---.Valentina y el mundo de los globos.---

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Alguna vez se fue un niño; Alguna vez se deseó algo con suma devoción, algo que para los adultos podía resultar absurdo. La pequeña Valentina deseaba un globo, uno rojo. No hace tanto había visto pasar uno por la ventana de su casa, volando, lejos por el cielo. Estirando sus menudos brazos se topó contra el vidrio. Su deseo hasta ese momento, el más grande, se le escapaba entre las nubes.

Papá llegaría de un viaje de trabajo, mamá y Valentina lo esperaban en el aeropuerto. Ese día mamá le había prometido a su pequeña que papá y ella le comprarían un globo, no podía contener la emoción.

- ¿Amor, dónde estás? - Mamá llamó por teléfono a papá- Estamos aquí en el edificio B salón D. Apúrate, Valentina está muy inquieta.

Una muchedumbre de gente cruzaba una y otra vez frente a Valentina, ella se divertía explorando su alrededor, ignorando las palabras de mamá, quien comenzó a olvidarse de mirar a su pequeña niña.

- ¿Qué estás diciendo? ¡No puede ser! ¿Cómo que ya te marchaste? ¡Y con un amigo! ¿Qué piensas que soy?

Mamá reñía y no podía advertir que Valentina se había alejado lo suficiente como para encontrar su más ferviente deseo. -Un gobo lojo- murmuró la pequeña; avisó a mamá, pero no escuchó, el globo se marchaba. ¡No podía dejarlo ir!; la pequeña desapareció entre el movimiento urbano.



El globo siguió flotando; levitaba entre un cielo que cada vez era más lóbrego, pero la pequeña Valentina no podía saberlo, sus ojos amelados estaban fijos en el guía rojo y regordete de cuyo nudo colgaba un hilo ensortijándose entre la rama de un árbol. Fue entonces que la pequeña niña fue consciente de su estado - ¿Dóde eshtoy? ¿Dóde eshtá mamá? - Se preguntó mirando confusa sus pies, tan mojados, que apenas sentía hundirse en el lodo. Asustada, gritó esperando encontrar el rostro de mamá, sin embargo, en su lugar halló oscuridad y sombras tiritando. Intentó llamarla, pero sólo el silbido del viento respondía pendenciero.

Resbaló en el fango de un pantano que se extendía ante sus ojos, revelando los brazos del usurpador árbol donde se había anidado su más anhelado sueño. Su guía rojo brillaba ferviente iluminando el rostro de una bella y solo un poco más adulta niña que descansaba sobre una de las extremidades más firmes de aquel árbol. Sus cabellos parecían hilos enredados gentilmente entre las ramas, su vestido blanco y pomposo caía con una apacible gracia hasta la superficie del agua que rodeaba aquel pantano.

La pequeña Valentina intentó levantarse, mas le fue inútil, cayendo de cara al agua ¿Qué podía hacer? Su cabecita estaba tan confundida que las lágrimas cayeron a borbotones al tiempo que su voz, en un alarido agudo, terminó por ser el fin del sueño profundo de aquella niña mayor.

- Mmm... niña escandalosa ¿Qué quieres? - Interrumpió otra joven voz, con un claro enfado. Su figura se estiraba como un gato y sus ojos azules parecían aún protestar de sueño.

- ¡Ma-ma- mamá! ¡Mamá!


Las niñas no parecían entenderse, la mayor descendió del árbol caminando por el fango con los pies descalzos, acortando cada vez más la distancia entre ellas. Amedrentada, la pequeña tiritaba perpleja, se rehusaba a mirar más allá de sus manos juntas a su pecho. Fue entonces que la niña mayor tomó su mano, obligándola a levantarse. Valentina paró sus lamentos dedicándole una mirada llena de esperanza a quien la sujetaba con firmeza. No era mamá, pero sentía en ella una extraña paz que expresó en un abrazó hundiendo su sucio rostro en el vientre de ese ser mayor que ella.


El viento sopló, encaminó con su roce al globo rojo que continuó su camino cerca de la luna, imitando sobre el agua pantanosa el movimiento de la cuna de un bebé.

- ¿Cómo habrás llegado aquí? - Se preguntó con tristeza, su inmóvil cuerpo era incapaz de tocar a la desconsolada niña aferrada a él.


Su corazón por fin hallaba la calma, dos pasos adelante la niña más bella que había visto en su vida le guiaba sin soltarle. El nebuloso bosque rompía su silencio con el cántico itinerante de búhos y grillos; luciérnagas alumbraban el pasar de ambas niñas ajenas al transitar de aquel globo rojo que había perdido su luz una vez que ellas se encontraron.

-El bosque suele ser perturbador para niños de tu edad, desorienta y hace que... ya no volvamos a verlos- Sus palabras descuidadas aterraron a la niña, un pinchazo en su corazón se hizo presente, la culpa de verla sufrir o tal vez la molestia de tener que lidiar con ella -. Tranquila, el rey sabrá qué hacer.

-¿Ley?

-Sí, ya lo conocerás. Allí vamos, al castillo donde el rey sabrá qué hacer contigo.



El bosque se fue disipando, el cielo se aclaraba a cada paso ostentando un bello amanecer. La pequeña Valentina tomó confianza y caminó al paso con su compañera, la volvió a mirar. Era muy bonita y su cabello era tan largo como su vestido, pero en sus ojos se denotaba una cierta tristeza. La pequeña niña lo podía sentir, lo notaba en la ausencia de una sonrisa.

Las hojas y la tierra en el suelo terminaron dando paso a una vereda de asfalto de color chocolate, la pequeña sintió aquel olor característico y añadiendo curiosidad se preguntaba ¿Era chocolate aquel suelo? ¡Sí, olía! ¡Debía serlo!

-¡Oh no! ¡Cuidado vayas a lamer el suelo, está sucio! Además, que no es chocolate, solo tiene olor.

La pequeña se sintió defraudada, demostrándolo con una mueca de disgusto; la mayor sólo frunció el ceño.

-¿Dónde te has metido delincuente?


Una voz masculina interrumpió el momento captando la mirada de ambas niñas, frente a ellas estaba un joven adolescente portando una sonrisa larga y gentil.

- ¿Quién esh?

- Ah, te presento a nuestro soberano rey.

- ¿Él?

- ¡Sé más linda conmigo!

- Ya que está aquí le dejo esta niña.

La pequeña Valentina no comprendía nada, simplemente había sido arrojada a los brazos de aquel joven para sentir el terror de un abandono súbito. Su vista cristalizó la imagen de aquella niña que le daba la espalda.

-¡Azul! - Su voz había cambiado, era severa-. Como tu rey te ordeno que vuelvas aquí, has de explicarme qué pasó.


La niña miró sobre sus hombros para luego regresar frente a ellos. El rey la interpeló:

- Sé que no te gustan los niños, pero esta niña, me doy cuenta con sólo tocarla, que no pertenece a este mundo, ella aún...




Papá y mamá estaban sentados en la sala de espera de un lugar incluso más frío e indiferente que aquella discusión, ¿Cómo había pasado todo esto? Valentina simplemente había estado allí, a lado de mamá, y en un segundo había desaparecido. Mamá no podía dar declaraciones justas, su mente era una maraña de emociones incapaces de discernir; Cuanto más intentaba recordar, las imágenes se volvían más confusas, su hija le había tirado de la mano para advertirle sobre un globo rojo. Tal vez lo vio flotar, o tal vez no... simplemente no le había prestado atención.

- Has de acompañarla de regreso a su mundo-. Le había dictado el rey a Azul. En la sala real había varios niños jugando a inflar y hacer volar globos de un lado a otro, la pequeña extraviada estaba allí sonriendo, yendo detrás de cualquier globo, mas sus preferidos eran los rojos. Azul estaba sentada a los pies de su rey, un joven que mantenía un semblante amable aun cuando aquella niña le desobedecía tanto.

- Rey, yo...- tragó saliva sintiéndose impotente-, no puedo si quiera encontrar mi propio camino ¿Cómo puedo ser el camino de alguien más? Jamás he salido más allá del pantano y ahora usted me pide que atreviese lo inadmisible para alguien como yo.

Sus cabellos rubios cayeron como cortina sobre el suelo por la inercia de ocultar el rostro afligido de su dueña.

-Azul, ¿Acaso no te gusta este mundo? - Sus ojos denotaban cierta tristeza.

-Me gusta, soy feliz en él, pero...- tomó una larga pausa como si hubiese reunido todos los porqués-, siento que algo me falta, algo muy grande, creo todos sentimos eso- llevó su vista a aquella escena tan alegre, todos reían, mas ella lloraba, sentía que lloraba por ellos y por ella-, llegamos aquí sin saber qué nos ha pasado, algunos nos vamos y muchos más nos quedamos ¿Por qué rey? ¿Por qué yo soy de los que no pueden irse? ¿Qué he hecho mal para haber nacido aquí? No sé a dónde van los demás niños, ellos vuelan entre los globos y sus rostros son tan apacibles y llenos de alegría ¿Qué es lo les ha pasado rey? ¿Por qué nunca nos habla sobre ello? A pesar de ignorar todo, siento cierta envidia hacia ellos porque algo me dice, que van a un mejor lugar.

El rey cerró los ojos, dando un largo suspiro, dejándose acurrucar entre su trono y las almohadas que lo rodeaban.

-No puedo responder a esas preguntas, Azul. Decírtelo solo traería confusión a tu alma y eso me calificaría como un mal rey. Eres de los niños más maduros y si mi imprudencia cede a tus dudas terminaré dañándote de por vida-. Abrió sus ojos mostrando una sincera preocupación, parecía como si soportase un gran llanto desde hace tiempo-. Yo los protegeré mientras estén aquí, y tú eres mi preciada niña a quien bauticé con el nombre de Azul, mi color favorito, más algún día me dejarás y entenderás todo.

- ¿Cuándo?

- No lo sé con exactitud, mas aquella pequeña te necesita ahora- El rey se levantó de su asiento tomando de las manos a su acompañante, bajando los escalones hasta el salón junto con los demás niños-. Pequeña y de vestido rojo- la niña paró de jugar y se acercó a su majestad- ¿Cuál es tu nombre?

- ¡Nina!¡Nina!

-¿Nina?

-Valentina.

-¡Shi!

- ¿Cómo lo supo? -exclamó Azul sorprendida.

- Años de experiencia mi hermosa Azul -sonrió-, ¿podemos llamarte Nina?

-¡Shi! Mamá... me dishe...ashi.

Su sonrisa nuevamente se esfumaba, miró entonces a aquella niña que le recordaba tanto el calor de mamá, y se abalanzó hacia ella secando sus lágrimas en el vestido blanco.

- Ve con ella- Sonrió el rey regalándoles una tierna caricia en la cabeza a ambas -, sé que tienes miedo de lo que hay más allá del pantano y de todo aquello que no entiendes, más he de confiar tu vida a mis globos, fieles sirvientes míos que te protegerán cuando más lo necesites. Mi querida Azul, tú serás la guía de esa dulce niña que añora regresar a su mundo. Si permaneciera mucho aquí me temo que sería imposible su regreso.



Azul estaba decidida, las palabras del rey iban consigo al emprender su viaje. Cargaba en su bolsa de palma aquéllos en quienes debía confiar para cualquier percance; Valentina o como más le agradaba ser nombrada, Nina, iba de la mano de Azul, a cuyo lado se sentía tan extraña, pues nunca jugaba con los demás niños. Siendo mayor, en su mente había muchas preguntas, pero nadie podía contestarlas.

- ¿Ilemos con mamá?

- ¿Mamá? ¿Qué es mamá? ¿Es el mundo de dónde vienes? -En efecto, Azul no conocía la palabra mamá ni su significado tan especial, mas escucharlo le hacía sentir una profunda congoja.

-Mamá... es mamá -sonrió tirando un poco del brazo que la sostenía.

-Olvídalo.



Azul cerró los ojos un instante, deseaba caer dormida y olvidar, ¿Qué deseaba olvidar? La palabra mamá resonaba en su cabeza desde que la escuchó por primera vez, un niño lloraba en el mundo de los globos, un niño imploraba con fuerza aquella palabra, que le provocaba sentimientos desconocidos, una inquietud y una desesperación que cortaban su respiración. Un vuelco en el corazón pinchaba su temple, era la incertidumbre a lo desconocido lo que la orillaba a retraerse y a dormir cada día la mayor parte del tiempo.

Al abrir sus ojos intentando superar sus pensamientos, se percató de un cielo oscuro, frívolo y solitario. Sus miedos se hicieron presentes y el llanto de cada niño se arremolinó en sus oídos. El límite del mundo de los globos estaba a pocos pasos, el pantano sería dejado atrás junto con la falsa paz de ignorar su propia existencia. ¿Estaría bien cruzar? No tenía opción, no era por la pequeña niña que sujetaba entre su mano, no era por la orden de un rey tan solitario como ella, no era sino por ella misma y la pregunta imborrable en su mente ¿Quién soy?

-Juguemos a algo Nina -paró su paso para agacharse a la altura de la infante-, vamos a perseguir un globo -. Tomó un globo de su bolso y nada más soltándolo se transformó en una gran estrella azul.

- ¡Qué bonito! -rio a carcajadas-, ¡Como el globo lojo que seguí!

La estrella soltó un hilo mágico y brillante que envolvió el brazo de la niña mayor, elevando a ambas sobre el bosque, flotando en el aire guiadas por aquella estrella brillante. Las dos niñas sintieron el viento acariciar sus rostros, sus pies alejándose del suelo y el estómago pesado como si se quedase abajo, más otros globos salieron de la bolsa de Azul inflándose en el proceso, formando preciosos animales: dos ballenas surcaban a saltos el poderoso viento, dos cangrejos cortaban la mala hierba al paso y dos pececillos le hacían cosquillas a la menor en su vientre. Azul comenzaba a divertirse, estaban a punto de salir de los límites del mundo de los globos, su corazón palpitó fuertemente y una gran tristeza paralizaba su cuerpo al descender, sintiéndolo pesado. Los globos se unieron, convirtiéndose en el suelo de aquella niña que desfallecía en un confuso mar de sensaciones. Abandonar el mundo de los globos sin protección significaba no volver jamás y aquella frontera era un terrible calvario para cualquier niño valiente.


Los globos estallaron, de ellos escapaban lamentos chirriantes de niños esfumándose como la vida de un globo desinflado. El cielo dejó de ser cielo, en su lugar se abrió un brumoso mar interminable, denso y agobiante que envolvía como una esfera a las dos viajeras. El aire se difuminaba, la última bocanada en su garganta robó el grito de pánico de la menor que cayó inconsciente colgada del brazo de una confundida Azul. Viese por donde viese, sus ojos ardían, sus ropas flotaban al igual que sus cabellos, enredándose como traicioneras lianas a su cuello. Soltó a su acompañante en un impulso de salvar su propia existencia y el mar se cortó en dos, separado por una línea blanca que hundía cada vez más a sus dos presas.

La bolsa de palma ultrajada por una corriente burlesca parecía carcajear con crudeza ante la inmóvil voluntad de Azul. Todo se le había arrebatado, lo sabía sin conocerlo, cada carcajada se lo restregaba en uno y otro recuerdo perdido. La voz de alguien mucho mayor a ella resonaba en el agua, las risas de ese alguien corrompía su poca paz, y el llanto desconsolado de ese alguien le reveló un infierno ardiente en su alma deseando parar.

Nina era tragada, el mar sobre Azul abrazaba voraz cada extremidad de la pequeña, era como si el agua, diáfana, desease tanto que formaran parte de sus olas llenas de celos y ansiedad. Tan cerca habían estado esas olas de ser carne viva.




El rey lo sentía, ¿Había sido inútil? ¿Acaso había entregado a su más querida niña a su propia pesadilla? ¡No! ¡No perdería a otro niño más! Su mundo que tanto le había costado crear no colapsaría entre globos desinflados. Un deseo había sido escuchado, y el deseo más profundo de la sangre había sentido el llamado.

De la bolsa de palma escaparon globos de colores absorbiendo al mar, permitiendo descansar el alma de Azul sobre un globo que la encunaba cariñosamente. De su pecho afloró un globo rojo, brillante y deslumbrante como para vencer cada temor y pesadilla de un alma sin nombre.

Abrió sus ojos celestes, llenos de lágrimas alegres, estiró sus manos deseando tocar aquella niña cuatro años menor que ella y que descendía a sus brazos. El mar había desaparecido, una gran cantidad de globos flotaban a su alrededor y los recuerdos arrebatados en segundos habían vuelto para recordarle quién era.

- Mamá te está esperando Nina- musitó entre lágrimas aferrándose a aquel olor de bebé que Nina desprendía.

- ¿Mamá? - Despertó la pequeña envuelta en alegría, su más ferviente deseo había sido cumplido-, ¡Pol fin te veo!

-Sí... yo también...Nina.

- ¿Ilás a vishitame? ¡Yo quielo eshtal contigo!

-En tus sueños estaré, pero, por favor, dile a mamá que no guarde su dolor más en su interior, que recuerde que su primera Valentina está con ella esperando su abrazo. Dile que la amo y que esos meses que estuve con ella fueron los suficientes para amarla y extrañarla tanto, que ya soy grande y que voy a ser fuerte como papá.


Lágrimas llenas de felicidad acurrucaban su encuentro, aquel globo rojo las había unido, siendo su conexión sanguínea el llamado a unir a ambas hermanas en dos mundos tan diferentes. Nina logró conocer a su hermana no nacida a quién mamá y papá mantuvieron en un secreto doloroso.



-¡Encontramos a su hija!

Habían encontrado a Nina recostada en un árbol sosteniendo entre sus dedos un globo rojo. Había sido llevada al hospital donde papá y mamá esperaban que su hija abriese los ojos.

-Mamá, papá...

Nina despertaba, como si de un sueño se tratase, sus manos se estiraban anhelando la sombra dorada de su deseo más profundo.

- ¡Perdónanos Nina! ¡Fui una insensata! - Mamá abrazó con fuerza a su hija mientras Nina correspondía al abrazo hundiendo su frente y recordando ese olor.

-Yo sólo he vivido ignorando...

Mamá y papá tocaban su pecho como de vez en cuando lo hacían, Nina lo notaba aun siendo tan pequeña. Por fin comprendía aquel gesto tan triste en los rostros de sus padres.

-Yo quielo mucho a papá y mamá, Nina gande también. Ella me dijo que lesh dijela que los ama y que la saquen de su dololoso inteliol.

Mamá y papá quedaron helados, esas horas habían regresado a sus memorias, un dolor guardado que en un parigual doce de agosto volvía como un calvario inicuo.

-¿Cómo... cómo puedes saber eso? - preguntó mamá a punto de quebrarse.

-Nunca te dijimos sobre tu hermana...

-¡Yo fui con ella! ¡Esh muy hemosa, tene el cabelo lubio, ojosh ashules y she palece y huele a mamá.

Mamá y papá abrazaron a Nina con gran fuerza, rompiendo a llorar como no pudieron hacerlo antes, aquella primera Valentina se había escapado de sus dedos como polvo de estrella.


Llevaron de la mano a su pequeña Valentina decididos a creer en lo imposible, decididos a darse una nueva oportunidad, decididos a abrir el pequeño cofrecillo donde hace siete años sus sueños se habían resguardado, destrozados e incapaces de ser nombrados.

-Nina... éste es el cofre donde tu hermana mayor está, una fotografía cuando ella nació.

Mamá extendió aquella fotografía, Nina la miró con emoción, había una bebé dormida con ropajes blancos, los mismos que recordaba de su hermana, la niña en la fotografía yacía en una cajita blanca llena de globos blancos y rosas, una pequeña cintilla en forma de rosa adornaba su cabeza y sus manitas sostenían un peluche en forma de estrella, esa fue la llegada de su hermana.

-Dices que... ¿Tiene los ojos azules? - preguntó el padre soltando una lágrima.

-¡Shi! ¡Y esh muy bonita!

-Cuéntanos más por favor...


El día se fue entre palabras que nunca se dijeron, dolor guardado y que ahora entre lágrimas eran sonrisas llenas de amor a ese ser que no se conoció.


"El día que tú nacieras lo imagine tan precioso. Si llovía, el ruido de las gotas arrullará tu miedo al mundo, dormirías tranquila mientras mamá te acurrucaría en sus brazos como las nubes acurrucan a la luna. Si nacías con el sol, tus mejillas sentirían la gentileza de sus rayos mañaneros y apretarías los ojitos haciendo tus primeros pucheros. Si nacías entre nubes de la tarde, lo primero que sentirías sería el viento, lento, perezoso, destilarse entre tu nariz. Si nacías en el arrebol extendiéndose entre las sombras, empezaría a entonar una canción para ti, me levantaría y daría pequeños pasos imitando un baile. Y si... nacías con la noche, los grillos serían ese "Shh, shh" que toda mamá recita para calmar a su bebé. Valentina, ¿por qué jugaste conmigo? A donde te has ido. no podía alcanzarte, tenías que quedarte en mis brazos y sólo abracé tu cascarón. Valentina... mi preciosa bebé, ¿Cómo era tu voz? ¿Qué tan alto podías llorar? ¿Cuánta hambre reclamarías en tus primeros minutos? Valentina ¿Cuál era tu verdadero color? Pálida y azul como el reflejo de la luna sobre el mar, las puntitas de tus dedos parecían haber jugado con los luceros, manchándose con el color de la noche, tu boquita pequeña y pulposa debió comerse una nube dejando rastros grises y blancos en tu piel. Y finalmente... entre tanta jugarreta, debiste caerte de una estrella y al llegar a mis brazos, olvidaste tu alma atorada en la punta de esa estrella fugaz."



Aquellas palabras para ella habían llegado por fin desde donde estaba en ese mundo entre globos y risas de más niños como ella. Su corazón tenía todas las respuestas, mamá la amaba y dedicó esas palabras en una carta que por siete años guardó en su recuerdo; papá haciéndose fuerte, prefería ignorar su propio sentir, pero ahora lloraba musitando su nombre.

-Mi querida Azul...- El rey apareció frente a ella- Valentina, ese es tu nombre verdadero, has logrado encontrar tu ser entre este mundo lleno de niños que pasan por lo mismo. Yo, el rey de un mundo que busca consolar aquellas almas perdidas sin padres ni nombre, te deja ir a descansar.

El rey cerró sus ojos, extendiendo sus brazos, dos alas doradas salieron de su espalda rodeando a los dos. Valentina sonrió y entendió que ese mundo era más de lo que parecía, un mundo donde las calles eran olores de pasteles, donde los edificios eran juguetes y trenes rasgando las nubes, donde los globos hacían sonreír a todos los niños.

-Ha hecho todo para mantenernos felices... yo fui muy insensata.

-Todos algún día se cuestionarán su origen y no puedo detener sus dudas, solo puedo resguardarlos en mi propia burbuja donde espero hallen felicidad. Me da mucho gusto mi querida Azul... Valentina, que hayas encontrado tu nombre y tus padres, ahora ve... un mejor lugar te espera.


El rey dio un último abrazo a su favorita, desde bebé la había cuidado y vio crecer su actitud, así como su cuerpo, le recordaba tanto a él mismo y por ende su cariño hacia ella era un vínculo a sus recuerdos. La abrazó fuertemente recordando así su propia existencia ¿Qué habría sido de su madre? ¿Qué fue de su padre? ¿Tendría hermanos? No podría saberlo, ni nunca lo sabría... ya hacía tanto tiempo de aquello.

-No voy a dejarlo -su voz era tan segura que hizo dar un salto de sorpresa a su mayor-, me quedaré con usted ¿Me dejará hacerlo?

-Allá serás más feliz ¿Por qué renuncias a tu felicidad y paz?

-Porque aquí está mi felicidad y paz -Sonrió amablemente, su sonrisa era tan radiante que el rey soltó una lágrima silenciosa-; conocer la verdad me hizo ver cuán solo se puede sentir alguien, siendo el único afrontando este infierno ¿Podría quedarme a su lado siendo su consuelo?

-Valentina...

-Para usted siempre he de ser Azul.

-Más almas como nosotras lamentablemente seguirán llegando.

-Pero un globo podría ser su guía.


Ambos protegerían a todos esos niños dejados atrás abriendo sus alas azules y doradas, regresando al mundo de los globos para estar eternamente unidos y en paz.


"Dedicado a mi querida amiga Viridiana,

tus pequeños pedacitos de carne

han sido mi gran inspiración"


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Valentina y el mundo de los globos

Por Matialvy Dos Santos

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