cinco: de a uno por uno

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Freyja fue la primera en abrir los ojos de par en par. Apenas y pudo reparar en lo cuidadosamente acomodada que estaba en el marco de esa ventana fría. De un salto se levantó para despertar a cada guardián sacudiéndolos fervientemente, los minutos parecieron eternos y sus manos más débiles.

A cada segundo que transcurría sentía como se incrementaba la rapidez de su corazón latiéndole desbocado y una sensación fría que le recorría la columna vertebral; un horrible presentimiento de que algo iba a salir muy mal.

Pegaso no estaba, tampoco Jack ni Meme. Eso solamente la presionó en arreglárselas para conseguir que somnolientos cómo estaban, los guardianes subieran al trineo. Ella nunca había conducido uno, pero se las arreglaría.

Lo siguiente que recuerda es el destello de luz azul que iluminó el cielo junto al grito de guerra de Jack y luego verlo caer inconsciente como en cámara lenta.

Norte volteó a ver la muchacha con la mirada fija al cielo, le quitó hábilmente las riendas y gracias a eso, ella pudo reaccionar.

Freyja silbó y Pegaso dejó de combatir pesadillas para aproximarse a ella, así que pudo brincar del trineo al lomo de Pegaso e impulsarse para atrapar a Jack quien estaba sumamente frío. Todo ante las miradas del resto de los guardianes que no podían procesar lo que pasaba. Pegaso hábilmente los atrapó ambos y se los llevó. Los renos lo siguieron.

Jack despertó en el Polo Norte aturdido y confundido. Escuchó susurros y barullo en la habitación continua, salió en silencio y cuando vio que sucedía, se alejó en dirección a la ventana sin llamar la atención.

Los guardianes hacían un homenaje al guardián caído: rodearon la ilustración de meme tomados de las manos y se quedaron en silencio unos minutos. Su ritual acompañado por los yetis y los duendes con sus cascabeles melodiosos. Una sincronía tranquila de velas y cascabeleos.

Freyja se acercó a Jack con una bolsa de hielos y se sentó a su lado. El muchacho tenía la mirada perdida; completamente apagada: el dolor de la impotencia, algo ella conocía perfectamente. Se humedeció los labios antes de hablar.

—Lo que hiciste allá fue impresionante —le halagó con una voz calma.

—No fue suficiente —respondió él secamente.

—Él estaría orgulloso de lo que lograste hoy. Jack, nos salvaste.

Jack se abrazó y desvió la mirada. Freyja tragó pesado y apretó sus manos con el objeto que traía dentro de ellas. La muerte había sido parte de su cotidianidad al grado que ni siquiera recordaba lo que se sentía verse afectada por ella. No sabía realmente qué decirle; las palabras de aliento no eran su mayor virtud y aún así se había esforzado mucho. Suspiró y se puso de pie.

—Peleaste bien. —Dijo entonces, en un tono más seco. Jack subió la mirada, buscando replicar. Pero ella no se lo permitió—. Lo único que importa es que luchaste con todo lo que tenías. —Él seguía teniendo la mirada fija y ella pudo apreciar esos detalles en el color de sus ojos azules que ahora parecían copos rotos—. Pues lo qué pasó fue lo único que pudo haber sucedido. Deja de quebrarte la cabeza.

Aunque le costaba admitirlo, la chica tenía razón. Era una verdad amarga, para nada reconfortante; pero la verdad al final. Ni siquiera una lágrima pudo salir de sus ojos. Le hubiera gustado recibir un abrazo cálido en ese momento, pues todo lo que había sentido en su vida era frío. Se giró para recargarse en la ventana. Dibujó a Meme con escarcha y suspiró con pesadez. Freyja se giró al escuchar la figura formarse en la ventana y sonrió cuando vio la figura de Meme en ella. Le pareció un lindo tributo, especial. Ella le entregaría el propio.

Cuando solía ir a la guerra, honraba a sus compañeras caídas con ritos simbólicos, donde recuperaba sus pertenencias y las enterraba, dedicándoles un minuto de silencio. Estas solían ser objetos personales, pero principalmente partes de sus armaduras. Cómo no tenía nada de Sandman, le entregó un pequeño cojín dorado que había cosido y llenado de arena, y se arrodilló para ponerlo junto a su figura. Su frente tocó el suelo. Los guardianes asomaron una sonrisa enternecidos.

—¡Hey, ánimo tristones! —Era la voz de Conejo, quien bruscamente había brincado a una mesa—. ¡Esto aún tiene solución!— Su repentina energía captó la atención de todos—. Pascuas es mañana. Necesito su ayuda—. Freyja levantó la mirada. Jack había volado hasta quedar dentro del círculo, ya tenía un semblante más positivo. —¡¿Por qué no trabajamos juntos y hacemos que esas lucecitas se vuelvan a encender?!

No notó cuando Freyja llegó junto a él, ya sin cruzar los brazos en ningún momento y con un semblante suave, pero Conejo sí lo hizo. El guardián le dirigió una sonrisa a la vikinga.

—¡Conejo tiene razón! —apoyó Norte a su colega y Hada revoloteó contenta—. Por mucho que me duela admitirlo... esta vez pascuas es más importante que la navidad.

—¿Oyeron eso? —chilló extasiado el guardián, Freyja soltó una risilla y Jack la volteó a ver.

—¡Al trineo! —exclamó emocionado ya con un pie afuera.

—Ah no... —lo detuvo Conejo—. Mi madriguera, mis reglas. ¡Abróchense!

Golpeó el suelo con su pata y fue suficiente para instalar en los ojos de Norte la forma más pura de susto.

—¡Shostakovich!

Guardianes y espíritus cayeron por un túnel de tierra y se deslizaron hacia una especie de guarida secreta al aire libre, por ilógico que suene. Gritaron todo el camino de bajada. Norte y Freyja gritaban de susto, Hada y Jack de emoción.

—"Abróchense" —repitió Norte entre risas— muy bueno.

La rubia se aclaró la garganta, se sacudió la armadura y fingió que no había salido de su garganta el alarido más agudo de toda su vida.

En tanto sus patas tocaron el suelo, Conejo paró el movimiento y adoptó un posición de alerta. Sus orejas se giraron a los lados y su nariz se contrajo. Todos detrás de él se colocaron en posición de ataque esperando encontrarse a Pitch o a una pesadilla. Se lanzaron hacia el frente listos para pelear y luego preguntar.

El grupo se paró en seco cuando notaron a la pequeña Sophie de no más de cinco años jugando con unos huevos de pascua. Pronto repararon en el artefacto extraviado de Norte.

La niña los rodeó aun riéndose de emoción, mientras Conejo se desesperaba y reclamaba. Freyja no le quitó la mirada de encima ni un segundo.

Confiada, hada decidió intervenir. Quizás para todos hubiera resultado algo obvio, pero ella no pensó que mostrarle a la niña unas muelas manchadas de sangre la aterrorizaría. El muchacho del hielo soltó una carcajada sonora.

—¿Cuándo fue la última vez que estuvieron con niños? —dijo Jack.

—Estamos muy ocupados haciendo felices a los niños. —Le reclamó el guardián de la navidad—. No tenemos tiempo para... ¿niños?

Inmediatamente sé dio cuenta de cómo sonaba lo que acababa de decir.

—Si una niña puede arruinar las pascuas, estamos peor de lo que pensaba —admitió.

Entonces brotó de su mano un copo de nieve que se coló en la suave brisa y llegó hasta Conejo. El guardián se relajó y tomó a la niña de la mano para llevársela a recorrer el lugar y brindarle la experiencia más única y emocionante que alguien pudiera imaginar. Hada y los demás los siguieron, llevados por la emoción, pero Jack notó que Freyja solamente los veía.

La miró con una sonrisa sugerente plantada en el rostro y le enseñó otro copo azul.

—Ah no. Ni lo pienses.

—¿Seria tan malo?

—Aleja tus manos heladas y tu magia hipnotizante de mí, Frost —ordenó echándose para atrás y mostrándole las palmas.

Jack asomó una sonrisa lobuna tras una risa burlona. Se acercaba a ella a pasos pausados y jugando con el copo en la mano.

—Venga, general. ¿Acaso tienes miedo?

—No.

—¡Woah! ¡wowah! ¡Se vuela! —la molestó y se carcajeó de su maldad.

—No te atrevas, Frost, a tocarme con ese copo.

Jack se rio y corrió un par de metros atrás, para formar esta vez una bola de nieve y prepararse para lanzarla. Y cuando lo hizo, Freyja hábilmente desenvainó su espada y la cortó exactamente a la mitad. Él sonrió complacido.

—Sí que eres buena.

—Tengo práctica.

Jack lanzó otra bola y fue otra que Freyja rebanó. Empezó una cansada persecución en la que Jack no dio en el blanco ni una sola vez. Un par de veces voltearon los guardianes al escuchar el relajo que traían los muchachos. A los pies de las colinas, los huevos se bañaban de tinta y patrones.

—Muy navideño, píntalos de azul —indicó Conejo al Yeti que ya tenía una pila de huevos color rojo.

Finalmente Freyja llegó junto a Conejo y guardó la espada para sentarse junto a él; quedando un poco resguardada tras su figura. Lo volteó a ver y le regaló una sonrisa, una que él correspondió; la magia del espíritu del invierno tenía ese efecto en las personas. Jack llegó trotando unos pasos atrás y deshizo la bola de nieve que tenía en la mano. Miró al frente y se maravilló con el espectáculo que eran los huevos listos para salir a la superficie. Hadita en su hombro suspiró, Tooth no notó su presencia.

—Nada mal —alabó.

—Eh, tú también cooperaste.

—Oye, lo siento por lo de canguro. —Conejo dejó escapar una risilla.

—¿Es el acento, verdad? —respondió juguetón.

Sophie se acurrucó en los brazos de Conejo, completamente exhausta tras toda la emoción de ese día, y este miró enternecido a Freyja.

—Mira a esta pequeña traviesa, está exhausta.

—Toda una aventurera —añadió la Vikinga. Le acomodó el cabello despeinado detrás de la oreja para poder mirarle la carita. Conejo se la ofreció para poder levantarse y ella se quitó la armadura de ambos brazos para poderla recibir cómodamente. Lo que fue un grave error.

—Es tiempo de llevarla a casa. —Interrumpió Hada.

El muchacho se ofreció a llevarla.

—Jack, no. Pitch... —habló Hada preocupada.

—No puede contra esto —contestó con confianza.

—Por eso mismo te tienes que quedar aquí con nosotros —Conejo finalmente se puso de pie.

—Puedo llevarla yo —Freyja habló desde el suelo.

—Te tardarías mucho en ir por Pegaso a tu palacio y dejarían a las haditas desprotegidas. —La Valkiria volteó a ver a hada y apretó los labios frustrada al no ver apoyo de su parte, Hada tenía por sus niñas y no quiso dejarlas expuestas—. Ey, confíen, iré rápido como Conejo.

Recibió a la niña de los brazos de la Vikinga.

Brindarles una sonrisa tranquilizadora fue todo lo que necesitó para convencerlos. Y lo que sellaría su desdichada fortuna.

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Holaa, nota de autora aquí.

¿Sabias que en la antigua edad los Vikingos tenían sus propios rituales para despedir a sus muertos? Fueron esos en los que me inspiré para diseñar el de Freyja.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, espero sigas disfrutando la historia en capítulos posteriores y me digas dejando tus votos y comentarios, que todos los aprecio muchísimo. Mil gracias!

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