CHAPTER ELEVEN

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐄𝐋𝐄𝐕𝐄𝐍

( astrid, stop! )

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EL ENORME HOMBRE SE ENCONTRABA DE ESPALDAS A ellos, mirando las grandes burbujas emerger a la superficie del agua. Hilda dudaba de que sus habilidades de combate fueran suficientes para enfrentarse ante tal magnitud física, y aún menos, al estar sujetada por aquellos hombres.

— ¡Drago!— exclamó Eret a su lado, como si se tratara de un amigo de toda la vida, confirmando sus sospechas. Se zafó del agarre del hombre que lo sujetaba— ¡Siempre es un gusto verte, amigo! ¿Te proteges del frío aquí?

La pelirroja notó a dos dragones con armadura, que bajan sus cabezas en muestra de sumisión, mientras el nombrado se acercaba a ellos a paso lento e intimidante.

»Como ves, llego justo a tiempo con un nuevo lote de dragones...« el morocho continuó hablando, a la vez que los seguidores de Drago le sacaban su espada de su funda. »...como lo prometí.«

— ¡Está despertando!— la exclamación de unos hombres a sus espaldas, les llamó la atención, notando que Colmillo comenzaba a retomar su conciencia, luchando contra sus agresores— ¡Traigan refuerzos!

— ¡Suelten las sogas!— ordenó Drago con suma confianza, acercándose al Pesadilla Monstruosa, respondiendo a sus gruñidos.

El dragón dejó salir su fuego en dirección al hombre, sin embargo, éste se tapó con su capa sin dejar de avanzar. Las llamas no lo quemaban, tal parecía ser que aquella prenda estaba confeccionada con piel de dragón.

Hilda comenzó a moverse nerviosa en su lugar, al ver como Colmillo se retiraba ante los gritos y movimientos de lanza de Drago. El Pesadilla Monstruosa bajó su cabeza, a la vez que el hombre pisaba su hocico con su bota.

— ¡Colmillo!— exclamó Patán preocupado por su amigo.

— ¡Oye!— siguió Hilda, tratando de zafarse con aún más violencia— ¿Qué crees que haces?

— Ahora me perteneces— Drago los ignoró, hablándole únicamente al dragón, antes de comenzar a mirar la montura sobre su lomo.

— Y como regalo adicional, también capturé a sus jinetes— continuó Eret, provocando que la pelirroja comenzara a dudar de sus intenciones—. Sin cargo extra.

— ¿Qué? ¿Bromeas?— habló Astrid.

¡Pero eras tan perfecto!— se quejó Brutilda, provocando que Hilda rodara los ojos.

— Resulta, Brutilda, que hay personas en las que simplemente no puedes confiar— le dijo la pelirroja lo suficientemente fuerte para que el morocho la oyera, provocando que éste la mirara por un segundo con un sentimiento que no pudo descifrar, antes de continuar.

— Resulta que hay muchos de ellos allá afuera— pero antes de que pudiera seguir, Drago lo sujetó del cuello, ahorcándolo.

— ¿Cuántos?

— Así que Drago no los tiene— susurró Astrid, al notar que no sabía nada de Hipo o su padre.

¿Cuántos?— insistió Drago, zarandeándolo.

— Cientos— dijo la rubia, haciendo que Hilda girara a mirarla para que se callara— ¡Una isla llena de ellos!

Eret dejó salir como pudo una pequeña risa.

— Yo no me preocuparía— habló el morocho, pero Drago apretó más fuerte su cuello—. Mis hombres están cazándolos en este momento. No sabrán dónde te ocultas, lo prometo.

Hilda frunció el ceño, al escuchar las palabras de Eret, pero la voz de Astrid volvió a sonar.

— Sí lo sabrán, saben que desaparecimos— siguió la muchacha acercándose a Drago—. Y tienen dragones de rastreo.

Astrid, detente— murmuró la mayor con preocupación, al ver como Eret intentaba detenerla sin hablar.

— Si siquiera nos toca, Hipo te va a dar una...

— ¿Hipo?— preguntó Drago.

— No es problema, en serio, créeme— habló Eret con la voz ronca, apenas pudiendo respirar.

Astrid, basta— siguió tratando de detenerla Hilda— ¡Nada de eso es cierto, lo juro!

— Solo es el hijo de Estoico el Vasto, ¡el más grande experto de dragones que el mundo haya visto!

— ¿Experto en dragones?— cuestionó Drago— ¡Solo yo controlo a los dragones!

— No— negó Brutacio con diversión.

— Lo siento— siguió Patapez, entre las risas de los jóvenes, detrás de una sumamente preocupada Hilda.

— Y si no nos dejas ir de inmediato, vendrá hasta aquí sobre su Furia Nocturna y convertirá toda tu flota en barcos de astillas— terminó Astrid, antes de que Hilda suspirara bajando su cabeza hacia el suelo.

— Y estarán llorando como bebés— se burló Brutilda, antes de que Patán y Patapez volvieran a coquetearle.

Drago agarró nuevamente a Eret con velocidad.

— Primero era un jinete, y ahora es toda Berk— comenzó a amenazarlo, mientras apretaba su rostro con fuerza— ¡Y los trajiste hacia mí!

Arrojó al morocho hacia el suelo con fuerza y éste intentó detenerlo nuevamente, siendo en vano.

»¡Detengan los preparativos!«, gritó Drago a sus hombres. »¡Debemos atacar el nido de los jinetes de dragones de inmediato! ¡Acabaremos con su Alfa, y luego destruiremos Berk!«

— ¡Drago!— exclamó Eret, pudiéndose para finalmente.

— Y desháganse de él.

Al ver que los hombres iban a atacar, al que anteriormente era su líder, Hilda saltó sobre su lugar pasando sus brazos sujetos por debajo, para dejarlos al frente y así, golpear al hombre que la vigilaba. Con algo de esfuerzo, pudo sacar el pequeño cuchillo que tenía escondido en su bota, antes de cortar las cuerdas de sus muñecas.

Camaleón comenzó a luchar de sus amarraduras, logrando escapar por su determinación de ayudar a Hilda. Gruñó, antes de correr detrás de ella al ver que se dirigía a Eret, para moverlo antes de que las hachas lo alcanzaran. Pero el Gruñón Tambaleante llegó antes, golpeando con su cola las armas, cambiando su dirección.

— ¡Camaleón, vete!— gritó la pelirroja, al ver que el dragón los protegía con sus alas, sin medir las consecuencias.

Un dardo tranquilizante voló por los aires, antes de impactar en su cuello, devolviéndolo a la inconciencia. Hilda corrió a socorrerlo, pero los hombres volvieron a sujetarla para llevarla frente a Drago, mientras Eret veía sorprendido al dragón que trató de defenderlo.

Los hombres la empujaron, para agacharla frente al controlador de dragones, quién se acercó para levantar su mentón con su lanza.

— Conozco esas facciones— gruñó por lo bajo, mirando todos los detalles de su rostro, mientras la chica lo miraba con rabia—. Ese tal Hipo, no es el único hijo de Estoico el Vasto, ¿verdad?

A pesar de que Hilda trataba de no temblar con todas sus fuerzas, un pequeño temblor se escapó, provocando una gran sonrisa en el hombre.

»Hagan que ésta salte primero« ordenó, antes de que sus hombres los agarraran a todos.


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Drago se había ido junto a la mayoría de sus hombres para atacar, mientras que un grupo reducido se quedó junto a ellos para hacer cumplir las órdenes de su jefe. Los jóvenes, Hilda y Eret, se encontraban siendo arrastrados hacia el borde del barco.

— ¿Podría empeorar este día?— preguntó Patán con sarcasmo.

— Déjame ver— le contestó Brutacio—. Vamos a saltar al agua helada y morir ahogados, se ve refrescante.

Eret miró hacia el agua, antes de dirigir su mirada a Hilda a su lado.

— Las damas primero.

— Eres un montón de excremento de...— comenzó a decir Astrid, desde atrás.

Eret la ignoró, antes de mirar fijamente los ojos de la pelirroja.

— Agáchate— le ordenó, antes de dar una patada al aire.

Hilda se agachó justo tiempo, provocando que el ataque fuera dirigido a los hombres que la sostenían. Eret agarró sus lanzas antes, antes de liberarse de sus sogas.

— Hombre listo— lo alagó con una sonrisa, antes de agregar—. Pero me copiaste.

El morocho rodó los ojos, antes de darle una de las lanzar para acabar con los hombres de Drago en cuestión de segundos. Los jóvenes los miraban con asombro, al notar la destreza y sincronización con la que peleaban, como si lo hubieran hecho toda la vida.

— Vamos a salvar a sus dragones— dijo Eret, ganándose exclamaciones victorias de todos.








¡Quinto capítulo basado en la segunda película!

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden de votar y comentar si les gustó♥






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