas si te arrepientes de algo? —cuestionó.

Dorian conectó sus ojos. Los suyos seguían siendo igual de fascinantes que antes,  incluso más.

—No —respondió—. Aunque, dada la pregunta, me imagino que tú sí.

Viktor asintió.

—Sí, pero, extrañamente, ahora no me arrepiento de nada —explicó y una sonrisa juguetona se formó en sus labios—. Pensándolo bien, creo que sí tengo un arrepentimiento.

Dorian lo miró con la misma expresión pícara.

—¿No haberme conocido antes? —bromeó.

—Iba a decir haberme bebido esta sangre tan rápido, pero sí, eso también —se mofó, haciendo que el azabache rodara los ojos con un esbozó de sonrisa.

—Tan romántico como siempre.

Viktor se carcajeó por lo bajo y, tras suspirar, acunó el mentón de Dorian y volteó su rostro para volver a conectar miradas.

—Sí me arrepiento de no haberte conocido mucho antes —confesó entonces.

Dorian colocó una mano sobre la suya.   

—Nos conocimos cuando debíamos conocernos —afirmó.

—Tal vez algún día te ceda la razón, Dorian Welsh.

—¿Algún día? —enarcó una ceja.

—Sí, porque definitivamente no será esta noche. —Se giró por completo hacia él—. Esta noche, haré las cosas bien.

Dorian se carcajeó por lo bajo, algo confundido, y colocó el dorso de su mano contra la frente de Viktor.

—Los vampiros no pueden padecer fiebre, ¿o sí? —inquirió—. Estás actuando extraño.

Viktor tomó su mano y negó con la cabeza.

—Estoy perfecto —aseguró—. Hoy hice algo bueno y ahora quiero hacer algo incluso mejor.

Dorian ladeó la cabeza.

—¿Debería preocuparme?

Viktor ignoró su pregunta y, en cambio, sacó un simple anillo plateado del bolsillo de su pantalón, y la colocó frente al rostro de Dorian. Dorian amplió los ojos al comprender qué era y qué significaba.

—Dijimos que pasaríamos la eternidad juntos, ¿no es así? —preguntó Viktor.

—Sí... —respondió Dorian con un susurro, demasiado sorprendido para hacer más.

—Hoy liberé el alma de Matthias y me despedí de lo último que me mantenía atado al pasado —explicó—. Había pensado en darte el anillo desde hace meses, pero no quería hacerlo hasta dejar todo lo demás atrás. Y ahora... —Se acercó más—. Ahora no quiero perder el tiempo, no con esto.

Dorian miró el anillo en silencio y luego a Viktor. Todavía no parecía procesar lo que estaba ocurriendo y Viktor comenzó a temer que se hubiese precipitado.

—Claro, no tienes que aceptarlo ahora, vamos, ni siquiera tienes que hacerlo, pero...

—Hasta que la eternidad nos condene quebrantable —acotó Dorian, confundiendo a Viktor.

—¿Qué...?

Dorian le dedicó una suave sonrisa y tomó la mano de Viktor en donde sostenía la sortija.

—Eso fue lo que dijimos, ¿no?

Viktor comprendió el significado de sus palabras, y no pudo evitar imitar su expresión. Se hizo de la mano izquierda de Dorian y deslizó el anillo en su dedo anular.

—Hasta que la eternidad nos condene quebrantables —repitió.

Dorian asintió y llevó el dedo en donde se encontraba el anillo hacia uno de sus colmillos, pinchando la punta de este para derramar una gota de sangre y embarrarla en sus labios.

—Es una promesa —aseveró, tomando a Viktor por la nuca para atraerlo hacia él y besarlo en los labios.

Viktor saboreó su sangre y lo marcó ahí mismo como su presa, engullendo aquel beso, saciandose con las emociones y el amor incondicional que cada uno sentía por el otro. Un sentimiento tan puro, la posesión más valiosa de los humanos, pero que estaban demasiados cegados por todo lo demás para valorar.

Dorian separó sus labios de los de Viktor y, mientras acariciaba su mejilla, dijo:

—Te amo, Viktor Zalatoris.

Y Viktor, por primera vez en casi ciento sesenta años, supo que estaba en el sitio correcto, el tiempo propicio y, sobre todo, con la persona indicada.

—Y yo te amo a ti, Dorian Welsh.

FIN

Si hay algo que me gusta más que el drama, son los finales felices.

Recibí infinidad de mensajes y comentarios rogándome que este libro tuviera un final feliz y no saben cuánto me costó aguantarme las ganas de asegurarles que así sería. Me fascina el drama, me encanta que los personajes pasen por situaciones difíciles, pero me gusta incluso más cuando todo esto se ve recompensado por un final feliz. Este final es un reflejo del primer capítulo de Vampire Kiss y, a su vez, también es el buen final que todos esperábamos en el primer libro. Es exactamente la conclusión que siempre quise darles, una que resuelve dudas y problemas, un final satisfactorio.

Pero ahora viene la pregunta del millón: ¿qué es lo que sigue?

La historia de Viktor y Dorian ya acabó, pero la saga de Lovely Monsters y la Sociedad Ulterior todavía tienen mucho más que ofrecer. Así que sí, hay algo más... ¡Un spin-off!

¡Ya está disponible el spin-off con Lazarus Solekosminus como protagonista!

Pero dejando eso de lado, es momento de ponerme emocional:

Muchísimas gracias a todos por acompañarme en este viaje, por acompañar a Viktor y Dorian, y por todo el apoyo. Estos dos libros han sido los que más he disfrutado de escribir en años, di todo de mí en ellos y no saben lo feliz que me hace ver todo el cariño que le dan a la historia, a los personajes e incluso a mí. De verdad, se los agradezco de todo corazón y no me alcanzan las palabras para expresar lo mucho que significa para mí.

Por última vez, muchísimas gracias por leer y nos veremos pronto 💛

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