Capítulo 23: Inesperado

Shaun

Y yo que esperaba que corriera espantada porque un artista loco la estaba dibujando en su libreta sin su permiso.

Los labios de Lisa sabían a fresas, quizás porque había cenado algo dulce antes, y se sentían muy esponjosos debido a que eran medianamente gruesos.

Suponía que, si con un toque de manos había logrado tener la inspiración suficiente para un dibujo, con ese beso podría hacer cuarenta más.

Luego de varios segundos, Lisa se separó de mí y me miró directamente con sus bonitos ojos de tonalidades azules.

—¿Por qué los dibujos? Creí que me detestabas.

—Yo también —admití—, pero por alguna razón, después de que nos tomáramos de la mano, mi inspiración surgió... después de casi cinco años.

Una sonrisa picarona se formó en el rostro de Lisa.

—¿Entonces te inspira que te toque?

No pude evitar soltar una pequeña risa.

—Si lo dices así suena...

No me dejó terminar cuando se acercó a mi cuello y comenzó a dejar besos.

Tenía dos opciones: detener eso y dejar todo como estaba o seguirle el juego y conseguir más inspiración aún.

«Sería un crimen no pensar en mi carrera artística».

Acepté mi destino resignado y dejé a Lisa sobre la cama con delicadeza para ponerme con cuidado sobre ella y comenzar a repartir besos por su cuello a la vez que desabrochaba su uniforme.

Cuando abrí su uniforme, comencé a repartir besos más abajo, hasta llegar a sus pechos. Ella se quitó la prenda superior por completo y yo le quité el sujetador para así poder succionar uno de sus pezones, mientras masajeaba su otro pecho con mi mano.

Lisa soltaba pequeños gemidos y suspiros que provocaron que la incomodidad en mis pantalones se hiciera cada vez más grande.

Me bajé de la cama y me comencé a quitar la ropa, a la vez que Lisa se quitaba lo que le quedaba.

Lisa se puso de pie también e hizo que me sentara en el borde de la cama, cuando ya estaba sin anda de ropa, para agacharse frente a mí, tomar mi pene y meterlo a su boca.

Eso me había tomado por sorpresa.

Yo no pensaba que Lisa fuera una inocente palomilla más pura que el agua bendita, pero era aún más atrevida de lo que ya me había dado cuenta de que era.

Apoyé mis manos en la cama y tiré la cabeza hacia atrás, apretando los labios.

De pronto, Lisa quitó mi miembro de su boca, sin dejar de masajearlo con su mano derecha.

—¿Te gusta como lo hago? Porque realmente he perdido práctica en estos años y...

Yo sólo la tomé del cabello y empujé su cabeza para que volviera a lo que estaba antes de comenzar a hablar. Diez segundos después, volvió a separarse.

—Tomaré eso como un sí.

—Claro que es un sí.

Lisa sonrió y volvió a lo que estaba.

Luego de unos minutos, hice que se pusiera de pie y la empujé a la cama con cuidado nuevamente. Le di un pequeño beso en los labios para agacharme frente a ella, meterme entre sus piernas y comenzar a besar su zona íntima.

Lisa puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a jalar mi cabello a la vez que gemía cada vez más fuerte.

—Así... sigue así —pidió Lisa, casi como un suspiro.

—¿Sabes que me inspiraría aún más? —pregunté, separándome un poco.

Lisa levantó la mirada.

—¿Qué? —preguntó con la respiración acelerada.

—Que te vinieras en mi boca...

Pude ver como sus mejillas se tornaban completamente rojas, lo que me hizo sonreír y así volver a mi cometido.

[...]

Había estado toda la noche dibujando, bueno, la parte en la que no estuve teniendo sexo.

Lisa estaba durmiendo a mi lado, con una de mis camisas puestas. Se veía muy hermosa y pacífica, aunque sabía que pacífica no era una de sus tantas cualidades.

Cuando terminé mi tercer boceto de la noche, dejé mi libreta a un lado y me acomodé a un lado de Lisa, abrazándola por la cintura.

Cuando estaba por quedarme dormido, la alarma de Lisa comenzó a sonar, lo que hizo que abriera mis ojos de golpe.

—Tengo que volver a mi cuarto —dijo, quitándose las sábanas de encima y parándose de la cama.

—Puedes bañarte aquí, si quieres.

—No puedo... me van a despedir si descubren que dormí con uno de los clientes —dijo, poniéndose su ropa.

—¿Nos seguiremos odiando como siempre?

Lisa me sonrió y asintió.

—Aquí no pasó nada.

Cuando estuvo completamente vestida, se estiró sobre la cama para dejar un beso en mis labios.

—Adiós, amargado —se despidió con una sonrisa divertida.

—Adiós, muñequita de porcelana.

Lisa se enderezó y salió de la habitación con una sonrisa.

Luego de que se fuera, dormí un par de horas, hasta que Kyle me llamó para ir a desayunar.

Cuando salí de mi habitación para encontrarme con mi amigo, este me quedó mirando extrañado.

—¿Qué pasa? —le pregunté sin entender porque me miraba así.

—Te ves distinto... menos amargado —explicó.

Yo negué.

—Me veo igual que siempre y me siento igual que siempre —mentí.

Claro que no me sentía igual que siempre. No sabía describir cómo me sentía tampoco, pero si era distinto a los demás días.

—No en realidad..., pero si tú lo dices...

Sabía que Kyle no se había tragado del todo mi mentira y cada día me sorprendía más lo sensitivo que era.

El día transcurrió casi completamente normal, exceptuando porque, durante la noche, mientras estaba dibujando, alguien tocó la puerta de mi habitación y cuando abrí la puerta, me encontré con nada más ni nada menos que el capitán del barco.

—Papá... ¿Qué haces aquí?

—Vengo a ver como estas —dijo, entrando sin siquiera pedirme permiso.

—Estoy bien —dije.

—¿Y qué tal tus obras? —preguntó, observando todo a su alrededor—. ¿Has encontrado algo inspirador aquí?

—Sí... —respondí sin poder evitar sonreír, aunque él no me estaba mirando.

—Parece que tuviste compañía.

Yo lo miré extrañado y él se agachó, recogiendo de debajo de la cama un pendiente, que, claramente, era de Lisa.

—Ah... eso, sí...

—¿La cocinera?

—Papá...

—Olvídalo —sentenció—. Ya suficiente tengo con que tú seas un artista, lo que me faltaría sería que tuvieras un romance con una cocinera que trabaja en el mismo barco.

—Nunca dije que fuera ella.

Si confesaba que Lisa había sido la chica que había estado conmigo en mi cuarto, podía incluso costarle su trabajo. Moriría negándolo.

—Entiendo que sean amigos, pero no amantes...

—No somos nada y aunque así fuera, no es tu problema —fui hacia la puerta y la abrí—. Adiós.

Mi padre me miró disgustado, pero se retiró sin decir nada más.

Odiaba cuando mi padre se metía en mis asuntos. Se había metido en mi elección de carrera, en mi elección de amigos y ahora en mi vida amorosa, aunque jamás había logrado convencerme del todo, pues yo siempre había logrado hacer lo que quería.

Aun así, no tenía nada de qué preocuparse realmente. Yo no sentía nada romántico por Lisa, más bien era mi musa artísticamente hablando. No me imaginaba teniendo una cita con ella o tomándola de la mano mientras caminábamos por un parque en una noche estrellada. Me gustaba dibujarla, no salir con ella o algo por el estilo.

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