CHAPTER THIRTEEN
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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐄𝐄𝐍
( long live the chief!)
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TODOS INTENTABAN CONTROLAR A LOS DRAGONES BEBÉ, PERO era prácticamente imposible. Con suerte, podían direccionarlos a donde querían y cada tanto el grito de alguno podía escucharse al aproximarse a una caída. Finalmente, pudieron llegar a Berk entre la inmensa niebla que los rodeaba, encontrándose con el lugar repleto de hielo y los dragones siendo controlados por el Alfa.
— ¡Se llevó a todos los dragones!— exclamó Patapez.
— Distraigan al Alfa— ordenó Hipo—. Que no se concentre en Chimuelo.
— ¿Cómo?— preguntó Brutacio.
— ¿Olvidan con quién están volando?— cuestionó Eret, llamando su atención— ¡No hay un solo dragón vivo que no pueda domar!
— Oh, ¿en serio?— preguntó Hilda con sarcasmo, antes de tirar uno de sus brazaletes al océano, llamando la atención del pequeño dragón de Eret, el cual voló rápidamente para atraparlo.
— ¡Excepto este!— gritó el hombre en la lejanía, haciéndola reír.
— Novato— rió Patán.
Lentamente, comenzaron a acercarse haciéndose visibles ante su pueblo, quienes estaban felices de su llegada, festejando.
Hilda, junto a al resto, no perdió tiempo bajando del dragón para ir por la catapulta de ovejas. Mientras Hipo se acercaba a Drago, lanzaron la primera oveja, distrayendo al Alfa.
— ¡Sigan lanzándolas!— les ordenó, preparando la catapulta para la siguiente.
— ¡La oveja negra, nena!— exclamó Patán con una sonrisa, que se desvaneció al ver las caras de Hilda y Brutilda.
Cada tanto, Patapez hacía sonar el cuerno de alarma para ayudar en la distracción.
La oveja negra aterrizó en el rostro del Alfa, cayendo lentamente por su rostro hasta caer nuevamente.
— ¡Diez puntos!— gritó Brutacio, haciéndolos reír.
Pero las risas se apagaron, cuando el Alfa se preparó para atacarlos. Para su suerte, Patapez volvió a sonar el cuerno, distrayéndolo nuevamente. El dragón lo descubrió, lanzando hielo hacia su dirección.
— ¡Patapez!— gritó Hilda, preocupada.
— ¡Estoy bien!— se escuchó en la lejanía, permitiéndole respirar nuevamente.
Todos giraron hacia arriba, al escuchar el rugido de Chimuelo. Hipo se encontraba frente a él intentando hacerlo entrar en razón, y al parecer lo logró, ya que se encontraba acariciando su rostro.
— ¡SUFICIENTE!— gritó Drago, golpeando a Chimuelo con su lanza, pero éste la sostuvo con sus dientes, sacándoselo de encima. Por lo que comenzó a caer en picada, seguido de Hipo.
Hilda no pudo evitar sujetar fuertemente la mano de quién se encontraba a su lado, siendo las mejillas de Eret, las cuales comenzaron a pigmentarse. La pelirroja dejó salir el aire contenido, cuando su hermanito pudo subirse a su dragón a pocos metros del suelo.
— ¡Acaba con él, mi amor!— exclamó Astrid, mientras se tiraba sobre Hilda para abrazarla, por lo que soltó la mano de Eret.
Hipo finalmente pudo separar a Drago del Alfa, gracias a el gas de Cremallerus Espantosus. Pero el Alfa lo atacó con su hielo, encerrándolo junto a Chimuelo.
— ¡HIPO!— gritó Hilda, antes de correr hacia el hielo junto a su madre, intentando romperlo.
Pero el sonido tan conocido del Furia Nocturna, las alertó, alejándose lo más posible de allí. El hielo estalló con una gran luz, dejando a la vista a Hipo junto a un Chimuelo iluminado de energía azul.
Chimuelo saltó hacia un gran pico, empezando a rugirle al Alfa. Hilda corrió hacia su hermanito para abrazarlo, al igual que su madre.
— Está desafiando al Alfa— dijo Hipo.
— Para protegerte— contestó Valka.
Chimuelo comenzó a atacarlo con su fuego, provocando que el poder del Alfa disminuyera, haciendo que los dragones salieran de su trance, para volar hacia el Furia Nocturna.
— ¿Cuál es tu problema?— le gritó Drago al dragón, mientras se subía a su colmillo— ¡Pelea!
— ¿Ahora lo entiendes?— le preguntó Hipo sobre Chimuelo—. Esto es ganarse la lealtad de un dragón. Pongámosle fin a esto, ahora.
— ¡Nunca!
Ante aquella respuesta, Chimuelo y los demás dragones comenzaron a atacar al Alfa con su fuego, haciéndolo retroceder, sin dejarle tiempo de contraatacar. El golpe final, fue dado por el Furia Nocturna, rompiendo uno de sus colmillos.
— El Alfa los protege a todos— le dijo Hipo a Drago, antes de que el gran dragón se fuera por debajo del océano.
Los dragones volvieron a bajar a tierra para hacer una reverencia ante su nuevo Alfa. Chimuelo rugió, siendo seguidos por los demás.
— ¡Camaleón!— exclamó Hilda al ver a su dragón correr hacia ella. Lo abrazó fuertemente del cuello, mientras éste cambiaba sus escamas a amarillo, antes de elevar su cabeza para despegarla del suelo y mecerla de un lado a otro, sacándole una risa.
Hilda sintió un pequeño golpe en su pierna izquierda, encontrándose con Rompecráneos, el dragón de su padre. Se soltó del cuello de Camaleón, para acercarse al dragón para acariciarlo.
— Yo también lo extraño— murmuró ubicando su cabeza contra la suya.
Eret se dirigía hacia ella, sin saber realmente qué decirle, ni con ninguna excusa para acercársela. Pero la aproximación de Hipo hacia ella, fue pretexto suficiente.
— Esa forma de manejar a los dragones fue muy impresionante— habló el morocho, llamando la atención de los hermanos—. Serías un buen trampero.
Rompecráneos se acercó a Eret, golpeando su cabeza con su hombro, sorprendiéndolo.
— ¿Sabes?— comenzó Hilda, aproximándose a ellos—. Rompecráneos va a necesitar de alguien que lo cuide.
— ¿Yo?— cuestionó sorprendido, ganándose un asentimiento de los Haddock—. Sería un honor.
Hilda y Eret compartieron una mirada, que fue interrumpida por Valka quién abrazó a sus hijos.
— Su padre estaría tan orgulloso como yo— les dijo, al mismo tiempo que sacaba de sus ropajes un pequeño trozo de lo que parecía ser tela. Hilda contuvo su aliento al reconocerlo.
La patita de su oveja de peluche.
La pelirroja con algunas lágrimas en sus ojos la sostuvo entre sus manos, antes de volver a abrazar a su madre.
— Me alegra que estés aquí, mamá.
— Y aquí me voy a quedar— la sostuvo de igual forma.
Al terminar el afecto, Hilda pudo notar como Hipo se encontraba besando a Astrid, por lo que no dudó en dejar salir un silbido para burlarse de su hermano. Pero su diversión se acabó, cuando Gothi tocó su hombro con su bastón.
Con una seña hacia el carbón a su lado, Hilda entendió lo que significaba, antes de mirar los rostros a su alrededor. Todos la miraban con orgullo y decisión, estando dispuestos a seguirla sin dudarlo. La pelirroja suspiró lentamente, antes de arrodillarse frente a la anciana, la cual manchó sus dedos con carbonilla.
Hilda cerró sus ojos, mientras sentía la marca siendo dibujada en su frente. Al abrirlos, se encontró con la sonrisa de Gothi y se elevó, a la vez que Bocón se acercaba para asentirle.
— ¡La jefa ya está en casa!— el hombre exclamó para todos, provocando que el pueblo comenzara a festejar.
Los ojos de la pelirroja se llenaron de lágrimas, no solo por el emotivo momento, ni el recuerdo de su padre. Ahora tenía un pueblo por liderar y esperaba que su padre la guiara desde Valhalla, para tomar las mejores decisiones que podría tomar.
"¡Que viva la jefa! ¡Que viva la jefa!"
¡Último capítulo basado en la segunda película!
Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥
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