Prólogo


Hay una vieja oración.

Una mágica oración con la que muy bellas historias dan inicio: Erase una vez. Y una oración cliché con la que concluyen: Y fueron felices por siempre.

Sin embargo esta historia de historias no comienza con "Erase una vez" porque permanece, y no termina con un "Y fueron felices por siempre" porque esta historia jamás tendrá fin.

Sin embargo, necesitamos un principio.

Todo comienza más atrás de lo que todos esperan. Donde la oscuridad reinaba, y él, como un rayo de esperanza apareció.

Todo fue hace mucho, mucho tiempo.

Todos dentro del castillo armaban un completo escándalo, corrían por doquier alterados, apresurados, completamente aterrorizados.
Aquel ejército peleaba con vigor, tratando de impedir a toda costa que no entraran.

—Debo sacarte de aquí—exclamó su madre tomándole de la muñeca, adentrándose a una habitación que jamás había visto antes.

Con fuerza, levantó la alfombra que yacía puesta en el suelo, y una pequeña puerta pudo divisarse, con algo de dificultad tiro de ella hasta abrirla.

—Entra, es un pasadizo que te llevará lejos de aquí—espetó tomándole de las mejillas—Debes correr y no mirar atrás.

—No, no voy a dejarlos—exclamó aquel castaño de tan sólo catorce años.

—Escúchame Lin, yo estaré detrás de ti, pero antes debo asegurarme de que estes a salvo—susurró la mujer llevando sus manos alrededor del cuello—Toma, quiero que lo conserves—dijo colocándole aquel dije color esmeralda—Siempre te mostrará el camino a casa.

—Prometes que vas a ir detrás mío—susurró el joven.

—Lo prometo—respondió la peli negro sonriendo.

Las pisadas de aquellos guerreros ya podían escucharse cerca, no había tiempo. Así que la mujer prácticamente obligó al castaño a entrar, y luego cerró la puerta impidiendo que saliera de ahí.

Fueron horas las que espero, no tuvo el valor para caminar y marcharse, no cuando su madre no iba con el, fue justo ese momento en que el chirrido de la madera lo sacó de sus pensamientos, topándose con la triste mirada de su padre. Un terrible dolor se presenció en su pecho, cuando miró su sangre derramada y sus ojos cerrados que permanecerían así, por siempre.

Y como he dicho, nuestra historia, no comienza con ese erase una vez, tampoco saltaré a la última página buscando su: "Y fueron felices para siempre". Por qué sabemos que un final feliz no existe.

Sin embargo, aquel pequeño mostraría ser lo suficientemente valiente como para intentarlo.

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