capítulo 12
Aquella noche fue difícil conciliar el sueño. Las interrogantes eran demasiadas y los sentimientos abrumadores nublaban las respuestas. Tras consultar con la almohada lo que debía hacer, llegó a la misma conclusión de antes.
Averiguar qué tipo de amor era el que sentía por Jungkook. Y de preferencia, descubrirlo rápido.
Odiaba esa familiar sensación de incertidumbre, que empezaba a albergarlo cada vez que su mente evocaba al mayor. Su relación no solía ser tan confusa, mas las cosas claramente habían cambiado. Ya fuese para mal o para bien, no deseaba saberlo.
Por un lado, se hallaba inesperadamente a sí mismo siendo egoísta. Monopolizar a Jungkook y a sus colmillos no era sano, de hecho se atrevía a decir que era aterrador. Querer ser mordido y querer ser bebido, eran deseos que iban en contra de su propio instinto de supervivencia, intrínseco de la naturaleza humana.
Sin embargo, era una emoción imposible de suprimir. Le gustaba ser el centro de atención de Jungkook, ser todo para él. Quizá se había acostumbrado a través de los años. O quizá era simplemente su anhelo de complacerlo. No estaba seguro de cuál era la razón, pero no le importaba. Porque mientras sus ojos rojos estuvieran sobre él y sus manos estuvieran afirmándolo, Jimin estaba satisfecho.
El otro lado a considerar, era el lado ambicioso. Jimin se caracterizaba por conformarse con lo que se le fuera otorgado. Un techo, una cama, comida. Jungkook le daba más de lo que podía pedir. Había leído acerca de casos en los que personas no podían costearse ninguna de aquellas necesidades; por lo que se consideraba afortunado.
Pero últimamente quería más.
No lo malentiendan, Jimin se sentía sinceramente agradecido por lo que tenía. Su clase de inconformidad provenía de un lugar más abstracto y no precisamente material. Era difícil explicarlo, en observación de que nunca le había ocurrido antes. ¿Debía temer de aquel egoísmo?
Jimin quería ser más.
No en un ámbito espiritual o intelectual. Se trataba del grado de importancia. Quería ser más para Jungkook, ser alguien del que dependiera. No ser sólo un niño pequeño que necesitaba cuidar, no ser sólo un bebé llorón que debía consolar. Quería ser su...
¿Su qué? Ni siquiera sabía qué término era el que estaba buscando. Los libros Eruditos no contenían un glosario con cada palabra que pudiera definir o no lo que sentía. Los libros de medicina lo hacían, pero sospechaba que su egoísmo y ambición no eran síntomas de una enfermedad.
Al amanecer, cuando Jungkook salió a cazar, Jimin se escabulló en la biblioteca. Si bien la filosofía era una opción descartada, aún quedaban bastantes secciones de las que escoger. O al menos de eso intentaba convencerse, mientras rebuscaba en las estanterías y no hallaba ningún título relacionado con el amor ni sus derivaciones.
—Es por esto que prefiero las novelas de detectives —susurró abultando su labio inferior. ¿Realmente era tan complicado entender lo que él mismo sentía? ¿No era precisamente él quien debía saber mejor?
Golpeó levemente su frente contra el borde de la estantería, en una demostración abierta de lo frustrante que era la situación a la que se estaba enfrentando, y con el tambaleo del mueble, un libro ya olvidado se resbaló y aterrizó sobre la cabeza de Jimin.
Decir que dolió sería un eufemismo.
—¡Dios! —chilló acariciando la zona magullada. ¿Por qué a veces era tan torpe?
Su mirada se desvió hacia el libro caído, las palabras grabadas en la tapa siendo un recordatorio fiel de su último cumpleaños: De amores e ilusiones.
Había avanzado unas pocas páginas de la historia antes de aburrirse y abandonarlo, para continuar con la lectura que realmente le interesaba. De amores e ilusiones quedó relegado en la biblioteca por la poca emoción que causaba en Jimin, pero ahora era diferente.
Tal vez ahí se encontraba la respuesta que estaba buscando.
No tardó en abrirlo. Tampoco en ser consumido por las páginas bañadas en tinta y por los personajes plasmados en el papel.
Descubrió varias cosas; por ejemplo, que no era una sola historia, sino muchas. Cada capítulo relatando la vida de un personaje. Pese a la poca relación que tenían las historias con sus propios sentimientos, optó por continuar, enfrascado en la lectura romántica y por la esperanza de que en alguna de esas páginas hallara una explicación.
Sucedió en el capítulo cuatro.
Jungkook ya había regresado de la caza mañanera. Lo había oído rondando por la sala de estar. Usualmente Jimin habría ido a su encuentro, a desearle buenos días, y luego el vampiro le sonreiría y le prepararía un delicioso desayuno.
Honestamente no tenía apetito. En cambio, sentía un revoltijo horrible en su estómago, que iba empeorando con el pasar de las páginas. Cada sentimiento descrito siendo acorde a los suyos, cada pensamiento del protagonista resultándole familiar.
¿Entonces es esto? ¿Es esto lo que siento por él?
Parecía tan simple, tan sencillo. El deseo, el supuesto egoísmo, la ambición, la comodidad, el placer, los latidos erráticos. Todo fusionándose en una sola palabra que por fin le daba sentido a sus confusiones. Había analizado tanto lo que el amor significaba, que nunca se le cruzó por la mente, que la solución fuera tan sencilla.
Bueno, pensó, cerrando el libro, satisfecho con sus descubrimientos. Lo acomodó en su estantería, prometiéndose finalizarlo prontamente. Eso fue más fácil de lo que creí.
—Bebé —habló Jungkook dándole un par de golpecitos a la puerta. Jimin se incorporó del suelo—. Ven o se enfriará la comida.
—Ya voy —avisó encaminándose a la entrada. Giró el pomo, y una sonrisa involuntaria se pintó en sus labios al ser Jungkook lo primero que vio al salir—. Kookie —lo llamó con ternura.
El vampiro acarició su cabello. —¿Qué hacías encerrado desde tan temprano en la biblioteca? Se te fundirá el cerebro si no tomas un descanso ¿sabes?
—Tú lees más que yo.
—A mí probablemente ya se me fundió el cerebro hace décadas —Jimin soltó una pequeña risita y Jungkook volteó en dirección a la cocina—. Ven. Ya serví tu plato, pequeño.
Pequeño. Las tres sílabas retumbando en sus tímpanos, trayendo consigo un nudo que apretó su garganta. A sus ojos siempre serás un niño.
El menor tragó saliva, empuñando sus manos a ambos costados de su cuerpo. —Kookie.
—¿Sí? —vaciló el vampiro antes de girarse hacia él, esta vez luciendo preocupado—. ¿Sucede algo?
Jimin asintió. El semblante de Jungkook se tornó serio.
—Estaba leyendo —comenzó titubeante, extremadamente nervioso. Pero no había razones para sentirse de esa manera, ¿verdad?—. Y descubrí una cosa.
Aunque claro, llamarle "cosa" al término que había significado el término de sus eternas dudas, era bastante descarado de su parte.
No se atrevió a continuar, al menos no de inmediato, observando con detención la expresión confundida en el rostro del mayor mientras esperaba pacientemente que prosiguiera. Las consecuencias, la reacción del contrario; cientos de detalles que cualquier persona habría considerado antes de declararse, no fueron un problema para el menor. Ahora que era consciente de sus propios sentimientos, en lo único que podía enfocarse era en la magnitud de éstos y lo mucho que quería transmitirlos.
Como un niño que no conocía las tempestades y que observaba la lluvia desde el interior de una cálida casa.
La confesión brotó de su boca.
—Creo que te amo —dijo, sintiendo cómo sus mejillas ardían con fuerza, pese a no comprender por qué. Bajó la mirada, esperando una contestación, mas el silencio procedió luego, alargándose hasta ser mortificante—. Espero que estés bien con eso.
Se mordió la lengua al concluir, cuestionándose con inseguridad si había transmitido correctamente sus sentimientos. El protagonista del libro había dicho una oración similar, pero quizá había cometido un error al ponerlo a práctica. Escrito se había visto mucho más sencillo de hacer.
Le tomó bastante tiempo recaudar el valor suficiente como para encontrar la mirada de Jungkook. Se sentía expuesto, su alma siendo desnudada tan pronto la declaración abandonó su boca. Cuando el vampiro y él se observaron, la tensión era palpable, lo que no fue una sorpresa. ¿Está disgustado?
—¿Dónde aprendiste eso? —preguntó el pelinegro. Hubo un corto lapso en el que Jimin no supo a qué se refería, hasta que lentamente cayó en cuenta.
—Lo leí en un libro.
—Un libro... ¿El que te regalé?
Jimin asintió con timidez. —De amores e ilusiones —citó—. De Alexandra Rivera.
—¿Sabes por qué te lo regalé? —dijo acercándose a él. El menor sacudió inocentemente la cabeza—. Son historias de romance entre humanos.
Por algún motivo, una ola de decepción lo cubrió.
—Ah... Lo sé. Lo leí en el prólogo.
—Los humanos son considerados mayores de edad a los dieciocho años. Esto, para nuestra época, significa varios beneficios. Puedes tomar alcohol, puedes ir a prisión —Una pausa—. Puedes casarte.
Jimin lo escuchaba, mas no era capaz de conectar su confesión con sus explicaciones. ¿Por qué Jungkook parecía tan lejano de repente? ¿Por qué estaba dándole aquel discurso?
¿Por qué parecía estar rechazando su amor?
—Creo que estás en edad de conocer personas que te interesen, una humana o un humano, que eventualmente amarás.
—No entiendo —susurró Jimin.
—Digo que tal vez deberías ir a la ciudad —expresó. El pecho del menor dolía, quemaba. Te está alejando de nuevo—. Necesitas hacer tu vida. No puedes quedarte aquí conmigo para siempre.
Las lágrimas amenazaban con desbordarse. —Pero yo te amo.
—Hay muchos tipos de amor, bebé —sonrió el mayor, acariciando su mejilla con suavidad. Jimin se inclinó hacia el toque, el aire atascado en su garganta—. Y tú no me amas de la forma que crees.
¿No lo hacía? ¿Acaso había malentendido sus propios sentimientos? Era probable. Era una existente y considerable posibilidad. Después de todo, ¿qué sabía él de la vida?
Sin embargo, nada de lo que dijera el vampiro podría aminorar el dolor que empezaba a extenderse por su cuerpo. El dolor de por fin saber qué era lo que sentía, mas siéndole dicho que estaba equivocado.
Humanos con humanos. Vampiros con vampiros. No solamente hallándose apartado de Jungkook por su genética, sino que también por su edad. Al final y al cabo, era como si aquellas especies estuvieran completamente distanciadas la una de la otra.
Se cruzó de brazos, en un intento miserable de mantenerse firme, y atravesó la sala de estar, dirigiéndose a la habitación. Jungkook no lo siguió, y Jimin se hallaba dividido entre el deseo de correr hacia el vampiro y el deseo de alejarse de él. Cerró la puerta con seguro antes de deslizarse sobre la superficie de ésta hasta el suelo, lágrimas nublando sus ojos y un corazón roto que no identificaba destruyéndolo lentamente por dentro.
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