9.

Aquel Elfo no soportaba oírla cantar, el comprendía su silencio y su forma de pensar, en su mente la dibujaba alegre y feliz, pero en su presente se encontraba sola e infeliz.

Ella por otro lado caminaba sin rumbo fijo por todo el lugar, y no se marchaba de aquel reino por el miedo que tenía la soledad, porque en el fondo de su corazón le faltaba aquella chispa, esa que aquel lucero le había robado un día.

El Elfo no soportaba aquella situación y quiso hacerla feliz sin importar la razón. Danzaba solo para ella, cantaba junto al silencio de ella, intento hacerla volar y que viera las estrellas de ese inmenso lugar, cuando sin importar la razón una de ellas bajo y se quedó frente a los dos.

Más de doscientos años, más vida que la de una vida, no fue el tiempo suficiente para curarle a la pequeña hada esa herida, y cuando vio a aquel lucero con su luz, comprendió que no era el, que no su luz la que llenaría el espacio de su corazón.

El hada simplemente sonreía de nuevo, y cantaba pero esta vez no era en silencio, sus ojos volvieron a llenar los mares con alegría: y su sonrisa volvió a calentar las tardes desde ese día...

La estrella destellaba más luz e imponía su presencia, ya no era tímida, ni solitaria. Era completamente diferente a lo que el hada recordaba.

Por otro lado el elfo siguió en silencio, alejándose de su universo, llorando por sus pensamientos, amando en silencio, sufriendo por lo que llevaba adentro y temiendo por sus recuerdos...

Y sin pensar que en una mañana lluviosa todo podía cambiar. Simplemente caminó lejos de aquel lugar.

TÙ.

Mis llantos se transformaron de alegría a una nueva tristeza...

Te veo, pero no es lo que quiero...

Te siento, pero cada vez más lejos.

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