Capítulo 9: Parque
Shaun
En vez de prestar atención al musical que estaban interpretando en el teatro, estaba más concentrado en la forma en que Kyle lagrimeaba a causa de la emoción.
—No es una tragedia —le recordé.
—Lo sé, pero la voz de la mujer es maravillosa.
El personaje principal era representado por una mujer de baja estatura, cabello castaño, con unos kilos de más y que tenía una voz espectacular. No había forma de negar que su talento era espectacular. Aun así, Kyle siempre intentaba verle lo bueno a todo, lo que no era común en los artistas.
La gente del mundo artístico éramos demasiado critica con los demás y nosotros mismos. Siempre intentábamos buscar la perfección cuando esta era tan subjetiva que... bueno, nunca la encontraríamos y lo sabíamos.
—Escucha ese vibrato... ese control y proyección... —otra lagrima se deslizó por su mejilla—. Es una de las mejores voces que he oído fuera de Brodway.
Kyle, como la mayoría de los artistas, tenía una sensibilidad especial, por lo que no era la primera vez que lo veía en una situación como esa. De hecho, cada vez que oía una canción del musical Cats o de Wicked sus ojos se aguaban por la emoción, sin importar el momento.
Luego de que el musical terminara, ya era hora de cenar, por lo que decidimos ir a uno de los restaurantes del crucero. Normalmente había un restaurante principal, unos bufés y cafetería.
—¿Qué tal si comemos en un bufé? —preguntó Kyle—. Odio los platillos pequeños.
—Estoy de acuerdo.
Fuimos en dirección a uno de los bufés, el cual tenía paredes de color rojo vino y estaba iluminado por unas tenues luces amarillas provenientes de unos candelabros de lágrimas, lo que lo hacía ver bastante elegante y cálido. Apenas entramos, fuimos por unas bandejas y platos para poder llenarlos de la comida que nos gustaba.
—Deberíamos ir al casino más tarde —dijo Kyle cuando nos sentamos—. Tengo mucho dinero para gastar.
—No deberías decir eso en voz alta.
—Oye, ninguna rata ladrona podría subir a un crucero como este —se excusó—. Un maldito pasaje cuesta como dos años de sueldo de alguien de clase media y que decir de clase baja...
—Los ricos también roban —le dije—. Pero tienen poder y dinero para cubrirlo.
—Roban de otra manera. No van a forzar mi puerta y robarme la chequera o las tarjetas.
Yo también lo dudaba. La gente ahí toda era demasiado elegante y quisquillosa, dudaba que siquiera supieran forzar una puerta y el personal no arriesgaría su trabajo sólo por ganar dinero de mala manera; pero aun así me sentía incomodo al hablar de la cantidad de dinero que teníamos.
Luego de comer, fuimos al casino, donde estuvimos apostando y bebiendo algunos tragos por varias horas.
Mientras apostábamos, pude ver que Ariana andaba por ahí con su cámara, a la vez que apostaba en algunos juegos de vez en cuando.
Yo sabía que los fotógrafos no ganaban demasiado, ni podían tener mucha libertad para las fotos. Las cosas que les pedían eran concretas: buenas fotos que dejaran ver lo increíble del crucero y destinos. Aún con eso, eran de los que tenían más libertades en cuanto a horario, por lo que podían hacer actividades en el barco y descansar sin problemas.
Cuando dieron las doce, decidí ir a mi cuarto para intentar dibujar algún boceto, dejando a Kyle aun apostando.
Kyle se quedó sin problemas, pues él solía ser una persona nocturna. Debido a su trabajo, solía tocar en clubes nocturnos o fiestas y no tenía una razón para levantarse tan temprano, ya que, su horario de trabajo era más flexible que el de otros.
Por otro lado, yo prefería levantarme temprano, incluso cuando el sol aún no salía. Los amaneceres me hacían sentir algo especial en el estómago y el ejercicio matutino hacía que mi mente trabajara mucho mejor durante el día.
Estando en mi cuarto, intenté buscar alguna inspiración, pero era un lugar demasiado encerrado para mi gusto. En mi departamento había ventanas por casi todas partes y el balcón tenía muchas plantas y flores que me hacían sentir una libertad inexplicable. En ese lugar no había más que un ventanal y un balcón con sillas y una mesita.
«¡El parque!».
Sí, el crucero tenía un parque lleno de plantas que, a esa hora, debía estar vacío, tal como me gustaba que estuvieran los lugares.
Todas las pinturas y dibujos buenos que había hecho los había logrado en momentos en que estaba completamente solo, sin que nadie interrumpiera mis pensamientos o mirara mi trabajo, incomodándome. No había nada más incómodo que dibujar y que alguien estuviera espiando por encima de tu hombro lo que hacías.
Salí de mi habitación con el mapa del crucero, mi libreta y lápiz y me dirigí hacia al parque que estaba en la parte superior del barco y estaba rodeado de pasillos.
Apenas entre al lugar, me sentí bastante cómodo. Había una gran variedad de plantas muy verdes, con algunas flores de colores entremedio; los gruesos caminos que las separaban para poder caminar entre ellas estaban tapizados con tablas barnizadas y, sobre ellos, había mesas con sillas o bancas para descansar, todas vacías, pues no había ni una sola persona por ahí.
Me senté en una silla y puse la libreta sobre la mesa, apoyando mi mano con mi lápiz sobre ella, pero sin moverla.
Miré todo mi alrededor, cada color y forma. Cerré los ojos y comencé a respirar el aroma de las flores y hojas, mezclado con el salado olor del mar, hasta que el sonido de pasos me desconcentró.
Me volteé de golpe, dándome cuenta de que era una mujer que miraba con mucha atención el mapa que tenía en su mano.
Comenzó a caminar por el lugar, sin percatarse de que yo estaba ahí, y cuando apartó el mapa de su rostro, quise morirme.
—Esto tiene que ser una broma.
Lisa levantó su mirada rápidamente y su expresión denotó casi tanto desagrado como la mía.
—¿Qué? —preguntó acercándose a mí—. ¿Tú? ¿Qué haces aquí?
—Viajo... creo que es obvio.
Se cruzó de brazos y bufó.
—Claro que sí, eres un hombre adinerado que ama darse lujos.
—Jack Dawson de Titanic era pobre, ¿por qué no lo puedo ser yo? —pregunté, aunque ya sabía que Lisa había notado mi buena posición social de otras formas.
—Porque Jack Dawson era un personaje bastante irreal. Casualmente era una pobre rata con suerte que ganó una apuesta, que manejaba conocimientos de persuasión en caso de suicidas, sabía dibujar al nivel de un artista profesional y tenía más conocimientos de física que una persona promedio. Además de que murió, lo que lo hace mucho más ideal de lo que realmente es —contestó—. Es un hombre que solo existe en las películas, no en la vida real, ¿necesitas otro argumento?
—No, pero...
—Usas trajes de diseñador y comes en restaurantes cinco estrellas —siguió.
—Bien, ya entendí —le dejé en claro.
Noté como puso su vista sobre mi libreta de dibujos.
—Aunque tal vez compartes algo con Jack...
Yo tomé la libreta y la cerré.
—No dibujo, si es lo que piensas —mentí—. Solo...
—¿Para qué más usarías esa cosa?
—¿Anotar?
—Para eso están las que tienen líneas.
No supe que más decir, por lo que solo pude cambiar de tema.
—¿Y qué haces tu aquí? —pregunté—. Si tanto te burlas de que soy rico, no debes serlo...
Ella negó con una sonrisa.
—Soy chef, especialista en pastelería —explicó—. Hago postes, galletas y pan.
—No me gustan los dulces.
Ella me miró sorprendida, pero luego pareció divertida.
—Es porque no has probado los míos —dijo, sonando muy engreída.
—Y tienes el descaro de decir que yo era engreído.
—Lo eres más que yo —me dio una sonrisa—. Ahora, tengo que irme.
—No creo que sepas a dónde vas.
Ella me miró con desgano.
—¿Y eso que te importa?
Me puse de pie con la libreta y lápiz en la mano para quitarle el mapa.
—Ya que me desconcentraste, no tengo algo que hacer —dije, comenzando a caminar a la salida.
Aunque no había llegado a estar inspirado, después de esa interrupción menos lo lograría.
Lisa me siguió.
—Así que si estabas dibujando...
—Yo no dije eso —hice una pausa—. Mejor dime a dónde vas.
—Quiero ir a tomar aire a la parte con pasto que sale ahí y eso... fue un día agotador en la cocina.
La parte delantera de la cubierta del crucero también estaba decorada con bastantes plantas y pasto, era uno de los lugares que también podrían ayudarme con inspiración, pues la vista que tenía era mucho mejor que la del parque.
—Vamos entonces.
No pretendía quedarme mucho con ella, porque definitivamente no me agradaba, pero no me haría mal sentir la brisa fría en mi piel por un momento antes de irme a dormir.
—Creí que no querías volver a verme —comentó, mientras caminábamos por los pasillos.
—No quiero, pero pareciera que al destino le gusta molestarme. Quizás, si hago algo bueno por ti me deje en paz de una buena vez —bromeé.
—Suena lógico.
En el momento en que llegamos al destino, mi piel se erizó. El mar provocaba que la brisa ahí fuera mucho más fría que en tierra firme, pero también se sentía mucho más fresca.
Pude ver como Lisa se frotaba los brazos con sus manos, tiritando.
—No deberías quedarte mucho tiempo, te enfermaras.
—Tranquilo, solo quería tomar algo de aire, debo dormir pronto —me informó.
—Bueno, nuevamente no fue un gusto —dije con una sonrisa divertida—, pero creo que cada vez es menos malo.
Lisa también sonrió.
—Lo mismo pienso... Adiós.
No dije nada más, solo volví a entrar y comencé a meterme por los pasillos para ir a mi cuarto sin ninguna línea siquiera, tal como me había sucedido en casi cinco años.
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