capítulo 20
Los libros siempre habían sido claros al abordar el tema, definiendo la relación entre vampiros y humanos como prohibida y, sobre todo, imposibilitada por diversos factores que impedían la progenie entre ambas especies.
Tales creencias con las que Jungkook había crecido, eran difíciles de olvidar, hallándose tan arraigadas a él como la maleza lo estaba a las flores. Confiado en que sería fiel a lo que la sociedad y la biología indicaba como correcto, permitió que Jimin entrase a su vida y, con ello, derribara cualquier barrera alguna vez construida para mantenerlo fuera de ésta. El día en cual el castaño se declaró, se convenció de que aquello había sido un error que necesitaba enmendar, causase el dolor que causase para ambos.
Ahora, viendo aquellos ojos cafés que cautivaron su corazón, se preguntó cómo pudo en el pasado rechazar el amor que el castaño profesó por él. Porque pese a lo que las palabras grabadas en los libros aclamaban, estaba seguro de que no había nada en el mundo que fuese más correcto y perfecto que la manera en la que Jimin le hacía sentir.
—Eres mortal —comenzó Jungkook, haciendo brotar nuevamente todos los temores que se había esforzado por suprimir—. Eres... efímero y pequeño en comparación a la vida de un inmortal.
Pese a las millones de veces que se había repetido aquello para mentalizarse, su pecho aún dolía ante la idea de perder a Jimin. Ya que tu eternidad en este mundo es imposible, aunque quisiera tenerte a mi lado para siempre...
—Que un vampiro se encariñe con un humano no es solamente una abominación para la sociedad, sino también un riesgo emocional. Los humanos son cálidos y amorosos, tienen un alma que los vampiros no poseen. Pero los vampiros sí somos capaces de sentir. Podemos amar. No obstante... amar algo que se perderá con la muerte es... insoportable.
La expresión preocupada y compasiva que se dibujó en el rostro de Jimin, atravesó su cuerpo como una daga. —¿Insoportable?
—Ver cómo la persona que amas se va perdiendo hasta fallecer, para luego tener que vivir por la eternidad con aquel recuerdo... Sí —asintió Jungkook, esbozando una tenue mas melancólica sonrisa—, es insoportable.
—Los humanos también tienen que presenciar cómo otras personas mueren —puntualizó Jimin. El pelinegro sacudió la cabeza.
—Sé que el dolor es el mismo. Pero lo quiera o no, aquella persona morirá también. Ustedes tienen la esperanza de que, tras la muerte, podrán reencontrarse. Los vampiros no. Ser inmortal significa quedarse en la tierra para siempre, perderlo todo y conllevar el peso de aquellos sentimientos por la eternidad... ¿Entiendes?
El castaño se mordió el labio inferior, luciendo frágil y apenado, como un cachorro herido. Jungkook extendió una mano hacia él y secó las pequeñas lágrimas acumuladas en el borde de sus ojos, percibiendo la calidez en éstas.
—No llores, precioso.
—Te estoy dañando —dijo Jimin en un hilo de voz, tomando la mano de Jungkook entre la suya y acariciando su dorso. El corazón del pelinegro se encogió en su pecho al notar cómo su castañito empezaba a llorar—. No quiero dañarte...
—No lo haces, bebé. Tú nunca podrías dañarme.
—Pero cuando muera...
—Te extrañaré —lo interrumpió, sin querer que formulase la idea que sabía rondaba por su cabeza. Se acercó al castaño, besando sus mejillas para borrar las lágrimas, desesperado por detener el desconsolado llanto que salía de entre sus labios—. Nunca te olvidaré, Jimin. Pero no vas a herirme.
—No quiero herirte —susurró.
—Entonces mantente a mi lado. No hay nada que me haga tan feliz como tenerte conmigo. Sé que perderte será difícil y sé que me costará avanzar. La razón por cual no me atrevía a aceptar estos sentimientos, era precisamente porque sabía que dolería. Estaba tan acostumbrado a tus sonrisas, a tu voz, a tu presencia... Acostumbrarme a tus besos solamente lo haría peor. Por lo que necesitaba distanciarme, necesitaba alejarme. Pero...
—¿Pero?
—Pero no tenerte en lo absoluto... supongo que eso es aún más intolerable, mucho más de lo que creí que sería.
—Kookie... —Jimin exhaló y se inclinó hacia adelante para volver a sentir los labios de Jungkook sobre los suyos, deseando transmitir a través de éstos el remolino de emociones que sacudía su interior.
El pelinegro sostuvo al menor entre sus brazos, sin profundizar el contacto y disfrutando las sensaciones que Jimin ponía a funcionar con su simple existencia. Ahí, con el sabor salado de las lágrimas del castaño en su boca y su cálido cuerpo apoyado contra el propio, respiró tranquilo, sabiendo que el único universo que importaba, estaba en ellos.
—Te amo —dijo Jungkook tras separarse. Dentro de los ojos de Jimin brillaron constelaciones—. Realmente lo hago, bebé.
—Y-Yo también te amo —afirmó sonrojándose hasta las orejas. Jungkook rió levemente, a segundos de volver a atacar sus labios, borrando con besos cualquier ápice de duda o signo de inquietud que pudiese haber en sus corazones.
—¡Ah! ¡Casi lo olvidaba!
Jungkook se giró hacia el castaño, su calma viéndose rápidamente evaporada cuando encontró a Jimin con su torso descubierto. Apretando los dientes luchó por no permitir a sus ojos vagar. ¿Acaso su castañito no era en lo absoluto consciente de lo que provocaba en Jungkook? Ah... realmente iba a matarlo.
Convenciéndose de que aquella situación era completamente normal —sólo estaba cambiándose de ropa para dormir, por mil infiernos—, logró contener el irrevocable deseo que comenzaba a consumir su raciocinio, para ser lo suficientemente capaz de establecer una conversación.
—¿Qué ocurre? —dijo intentando sonar casual. Jimin deslizó una camiseta por sus hombros y se sentó en la cama. Jungkook sintió que volvía a respirar.
—Yo... conocí a alguien en la ciudad.
La sangre del pelinegro se heló tan pronto su cerebro procesó la información recibida. "Conocí a alguien". La frase cliché retumbó en sus oídos, el significado oculto tras sus palabras transformando la seguridad de tener a Jimin a su lado, en miedo de perderlo a las manos de un desconocido.
Es decir, sí habían transcurrido dos años enteros desde su partida, era lógico que Jimin hubiera experimentado en la ciudad, conocido personas con las que podía o no congeniar. Jungkook reconocía abiertamente la belleza de Jimin, no había motivos para creer que otros no hicieran lo mismo.
—¿Kookie? —lo llamó Jimin al notar que no respondía. Preocupación tierna tiñendo su voz—. ¿Pasó algo?
El pelinegro negó en silencio. —No... Supongo que era obvio que conocerías a alguien.
—¿Te molesta? —murmuró Jimin asustado. Jungkook rió, acomodándose junto a su adorable castañito en la cama y besando su mejilla con cariño desbordante que corría por sus venas.
—No, mi amor. Estabas en todo tu derecho.
—Ah... Me llamaste tu amor... —dijo sin aliento, tocando la parte interna de su muñeca para corroborar su pulso. ¿Estaba vivo? Porque sentía que estaba en el más alto de los cielos—. ¿Por qué eres tan lindo, Kookie? Te quiero dar tantos besitos... Ay, no. No. No me distraigas —se quejó, obligándose a recuperar la concentración. Esto era serio.
¿Por dónde debía partir? Quizás por cómo había conocido a Taehyung, o por la amistad que habían forjado gracias a la organización, o por la historia de su abuelo. Jimin había regresado al bosque con la intención de que Jungkook tuviera conocimiento de su pasado, mas nunca había tenido las ideas tan desordenadas como lo estaban ahora, ahora que su corazón se sentía satisfecho y contento por el amor que sentía por su Kookie, y que era finalmente correspondido...
Santos Eruditos, ¡se estaba distrayendo de nuevo!
—¿Por qué no partes por decirme su nombre? —propuso Jungkook. El castaño asintió, concordando con su idea. Era un buen inicio.
—Tae.
El pelinegro arqueó una ceja divertido. —¿Es un apellido o un nombre?
Jimin lo miró incrédulo. ¿Realmente está preguntando tal cosa? —¡Kookie! —lo regañó—. Es Kim Taehyung.
La risa melodiosa de Jungkook resonó en la habitación y Jimin sintió cómo su corazoncito volvía a hincharse de alegría por enésima vez en la noche. Podía acostumbrarse a ese sonido; quizás más que eso, porque podía afirmar que aquella dulce risa que enviaba placenteros escalofríos por cada rincón de su ser, era su sonido favorito en el mundo.
—¿Y? ¿Dónde se conocieron?
—En un bar... —contestó, recordando la noche en la cual se unió a la organización—. Era un poco difícil ignorar su cabello rojo brillante. Una señora me dijo que parecía un payaso...
—Jimin —La voz de Jungkook fue baja y grave. Jimin pasó saliva. ¿Era su idea o hacía demasiado calor de pronto?—. ¿Te puedo preguntar algo?
—S-Sí.
—Taehyung... Él... ¿Te besó?
En cuanto la pregunta abandonó sus labios, se arrepintió de haberla hecho. No quería oír la respuesta. Era mucho mejor vivir en la ignorancia que imaginar a Jimin con alguien más. Pero la esperanza de que estuviera equivocado, aún removía incomprensiblemente cada pieza en su interior.
El castaño arrugó la nariz.
—No... ¿Por qué habría hecho eso? Los amigos no se besan.
—Dijiste que... —La voz de Jungkook fue apagándose. ¿Dijo qué?—. ¿Solamente son amigos?
—Mm, creo que mejores amigos. Taehyung ha sido muy bueno conmigo ¿sabes? Estoy seguro de que te agrada-
Los labios de Jungkook impidieron que concluyera, callándolo con un beso que no se sentía ni suave ni lento como los anteriores. Ardía. Quemaba. Lo estremecía. Las manos de Jimin se afirmaron en los hombros del pelinegro, en un intento desesperado por sostenerse a él.
—Kookie —jadeó contra su boca—. No... no me distraigas. N-Necesitamos hablar...
—Tendremos tiempo para hablar después. Déjame besarte... Déjame... —Sus ojos se detuvieron en la boca húmeda de Jimin, su hambre por el castaño despertando y nublando su juicio—. Te necesito, bebé...
¿Me necesita?, pensó aturdido, permitiendo que Jungkook se adueñara de su boca nuevamente, con la misma brusquedad e intensidad inicial. Perdiéndose en las sensaciones que el pelinegro le ofrecía, correspondió el beso con el calor burbujeante que quemaba su cuerpo, dispuesto a entregarse por completo a él. Después de todo... ¿quién era Jimin para negarse a lo que Jungkook necesitaba?
(☕) nota: ¡se viene lo bueno, gente!
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