capítulo 11

No hablaron del tema, de la mano de Jungkook sobre el miembro de Jimin, de los gemidos incontrolables que abandonaron su boca. El pelinegro no hizo mención al suceso, por razones desconocidas, y el menor prefirió no preguntar, para ahorrarse la incomodidad y la vergüenza.

Sentirse tan bien estando a la disposición del vampiro era una sensación confusa que no podía clasificar. ¿Era correcto? ¿Era incorrecto? A su juicio, lo que estaban haciendo sobrepasaba los límites que definían su relación. El placer lo albergaba hasta hacerlo sentir culpable y pese a lo mucho que necesitaba la cercanía de Jungkook, una punzada en su pecho le hacía alejarse contra su voluntad.

Aquella noche, Jungkook salió a cazar de nuevo. Y Jimin aprovechó la soledad de la casa, para averiguar qué era exactamente lo que estaba retorciendo su interior de aquel modo indescriptible. Se adentró a la biblioteca y se encaminó a la sección de los libros Eruditos.

Técnicamente el género no se llamaba así, siendo Eruditos un simple apodo que Jimin le otorgó cuando supo su verdadero nombre. Eran, como una vez dijo Jungkook, filosóficos. Lo que era realmente un trabalenguas para cualquiera sin una enseñanza escolar básica. El vampiro le había explicado que era lectura para amantes de la sabiduría. Jimin, en cambio, era amante de las novelas policiacas, del misterio y la resolución de crímenes. Por lo que honestamente, ninguno de aquellos libros Eruditos le llamó la atención, no hasta aquella noche.

Filosofía. Saber, comprender y reflexionar. Lo que él deseaba saber era por qué se sentía de esa forma, como si nunca pudiera tener suficiente de Jungkook, mas se reprimía a sí mismo de pedir más. El mal y el bien. Lo que los diferenciaba, las barreras biológicas que convertían a Jungkook en alguien completamente ajeno a la humanidad de Jimin. El porqué, pese a ser su única familia, parecía tan lejano, y el porqué la palabra "familia" no era suficiente para describir los sentimientos que dirigía hacia él.

El primer libro que escogió era bastante antiguo. Había sido escrito antes de la nueva era, cuando los vampiros eran criaturas escondidas en el mundo, una población reducida que vivía en las afueras de la ciudad y que ocupaba identidades falsas para que nadie tuviera conocimiento de su verdadera naturaleza.

En el índice, mencionaban los temas a abordar, unos que Jimin ignoraba y otros que nunca consideró que tuvieran una connotación filosófica. Las páginas eran delgadas entre sus dedos y hojeando el libro no tardó en aterrizar en el capítulo ocho.

Amor.

Estaba familiarizado con la palabra y su respectiva definición, por supuesto. También entendía cuáles eran las condiciones del sentimiento en cuestión. Pero jamás consideró la posibilidad de que eso fuera lo que sentía por Jungkook. El amor, en su opinión, se limitaba a las relaciones humanas, o a las relaciones entre vampiros. No entre diferentes especies. No cuando existían tantas barreras que los separaban entre sí, espacial y biológicamente.

Según lo que había aprendido, las dos especies eran enemigas, aun cuando el tratado de paz impedía cualquier guerra. El que enemigos se amaran era una idea difícil de concebir, por lo que continuó leyendo aquel segmento del libro, buscando una explicación lógica que pudiera combinar el amor y la animadversión en una misma palabra.

Fue realmente confuso, desde principio a fin. Leyó el capítulo, descubriendo que existían más clases de amor de lo que pensaba, cada uno completamente distinto al anterior. El amor fraternal; el amor propio; el amor romántico. Los filósofos explicaban de una manera muy complicada lo que trataban de transmitir, por lo que no pudo aclarar sus dudas; por lo menos no del todo, quedando en un limbo, donde el amor era un sentimiento viable que podía comparar con lo que sentía por Jungkook, pero a la vez, era un sentimiento que no comprendía en su totalidad.

Regresó a la habitación con aires de derrota, pues aunque había aprendido nuevos términos y definiciones, lo que sentía por el vampiro continuaba sin tener un nombre en específico. Ya que, a fin de cuentas, si lo que sentía por él era amor, ¿cómo podría adivinar cuál tipo de amor era?

Cayó sobre la cama y rodó perezosamente sobre su estómago, hundiendo su nariz en la almohada perteneciente al pelinegro. Aún podía percibir el deje de su aroma, la calidez antinatural que portaba pese a su naturaleza carente de vida. Aspiró la esencia característica de Jungkook desvergonzadamente y cerró los ojos, el resto del mundo desapareciendo por un instante a su alrededor, y su cabeza enfocándose en el vampiro que ahora se hallaba ausente.

Pensó en su mirada rojiza, en el rostro de piel blanquecina, la sensación de los colmillos filosos incrustados en su carne, la sonrisa gentil que le dedicaba con incondicionalidad. Su corazón latió frenético y un escalofrío se apoderó de su columna vertebral cuando el recuerdo de la mano áspera sujetando su miembro se hizo demasiado vívida en su memoria.

Hueles tan jodidamente bien, bebé.

—Dios —gimió mortificado, a la vez que sus mejillas se encendían con fuerza. ¿A Jungkook realmente le gustaba su aroma? ¿Y su sabor? Se removió sobre la cama, deseando esconderse bajo una roca cundo fue consciente de su miembro endurecido dentro de su pantalón.

¿Así de fácil?

Miró de reojo la puerta cerrada del dormitorio y una mano se escabulló dentro de su ropa, sus dedos inexpertos acariciando el falo y rodeándolo con inseguridad. Soltó un suspiro de alivio cuando la presión hizo el efecto deseado, las descargas eléctricas pinchando cada rincón, el revoltijo siendo evidente en su estómago.

Los movimientos fueron irregulares y desesperados, completamente diferentes al ritmo impuesto por Jungkook. Él lo hacía firme y rápido, y hacía que sintiera tan bien, tan perfectamente bien. Tocaba las fibras indicadas, empujaba los botones correctos.

Se relamió los labios resecos e inhaló hondo sobre la almohada del vampiro, embriagándose con el aroma masculino que había dejado en la tela. El olor envió una punzada de placer directo a su miembro, el líquido preseminal humedeciéndolo prematuramente. El nombre de Jungkook fue envuelto por un sollozo y Jimin gimió fuerte y claro, la cúspide haciéndose más y más cercana.

La puerta se abrió.

No, susurró para sus adentros, la vista nublada por lágrimas de placer, permitiéndole tan sólo atisbar una figura borrosa en el umbral de la habitación. Detuvo sus movimientos con quejas, necesitando más, odiando que Jungkook hubiera interrumpido cuando él había estado tan cerca de correrse. Tuvo la intención de incorporarse, mas el vampiro fue más veloz, empujando a Jimin contra el colchón, afirmando sus caderas y bajando el elástico del pantalón con la boca.

¿Qué hace?, reaccionó, apoyándose sobre sus antebrazos y observando con desconcierto al vampiro acomodado entre sus piernas. Ven, sube, quería tenerlo con los labios sobre su cuello, no allá lejos, con el rostro tan cerca de su vientre. Jungkook no le dio tiempo de quejarse, separando los labios y metiendo el miembro duro de su bebé en su cavidad bucal.

—¡Ah!

Un chillido y luego un gemido alto que probablemente escuchó la ciudad entera. Dejó caer su cabeza contra la almohada y se retorció cuando la lengua de Jungkook rodeó la punta de su miembro, lamiendo y chupando hasta convertir a Jimin en un desastre de ruidos obscenos y letanías susurradas entre sollozos.

Jimin no sabía dónde poner las manos, aferrándose a las sábanas para buscar firmeza, tirando de los cabellos oscuros del mayor. Los dedos de sus pies se curvaron cuando bajó la mirada y pudo observar la boca de Jungkook bajando y subiendo a lo largo de su falo. Tan bueno. Dios, tan bueno y húmedo. Las manos del vampiro sostenían las piernas desnudas y Jimin inconscientemente levantaba las caderas, necesitando más, perdiéndose en la nueva sensación que Jungkook le otorgaba.

—Kookie —gimió en un lamento. Su frente sudada y la cúspide haciéndose visible en su interior. Más, más—. Kookie, detente.

El vampiro, yendo en contra de su súplica, chupó más duro y Jimin no pudo contenerse, eyaculando deliberadamente en la boca del mayor, pese a sus intentos de evitarlo. Gimió antes de que su miembro se ablandara contra el paladar de Jungkook, quien lamió un par de veces el falo antes de apartarse.

Jimin se quería morir.

—Lo siento —dijo el vampiro, arreglándole la ropa y subiéndole los pantalones sin dificultad. El menor continuaba jadeando, incapaz de responder—. No debí haberlo hecho.

Jimin fijó su mirada en el cielo raso mientras trataba de controlar su respiración, incapaz de determinar si las palabras del vampiro eran acertadas o una simple daga enterrada en su pecho. Pues pese al dolor que le causaba el pensamiento de que Jungkook se arrepentía de sus acciones, no podía decir que no estuviera de acuerdo con él.

Había sido un error, no solamente por la sensación irrevocable de culpabilidad, sino por el detalle de que esta vez había sido un propósito completamente egoísta, permitiendo que el vampiro tomara e hiciera lo que se le diera la gana con su cuerpo, con tal de sentirse como lo había hecho antes.

Porque ahora se daba cuenta de que solamente Jungkook podría complacerlo y ese era un gran problema para alguien que aún dudaba acerca de lo que sentía su corazón.

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