Valentine


Hola, aquí vengo en Mayo (risas) a publicar de a poco lo que me falta del Kisspril. El día de hoy corresponde a Interrupción, lo dejo a lo que interpreten (guiño guiño).

También es la segunda parte de Soaked, puede leerse de forma independiente, pero esto es más desde la perspectiva de Aemond además de contar lo que pasó después del armario.

La canción de hoy corresponde a Valentine de Jonathan Bree, espero que les agrade :3


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Valentine

El movimiento del coche hizo que se balanceara sobre el asiento. Aemond abrió levemente el párpado y observó de soslayo a la persona que iba en el sitio del conductor.

Lucerys. Lucerys Velaryon, que tenía más Strong en las venas que cualquiera.

Si fue un error ir a aquella fiesta, no se arrepentía. Quizá su aventura comenzó antes en la fraternidad, cuando Floris junto a Cassandra Baratheon le dieron un vaso con una mezcla extraña de ron con soda; después, sugirieron que su travesía siguiera en una celebración a minutos de High Garden, pero Aemond se negó.

Ya estaba con el sentimiento de soltura subiéndole por el cuerpo; así que a pesar de no poner resistencia, fue tajante en acabar con su consumo. Además, no permitiría que alguna de esas chicas condujera su auto por las calles poco transitadas de Desembarco del Rey.

Sin más, el grupo se deshizo y tomó la decisión de pasar el resto de la velada en el sitio más cercano que conocía.

El departamento de Helaena lo recibió con una manada de jóvenes paseando de un lado a otro. La luz tenue de colores vibrantes y la música excéntrica significaba que sus planes de un profundo descanso quedarían pospuestos. Eso no le molestó. Solo era cuestión de camuflajearse con el ambiente. Un poco de whisky en su sistema se encargó de ello.

De cualquier modo, la invitación al festejo todavía se encontraba en el fondo de su correo electrónico. No importaba cuán mala era su impresión de Baela, la novia de su dulce hermana. Eran adultos. Entendía el paquete complejo que traía el tener una relación con otra persona.

Caminó sin rumbo hasta que vio a Hel subir las escaleras, iba en compañía de un grupo de muchachos. Eran ella, su hermano mayor, Aegon, y otros dos que parecían ser gemelos de tez oscura y los cabellos color plata.

El trato lucía demasiado familiar, y al contrario de Helaena que confiaba fácilmente en cualquiera, Aemond tenía sus reservas; aparte, la reputación de su hermano no era la de un adecuado defensor.

Llegó a la recámara con los pies ligeros y el ojo cansado, la joven corrió la puerta y los demás le dieron la bienvenida con una sonrisa más un vaso de agua de un tono muy distinto al de una bebida simple o mineral.

De esa manera, se vio envuelto en una dinámica demasiado ridícula. El armario en el cuarto fue llamado La entrada al paraíso, y se abriría una sola vez por turno. Por ambas entradas, una en la habitación de Helaena y la otra que se encontraba del lado de Baela; ingresaban un par de personas para hacer lo que sea que deseaban sin prejuicios ni miramientos.

¡Qué estupidez!

El primero en pasar fue Aegon, a ciegas. Todos fueron capaces de ver a Jacaerys en el interior del ropero con los ojos vendados y la sudadera desarreglada. Sobra decir que aquella ronda duró quince, veinte minutos, aparte, los sonidos no eran algo que valiera la pena mencionar.

Pronto, hubo otro trago en su garganta. Su hermana miró impaciente el celular para posteriormente observar a uno de sus invitados caer rendido cerca del escritorio, justo en la silla a juego con el tapete y el área de macramé. Hel tenía algo en mente, pero en su estado, Aemond no tenía cabeza para descubrir nada.

La próxima ronda fue para uno de esos gemelos, el que aún podía pararse sin tambalear. En el mueble, una joven castaña de piel clara le saludó, la puerta cerró y el tiempo añadió más minutos a su espera.

—¡Listo! ¡Ya llegamos! —El rubio percibió el último ronroneo del motor. Abrió el párpado dejando sus recuerdos atrás— Le mandé un mensaje a Helaena. Le dije que estábamos juntos.

—¿Sabe que me trajiste a tu casa? —Aemond le encaró, deslizó una mano y colocó la palma sobre el muslo del chico— ¿Te dio vergüenza que tus hermanos vieran cómo te hacía mío?

—Tú... —Luke desvió el rostro; sin embargo, sus mejillas se tiñeron de rubor.

—No fui yo el que hizo que saliéramos corriendo de ahí —Las yemas en sus dedos iniciaron un nuevo recorrido, iba desde la pierna hasta más al centro, por debajo del ombligo, muy por debajo—. Me imagino la cara de Baela, o del estirado de Jacaerys... Yo, encima de ti, tú con la boca abierta y tocando mi pe...

—Detente. —Lucerys le sujetó con sutileza, paró su intento de propasarse— Creo que deberías dormir. Te traje aquí porque no quisiste darme tu dirección. Y no me preocupa mi familia; de hecho, eres tú el que va a soportar a Aegon en semanas.

—Cállate. —Aemond suspiró— Cualquiera puede cometer un maldito error. Y claro que no te diría dónde vivo, tu sola existencia me asquea. —El muchacho rio irónico.

—Me alegra que ya estés recuperándote.

Ambos pasaron al exterior. Aemond ya había vuelto la mitad de su estómago antes de subir al vehículo de Luke. Supuso que no había problemas que no se pudieran solucionar con un correo electrónico y tal vez un ticket del autolavado.

—¿Puedes caminar? —No contestó a lo dicho por el mocoso; aún así, su percepción parecía lo bastante buena para andar sin ayuda.

La reja acomodada del elevador dio paso a un desnivel, una vez ahí, el silencio se posicionó entre ellos hasta que se marcó el piso número tres. Sus pasos lo llevaron lento pero seguro a través del pasillo y Lucerys se adelantó con llaves en mano para acceder sin obstáculos a su hogar.

—Dormirás en mi habitación. —explicó el muchacho rápidamente, mientras evitaba que su acompañante tomara asiento en el sofá; tras ello, le mostró una estancia más fresca que contaba con una cama de tamaño individual.

—¿Aquí te masturbas, Strong? —comentó él entre risas, se derrumbó con estilo en el colchón. Sus largos cabellos se extendieron por las sábanas, también subió los pies con todo y zapatos incluidos.

Luke lo observó de mala cara; pese a ello, se fue por un instante para regresar con una manta y una almohada extra.

—Estaré en la sala, mi compañero de cuarto podría estar aquí, así que... Hasta mañana.

Y se retiró como un miedoso. Aemond quedó en soledad, la disfrutó mucho en cierto sentido. Exhaló el aliento, cerró el ojo. Ni loco se quitaría el parche en ese lugar.

Si su memoria no fallaba, Helaena estaba demasiado nerviosa durante la fiesta, trataba de contactar a su pareja un par de veces y optó por enviar unos cuantos mensajes. De la nada, un ruido en el armario llamó su atención, por lo que luego fracasar en despertar al ebrio inconsciente, su hermana se fue mencionando que debía hablar con Baela.

El rubio asintió a sus palabras, pero en segundos, escuchó otro sonido y Aemond saltó de donde se situaba con un extraño presentimiento en las entrañas.

Se encaminó al ropero. Jaló la puerta.

Lo que sucedió fue historia. Una con él y Luke ahogados en palabras, en besos. Con él, que le mordía el fino cuello o dirigía aquellos dedos a un punto más sensible de su intimidad.

Fue consciente, miró el techo en la recámara del muchacho, se delineó los labios con la lengua ¡Qué maldito calor!

Retiró su chaqueta verde oscuro, sus pantalones, los zapatos quedaron desordenados uno debajo de la cama y el otro cerca de un buró. Casi en ropa interior, marchó rumbo a la estancia próxima, con Lucerys yaciendo medio dormido en el sofá, al menos hasta que notó su presencia.

—¡Aemond! —lo nombró en una especie de grito, muy atenuado— ¿Necesitas algo? ¿Dioses, qué haces vestido así? —Era imposible ignorar los bóxer abultados y el pelo claro revuelto.

—Tengo sed, Strong. —dijo él a la par que desabrochó cada botón de su camisa, igual en las mangas.

—Entiendo —A Luke se le quitó el aliento—. Regresa a la cama, en un momento te lo llevo. —Y estuvo a punto de levantarse de no ser por su invitado.

—No me refiero a ese tipo de saciedad. —Las palmas del rubio dieron contra la piel en los hombros del chico, lo acariciaron con suavidad, algo muy delicado. En un parpadeo, el joven se vio de nuevo con la espada en el sillón y las caderas atrapadas entre las piernas de Aemond— Me preguntaba si íbamos a terminar lo que iniciamos. No sabía qué escaparías.

—No estoy escapando. —aseguró con firmeza— Solo, no comprendo la situación... La gente hace locuras fuera de sí. Prefiero que me mates a alimentar tu odio.

—¿Qué tal si no quiero aborrecerte esta vez? —Le tomó del dedo índice, de esa forma, dirigió la mano del joven desde su abdomen hasta su pecho, justo rozando la aureola y la punta del pezón— ¿No quieres una tregua? —Lucerys pasó saliva.

—¿Qué me garantiza que no me odies por la mañana? —susurró con el corazón no solo en la boca, también en las pupilas.

—Nada. Unas horas de paz es lo único que puedo ofrecerte —sentenció aquella tentación hecha hombre, moviendo el cuerpo rítmicamente de adelante para atrás—. Lo único que lo garantiza es el deseo que siento por ti, ahora.

—No estás en tus cinco sentidos.

—No. Nunca lo estaré por completo, lo sabes. —Reafirmó aquello, se retiró el parche con ímpetu— Pero aceptaré un breve intercambio —después añadió, dejando el objeto en el suelo— El tacto. —Jugó con sus falanges y poca experiencia. Dio sin ningún reparo en la manta que le cubría la cintura, luego ya no— El gusto...

—Aemond.

No objetó. Aquel intruso cambió de posición, de rodillas sobre la alfombra. Bajó en segundos la parte inferior del pijama junto a la prenda pequeña.

—Casi me haces sentir mal, Strong. —e hizo una burla, Luke enrojeció debido a sus trusas con tigres color azul bebé.

—Se supone que no habría nada de esto hoy...

Aemond estuvo de acuerdo con él, sus labios le acariciaban aquella longitud en el pubis.

— El destino es caprichoso. —Fue lo que pronunció, tras ello, usó con deleite la lengua.

Dentro de poco, solo deseó concentrarse en los detalles. Los mechones largos se le ondularon debido al sudor. Percibió la sensación de que se acercaba a lo inevitable. No ignoró la dureza en lo bajo del vientre del muchacho y se ensañó en aquel borde curvo lleno de diminutas perlas.

¡Qué insidioso! pensó con satisfacción. Sin embargo, el ánimo creció hasta que Lucerys apretó los dientes y retorció los dedos. Él por su parte, no se contuvo y tragó hasta la última gota.

Cuando dieron las cuatro, Aemond le lamió la nuca, sobra mencionar la incomodidad que poseía Luke en la parte inferior de su columna. Le apretaba tan bien. La ropa junto al látex se encontraban regados por la sala en su totalidad.

A las seis, agradeció la tela impermeable de las mantas, de lo contrario, sería muy difícil limpiar las distintas manchas color nácar en el asiento del sillón o la alfombra. Aun así, no era su problema.

El reloj marcó las ocho, y Aemond escuchó el toque de la puerta.

—¡Lucerys, ábreme! ¡Traje el desayuno! —El desconocido parecía serio, incluso, un tanto irrespetuoso.

—Strong. —Aemond parpadeó cansado. Posterior a su encuentro, los dos jóvenes acabaron de varias formas situados bajo la mesa— Strong... —lo llamó una segunda ocasión, estiró los dedos hacia el chico.

Sintió un espacio vació. Lucerys no estaba.

—¿Strong? —Aemond se levantó, detalló todo con la vista.

—¡¿Mini Velaryon, me oíste?! —El ser detrás de la puerta continuaba con intensidad, los golpes fueron más fuertes— ¡Te voy a dejar el café en la barra!

A su alrededor vio un tocador frente a la cama, a su izquierda había un librero y un estante lleno de prendas del diario. Se encontraba en la habitación del mocoso. Llevaba las mismas prendas de ayer, con la diferencia que traía puesta una playera en vez de la chaqueta y la camisa; pese a ello, meditó que incluso los calcetines no lucían en mal estado.

¿Se ensució y Strong lo cambió? Dudaba algo así; sin embargo, la laguna mental que mostraba su episodio de vómito en la llanta trasera del auto de Luke suponía lo contrario. Revisó su cartera, sus identificaciones, todo se encontraba en orden.

¿Había sido un sueño o algo parecido?

En minutos se calzó los zapatos y su educación no permitió que saliera del cuarto sin antes arreglar el desastre previo. Giró el picaporte, pero regresó un par de pasos hasta tomar y esconder en su bolsillo una botella de fragancia que Lucerys tenía encima del tocador. Finalmente caminó por el pasillo hacia la puerta principal.

—¿Mini Jace? —Aemond se dio cuenta, volteó a la izquierda, casi por cumplir su objetivo. El sujeto de aquella voz lo miró desde la cocina y sostenía un amplio plato con un par de salchichas y huevo junto a una espatulilla—. ¿Quién demonios eres?

Mierda.

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