Capítulo 34: De Vuelta (Final)

Lisa

Elsa y yo estábamos caminado sigilosamente por los pasillos, alertas a cualquier movimiento.

No sabíamos si los tipos estaban armados, pero suponíamos que no. Hubiera sido muy difícil meter un arma de fuego al barco, aun cuando habían metido una bomba, pues esa podía haber sido un poco más fácil de pasar desapercibida.

Mientras caminábamos terminamos entrando a la cocina de uno de los restaurantes, la cual estaba vacía.

—Busca cualquier cosa que sirva de arma, como un cuchillo o una sartén —me dijo Elsa, comenzado a abrir los compartimentos.

Yo tomé dos sartenes y cuando me di vuelta para mirar a Elsa, noté que alguien estaba detrás de ella, a punto de darle un golpe con un uslero.

—¡Elsa!

Al mismo tiempo que la alerté, lancé uno de los sartenes, dándole al tipo en la cabeza.

Elsa se volteó y le arrebató el uslero, para comenzar a luchar.

Justo en ese momento, el otro tipo salió de dentro de la lacena y se lanzó contra mí.

Ambos caímos al suelo y comenzamos a forcejear por la sartén. Mientras eso sucedía, pude oír a Elsa hablar:

—¡Los tenemos! ¡Cocina del restaurante bufé!

Supuse que había avisado eso por el radio, pero no sabía exactamente cuánto tardaría en llegar la ayuda, por lo que sólo decidí seguir forcejeando.

El tipo logró quitarme el implemento y debía admitir que me sorprendía que se hubiera demorado tanto, pues mi fuerza no era demasiada.

Alcancé a correrme cuando iba a darme justo en el rostro y me puse de pie para intentar encontrar algo más para luchar. Fue ahí, cuando vi los cuchillos de cocina en uno de los soportes de madera.

Sin pensarlo más de dos segundos, tomé el cuchillo más grande de todos: el hacha de chef.

Cuando el tipo me vio levantando el cuchillo, retrocedió, pegándose al lavaplatos.

—Quizás este cuchillo no tiene punta como para apuñalarte, pero se utiliza para cortar carnes y hueso y créeme, sé cómo se usa.

Claro, yo no solía trabajar con ese tipo de utensilios, pero de que sabía utilizarlo, sabía.

El tipo soltó la sartén, e intentó correr, pero yo lo seguí rápidamente y lo tacleé justo en el momento que se acercaba a la puerta de salida hacia el comedor.

Ambos quedamos en el suelo, con la mitad del cuerpo en la cocina y la otra en el comedor, justo en el momento en que varios hombres de seguridad entraban.

Tomaron al tipo y yo dejé el cuchillo al lado, mientras iban por el otro, quien seguía con Elsa revolcándose en el piso.

A diferencia de mí, Elsa no había salido ilesa, pero simplemente parecía haberse esguinzado la muñeca, algo que los médicos del lugar podrían tratar sin problema.

Cuando ambas estuvimos fuera de la cocina, yo la abracé con fuerza.

—Lo hicimos...

—Somos las mejores —dijo con bastante convicción.

Cuando íbamos a salir del comedor, los otros tres aparecieron.

Shaun corrió a abrazarme con fuerza y Kyle fue a abrazar a Elsa.

—Para que no te sientas menospreciada —le dijo.

Elsa solo rio, aun agarrando su muñeca, pues debía dolerle.

—Debo dejar que me revisen —dijo—, pero antes, quiero saber quiénes son esos tipos.

—Yo también —dijo Shaun, sin soltarme aún—. Yo no tengo enemigos y no entiendo porque alguien querría matarme.

—Yo alguna vez quise matarte —comenté, haciendo que me mirara dolido—, pero jamás hubiera hecho nada de verdad —aseguré con una sonrisa.

Cuando los hombres de seguridad salieron al comedor con los dos individuos para sacarlos de ahí, Shaun pudo verles los rostros.

—¡¿Andrew?! —preguntó, al verlo.

Andrew lo miró con desagrado y pude ver cómo apretaba los dientes con furia.

—¡Y Robert! —exclamó Kyle—. Ahora todo tiene sentido.

—¿Qué? —pregunté yo, confundida.

Las tres nos quedamos mirando a Shaun y Kyle.

—Ellos dos son mejores amigos, fueron fundadores de un club de fans de Shaun hace muchos años —explicó Kyle—. Ambos nos seguían a todas partes, a mí solo porque andaba con Shaun, obviamente, hasta que debió ponerles una orden restrictiva cuando allanaron su casa.

—Sí y no comprendo como entraron acá si debería saberse que son unos dementes —agregó Shaun—. Se robaron mi cepillo de dientes, metieron cabellos de mi almohada en una bolsa y se intentaron llevar uno de mis cuadros, aunque logré recuperarlo... podría demandar a esta empresa por su mala investigación de personal —se quejó.

—¡Te dije que debías preocuparte! —exclamé, separándome—. ¡Pudiste morir!

—Bueno... —se quedó pensando un momento—. Bien, tenías razón, ¿contenta?

Yo asentí con una sonrisa y volví a abrazarlo complacida. Él recibió mi abrazo con gusto, apretándome contra su cuerpo.

[...]

Luego de que los dos acosadores fueran bajados del barco en Jordania, tendrían que ver en qué país serían juzgados y eso tomaría bastante tiempo. Ambos también habían delatado a un tercero, quien era el que había apagado las cámaras todo ese tiempo y les habían advertido de nosotras tres, además de que trabajaba como seguridad del barco. Por lo que habían declarado, lo habían sobornado con mucho dinero, pero no se conocían antes de entrar al barco.

En ese momento estábamos volviendo a Barcelona, en el último día del crucero.

A Elsa y a mí nos habían dado una recompensa monetaria bastante sustanciosa por lo que habíamos hecho y, por su puesto, como una indemnización por lo que le había pasado a Elsa en la muñeca consecuencia de su falta de seguridad.

Shaun había tenido conversaciones con la empresa y había decidido no presentar ninguna clase de demanda y llegaron a un trato pacíficamente. También le dieron una buena cantidad de dinero, pero como Shaun ya tenía bastante, tenía el plan de donarlo a una fundación o algunas escuelas cuando llegáramos a nuestro país.

Cuando bajamos en Barcelona, los cinco estuvimos pasando un rato juntos, viendo los lugares que no habíamos visto la primera vez, pues nuestro vuelo salía a las once de la noche y habíamos llegado a las siete de la mañana.

Ya a las cinco de la tarde nos encontrábamos en el aeropuerto, el cual no estaba muy lleno, ya que no era temporada de viajes aún.

Luego de pasar por todo el proceso correspondiente, llegamos al lugar de espera y nos quedamos haciendo distintas cosas.

En eso, Ariana aprecio por ahí.

—Estas aquí —dijo Kyle con sorpresa—. ¿A dónde vas?

—Bueno, debo ir a Nueva York ahora —dijo ella—. Ya están subiendo las personas, así que solo vine a despedirme.

Todos nos despedimos de ella y le deseamos buena suerte, incluso Elsa, quien le dio una dulce sonrisa y vio cómo se alejaba en dirección a la puerta correspondiente. Me alegraba saber que ya no le dolía el asunto como antes.

Cuando comenzaron a embarcar a nuestro vuelo, Elsa se quejó e imaginé la razón.

—¿Lista para viajar catorce horas otra vez? —le pregunté con una sonrisa divertida.

—Nunca estaré lista.

Todos embarcamos y, dentro del avión, nos acomodamos en nuestros puestos.

Ya que esa vez había filas de tres, Elsa, Amanda y yo estábamos juntas; mientras Kyle, Shaun y otra persona que no conocíamos estaban justo detrás de nosotras.

Elsa estaba en el asiento de en medio, temblando y chupando un dulce como si su vida dependiera de eso.

—Relájate —le pedí—. Lo lograste una vez y lo lograrás otra.

El principio del vuelo fue difícil, los oídos molestaban y la inestabilidad del avión hacia que hubiera mucha turbulencia, pero luego de unas horas, cuando volábamos sobre el mar, todo parecía mucho más tranquilo.

Se sentía extraño que, después de tanto tiempo, ya no estuviéramos viajando sobre el agua. Ya no se sentía la marea meciendo el barco, el sonido de las olas chocando o la fuerte brisa helada.

Si era sincera, extrañaría hacerlo, pero también quería volver a dormir en un cuarto decente con una cama decente y una buena ventana con vistas a la calle.

Le di una última vista al mar por la ventana del avión y encendí la pantalla frente a mí para ver una película.

¡Holis!

He aquí el final de esta historia, peor no se preocupen que aún queda un pequeño epílogo para concluir algunas cosas. En unas horitas lo subo.

¡Besitos!

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