♡. epilogue
El sonido del viento arrullador sacudiendo las hojas de los árboles.
El aroma fresco del follaje por la madrugada.
Los rayos de luz que se entreveían entre las ramas.
Él inhaló hondo.
El olor atractivo de carne fresca...
—¿Qué haces, cachorro?
Jungkook parpadeó y ocultó los colmillos sobresalientes, disipando el hambre abrasadora que anteriormente le había desorientado. Se volteó hacia la fuente de la aterciopelada voz, para ver a su madre, de rizos dorados y semblante blanquecino, quien le dedicaba una amena sonrisa.
—Estaba buscando algo para comer —respondió jugando con las puntas de sus garritas. Venecia rió, acariciando las hebras oscuras de su pequeño.
—Estás tan grande, cachorro...
Lo estaba, para su edad. La velocidad de su crecimiento era inusual, para los humanos e incluso para los vampiros. Su naturaleza peculiar a veces hacía a Jungkook sentirse diferente, pero nada de ello importaba, estando con las personas correctas.
Tras cazar un par de conejos, el estómago de Jungkook se halló satisfecho. Los conejos siempre le habían resultado más fáciles de atrapar, sobre todo para sus pequeñas manos y para sus delgadas garritas. Además sabían bien, mejor que cualquier otra sangre, en su opinión.
El sol se puso en el horizonte, escondido entre las ramas verdes de los álamos, perdiéndose a ras del suelo terroso. La noche oscura se expandió en el cielo, bañada de estrellas y una luna que iluminaba el pelaje de los lobos que merodeaban por los alrededores.
Un lobo aulló cerca de medianoche; un sollozo parecido al de un presagio. Jungkook se sobresaltó ante el sonido y su madre rió entredientes, arropando a su hijo para ponerle a dormir. Depositó un beso en su frente antes de incorporarse a un costado de la cama.
—¿Hoy no me leerás un cuento? —murmuró el híbrido, mirando a su madre a través de sus espesas pestañas. Venecia se cruzó de brazos con una sonrisa divertida curvando sus rojizos labios.
—Mírate, qué mimado eres... ¿No estás muy grande para cuentos?
—No —replicó el menor, haciendo un tierno pucherito capaz de derretir el hielo. Le resultaba imposible conciliar el sueño sin uno de los relatos contados por la voz suave de su madre—. Sólo uno —pidió.
Venecia cedió casi de inmediato, como solía suceder cuando se trataba de su hijo. Le leyó uno de sus cuentos favoritos, el tercero de "De amores e ilusiones", que narraba la historia de un humano que poseía grandes riquezas, y quien eventualmente se enamoraba del panadero de un pequeño pueblo.
—¿Yo también me voy a enamorar cuando crezca? —preguntó Jungkook, sin poder reprimir su curiosidad. Venecia miró sus ojitos oscuros de cervatillo, aquellos que reflejaban vulnerabilidad pese a la fuerza que residía en éstos.
Por el semblante pálido de su madre cruzó una emoción similar a la compasión, algo oscuro y triste que fue difícil de ignorar. Jungkook se cuestionó si, tal vez, él no merecía ser amado de la manera en que se describía en el libro y si acaso se debía a que era diferente.
—Claro que sí, Kook —le susurró besando su sien. El tono tranquilizador cuyo objetivo era calmarle, mas que resultó en una tormenta dentro de su pecho.
La vampiro se levantó y con un último beso en su frente, se alejó del híbrido. Cerró la puerta del dormitorio tras su espalda y Jungkook cerró los ojos, permitiendo que la oscuridad de la habitación lo envolviera una vez más. Fue perdiendo lentamente su consciencia, dejándose llevar por los brazos de Morfeo.
El ruido de gritos ininteligibles irrumpieron su profundo descanso.
Reconoció las voces de sus padres y de su doctor a la distancia. Ellos sonaba particularmente molestos por un motivo en específico. Jungkook no acostumbraba a ser muy entrometido, sobre todo con un tema que no era de su incumbencia, mas la curiosidad condujo al híbrido fuera de su habitación y hacia el pasillo que conectaba los dormitorios con la sala de estar.
Se mantuvo oculto tras la pared, sin la intención de que sus padres le descubrieran. Para su suerte, ni Bo Hyun ni Venecia se percataron de su presencia, sumidos en la discusión que se desencadenaba entre ellos y el doctor Kim.
—Estás siendo egoísta.
—Sabes que no es así —replicó Venecia ante la acusación de su marido—. Sabes que lo hago para proteger a Jungkook. Sólo deseas herirme para que me arrepienta de algo que necesito hacer.
—Si te vas, no vas a volver —sentenció Bo Hyun. Venecia le miró dolida y el doctor Kim sostuvo al hombre por los hombros.
—Los vampiros están consumiendo la ciudad. Los humanos no tardarán en llegar aquí y luego, vendrán los otros... ¿Cuánto tiempo crees que esta guerra podrá sostenerse sin que descubran la existencia del híbrido?
—¿Estás de acuerdo con esto? —gruñó Bo Hyun, zafándose del agarre de Kim—. Estás enviando a Venecia directamente a su muerte. ¿Es que no te das cuenta?
—Voy a estar bien —negó la aludida. Bo Hyun estalló, sin poder contener la impotencia.
—¡No lo estarás! Sabes que no lo estarás. Sabes que vas a ir, vas a matar al maldito vampiro que inició todo esto, y eso te va a condenar también. No soy idiota, Venecia. Sé que tu especie es diferente a la mía y sé que parte de su genética, les impide matar a uno de lo suyos sin sufrir las consecuencias.
—Es sólo un mito —objetó, pero incluso Jungkook fue capaz de percibir la poca convicción en la voz de su madre—. Nadie sabe con certeza, lo que ocurre tras matar a un vampiro.
—No permitiré que tú lo averigües.
—¿Y qué harás? ¿Matarle tú? Es el líder del clan, amor. Es despiadado. Tú me conoces a mí, pero no a ellos, no a los otros. Los vampiros son fríos y calculadores. Yo sé qué hacer y haré todo lo necesario para proteger a Jungkook... Para protegerte a ti.
—No quiero perderte —habló Bo Hyun con un nudo en la garganta—. No puedo perderte.
—Y yo no les perderé a ustedes... Voy a ir a la ciudad a asesinarlo... y a acabar con todo esto.
Jungkook quiso intervenir, rogarle a su madre que no se dirigiera a la ciudad. Si su papá decía que era peligroso, entonces lo mejor era quedarse en casa ¿verdad?
¿Pero por qué ellos no eran capaces de entenderlo?
—Iré contigo —decidió Bo Hyun. Venecia acarició el rostro de su marido y besó sus labios.
La imagen se tornó insoportable de ver en un sentido emocional que desgarró el corazón de Jungkook, al comprender que sus padres iban a marcharse. Las palabras de su padre continuaban retumbando en su cabeza, aún mientras corría de regreso a su habitación. Se encaramó en la cama y reprimió el llanto que amenazaba con romperle en mil pedazos.
«Si se van... No van a volver.»
¿Era acaso lo que había en la ciudad más importante que su propio hijo? Aparentemente lo era. Jungkook apoyó su mejilla en la esponjosa almohada, cerrando los ojos con fuerza cuando el sonido de la puerta cerrándose zumbó en sus oídos.
«No van a volver.»
No... Necesitaba convencerse de lo contrario. Necesitaba creer en que ellos regresarían y se hallarían en casa para el amanecer. Sus padres, los que amaba, jamás le abandonarían. Eran su familia, eran todo lo que Jungkook tenía en el mundo. A ellos y al vasto bosque.
El canto de los pájaros le despertó al día siguiente. Jungkook se levantó y arrastró sus pies a la sala de estar. Su estómago rugió de hambre, a la espera de la caza matutina que llevaban a cabo diariamente con su madre.
A excepción de aquel día, en el que la casa se hallaba vacía, excluyéndose a sí mismo.
Tal vez habían salido a dar un paseo. Estaba seguro de que retornarían pronto. Bo Hyun no duraba demasiado manteniendo el paso inusualmente rápido de Venecia para caminar. Él se cansaría en unas horas y retomarían su camino para volver a casa.
Así que Jungkook esperó, incluso cuando el cielo oscureció de nuevo. Esperó, con las piernas abrazadas, sentado en un costado del sofá. A que su papá golpeara la puerta de entrada, a que su mamá exclamara su nombre para avisarle que habían llegado.
Miró a través de la ventana la luna llena colgando en el cielo. La luna que atraía a los lobos a aullar, mientras gotas de lluvia comenzaban a caer del cúmulo de nubes que se extendía a lo largo de todo el bosque, y por un instante, se sintió como que la brillante esfera blanca estuviese llamándole. Gritándole, desesperadamente, que corriera hacia allá.
Un apodo familiar que resonó dentro de su cabeza, puso sus emociones a flor de piel. Una voz distintiva gritando desgarrada.
Jungkook parpadeó y la imagen frente a él fue lentamente disipándose, como la niebla fogosa desaparecía al abrirse un día soleado.
Enfocó su mirada, hasta que el rostro ante él se tornó nítido. Jimin. Su bebé. Que parecía estar rompiéndose por algo que Jungkook no comprendía. Luciendo una expresión devastada, que resultaba dolorosa de ver.
—Kookie —sollozó, con sus manos aferrándose a la ropa del híbrido. El pelinegro deseó acariciar su mejilla, realizar el intento de calmarle. Mas sus brazos pesaban, entumecidos a ambos costados de su cuerpo, y su sangre se sentía fría dentro de sus venas.
Observó las lágrimas correr a lo largo de las mejillas de Jimin. Observó sus labios hinchados y los ojos rojos debido al llanto. ¿Por qué? ¿Era por él? No llores por mí, quiso decirle. Pero Jungkook no podía hablar. No podía sacar la voz de su pecho. Simplemente podía respirar —con dificultad— y observar silenciosamente a su cariño resquebrajarse sobre su cuerpo lacio.
—No me dejes... Por favor —susurró sin cesar sus sollozos—. No me abandones, amor...
—He llamado a emergencias —vociferó otra voz familiar. Jungkook notó a Taehyung aparecer a su lado, con pesadumbre tiñendo su semblante—. La ambulancia estará aquí en cualquier momento. Sigue presionando en la herida.
¿La herida? La palabra hizo eco en sus tímpanos a la vez que el entendimiento se asentaba en sus entrañas. Sí, la memoria no era tan lejana como para olvidarla. La sensación de una pequeña aguja atravesando su piel.
—No está funcionando —lloriqueó Jimin, volteándose hacia el pelirrojo en desamparo. Sus manos se hallaban empapadas en sangre, luchando por detener la hemorragia en el cuerpo del pelinegro.
Taehyung inhaló y exhaló hondo, analizando la situación. —Está perdiendo demasiada sangre, Jimin...
—No, no. Amor, quédate conmigo —titubeó con la mirada sobre la de Jungkook. El pelinegro se derritió con aquellos ojos castaños, que arrebatan su corazón—. No me dejes ahora. Vas a ponerte bien. Ya verás que vas a estar bien.
Pero incluso en aquel momento, con la consciencia oscilando, Jungkook era capaz de entender que aquellas palabras eran simple confort, para perdurar un poco más a través del dolor que enfrentaban.
Sus iris rojos se tornaron opacos y su respiración fue disminuyendo hasta casi desaparecer. Jimin sacudió la cabeza, renuente a aceptar que el híbrido estaba desvaneciéndose en sus propias manos.
—No te atrevas a dejarme... No así, amor...
Jungkook deseaba poder decirle que nunca le dejaría, que estaría a su lado para siempre, que lamentaba tanto haberle permitido marcharse por su cuenta, cuando pudieron haberlo solucionado.
Y resultaba frustrante, el no poder hacer nada al respecto. Demonios... Habían pasado por demasiado juntos como para conformarse con aquel absurdo final. Habían superado demasiadas cosas como para rendirse en aquel instante.
El castaño presionó su frente con la suya y lágrimas cayeron silenciosamente desde sus ojos, humedeciendo el rostro de Jungkook. —Te pondrás bien... No voy a dejarte nunca...
Ah... ¿Por qué esas palabras eran tan agradables de oír, mas al mismo tiempo desgarradoramente dolorosas?
Sus párpados eventualmente cedieron ante el cansancio; la imagen de Jimin grabada en su cabeza, mientras permitía a su consciencia navegar lejos. Los sollozos de Jimin fueron in crescendo, conforme los segundos pasaban y el agarre en su herida se tornaba más fuerte.
Un par de ruidos singulares se hicieron audibles a través de su mente nublada. Una sirena, unas puertas abriéndose y cientos de diversos gritos que iban y venían inconstantes.
"Necesitará una transfusión de sangre."
"¿Tipo de sangre?"
"N-No será compatible, Taehyung... Él no es humano."
"Es la única opción que tenemos."
Hubo una superficie plana presionando contra su espalda, antes de que Jungkook exhalara agotado y finalmente su mente se apagara por completo.
Los latidos de su corazón le causaban dolor en el pecho.
Iba tan rápido, que se tornaba insoportable. Y la sangre que bombeaba era caliente, acariciando el interior de sus venas y enviando calidez a lo largo de todo su cuerpo.
Jungkook agudizó sus sentidos en un vago intento de descifrar dónde se hallaba, mas lo único que podía sentir, era su corazón zumbando en sus oídos, y el sonido de su pesada respiración, que se dificultaba debido a sus débiles pulmones.
Las sábanas bajo él estaban húmedas por el sudor. Jungkook apenas podía entre abrir sus ojos y lo único a la vista era el cielo raso y blanco, que se extendía imponente varios metros sobre él.
Su primer pensamiento causó que su cuerpo reaccionara con un leve espasmo. Jimin. ¿Dónde estaba él? Volteó a duras penas su cabeza, para buscar al castaño alrededor de la habitación, mas tan pronto su mirada cayó en el costado izquierdo de la cama, la calma regresó a él.
El castaño dormía pacíficamente, con los brazos sobre el colchón y la cabeza situada entre estos. Su espalda se levantaba suavemente debido a su respiración compensada.
Jungkook acarició con cuidado las hebras oscuras de su amor, sintiéndose ridículamente en paz. Jimin estaba bien, vivo, y a salvo. Cerca donde él podía protegerlo y velar por él, aunque el castaño no lo deseara de esa manera.
Sus ojos adoraron el rostro medio escondido de Jimin y Jungkook inhaló hondo, convencido de que jamás se cansaría de la imagen, ni por el resto de su eterna vida ni después de ello.
Tras unos minutos, sus ojos fueron lentamente atraídos por el objeto incrustado en su brazo, en la zona alta de su antebrazo. Su entrecejo se frunció al percatarse de que era una aguja, que se unía a un delgado cable y que finalizaba en una bolsa transparente que colgaba al lado de la cama.
¿Cómo...?
Su estómago su retorció ante el mal presentimiento que se asentó en su pecho al darse cuenta de que el lugar desconocido en el que se hallaba era un hospital. Uno de humanos, lo que él no era.
Debía irse, lo más pronto que fuese posible. Un hospital era definitivamente lo que necesitaba evitar, tras la idea loca de Yongsun de experimentar con él. Quién sabe cuántos locos hay ahí afuera... Además, prolongar su estadía en la ciudad era, por no decir letal, bastante peligroso.
Se movió sobre el colchón con la intención de levantarse, mas un dolor agudo que recorrió su abdomen le impidió realizar otro movimiento. Maldijo en voz baja, retornando a su posición previa y exhalando un aliento pesado.
El pánico comenzó a apoderarse de sus acciones al percatarse de que el dolor provenía de un área en específico. Con las manos temblorosas, Jungkook retiró cuidadosamente parte del vendaje que cubría su abdomen, lo suficiente como para atisbar la herida que lentamente cicatrizaba en su piel.
No...
Los vampiros no sanaban, no de esa manera. Él tampoco lo hacía. Su regeneración celular era rápida. Taehyung lo había descubierto durante su investigación. Cicatrizar era una habilidad que se le podia atribuir únicamente a los humanos, algo que él nunca había sido.
Se esforzó por recuperar sus recientes memorias, con el pánico incrementando y removiendo piezas en su interior. Debía haber una respuesta, una explicación lógica, que pudiese justificar el extraño proceso que estaba experimentando. Sin embargo, a pesar de que intentó ralentizar sus propios pensamientos, con la intención de estudiar la situación de manera racional, le resultó imposible no ser empujado cuesta abajo por el incontenible pánico y el miedo.
Podía recordar vagamente el rostro desfigurado de Yongsun, su sonrisa serena antes de escupir sangre a borbotones. Jungkook podía recordar el sonido de un disparo, el estremecimiento de su cuerpo y luego, la cruda sensación de vacío.
¿Qué había sucedido con exactitud? Él no era inmune a las balas de Yongsun. Quizás por eso... Quizás por eso había acabado de la manera en que lo había hecho, quizás por eso cicatrizaba. Pero no se trataba de eso ¿verdad? Pues incluso Jungkook sabía, que no existía cura para los vampiros que eran atacados con plata, y que para él, la bala de Yongsun en su cuerpo había sido la estaca que anunciaba su muerte.
Nada de ello tenía sentido.
—¿Kookie?
Jungkook se sobresaltó, sorprendido por hallar a Jimin repentinamente despierto, y más importante, desconcertado por no haberle oído despertar. ¿Acaso la herida había afectado de alguna forma sus sentidos?
—Kookie —repitió el castaño, incorporándose de su asiento para saltar sobre la cama y abalanzarse torpemente sobre el pelinegro.
El aludido lo recibió en sus brazos, con un poco de dolor debido a la presión en la herida, mas sintiendo cómo su propia tensión iba desapareciendo gracias al abrazo del menor, que enviaba calidez y calma a lo largo de todos sus nervios. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba a Jimin junto a él hasta aquel instante, en el que ni siquiera el dolor era suficiente motivo para dejarle ir.
—No sabes lo asustado que estaba —susurró en su hombro. Jungkook acarició su espalda al notar que la fina tela de la camisa estaba humedeciéndose—. Te extrañé mucho.
—Estamos juntos ahora, amor... No llores —suplicó el pelinegro, con el corazón desembocado—. Estoy bien.
—No estábamos seguros sobre si sobrevivirías... Si tu cuerpo rechazaría la sangre...
—¿De qué hablas? —cuestionó inmediatamente alerta, preguntándose si acaso había oído bien las palabras amortiguadas de Jimin. El castaño levantó lentamente la cabeza de su hombro, hasta quedar cara a cara con el mayor.
—Debería llamar una enfermera...
—Dime qué sucede, bebé —exigió. Los hombros de Jimin decayeron, completamente derrotado por el apodo que no solamente traía nostalgia, sino que además sonaba tan bonito en ese tono amoroso que Jungkook utilizaba con demasiada frecuencia.
Había prometido que esperaría. Que le advertiría a la enfermera en caso de que Jungkook despertase, para que la doctora encargada le explicara el procedimiento, la operación y todo lo que había conllevado tratar a un híbrido. Había sido un caso bastante peculiar, pero el cual con la ayuda y los conocimientos de Taehyung, había derivado en una operación exitosa.
Jungkook había finalmente despertado y eso significaba que era una buena señal ¿no? Aunque no fuese como solía ser antes, no por completo...
—Estabas perdiendo demasiada sangre —habló Jimin, decidiendo que trataría de hablar con Jungkook primero, y que luego la doctora podría entregarle toda la información médica que requiriese—. Y tu cuerpo... no estaba reaccionando. No sanaba y tampoco reaccionaba a los intentos de los paramédicos por detener la hemorragia.
Jimin esnifó, consciente de que las lágrimas habían empezado a acumularse nuevamente en sus ojos.
—Les dijimos que eras un híbrido. Que eras diferente, pero que... en varios aspectos, eras humano. Taehyung habló con la doctora y descubrieron que había una manera de mantenerte con vida, pero que no era seguro y que... que ciertas cosas iban a cambiar —Jimin mordió su labio inferior, deseando detenerse a sí mismo en ese preciso momento y no continuar. No se sentía preparado para golpear a Jungkook con la noticia. Menos con una de tal magnitud.
Los dedos del pelinegro acariciaron sus mejilla, alentadores y tiernos, incitando a Jimin a proseguir con lo que había sucedido, impaciente por la verdad que ocultaba. Jimin cerró los ojos y dejó un suspiro abandonar sus labios, dándose fuerzas para mantenerse estable a lo largo de sus propias palabras.
—Te operaron, para retirar la bala de Yongsun. P-Pero... habías perdido... mucha sangre en el camino... La doctora dijo que podía hacer una transfusión sanguínea, pero que además debería realizar un trasplante d-de órganos...
La voz del castaño se desvaneció paulatinamente, expectante por una reacción. Jungkook solamente le miró en silencio, con la expresión en blanco y... parcialmente consciente de lo que aquello significaba. Pues no había sido necesario que Jimin lo dijera en voz alta, para comprender a qué se refería.
Humano...
—¿Estás seguro? —musitó.
—Yo... Sí. Sé que es extraño, Kookie. Todo esto es fuera de lo común. Hay muchas cosas que desconocen aún... Nadie sabe cuánto tiempo vivirás ahora que... De verdad lo siento tanto.
El pelinegro levantó la mirada de sus manos, encontrándose con la de Jimin, que aún contenía lágrimas.
—¿Por qué te disculpas?
—P-Porque... has pasado por mucho. Yo no quería que sufrieras más. Sabía que esto tendría consecuencias pero... yo sólo quería salvarte.
Jungkook acunó su rostro, sin poder evitar endulzarse por la ternura de su castaño.
—No te disculpes, amor... Yo habría hecho lo mismo si se hubiera tratado de ti —dijo con honestidad. Jimin talló sus ojos, cediendo mas sintiéndose poco convencido—. Aunque supongo que... esto cambia las cosas ¿no?
Jimin asintió, consciente de que el estilo de vida de Jungkook se vería obligado a cambiar de ahí en adelante. —¿Estás asustado?
—Como ni te imaginas... —suspiró.
—P-Pues no te preocupes —insistió Jimin, entrelazando sus dedos—. Me tendrás a mí.
—¿A ti? —repitió el pelinegro, tomando todo de él no romper en una sonrisa.
—Sí. Yo estaré a tu lado para siempre.
La naciente sonrisa en el rostro de Jungkook se esfumó, mientras su mente se hundía en un mar de chocolate con las palabras del castaño. Para siempre.
—Ah... —Jimin se alarmó al oír un ruido agudo provenir del monitor de signos vitales—. Tu pulso aumentó... ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? —dijo con preocupación. Jungkook se cubrió la cara con una mano. ¿Esto era ser humano? Porque ya lo odiaba.
—No es nada —susurró. Jimin retiró su mano, percatándose del sonrojo notorio en las mejillas del mayor. Oh—. Más importante que eso... ¿Cuánto llevo dormido?
—Un par de días. Taehyung dijo que si despertabas cuando él no estuviera aquí, te diera sus saludos, sus felicitaciones y te dijera que era una lástima que ya no puedas convertirte en murciélago.
Jungkook puso los ojos en blanco, divertido ante el último comentario proveniente del pelirrojo. —Tienes amigos muy tontos, bebé...
—N-No es cierto... Sólo él es un poquito tonto, supongo —rió, recordando a la perfección lo consternado que había estado Taehyung durante la operación de Jungkook—. También dice que te aprecia mucho.
—¿Intentas ponerme blandito?
—Tal vez.
Jungkook suspiró, observando embelesado la sonrisa tan hermosa que curvaba los labios rosados de Jimin y sus lindos ojos color miel. Ah... Su pulso se había disparado de nuevo.
—Lamento... haberme ido —comenzó Jimin, luciendo arrepentido por sus acciones—. No pensé que Yongsun acabaría siendo una demente... Lamento haberte puesto en riesgo de esa manera.
—No fue tu culpa. Más bien, soy yo quien debe disculparse.
—¿Por qué? Al final tenías razón...
—No. Tú querías ir a la ciudad por tus principios, porque se ha convertido en un lugar preciado para ti y quieres protegerlo. Debí haberte apoyado, debí haber ido contigo, pero... —Exhaló, sintiendo cómo su corazón se apretaba ante las memorias—. La inseguridad sacó lo peor de mí. Quería hacerte elegir, porque no estaba seguro de lo que sentías realmente. Decías que me amabas, ¿pero era eso suficiente para hacer que te quedaras?
Jimin guardó silencio, con el corazón un poquito resquebrajado, al pensar en que él había puesto a su Kookie tan inseguro sin siquiera darse cuenta, cuando esa había sido la última de sus intenciones.
—Tú siempre haces que existan mil motivos por los que quiera quedarme contigo, Kookie —dijo con sinceridad, intentando reconfortar al pelinegro. Sintió un pinchazo de ternura en el pecho cuando presenció a Jungkook sonrojarse nuevamente.
Taehyung le había informado que los vampiros poseían un gran autocontrol sobre sus propias reacciones, al contrario de los humanos, y le había advertido también que era muy posible que esa fuese una de las cualidades que cambiaría para el pelinegro. Lo que jamás se imaginó era... lo mucho que Jungkook solía controlarse a sí mismo.
—Quiero besarte mucho —soltó Jimin, admirado por el color rosado que había adquirido la cara de Jungkook para entonces. Bien, debía admitir que era un poquito divertido hacerle sonrojar.
—Lo haces a propósito, niño desconsiderado —se quejó y Jimin se preguntó cómo no había notado lo adorable que podía ser Jungkook a veces.
El pelinegro fue quien inició el contacto, sosteniendo la nuca del castaño para fundir sus labios contra los suyos. Jimin suspiró entre el beso. Porque sí, aunque se lo hubiese dicho para fastidiar, sí quería besarlo, y mucho.
—Yo también —jadeó el pelinegro sobre sus labios—. Quiero estar a tu lado para siempre.
La sonrisa de Jimin se expandió, adorando lo bien que sonaba eso de la boca de Jungkook. —¿Es eso una propuesta de matrimonio? —bromeó.
—Por si lo has olvidado, amor mío, ya has aceptado ser mi esposo. No hay devoluciones.
—Puedo estar bien con eso —canturreó feliz antes de unir sus labios de nuevo y permitirse a sí mismo perder la noción del tiempo y su alrededor mientras la lengua del pelinegro se adentraba a su boca.
Ambos dando un gran paso hacia un camino diferente y desconocido. Jimin planeaba enseñarle muy bien la vida de humano y las desventajas de ésta, a las cuales Jungkook debería verse acostumbrarse, por más fastidioso que le pareciera al principio.
Quizá no regresarían a la casa del bosque, donde todo había dado inicio, donde habían creado junto al otro incontables memorias durante aquellos años.
Pero la ciudad no estaba tan mal, según Jungkook, si Jimin estaba en ella.
Y Jimin estaría donde Jungkook decidiera estar, incluso si se trataba de los lugares más recónditos del mundo.
Porque estás aquí ahora.
Y para siempre.
Eso es todo lo que importa.
bueno, está hermosa historia llegó a su fin y sólo me queda agradecerles a todas las personitas que la apoyaron y le dieron mucho amor, realmente estoy muy feliz, mil gracias TT♡ ¡nos vemos en mis otras adaptaciones! ¡los quiero mucho! ♡
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