💀Capítulo 32. No lo lamentes
Emma se había ido, y lo único que le dejó a su paranoico padre, Roland Welsh, fue una mísera y ambigua nota pegada en la puerta de la casa.
«Salí de Core para buscar algo importante. Estoy bien y regresaré pronto».
Roland se paseaba por la sala releyendo las últimas palabras en el trozo de papel. En la otra mano tenía el celular, habiendo marcado alrededor de quince veces al número de su hija, pero sus llamadas iban directamente al buzón. ¿Cómo se supone que un padre sobreprotector que perdió a su esposa y a un hijo durante un tiempo no iba a asustarse por esto?
No tenía la menor idea de cuál era el paradero de Emma, la única pista que poseía, es que estaba fuera de Core. El vampiro, Eriante Lugosi, debía estar con ella, pero este último tampoco atendía las llamadas y Roland no le tenía la mayor confianza.
Por lo tanto, en resumen, Roland Welsh estaba a punto de sufrir un ataque nervioso.
Era en estos precisos momentos en donde extrañaba a Ciara más que nunca. Su querida Ciara que se fue sin despedirse, de la que desconocía su paradero y su estado, y añoraba que algún día pudiese saberlo, reencontrarse con ella para que conociera a sus hijos y viera en lo que se habían convertido.
Recordaba cuando conoció a Ciara como si hubiese sido ayer. No todos los días una mujer majestuosa se presentaba ante su puerta con una ominosa sentencia:
«Vas a morir pronto».
Esta seguro de que cualquier otro se lo habría tomado como una broma de terrible gusto, pero él no, él le creyó porque no veía razones para no hacerlo; creía en las señales, creía en el destino y este debía ser el suyo. Dicho destino resultó diferente, uno en donde Ciara y él se enamoraron, una Banshee y un humano condenado. Ella lo salvó, previno su muerte, y le añadió tiempo a su reloj, tiempo en que afianzarían su amor con un casamiento simbólico, tendrían dos amados hijos y luego ella se iría para proteger los frutos de algo tan puro.
Todavía recordaba la noche en que se fue por segunda y última vez. Era pleno verano, afuera llovía a cántaros, Dorian y Emma dormían, ignorantes acerca de lo que ocurría en la cocina de su propia casa. Roland veía a Ciara con desolación y ella lo veía con pesadumbre, no necesitaban palabras para comunicar lo que esto significaba.
«Nos volveremos a ver». Le aseguró su amada Ciara justo antes de marcharse.
«¿Cuándo?» Preguntó él entonces, era tan joven y frágil, con el corazón ya resquebrajado y a punto de quebrarse por completo.
«Cuando el destino lo dictamine».
Roland, melancólico, sacudió la cabeza para desvanecer esas memorias. Se dejó caer en el sofá, pasando las manos por su rostro y cabello. Desde hace seis meses que el agotamiento invadía su cuerpo; no podía dormir, no podía trabajar, apenas y podía comer. Estaba seguro de que ya debía tener más arrugas y canas tras tanto estrés. Ahora en lugar de parecer un hombre de cuarenta y cuatro, parecería uno de más de cincuenta.
Suspiró y recargó la cabeza contra el respaldo, dispuesto a relajarse un poco y tratar de confiar en las palabras de su hija asegurándole que estaría bien.
«Dorian está bien, Emma está bien, todo está bien». Se repitió a sí mismo.
Estaba por cerrar los ojos y destensarse por completo, cuando escuchó el timbre de la casa. Se incorporó de súbito, casi como un reflejo, y se apresuró hacia la puerta. Miró a través de la mirilla, esperando ver a Emma, o incluso a Dorian, pero en su lugar...
—Sé que está ahí, señor Welsh. —Era la vampira ancestral, Rhapsody.
Roland frunció el ceño y, antes de abrir, acomodó el cuello de su camisa y peinó su alborotado cabello. Abrió con cautela, y lo primero que enfocó, fueron los brillantes ojos amarillos de la vampira. Aquellos iris la hacían ver sumamente llamativa, sin mencionar su larga cabellera carmesí y su piel tostada.
—¿Puedo ayudarla? —recibió de manera cordial.
La vampira miró el interior de la casa por sobre su hombro, y entornó los ojos.
—¿No me invitará a pasar? —inquirió.
Roland era muy renuente a la idea de que criaturas de la Sociedad Ulterior tuviesen acceso a su casa. Siempre trató de manter ese mundo lo más apartado de su familia como fuese posible, pero al final resultó inútil, pues con la llegada de Viktor Zalatoris, ellos terminaron adentrándose por su cuenta.
—Claro, adelante, aunque si no me equivoco, ya no necesita una invitación. —Se apartó de la puerta, permitiéndole el paso.
Rhapsody, con las manos dentro de los bolsillos de su largo abrigo negro de Verdugo, entró con pisadas ligeras, producto de la agilidad innata de los vampiros.
—Nunca la necesité, los vampiros ancestrales podemos ingresar a cualquier hogar que deseemos sin invitación —explicó, deteniéndose frente a una mesa en el vestíbulo para observar un portarretratos con una fotografía de la familia Welsh—. Asumo que ya se ha enterado de la buena noticia. De no ser así, esa era la razón de mi visita.
Rolando asintió, subiendo los lentes por el tabique de su nariz a la vez que emitía un risa con un dejo de nerviosismo.
—Sí, sé que Dorian ya ha recuperado las memorias. Es una excelente noticia —afirmó—. Entre otras malas.
Rhapsody lo escudriñó con curiosidad.
—¿Malas noticias? —inquirió.
—No sabría cómo definirlas con exactitud —respondió, guiando a la vampira hacia la sala de la casa—. Le ofrecería algo de beber, pero...
Rhapsody esbozó una media sonrisa que mostraba uno de sus colmillos, más afilados que los de un vampiro regular.
—Dudo que tengas sangre en el refrigerador —completó ella y ladeó ligeramente la cabeza al mismo tiempo que se sentaba en el sillón con un fluido movimiento—. ¿Te molesta que nos dirijamos el uno al otro en primera persona?
—Para nada —aseguró él y se sentó en el mismo sofá, aunque manteniendo una distancia razonable con la invitada vampira.
—Excelente —comentó y volvió su rostro hacia él. De cerca ella era impresionante, con un rostro maduro y severo que enfatizaba con su profunda mirada áurea y repleta de misticismo. Jamás había visto a un vampiro con ese color de iris—. Retomando mi pregunta de antes, ¿cuál es la mala noticia?
Rolando regresó su atención a la conversación y amplió levemente los ojos.
—Claro, cierto —farfulló al mismo tiempo que sacaba la nota de Emma del bolsillo de su pantalón, entregándole esta a Rhapsody—. Mi hija, Emma, se fue hace unas horas y solo me dejó esta nota.
Rhapsody la leyó con rapidez y luego soltó una casi imperceptible carcajada, más como una especie de bufido.
—Los jóvenes son despreocupados —aseguró.
Roland la miró con intriga.
—¿Es el mismo caso con los vampiros?
—Imagina la despreocupación de un humano joven combinada con las recién adquiridas habilidades vampíricas y un sentimiento de invencibilidad —explicó—. Son peores. Mucho peores.
Roland se carcajeó por lo bajo.
—Supongo que la crianza es lo mismo sin importar la especie —comentó, apoyando los codos sobre sus rodillas.
—¿Crianza? —inquirió Rhapsody—. Los vampiros no criamos.
—Sin embargo, es muy similar —señaló—. Viktor y esa otra vampira, Carmilla, son como hijos para ti, ¿me equivoco?
Rhapsody entornó los ojos, reflexionando durante unos instantes antes de asentir.
—Sí, podría decirse que sí —concordó y una pequeña ola de melancolía cruzó sus ojos antes de volver a enfocarse en la nota de Emma—. Debe estar con Eriante Lugosi, si es así, estará bien. Regresará cuando deba, sana y salva.
—Quisiera tener esa despreocupación —bromeó Roland.
Rhapsody volvió a dirigirle la mirada, era imposible no mantenérsela y hallarse compelido por esta.
—No es despreocupación, Roland —aseveró—. Es confianza.
Roland se quedó levemente boquiabierto ante la seguridad en sus palabras, admirando su firme semblante respaldado por la sabiduría que debía poseer tras tantos siglos de vida. Estaba por replicar, preguntarle cómo lo hacía, pero fue interrumpido cuando escuchó la puerta de la casa ser abierta de golpe.
—¡¿Papá?! —llamó Emma.
Roland se puso de pie de inmediato, corriendo hacia el vestíbulo para encontrarse con su hija. Estaba ahí con Lugosi, en una pieza, sana y salva como aseguró Rhapsody.
—¡Emma! —exclamó y la estrechó entre sus brazos con fuerza—. ¡No vuelvas a irte así, por favor!
Emma lo abrazó de regreso, aferrándose a la tela de su camisa. Roland estaba por interrogarla respecto a su ausencia, pero su hija soltó un sollozo contra su pecho y lo invadió la consternación.
—Emma, ¿qué sucede? —indagó, separándola de él para verla a los ojos—. ¿Qué pasó?
Emma, con ojos rojos de llanto, sacudió la cabeza.
—Soy una tonta, papá —comenzó—. Debí haber dejado el pasado enterrado y rendirme, pero tuve que ir e investigar. Tuve que enterarme...
Roland, completamente extraviado, miró a su hija en busca de respuestas y luego a Lugosi, quien solo mostró la misma preocupación y meneó la cabeza. ¿Qué estaba ocurriendo?
—¿A dónde fueron? —indagó otra voz, Rhapsody, dirigiéndose a Lugosi.
Lugosi se enderezó ante la presencia de su superior, y contestó:
—Fuimos a Sailen, un pueblo a tres horas de aquí.
—¿Para qué? —continuó cuestionando la vampira con un tono severo.
Emma volvió a aferrarse a su padre y este último solo sentía como sus lágrimas mojaban su ropa.
—Emma...
—Fuimos a buscar una Banshee —continuó Lugosi—. Emma ha estado buscando respuestas acerca de su madre y yo le dije que había encontrado a una Banshee viviendo en ese pueblo que tal vez podría ayudarnos.
Rhapsody asintió, comprensiva, y se acercó a Roland y Emma. Le dio un suave apretón en el hombro a ella, y luego concluyó:
—Encontraron esas respuesta, ¿no es así?
Roland se alarmó. ¿De verdad habían encontrado explicaciones acerca de la desaparición de Ciara?
—Emma. —Volvió a apartar a su hija, viéndola a los ojos—. Emma, por favor, dime qué fue lo que descubriste.
Emma cubrió su rostro con sus manos.
—Lo siento, papá, lo siento mucho... —musitó.
Rhapsody se había alejado de ellos, parándose a un costado de Lugosi para darles algo de privacidad. A pesar de ello, Roland buscó la mirada de ella inconscientemente, añorando su fortaleza. La vampira, detectando su vulnerabilidad, le dedicó un asentimiento con la cabeza, animándolo a indagar.
—¿Por qué lo sientes? —preguntó a su hija, pasando una mano por su mejilla para limpiar las lágrimas.
—Está muerta, papá —susurró.
Roland se quedó paralizado.
Está muerta.
La madre de sus hijos estaba muerta.
Ciara está muerta.
Las palabras le cayeron encima como un aguacero, frío y calando hasta la médula de sus huesos. Llevaba años especulando acerca de la desaparición de Ciara, creyendo, suplicando que algún día regresara a sus vidas, pero ahora no sería así. Ahora afrontaba los peores pensamientos que lo atormentaban en sus momentos más bajos... Ciara estaba muerta.
Ya lo había pensado en incontables ocasiones, pero escuchar la confirmación viniendo de nada más y nada menos que de su pequeña hija, lo hacía más doloroso.
—¿Cómo lo saben? —cuestionó Rhapsody entonces. Roland también quería saberlo, pero no se atrevía a preguntar.
—Fue asesinada por El Salvador, pero de una manera... extraña. Fue un caso muy sonado en la comunidad Banshee —explicó Lugosi, viendo como Emma no estaba en condiciones para hablar de ello.
Roland, a duras apenas aguantando las ganas de llorar con su hija, volvió a ver su rostro y levantó su mentón para poder encontrar su mirada.
—Emma —llamó en voz baja—. Emma, por favor, mírame.
Emma obedeció a duras penas.
—Lo lamento mucho, no debí investigar esto, no debí...
—Sí debiste —la interrumpió, con un apretado nudo en la garganta—. Y te agradezco que lo hayas hecho.
Emma lo miró con sorpresa.
—¿De qué...?
—Yo jamás me habría atrevido a investigar, a obtener respuestas, habría preferido morir en la incertidumbre que pasar por esto, pero ahora tú me permitiste este cierre —acotó—. Nos permitiste este cierre.
—Pero, papá, ella...
—Ella se ha ido, sí. —La estrechó entre sus brazos, derramando lágrimas sobre su hombro—. Ahora a nosotros nos toca avanzar.
Emma exhaló, tal vez aliviada, tal vez más triste. No tenía forma de saberlo, pero cuando su hija lo abrazó de regreso y pudieron desahogarse juntos, supo que, tarde o temprano, todo volvería a estar bien.
—No quisiera interrumpir este momento —intervino Rhapsody, llamando la atención de ambos—, pero si lo que Lugosi acaba de decirme es cierto, entonces hay que informar a Viktor y los otros. Esto envuelve al Salvador y algo me dice que no estamos ni un poco cerca de comprender sus verdaderas intenciones... Y él lo sabe.
Emma se separó de su padre y, limpiando las últimas lágrimas en sus ojos, asintió con firmeza.
—Sí, tiene razón —concordó—. Hay que decírselo a los otros. Ahora.
Me da satisfacción concluir los pequeños arcos de los personajes secundarios, pero por otro lado... prepárense porque este es el último capítulo de "relleno" y la conclusión se aproxima 😈
Aunque dejando eso de lado, quería invitarlos a que chequen mi cuenta de Instagram (el usuario está en la imagen de arriba) porque publicaré fichas de los personajes de Vampire Kiss. Así que si alguna vez quisieron saber cuándo son sus cumpleaños, cuál es su signo zodiacal, qué cosas les gustan, etc., está todo por ahí 👀
¡Muchísimas gracias por leer! 💛
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