capítulo 05
Dos años después, humanos trataron de arrebatárselo.
Jungkook cazaba, procurando mantenerse dentro de un perímetro reducido para no alejarse demasiado de la casa. Sus venas hervían, sus manos cosquilleaban, el hambre se había extendido y pinchaba en la boca de su estómago, erizando cada vello de su piel.
Había empeorado. Si bien antes no se daba cuenta, pasándolo inadvertido, se volvió rápidamente consciente de su gran deseo por morder la carne del cuello de Jimin y beber de él hasta saciarse. Al principio, confió en que podría controlarse, pero el aroma tentador del pequeño chocaba contra su nariz y sus colmillos raspaban su lengua, tirando por la borda su fuerza de voluntad.
Su cacería ya no era consecuencia de su instinto por sobrevivir. Era una mísera manera de disminuir el hambre que sentía por su bebé, a quien quería morder y chupar, mas no debía. Cada diente afilado y enterrado en un conejo o en otro animal, lloraba por ser bañado en sangre de Jimin, el niño volviéndose tan apetitoso hasta el punto de volverlo loco.
Llegando al borde de la cordura, desvaneciendo su sanidad.
Un lobo aulló por la luna llena.
La sangre caliente fluía por su garganta, sintiéndose satisfecho y calmo. Sus sentidos volvieron a agudizarse cuando el animal en sus manos murió, completamente seco, por fin dejándolo sobre la tierra. Limpió con su antebrazo los residuos del líquido rojo que caía por sus labios y se incorporó. El susurro de los árboles siendo audible después de aquel inesperado arranque que fue imposible de reprimir.
Un grito familiar hizo que su respiración se atascara en sus pulmones.
—¡Kookie! —El llanto desgarrador seguía atravesando sus oídos mientras él corría desenfrenadamente hacia el hogar en el que su bebé descansaba—. ¡Kookie! ¡Por favor!
—¿Qué haces? —le recriminó la voz de una mujer. Jungkook vislumbró la casa a pocos metros de distancia—. ¡Deja de llamarlo! Es un vampiro. ¡Nunca estarás a salvo con él!
—¡Quiero a Kookie!
—¡Te matará!
—¡No es cierto!
La puerta se desplomó y, un instante después, la mano de Jungkook asió el cuello de la mujer humana, hundiendo las uñas en su piel y rozando la carne. Jimin chilló ante el ruido, relajándose en el momento en que su mirada se cruzó con la del pelinegro.
—Kookie...
Lágrimas inundaron sus ojos y tuvo el impulso de lanzarse hacia él, deteniéndose tan pronto un brazo firme rodeó su torso, inmovilizándolo, y un objeto frío se situó sobre su sien derecha.
—L-La matas y- y yo lo mato a- a él —tartamudeó un hombre, empuñando con decisión la pistola que apuntaba a la cabeza del pequeño, acariciando con su dedo el gatillo.
El pequeño tembló, temiendo ser asesinado por aquel siniestro hombre que había venido acompañando a la humana. Jungkook afianzó su agarre en la mujer, mas no profundizó la herida. ¿Cómo era posible que existieran humanos tan inhumanos como ellos? ¿Cómo era posible que albergaran tanta crueldad en sus latientes corazones? Querían alejarlo de su bebé, querían llevarse a su pequeño con los de su especie, querían arrebatarle el tesoro que por derecho era suyo...
Querían quitarle la sangre que él y sólo él merecía beber.
—Es mi esposa —dijo el humano. Su mandíbula temblaba, sus dientes chocando, pero el agarre en su arma jamás flaqueó—. No dejaré que la mates.
Y yo no dejaré que lo mates a él.
Soltó a la mujer bruscamente, dejándola caer al suelo, y tan pronto el hombre bajó la guardia, siendo invadido por la preocupación hacia su esposa, Jungkook tiró de su brazo, causando que la pistola cayera a sus pies. El humano no tuvo tiempo de reaccionar, cuando las manos de Jungkook ya se habían hecho con su cuello, y haciendo un pulcro movimiento en éste, lo rompió.
El cuerpo inerte se derrumbó en el piso. Las manos de Jimin se enredaban en las sábanas, apretándolas con fuerza para traspasarles el terror que le había causado presenciar una muerte justo frente a él. Lo siguiente que supo, fue que Jungkook se cernía sobre la mujer indefensa y llorona, y cuando sus colmillos y garras salieron, la sangre brotó.
En una habitación envuelta por el silencio, Jimin vio la expresión horrorizada de Kookie, como si lo que hubiese pasado no residiera en sus recuerdos, como si hubiera estado en un trance y acabara de despertar.
Se bajó de la cama y caminó hasta el pelinegro para abrazarlo, para atraerlo a él y fundirse en su calidez. Los libros decían que los vampiros eran fríos, que si los tocabas era como sentir un cadáver, pero Kookie era cálido y suave. Era su osito de peluche para las noches en las que no podía dormir. Era un vampiro diferente a los demás.
Hundió su cara húmeda en el pecho del pelinegro y lloró en silencio, consolándose. Había estado tan asustado. Jungkook había ido al exterior a cazar y no estaba a la vista para rescatarlo. Sus bracitos, aún delgados pese a su crecimiento, se apretaron aún más alrededor del torso del contrario, deseando nunca separarse de él.
La cabeza de Jungkook daba vueltas. Había asesinado a dos humanos a sangre fría, quebrando el pacto que había hecho consigo mismo de no intervenir en el trato de paz. El líquido rojo goteaba de sus colmillos, de sus uñas. Se arrepintió casi inmediatamente de haber cometido aquel acto, sobre todo por haberlo hecho bajo la inocente mirada de su pequeño.
Se maldijo a sí mismo, por no haber sido capaz de controlarse. Esto confirmaba sus sospechas, sus temores. Jimin estaría mucho más protegido en un hogar humano, donde ningún vampiro o bestia chupasangre pudiese atentar contra su salud. Viviría en paz, con los suyos, y con los cuidados apropiados, con el afecto y cariño que merecía recibir.
De todas formas, no podría retenerlo por demasiado tiempo. Personas como los de aquella noche volverían. Y Jungkook estaba dispuesto a asesinar a cualquiera que intentara llevarse a Jimin. La sola idea de imaginarse convertido en una bestia, le disgustaba. Quería ser alguien bueno para su bebé, alguien amable que no sintiera hambre insana cada vez que llegaba a obtener una ojeada de su cuello.
—Dijeron que eran mis papás —dijo Jimin. El corazón de Jungkook se contrajo. ¿Qué?—. Pero... ese hombre casi me mata. No creo que así sean los papás.
—No... No lo son —Tomó los hombros del pequeño para alejarlo y se encuclilló frente a él, quedando bajo su estatura.
Apesadumbrado, sabiendo que Jimin probablemente tenía miedo de lo que pudiera pasar junto a él, lo observó. Bestias chupasangre. Lo era. Aunque había intentado negar sus instintos y luchar contra ellos, no lo había conseguido. Lo era, el monstruo que había tratado de destruir. Un humano y un vampiro jamás podrían convivir juntos sin el peligro de la tentación.
Por eso fueron construidos los distritos. Por eso fueron separados de las ciudades. Por eso, humanos y vampiros viven en paz, pero alejados por millas el uno del otro.
—Te llevaré a la ciudad —decidió finalmente, diciéndolo antes de arrepentirse—. Hay un orfanato en el centro, donde esperan los niños sin familia. Ahí te adoptarán y... tendrás unos papás que te querrán mucho.
Jimin frunció el ceño al procesar sus palabras, zafándose de las manos de Jungkook y dando un paso hacia atrás.
—No entiendo —murmuró—. Tú eres mi familia. ¿Por qué quieres que me vaya?
—Es peligroso que te quedes conmigo.
—No quiero irme.
Jimin estaba al borde de las lágrimas.
—Puedo hacerte daño —le advirtió Jungkook, sintiendo cómo su propio corazón empezaba a quebrarse. Las manos de Jimin acunaron su rostro.
—Me cuidas.
—Maté a dos personas, Jimin. ¿Qué te hace creer que no te haré lo mismo?
—Porque lo hiciste para protegerme. Me quieres —Sus labios se abultaron. Sus ojos humedeciéndose—. Yo te quiero, Kookie. No me dejes. No te tengo miedo.
—¿No? —dijo irónico. Sus colmillos se asomaron, sus ojos tornándose rojos al percibir fuertemente el aroma de Jimin al estar tan cerca. Tomó las manos del menor y las sacó de sus mejillas, para permitirle la vista completa del monstruo que decía ser—. ¿Ni siquiera ahora?
La pregunta fue cruda. Lo sabía. Esa había sido su intención desde el principio. Esperaba que su táctica por lo menos tuviera el efecto deseado, pese a la sensación de malestar que burbujeaba en su interior. Egoísmo, o dolor, o lo que fuera, no importaba ahora.
Lo que necesitaban era separarse.
El pequeño parpadeó, sus ojos cafés estudiando su rostro con detención, sin perderse de ningún detalle. Le miraba fijamente y Jungkook sostuvo su mirada, buscando en ella algún signo de temor, de pánico, de cualquier cosa que los sacara de este lío. Jimin levantó un brazo hacia él.
—Tus colmillos no son aterradores —respondió. Tocó uno de los afilados dientes con su dedo y esbozó una sonrisa, antes de acunar el rostro de Jungkook otra vez—. ¡Pareces un gatito!
El corazón de Jungkook retumbaba con fuerza dentro de su pecho. Apenas un aliento. —¿Un gatito?
—Sí —Asintió el pequeño, besando la punta de su nariz—. El más lindo gatito.
Cuando la oscuridad lo bañaba hasta hundirlo, cuando la sangre caía a sus pies y fluía por la madera, cuando la rebelión salió a luchar a la ciudad, cuando creía que era una bestia... En medio de toda esa oscuridad, en medio de aquel vacío infinito y negro...
Jimin brillaba como una luz.
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