capítulo 08
Despertó sintiendo que estaba sofocándose. Jimin, aún somnoliento, pudo deducir que por la habitación oscura y la espalda grande durmiendo a su lado, apenas era de madrugada. Soltó un quejido en voz baja cuando se hizo consciente de lo que estaba pasando, deseando que no fuese así y que no tuviese que dar una horrible ducha fría de nuevo.
Jungkook le había prometido que a los dieciocho años, estos episodios acabarían, y Jimin había creído en él. Durante el último tiempo, habrían veces que ni siquiera despertaría durante la noche, encargándose de su problema cuando ya era de mañana, o a veces bastaría distraerse mentalmente para que el bulto en su entrepierna desapareciera, bajando hasta volver a la normalidad. Parecían ser buenas señales de que por fin no tendría que seguir preocupándose de ello, pero su cuerpo no parecía estar al tanto de esa regla, reaccionando libremente ante la más mínima estimulación.
Esa noche se sentía peor que cualquier otra. Era como si el dormitorio se hallara a cien grados centígrados y él estuviera ardiendo con fuego por dentro. Dolía, mordiéndose el labio inferior trató de ignorar ese dolor punzante que se acumulaba en su parte baja, mas no logró desenfocar su mente fuera de ello. Le quemaba la piel, le picaban las manos. Quería...
Dios. Se removió en la cama, el colchón crujiendo bajo su peso. Quería algo. Quería sentir algo, quería que algo pudiese aliviarlo. No obstante, desconocía qué. ¿Acaso el agua fría era lo único que podía apaciguar el dolor? ¿Acaso el agua fría era lo único que podía apagar el fuego que guardaba dentro? Sus soluciones eran reducidas, y aunque las duchas eran la manera más efectiva y rápida de acabar con aquel calor, no era una de sus opciones favoritas.
Juntó sus piernas, inquieto, buscando una posición cómoda en la cual su entrepierna no le molestase tanto como lo hacía. Y cuando uno de sus muslos rozó accidentalmente aquella zona, ejerciendo una leve presión en su ingle, un gemido brotó de su garganta.
Abrió los ojos de golpe, poniéndose rígido cuando una sensación agradable y peligrosa recorrió su cuerpo, encendiéndolo más, pero a la vez, aliviándolo como tanto lo había necesitado. Soltando un jadeo, repitió la acción, curioso de aquel poco familiar sentimiento que lo invadió repentinamente de pies a cabeza. Otro roce bastó para sacarle otro gemido a Jimin, su entrepierna reaccionando inmediatamente por el recibido estímulo, endureciéndose, doliéndole, gustándole.
Se sentía bien. Cerró sus labios, ahogando un gemido cuando ahora con su mano tanteaba el bulto cerca de su vientre. Se sentía extremadamente bien tocarlo, tocarse. Era como si aquel miembro mandara sobre él. Enviando escalofríos placenteros a través de su columna vertebral, aumentando la sensación agradable que envolvía su cuerpo... Una fibra sensible, la que requería de atención para que pusiera todas esas sensaciones apagadas a funcionar.
Las caricias se hicieron más rápidas y más fuertes, su mano deteniéndose de vez en cuando, en esos instantes en los que no estaba seguro de qué ocurriría si continuaba. Estaba demasiado confundido y asustado para llegar al final, un desenlace que no conocía y que no se atrevía a averiguar por experiencia.
Bajo la palma de su mano, el pantalón de su pijama se empezó a humedecer. ¿Eso era bueno? ¿Malo? Su racionalidad estaba nublada. No le importaba si era bueno o malo, si es que se sentía así de bien. Un gemido que no pudo contener, una gota de sudor que cayó por su frente, y de pronto...
Un cuerpo pesado estaba aplastando el suyo.
Se congeló. Sus movimientos se detuvieron y la habitación dejó de estar en llamas como lo había estado hacía unos segundos. Su cabeza estaba en blanco. Sus ojos apenas vislumbrando en la penumbra, el rostro de Jungkook a pocos centímetros del suyo.
Lo había visto.
Se tensó, tragando saliva y recién siendo consciente de lo agitada que estaba su respiración. Su pecho subiendo y bajando, accidentalmente chocando contra el de vampiro cuando sus pulmones se inflaban con aire.
Lo había descubierto. Pese a sus miserables intentos de reprimir los gemidos y los jadeos, Jungkook probablemente lo había escuchado. ¿Su voz había sido tan alta como para despertarlo? Quizás. Era muy posible. Los sentidos del vampiro eran diez veces más agudos que los de un humano común.
Tuvo la intención de pedir disculpas, aunque ni siquiera estaba seguro qué era exactamente lo que estaría lamentando. Sintiéndose mortificado y tremendamente avergonzado, alejó la mano de su entrepierna y buscó qué palabras decir. Jungkook debía estar tan enfadado con él; sentía que le había fallado de cierto modo. Era altamente probable que le exigiría una explicación de lo sucedido, pero Jimin no sabía por dónde empezar.
Abrió la boca, mas no pudo ni siquiera completar una oración.
Apenas alcanzó a murmurar el nombre del vampiro, cuando éste ya le tenía aprisionado, su boca aplastada posesivamente sobre su cuello y su mano fuerte subiendo por su pierna hasta aterrizar en su ingle. Un escalofrío se apoderó de su espina dorsal. El calor subiendo y subiendo, hasta que Jimin tenía las mejillas ruborizadas, y se hallaba mordiéndose el labio para tragarse el gemido que había amenazando con escapar.
Su pantalón estaba abajo. Los dedos de Jungkook estaban rodeando superficialmente el contorno de su pene. ¿Qué estaba haciendo? Oh, Dios, ¿qué está haciendo? Sintió pánico por el comportamiento inesperado del pelinegro. No obstante, el miedo fue rápidamente reemplazado por alivio, cuando la mano de Jungkook se cerró sobre su miembro y una oleada de placer lo envolvió.
Se retorció en la cama, la mano de Jungkook moviéndose a lo largo del falo con una lentitud que estaba empujando a Jimin al borde de un abismo y que estaba haciéndole perder la cordura con cada caricia. ¿Qué estás haciendo?, se preguntó, disfrutando el toque del vampiro sobre él. Es incorrecto. No estaba bien en lo absoluto. ¿Por qué estaban haciendo esto? ¿Por qué la mano de Jungkook le hacía sentirse de esa manera?
—Kookie —lo llamó. Había tratado de que su voz saliera firme, un intento de que pusieran fin a la situación y pudieran hablar para comprenderla. Pero estaba tan ido, que el nombre de Jungkook salió en un gemido lamentable, un sollozo que no pudo ahogar y que ahora se repetía con la dulce presión sobre su ingle.
Los labios de Jungkook se partieron, su húmeda lengua lamiendo el cuello de Jimin y sonsacándole un gemido sorprendido. ¿Qué hacía ahora? Su nariz acarició por detrás de su oreja y su miembro palpitó en la mano del vampiro.
La respiración pesada de Jungkook chocó contra su piel. Jimin se mantuvo inmóvil, percibiendo cada detalle con extrema sensibilidad, cada caricia sobre su pene volviéndose más y más placentera. Tragó saliva, y los vellos de su nuca se erizaron cuando el pelinegro habló en un aliento, su voz grave y tersa, estrujando su estómago y haciéndole retorcerse sobre la cama. Las palabras fueron susurradas sobre su cuello, la cara de Jungkook rozando el lóbulo de su oreja.
—Hueles tan jodidamente bien, bebé.
Un latido pasó, mientras que su miembro tomaba aquella frase y aquel tono como un estímulo agradable, que lo endureció más y lo calmó menos. Sus manos se aferraron a las sábanas, atrapándolas entre sus dedos y arrugándolas con fuerza. La lengua de Jungkook seguía lamiendo su piel.
Fue cuando supo que el vampiro no podría rechazar su oferta.
Jungkook estaba tan ido como él. Siempre era distante cuando el problema nocturno en su entrepierna aparecía. Sin embargo, ahora no se estaba alejando, sino todo lo contrario. No había podido ver si sus ojos se habían tornado rojos o no, pero no importaba. Dijo que olía bien. Los instintos irrevocables de su naturaleza, eran los que estaban controlándole en aquellos momentos. La bestia hambrienta en su interior, no conocía límites.
Quiere beber de mí. Se está muriendo de hambre por mí. Podía sentirlo con cada lamida sobre la piel de su cuello, llena de rabia y deseo, carente de cualquier cuidado o protección.
—Kookie —jadeó. Lo atisbó entre sus pestañas. El cuerpo grande de Jungkook sobre el suyo, tensándose mas no deteniéndose cuando Jimin habló—. Bebe mi sangre—. Los movimientos sobre su miembro se hicieron irregulares y desesperados, los labios del vampiro volvían a estar aplastados bajo su mandíbula—. Bebe de mí, Kookie. Tómame.
No tuvo que repetirlo. Los colmillos del pelinegro se enterraron con fuerza en su cuello, hundiéndose y rompiendo la piel hasta que sangre brotó de la carne. Jimin cerró los ojos, a la espera de que el dolor se asentara. Pero no hubo dolor. Sólo un leve pinchazo y luego...
Dios, Dios, Dios... Se sentía bien. Tan jodidamente bien.
Una letanía atravesó su mente, mientras que los colmillos de Jungkook seguían enterrados en su cuello tan deliciosamente, chupándole la sangre, y esparciendo el calor y la sensación placentera por toda su anatomía. Jimin echó la cabeza hacia atrás, hundiéndola en la almohada, su cabello derramándose por la superficie, y estirando su cuello, otorgándole a Jungkook más facilidad para continuar, para morder y chupar.
La mano del pelinegro seguía moviéndose errática en su miembro. Jimin se perdía más y más. Los dedos de sus pies se curvaron. Su boca se abrió, jadeando, faltándole el aire. No quería que parara nunca. Quería que siguiera sintiéndose así de bien para siempre. El cuerpo de Jungkook sobre el suyo, caliente y pesado. La mano de Jungkook sobre él, tocándole y robándole cientos de gemidos. Los colmillos de Jungkook enterrados en su cuello, tomando de él.
La boca de Jungkook se separó de su cuello, los dientes saliendo con lentitud de la carne. Jimin ahogó una queja. Más, quería más. Medio mareado, sintió la lengua de Jungkook lamiendo la herida, limpiándola y sellándola, quitando todo rastro de sangre de su piel.
Jungkook suspiró. —Eres tan delicioso, bebé. Sabes tan, tan bien...
—Kookie...
Otro movimiento brusco y preciso bastó para que Jimin alcanzara la cúspide. El mundo a su alrededor desapareció. Su mente nublada por el placer, apenas siendo capaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Agotado, hallándose debilitado por la sangre que había perdido, cerró los ojos. Lo último que notó antes de rendirse al sueño, fue el calor acogedor del cuerpo del vampiro y la boca de éste dejando pequeños besos sobre su piel.
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