Día 23: Tortura
El sótano de la mansión resultaba ser mucho más espeluznante de lo que Theodore pudo haber imaginado en su vida, esta estaba completamente a oscuras, tenía un aroma a sangre podrida que era demasiado fuerte, había más de una telaraña en las paredes. Le causaba cierta curiosidad ver los distintos instrumentos de tortura que eran claramente acumulados a lo largo de los siglos. Estaba entre tembloroso y casi cayendo de sueño, ¿y como no estarlo? Era las tres de la madrugada.
La vampiresa aprovechó que Draco fue vencido por el sueño en medio del paseo nocturno. — Mátame — sacó de un estante una estaca de plata, se lo extendió — No quiero continuar con un ridículo romance destinado al fracaso.
El mago retrocedió por instinto, la conocía desde los 12 años ¿Cómo iba a matar a su amiga? Siguió retrocediendo en un intento de huir, mas terminó por tropezar con unas alabardas que se encontraban junto a sus pies, lo que le ocasionó más de un corte en las pantorrillas, soltó un solo grito para luego resistir como buen británico que era.
— ¿En un momento como este decides poner a prueba mi cordura? — Hermione comentó con molestia, dejó a estaca sobre el estante para a auxiliar al hombre que podría llamar un buen amigo, chasqueó los dedos para hacer aparecer pociones curativas.
Theo hacía muecas de dolor en el piso mientras sostenía una de sus pantorrillas evitaba gritar por abrirse las pantorrillas por culpa de las alabardas. Respiró profundamente varias veces a medida que la vampiresa iba aliviando su dolor. — ¿Por qué hay tantos instrumentos de tortura?
— Durante varios siglos intenté diversas formas de suicidio, por eso tengo una inmensa colección — Estaba concentrada uniendo la carne a la pierna del mago, es mejor que hayas chocado con la alabarda antes que con la guillotina, señaló el instrumento que se encontraba cerca de ellos. — Intenté decapitarme, estuve más de una semana tratando de unir mi cuello a la cabeza.
Una vez que terminó de curarlo, Hermione, lamió sus manos cubiertas de sangre, para luego escupir. Era un AB negativo, un sabor insípido que le provocaba acidez. — Ningún vampiro en su sano juicio trataría de comerte.
— Ya, aun así, tu ex novio trató de comerme. — Recordó su batalla con Tom. — De no ser porque Draco empujó a la calavera de Drăculea... No deberías pedirme que te estaque...
— ¿Y qué sugieres? ¿Qué viva junto a Draco un felices por siempre por la eternidad? — Soltó con ironía, no estaba dispuesta a caer ante un Malfoy... otra vez.
— ¿Si es así por qué no le borraste la memoria por completo? ¿Por qué sigue recordante y viviendo aquí! — Theodore estaba al borde de la exasperación, ella se resistía a aceptar sus emociones.
— Le dije que me olvidara, a mí que soy una molestia... — Su voz se hizo más inaudible a medida que hablaba, empezaba a darse cuenta de su error. — él no me consideraba una molestia.
Escucharon pasos descender, Draco sostenía una lámpara en la mano.
— No del todo, desde el principio me pareciste un ser muy atractivo y eso lo atribuyo a tu condición de vampiresa... acabo de caer de la cama, me di un golpe contra el buró que terminó por regresarme hasta el último recuerdo.
— Bien, entonces ya sabes que debes hacer. — Hermione fue hasta el estante para tomar la estaca de plata. — Tienes que matarme o te morderé.
— Estoy a un paso de casarme contigo así que no. — Draco descendió por las escaleras de piedra, vio la expresión confundida. — Ciertos fantasmas han continuado elaborando nuestros trajes...
El trueno resonó por las paredes de piedras, Draco fue testigo como la vampiresa tomó la forma de un murciélago para salir huyendo del sótano. Tal vez la idea de un enlace era precipitado, pero no quería perderla al finalizar el mes.
Theodore vio a su amigo salir corriendo tras el murciélago, lo olvidaban demasiado rápido. Tenía el pantalón del pijama roto y húmedo por la sangre que perdió, se puso en pie para probar la fuerza de sus tendones y ligamentos.
— Debió ser sanadora — Comentó para sí al darse cuenta de que sus piernas parecían ser mucho mejores que antes, años atrás sufrió un accidente luego de caer de la escoba en un partido de quidditch. Empezó a saltar cual conejo — ¡Qué alivio!
Draco regresó, al observarlo saltando quedó sorprendido ya que su amigo siempre permanecía sereno y evitaba realizar esfuerzos. —Granger escapó, ¿se puede saber qué celebramos?
— Nada — Dejó de brincar — Iré a la cama. Tú haz lo mismo... Subió por las escaleras y pasó junto a él bostezando. — antes de que amanezca ella regresará y para ello faltan tres horas.
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