Día 9: Monstruo
Hermione despertó sobresaltada debido al tiroteo que hacía eco en las paredes de su hogar. La última vez que estuvo en medio de una guerra civil nada resultó bien, muchos muertos a los que tuvo que persuadir de que su mansión no era un centro vacacional del inframundo, por ello terminó odiando las guerras muggles. Salió de su ataúd de un brinco y casi se partió la cabeza cuando cayó sobre una silla.
— Si fuera una humana ya la hubiera palmado. — Murmuró para luego gritar —: ¡Malfoy, tus trucos de matarme con una silla no funcionaran!
— ¡Usa el vestido y no fastidies! — Escuchó el grito en respuesta.
— ¡No le grites, Adonis! — Theo regañó a su amigo.
— Tú no tienes derecho de llamarme así. — Rebatió Draco.
Hermione rodó los ojos. — ¿Qué era el tiroteo?
— ¡Juegos artificiales! — Los escuchó gritar al unísono, para que luego volver a oír el "tiroteo" al parecer estaban en medio de una disputa infantil, comparados a su edad ese par eran unos bebés.
La vampiresa dejó de escucharlos, observó la silla con la que tropezó, bajo ella había un hermoso vestido verde, lo alzó para observarlo, tenía un hermoso escote corazón y era largo hasta la altura de las rodillas, en una caja había unos hermosos zapatos de charol ¿Acaso la llevaría a bailar o a una cena especial? Tenía una nota pegada en el escote.
"Usa esto, lo vi y pensé en ti... mejorará bastante tu aspecto."
«Adonis, ¿insinúas que no tengo gusto en cuanto a los vestidos? ¡Ja! La mismísima Ana Bolena me halago por mi estilo... Cierto, ha pasado un par de siglos desde la última vez que renové mi guardarropa» Pensó.
No necesitaba modernizar nada, los muggles no la veían y los magos parecían siempre ignorarla a excepción del mes de octubre en que sus poderes estaban en su cumbre) Podía pasear por el mundo, ver todo lo que ocurría siempre y cuando regresara a su mansión. Estaba al corriente con la música y conciertos de la época. Alguna vez asistió a los que ofrecieron The Beatles antes de su separación, estuvo en el último concierto de Queen. Se colocó el vestido y los zapatos, recogió a un lado su cabello castaño, no podía observarse al espejo debido a la inexistencia de su reflejo, pero estaba segura que se veía bastante guapa a pesar de lo corto que resultaba el vestido; el frío otoñal la haría temblar si estuviera viva.
En cuanto salió de su habitación fue Draco y Theodore no dejaron de alabarla por lo preciosa que estaba. No le sorprendía, el mismísimo Enrique VIII le había propuesto matrimonio muchas veces y ella había tenido el honor de morder a su majestad por atrevido. Se sorprendió al descubrir que ni siquiera eran las tres de la tarde, esos hombres eran demasiado obvios en cuanto a darle una sorpresa. Dejó que la condujeran al automóvil para llevarla al centro de la ciudad, por supuesto que su "futuro esposo" le ofreció su abrigo en cuanto llegaron al parque de la ciudad.
— ¿Hay algo que puedas comer como un humano? — Draco le preguntó mientras le abrochaba los botones del abrigo negro. — Es decir, sin que parezca raro entre los muggles.
— ¿Quieres saber lo que me gusta? — Hermione lo tomó por las mejillas. ¿Qué podría haber hecho? Parecía estar buscando el perdón de manera anticipada, decidió fingir que no sospechaba nada — Yo debería hacerte esas preguntas para cortejarte y llevarte a la cama.
Theo empezó a reír, se alejó en medio de sus risas para ir en busca de una tienda de dulces mágicos. Minutos después Draco fue tras él para conseguir paletas con sabor a sangre y mucha gelatina de fresa.
Por su parte la vampiresa caminó por el parque, se sentó en una banqueta junto a un árbol, el otoño era realmente frío, pero eso no detenía a los niños de correr y jugar en el lugar. En los últimos 20 años no puso un pie en ese lugar, ahora gran parte de los caminos estaban pavimentados y el grass estaba cortado perfectamente, hasta los árboles habían llegado a madurar y eran lo suficiente altos para dar sombra. Trató de buscar con la mirada a la niña que conoció mucho tiempo atrás, quien iba a visitarla en su mansión, probablemente ahora era una mujer casada y con hijos. No se equivocó ella estaba paseando por el parque empujando una carriola.
— ¿Es usted la dama fantasmal? — Dos niños de no más de 10 años se sentaron junto a ella, ambos eran pelirrojos y pecosos.
— Soy algo peor. — Les dio una sonrisa triste seguida de un guiño. De no ser octubre, probablemente nunca la hubieran notado. — Soy un monstruo...
—No, nosotros sabemos que es un vampiro. — se apresuró a contestar el más pequeño.
Hermione quedó irresoluta y luego una sonrisa se dibujó en sus pálidos labios, debía tratarse de niños muggles especiales. Mucho tiempo atrás hubo una época en que Valle Normal era una localidad que tenía conexiones con el más allá, donde los muggles podían percibir incluso a los fantasmas mágicos, eran personas con magia... pero no lo suficiente para ser admitidos en Hogwarts. Aun así, a ella la respetaban e incluso le pedían permiso para enterrar a sus muertos en su cementerio ya que estando ahí alcanzarían la paz, sin embargo, durante las últimas décadas la olvidaron y la maldad de sus corazones terminó por convertir a los fallecidos en inferi y a ella en un ser más cruel.
— Me han descubierto, por tanto, para que no revelen mi secreto les concederé el favor que deseen. — Esa era la frase que solía usar en antaño. Le gustaba ayudar a los pequeños.
— Mamá falleció y nos pidió que sus cenizas fueran enterradas en su cementerio — El mayor habló. — Teníamos dudas, pero ayer vimos la luna de sangre.
— Lo que significa que no nos comerá. — El más pequeño tocó su garganta e hizo una expresión divertida, como si en verdad esperase ser convertido en vampiro.
— No muerdo niños y nunca me metería uno a la boca, nunca se sabe donde estuvieron. — Hermione chasqueó los dedos y apareció entre sus dedos una tarjeta que le entregó al mayor. — Esta es la dirección del sepulturero que les dará un espacio en el cementerio, visítenlo y vengan con sus ofrendas al cementerio el 12 de este mes... Les mostraré algo divertido.
Los niños asintieron a sabiendas de que trataba el evento divertido y se retiraron tras agradecerle, prometieron que irían con su padre a la mansión.
La mujer que empujaba la carriola llegó para sentarse junto a ella.
— ¿Así que moriste en medio del parto? — Hermione miró la carriola, era un bebé que permanecía dormido. — Ninguno sobrevivió.
— Siempre tienes la respuesta, dama fantasmal. — La fantasma apenas llegaba a los 30 años.
— Eres afortunada de ser un fantasma muggle, en cuanto resuelvas tu asunto podrás ir allá. — La vampiresa señaló al cielo. — Fabio y Farid son igual de intuitivos que tú. ¿Les hablaste de mí? Tu esposo debió creer que estabas loca... Febe.
—Farid y Fabio son magos, ellos sí tienen la magia de la que yo carecía. Ian enloquecerá en cuanto llegue la carta del colegio mágico. — Le dio una sonrisa tímida. — Si soy un fantasma es debido a que nunca puede agradecerle por ser amiga mía y mis hijos... — Febe empezó a sollozar.
— Los niños con magia son siempre bienvenidos en mi mansión, tú eras una de ellos y yo prometí velar por ellos. — Hermione evitó mirarla más, observó las hojas de los árboles caer. — Ya que tus hijos son magos, cuidaré de ellos mientras estén en Hogwarts, es lo menos que puedo hacer por una amiga... La luna de sangre ha renovado el cementerio así que podrás descansar en paz, Febe.
— Gracias, señorita Granger. — la fantasma desapareció.
Draco se acercó sosteniendo varias bolsas con postres de Sortilegios Weasley, estuvo observando lo que ocurría, no esperaba que la vampiresa pudiera hablar sin enfurecerse o gritarle a un fantasma, al principio creyó que iba a maldecirla.
— Theo nos espera en el automóvil. — le ofreció una paleta con sabor a sangre.
— Voy a invitar a tus padres a una fiesta el 12 de este mes. —Hermione sonrió de manera aterradora, los colmillos sobresalían considerablemente de su boca. — Daré una fiesta en la mansión. Será la mejor ocasión para mostrarles como es la nuera que tienen...
— No hagas locuras, podría hacerle daño al bebé. — Sintió como le era arrebatada la paleta y recibía una mirada directo en su entrepierna lo que le hacía sentir verdaderamente incómodo. — ¿Me harías un favor?
— ¿Vas a pedirle un favor al monstruo de tus pesadillas? — cuestionó con sarcasmo y luego añadió —: No quiero. ¿Por qué debería hacerlo gratis? ¿cuánto me darás? — Lo vio abrir la boca a punto de decir el precio — Ni siquiera lo haría por cien millones de galeones.
— Eres...
— Solo tienes que ordenarlo y lo haré gratis. — Mordió la paleta y con la boca llena habló. —: Haré lo que sea, menos ayudarte con tu virginidad.
— ¡No es eso! — Exclamó ya estando demasiado avergonzado, evitó mirarla — Quiero pedirte que no asustes a los niños... y que no me muerdas en cuanto veas tu guardarropa. Theo y yo renovamos tus vestidos...
Theo estaba entretenido cantando en el interior del automóvil mientras observaba a la pareja más extraña del mundo correr alrededor del parque — Te dije que no era buena idea quemar el vestido que le obsequió Shakespeare.
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