💀Capítulo 13. No te rindas con él
Carmilla se sentía increíblemente estúpida.
Dorian se fugó en sus narices y ni siquiera se percató de ello sino hasta horas después. Se maldijo a sí misma en cuanto se dio cuenta y se preguntó cómo ella, siempre cuidadosa y demasiado fijada, pudo ser tan distraída. Una parte de sí le decía que era por estrés, pero la otra juraba que fue a propósito. Tan pocas ganas tenía de cumplir con su misión, que su subconsciente decidió jugar al ignorante y dejar escapar a Dorian.
«¿Dejarás que tu culpa le gane a tu ambición?» Pensó.
Negó con la cabeza y se volvió hacia Nicte. Todavía estaban en la barata habitación de hotel y, en cuanto Dorian desapareció, la bruja se puso manos a la obra; sacó una serie de artilugios de un viejo bolso que siempre traía consigo, se sentó en el suelo y trazó un círculo con su propia sangre, poniendo en el centro un cuenco en donde vertió sangre de Dorian. Siempre llevaba dicha sangre con ella. Toda una perturbadora excéntrica.
—¿Lo encontraste? —cuestionó Carmilla, arrodillándose frente a Nicte.
La bruja separó los párpados y exhaló, mostrando un esbozo de una sonrisa burlona.
—No creerás dónde está.
Por increíble que parezca, Carmilla sí creía saber dónde estaba. Este era uno de sus mayores temores de volver a Core, un sitio plagado de gatillos para las memorias de Dorian. Era solo cuestión de tiempo que esto sucediera.
—Fue a rebuscar en su pasado, ¿no es así? —inquirió, seria.
—Mucho más que eso, Isabella —replicó—. Ya encontró dicho pasado.
La vampira amplió los ojos.
—¿En dónde está exactamente?
—Su antigua casa.
Carmilla se incorporó de súbito.
—¿Bromeas?
—No tengo razones para bromear con esto, Isa. —Se carcajeó—. Deberías ver tu cara de susto.
La vampira frunció el entrecejo y sacudió la cabeza.
—¡¿Qué acaso no te das cuenta de lo que esto significa?! —exclamó—. ¡Estúpida bruja de pacotilla, si de verdad está en ese sitio, significa que debe estar con su hermana, su padre y probablemente Viktor!
Nicte ladeó la cabeza.
—¿Lo dices porque no quieres matarlos? Porque si es eso, créeme que no será tan fácil.
—¡No vamos a matarlos! —espetó—. ¡No vamos a arriesgarnos así!
—Bueno, en eso tienes un punto —concedió la bruja, limpiando la sangre en el suelo con su dedo índice—. El jefe dijo que le trajéramos a Emma Welsh y a otros con vida.
Carmilla enarcó una ceja.
—¿Otros?
Nicte mostró una amplia sonrisa y sus ojos se abrieron con exageración.
—Sí, otros; Dorian, por ejemplo, es uno de ellos —contestó de manera vaga.
La vampira, sin humor de lidiar con el misticismo de su compañera, le dio la espalda y se cruzó de brazos.
—No sé qué es lo que vamos a hacer —admitió—. No podemos atacarlos y no podemos regresar con las manos más vacías que cuando nos fuimos. Nos matará por perder a su apreciada Anomalía 55.
—¿Estás segura de que no podríamos simplemente matarlos? —interrogó Nicte.
—Claro que no podríamos. —Se giró hacia ella—. De seguro llamarán a Rhapsody. Ni en un millón de años podríamos hacerle frente.
—Bien. —Nicte se puso de pie, alisando su larga falda de olanes—. Entonces seamos sinceras.
Carmilla entornó los ojos.
—¿Sinceridad con El Salvador? —Bufó—. ¿Acaso tienes un deseo suicida?
—No, y precisamente porque no lo tengo, digo que seamos honestas —sugirió—. Primero nos reprenderá y luego nos dirá cómo proceder.
—Solo podemos hablar con él en persona, será un desperdicio viajar hasta allá solo para eso —argumentó.
—Ay, Isabella, Isabella... —Chasqueó la lengua—. Es un solo mensaje, necesitamos un solo mensajero y solo una de nosotras puede ir y venir en cuestión de minutos. Saca tus conclusiones, vampira bonita.
Carmilla rodó los ojos. Por supuesto que a ella le quedaría la horrible tarea de ser la mensajera. Después de todo, solo los vampiros poseían la capacidad de transportarse a través del Torrente Sanguíneo. El método de transportación más veloz de la Sociedad Ulterior.
—Mierda —masculló.
De una patada, apartó una de las tres camas que se hallaban pegadas a la pared, dejando el espacio libre. Arremangó las mangas de su chaqueta carmesí y, con sus propios colmillos, se mordió el antebrazo, dejando que la sangre escurriera sobre su otra mano. Trazó una larga línea vertical en el tapiz, y pensó en la locación a la que quería ir: La Catedral Roja.
Tan pronto hizo esto, sintió el cuerpo ligero y flácido, sus extremidades perdieron fuerza y, al ver sus manos, notó como se disolvían para convertirse en sangre rojo brillante. Con una exhalación, cerró los ojos y se dejó llevar, siendo que, cuando su cuerpo se convirtió en nada más que un charco de sangre, perdió toda sensibilidad, como una breve muerte, pero consciente de todo. Pasaron unos instantes y poco a poco volvió a sentir cada fracción de su ser, cada músculo, hueso, tejido y órgano. Era incómodo, incluso algo doloroso, pero la reconstrucción era tan rápida, que no le daba tiempo de asimilarlo.
—Regresaste. —La recibió la voz del Salvador.
Carmilla abrió los ojos y se encontró en la entrada de la Catedral Roja. El Salvador se hallaba en el altar, estudiando al vampiro colgado en la cruz mientras en una de las bancas tenía un tocadiscos reproduciendo la Misa de Réquiem de Mozart, aunque este murió antes de completarla, por lo que el compositor Franz Xaver Süssmayr la finalizó por él. Era una bellísima pieza que se usaba tras el fallecimiento de alguien.
Carmilla no pudo evitar sentirlo como un mal presagio. Exhaló discretamente y se encaminó hacia el altar donde se hallaba su jefe.
—Mi Salvador —comenzó—. Necesito...
—Silencio —la interrumpió con un dedo sobre sus labios—. Viene la mejor parte de la canción.
Lacrimosa dies illa
(Lacrimosa)
Qua resurget ex favilla
(Se levanta de las cenizas)
Judicandus homo reus
(Para ser juzgado)
Huic ergo parce Deus
(Dios lo perdone por tanto)
Pie Jesu, Jesu Domine
(Piedad , Jesús, Señor Jesús)
Dona eis requiem
(Concédeles el descanso eterno)
Carmilla escuchó en silencio sepulcral y no pudo evitar ver al vampiro crucificado, derramando lágrimas combinadas con sangre. ¿Qué clase de ominoso presagio era este?
—¿Qué quieres que te perdone? —indagó El Salvador, volviéndose hacia ella.
La vampira tragó con dificultad.
—¿Por qué cree que vine a pedir su perdón?
—Apestas a arrepentimiento y temor —contestó y se aproximó al tocadiscos para detenerlo—. Así que habla, mi querida Carmilla. Quiero escucharlo todo.
—Perdimos a la Anomalía 55 —confesó entonces—. Fue a investigar su pasado y ahora está con sus allegados y probablemente una vampira ancestral llamada Rhapsody. No podemos ir por él o por Emma Welsh.
El Salvador permaneció quieto y callado. Carmilla temió la peor de las reacciones. Tal vez la mataría ahí mismo y, tal vez, eso sería mejor.
—¿Escuchaste la letra de la canción? —interrogó su jefe.
Ella lo miró con extrañeza.
—Sí.
—¿La entendiste?
—No.
—La letra le ruega a Dios el perdón y el descanso eterno —explicó.
«Va a torturarme y obligarme a rogarle para que me perdone y me mate». Pensó, fatalista.
—Mi Salvador, yo....
—Yo no te concederé ese descanso eterno, Carmilla —acotó—, pero lo que sí puedo darte... es mi piedad y perdón.
Carmilla amplió los ojos.
—¿Qué...?
—Enmienda tus errores—ordenó—. Eso es todo.
La vampira, anonadada, no pudo más que sacudir la cabeza con incredulidad. Era la primera vez que salía impune de un error tan grave como aquel. No encontraba razones, ni siquiera pies o cabeza a su manera de actuar.
«Puede que él sea solo una farsa». Pensó y, ante esto, cometió la imprudencia de dar un paso hacia delante, y decir:
—Usted siempre asegura que no rompe sus juramentos, pero la verdad es que... Es que tampoco lo he visto cumplirlos.
El Salvador la miró fijamente a través de esa desgastada máscara que siempre llevaba en el rostro. De pronto, Carmilla sintió el ambiente más frío y pesado.
—Si no crees en mis palabras, entonces vete —refutó—. Vete al más allá, puesto que no te dejaré salir viva de este sitio.
—¡No! —Se apresuró a negar—. No, mi Salvador, no es eso, es solo que... ¿Cómo piensa traer a mi familia de regreso?
—La muerte está de mi lado, Carmilla, pero también quiero que recuerdes algo muy importante. —La señaló—. Quiero que recuerdes tu pecado, el pecado que cometiste al escoger ser una vampira antes que permanecer con tu familia.
—Iba a morir si no me convertía. No tenía idea de lo que conllevaba.
—La cobardía debería ser tratada como un pecado, puesto que en lugar de entregarte a los brazos de un falso Dios tan piadoso y patético, te quedaste aquí. Sobreviviste de manera lastimosa por cobarde, no por valiente —sentenció con severidad—. Así que, si quieres una segunda oportunidad, dejarás de dudar de mis palabras porque yo nunca, jamás, rompo mis promesas.
Carmilla, sintiéndose diminuta ante su jefe, el monstruoso Salvador, no pudo más que agachar la cabeza y asentir.
—Lo lamento, mi Salvador. No volverá a ocurrir.
—Vete ya —concluyó él—, pero antes, clara, habrá un cambio de planes.
—¿Cambio de planes?
—Ya no tengo interés en Emma Welsh —dijo—. En su lugar, quiero que me regreses a mi Anomalía 55 y me traigas al vampiro... Viktor Zalatoris.
Carmilla se tensó, negando con la cabeza.
—Pero eso no era parte del trato.
—Tráeme a los dos, Carmilla —volvió a ordenar, firme, casi enfadado—. Si no cumples los requerimientos, la próxima vez no rogarás que te perdone... sino que te mate.
(...)
—Esto no era parte de las condiciones de tu liberación, Viktor —dijo Rhapsody.
Viktor, cansado de tener que convencer a su guardiana, exhaló con pesadez. Llevaba casi media hora tratando de hacerle entender que debía ir a Reverse York y ayudar a Lazarus Solekosminus a encontrar al Salvador para cumplir con su parte del trato y, lo más importante, restaurar las memorias de Dorian.
—Sé que no lo es, pero yo necesito hacer esto —insistió, señalándose a sí mismo.
—Sabes que no es nuestro deber proteger Anomalías Prohibidas —replicó ella.
—Lo sé, pero su deber sí es protegerme a mí —refutó.
La vampira ancestral estuvo a punto de contestar, pero fue interrumpida por la repentina presencia de Roland Welsh a su lado. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar y una expresión de agotamiento en el rostro.
—Déjelo ir —pidió a Rhapsody—. Déjelo buscar al culpable de esto.
En cuanto tuvieron a Dorian bajo control, Emma llamó a su padre y le informó de la situación. Roland llegó diez minutos después, mal estacionando el coche y entrando a la casa hecho un bólido. Vio a su hijo atado, amordazado y confundido, pero la primera reacción de su cuerpo fue abalanzarse hacia él y abrazarlo con fuerza, llorando contra su hombro, haciéndole mil preguntas sin esperar respuesta. Estaba tan extraviado como todos y, aunque Viktor y Lazarus Solekosminus trataron de explicarle, no parecía del todo satisfecho.
—Señor Welsh... —Comenzó Rhapsody, pero volvió a ser interrumpida por él:
—Dicen que mi hijo no recuerda nada, como si este tal Salvador le hubiese borrado las memorias. —Arrugó el ceño—. Lo quiero de regreso, cada fracción de él. Ustedes vampiros lo pusieron en riesgo en primera instancia con sus Nosferatus, luego su protegida parece ser la culpable de su asesinato. Lo mínimo que puede hacer como retribución, es dejar ir a su protegido para arreglar esto.
Rhapsody miró al padre de Dorian con curiosidad, como si los argumentos de este le parecieran aceptables o, en el peor de los casos, absolutamente ridículos.
—¿Por qué cree que Viktor será capaz de arreglar esto? —interrogó ella.
Roland miró al vampiro con el rabillo del ojo.
—Porque ama a mi hijo —contestó—. Y sé que si alguien tiene la capacidad y la motivación para traerlo completamente de regreso... es él.
La vampira ancestral ladeó la cabeza, intrigada.
—¿Confía en él?
El padre de Dorian dudó, pero tras un instante y un acortado suspiro, respondió:
—Sí, confío en él.
—Bien, entonces lo dejaré ir —cedió, sorprendiendo a Viktor. ¿Por qué con Roland Welsh cedió tan fácil?
Roland asintió.
—Gracias —concluyó y regresó con su hijo.
Viktor se volvió hacia su guardiana y la miró con extrañeza.
—¿Por qué a él le dijo que sí y a mí no?
—¿Quieres que cambie de opinión?
—No, lo que quiero es una respuesta.
Rhapsody se carcajeó. Esa risa ronca y única que pocas veces salía de ella.
—Porque confío más en el juicio de un padre desesperado, que en el de un vampiro enamorado —explicó, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo—. Y, si fuera tú, le agradecería.
Viktor sabía que debía hacerlo, agradecerle por la confianza, pero todavía sentía nerviosismo de hablarle a Roland directamente, temeroso de que todavía lo culpara por todo, incluida la amnesia de su Dorian. Por lo que, en lugar de agradecerle con palabras, lo haría con acciones. Traería a su hijo de regreso.
—¿Puedo pedirle un último favor? —pidió a Rhapsody.
La vampira lo miró con sus ojos amarillos achicados.
—Depende de qué tanto planeas aprovecharte de mi generosidad.
Viktor miró con discreción hacia la sala en donde Dorian todavía estaba atado y amordazado, siendo custodiado por Lazarus mientras Roland y Emma le hacían preguntas y veían si él quería responder alguna.
—¿Podría protegerlos mientras yo no estoy? —pidió—. A la familia de Dorian.
Rhapsody permaneció en sepulcral silencio. Viktor no sabía qué clase de pensamientos cruzaron por la mente de la vampira ancestral, pero terminó por suspirar y colocar una mano sobre el hombro de su protegido.
—Eres demasiado noble, no es correcto para un vampiro —dijo y le dio un apretón—. Te ayudaré en lo que pueda, aunque es muy probable no te guste mi aportación.
—Cualquier opción es buena. Casi.
—Mandaré a Lugosi a cuidar de ellos.
—¡¿Qué?! —exclamó—. Pero él es...
—El mejor de su generación —completó ella—. Te estoy dando lo mejor de los Verdugos. Puedes tomarlo, o puedes dejarlo.
Viktor hizo un mohín.
—Lo tomo —cedió a duras penas.
Su protectora le dedicó una leve sonrisa y, tras darle una palmada en la espalda, sacó su celular y se encaminó al exterior de la casa.
Viktor se adentró de nuevo a la sala, dispuesto a ir con Dorian cuando Elay se atravesó en su camino.
—Iré con ustedes y no, no está abierto a discusión —advirtió.
Viktor enarcó una ceja.
—Si te das cuenta de que el problema no soy yo, ¿verdad? —Señaló a Lazarus con la cabeza—. Él es a quien debes convencer.
—Ya lo hice. —Sonrió de manera triunfal, casi maliciosa.
—¿Cómo?
—Tengo mis métodos. —Le guiñó el ojo y se fue a donde estaba Emma con su padre.
Viktor la siguió, pero en lugar de dirigirse a ellos, se acuclilló junto a Dorian, aprovechando que tendrían un instante de privacidad mientras Lazarus hablaba con Roland, Emma y Elay.
—¿De verdad no me recuerdas? —inquirió en voz baja, estirando el brazo para rozar su mejilla con las yemas de sus dedos—. ¿No recuerdas nada de esto?
Dorian simplemente entornó los ojos, mirándolo con una combinación de repudio y confusión. Ahí estaba su respuesta.
Viktor suspiró y se inclinó hacia Dorian, tomándolo por la nuca para pegar sus frentes con delicadeza a pesar de las protestas de este último.
—Pronto me recordarás —susurró, cerrando los ojos—. Te lo juro.
Viktor en el siguiente capítulo: salgo del continente para salvar a mi novio que ahora es malvado y me odia 😃🤙
Jajajajajaj okno, pero sí se viene lo bueno. ¿Mencioné que este libro será un poco más largo que Vampire Kiss? 👀
¡Muchísimas gracias por leer! 💛
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