Cuenta la leyenda que una pequeña hada danzaba todas las noches frente a un lago, buscando entre las hojas que caían al agua unas alas que deseaba tanto, pasaba todas las noches en aquel lugar sin encontrar lo que deseaba.

Cansada de buscar y no encontrar nada, la pequeña hada decidió no ir a danzar más y recostada en un tronco se quedó mirando el cielo y las estrellas que lo adornaban, cada tintineo le parecía mágico como si entre ellas se dijeran algo. La pequeña hada cerró sus ojos implorando al cielo que le concediera su más grande anhelo y sin darse cuenta una estrella muy pequeña escuchó aquel clamor, y bajo a la tierra para ayudarla a encontrar lo que deseaba con tanta pasión.

Cae la primera estrella.

Unas alas es lo que deseo...

Eran los pensamientos que tenía en ese momento, decidí levantarme e irme lejos de aquel lugar, sin un rumbo fijo, sin saber a dónde llegar.

No podía entender por qué mi cuerpo era el más frágil de la camada y por qué mis alas se perdieron en el horizonte, cuando el sol besó el mar.

Deseaba con muchas ansias recorrer cielos como aquellos pájaros que me hacían burla desde el firmamento. Volar y recorrer esa infinidad, para encontrarme con un sueño de esos que te hacen suspirar.

Recorriendo aquel bosque como de costumbre, pensando en sueños que se hacen más imposibles, soñando despierta por mis deseos, llorando en silencio mientras te veo, un par de ojos azules y aquel brillo singular, me hicieron comprender en ese instante que mis alas y mi todo te pertenecían a ti y a nadie más.