Capítulo 39
Un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo. Sus palabras me tomaron por sorpresa dejándome casi paralizada.
Amar es una palabra muy fuerte. Sabía que este momento llegaría, pero no pude evitar dejarme ganar por los nervios. ¿Cómo se supone que debía reaccionar?
— Ellie. — volvió a llamar sacándome de mi trance. Esperaba una respuesta.
— Yo... también te amo. — hablé, por fin.
Una gran sonrisa invadió su rostro, se acercó hacia mí y depositó un tierno beso. Es gracioso, ya llevamos tiempo juntos, pero las conocidas mariposas siguen ahí cada vez que me besa.
— No te preocupes por lo que pasará el otro año. Estamos juntos ahora, eso es lo que importa. — tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Yo recosté mi cabeza en su hombro.
Sus palabras me tranquilizaron. No quiero preocuparme más por el futuro, después de todo es algo que no puedo controlar. Suspiré y admiré lo hermosa que estaba la noche. De verdad soy afortunada. Sonreí para mí misma y pensé que no podría ser más feliz.
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—Listo, ya terminé con esta. — avisé poniendo la caja a un lado.
Todos habíamos estado desempacando cajas en una pequeña bodega, desde que salimos de la escuela. Aún nos faltaban varias y ya empezaba a llegar la noche.
— Mis manos me duelen, ¿podemos descansar? — preguntó Katia agotada.
— Yo sé que podes, resistí un poco más que ya casi acabamos. — la alentó Javier a su lado.
— En realidad, todavía nos faltan treinta cajas. Creo que podemos terminar por hoy. — propuso Lucas mientras se estiraba cansado en su puesto.
— Si, por favor. — pedí igualmente exhausta.
Después de alegarle un poco a Javier quien insistía por trabajar más, logramos salir por fin de la tienda.
Fuimos luego al lago, que, de nuevo, fue Javier quien nos pidió hacerlo, aunque cansados le dijéramos que no.
— Eh, ¿qué tal si vamos a nadar? — sugirió, emocionado quitándose su camisa. Todos nos miramos cansados.
— Otro día. — rechacé.
— Mejor volvamos a casa. — gruñó Lucas bostezando.
— ¿Qué? No, ¿por qué tan bajoneados? Vamos a...
— Chicos. — Katia interrumpió triste a Javier. Tenía la cabeza baja y parecía angustiada por algo. — me voy a mudar. — comentó tomándonos por sorpresa a todos.
— ¿A dónde? — preguntó Javier.
— Me iré a Denver, en enero. Allá está toda mi familia y entraré a una nueva escuela.
— Pero, es una gran oportunidad. — intenté animarla.
— Si, lo es, solo que... — alzó su cabeza mirándonos y dejando escapar una lágrima. — no quiero dejarlos.
Sus palabras fueron inesperadas. Ciertamente, no supe que responder, pues yo también estaba triste por eso. Me di cuenta que no era la única al mirar a Javier y Lucas quienes estaban decaídos.
— Quiero graduarme contigo, Ellie. — dijo limpiando sus lágrimas. Al verla así, un pequeño vacío creció en mi pecho.
— Bueno, pero igual todavía falta para enero. Lucas y yo nos vamos a graduar y también nos vamos a ir, pero eso es más razón para aprovechar estos últimos momentos juntos. — nos animó Javier, aunque aún se veía algo triste.
Es cierto. Ahora que Katia se va, pasaré este último año sola, al menos sin ellos no será lo mismo.
— Si, no nos desanimemos. Podemos volvernos a ver. — habló Lucas. Todo esto parecía inútil, de nada servía alentarnos mutuamente si todos nos sentíamos igual.
— Ay no. Pero, Javier.... — lo miró abatida, dándose cuenta de algo. El supo de inmediato a que se refería.
Yo miré a Lucas de reojo, él hizo lo mismo, pero no dijimos nada.
— No, debe haber alguna manera. — reaccionó aparentando estar tranquilo.
— Pero esta escuela es muy exigente, tendré que concentrarme en mis estudios y la universidad.
Javier seguía en negación.
— No, no. Te puedo ver los findes o vos me visitás los días que podas o yo...
— Javier. — bastó solo una mirada para que él se rindiera y aceptara lo que tenía que pasar.
Se veía triste y desilusionado.
Ahora todos estábamos callados. Yo sabía en lo que todos pensaban y eso me entristecía más.
— Entonces no hay tiempo que perder. Disfrutemos de estos tres meses que nos quedan. — habló esta vez un Lucas optimista.
Yo sonreí y me levanté, alentada por su entusiasmo.
— ¡Si! — lo apoyé.
— ¡Así es! — gritó igualmente Javier.
Katia solo río y se levantó con nosotros, apoyándonos.
— Pero... será mañana porque estoy muerto. — gimió Lucas cansado.
En eso todos estuvimos de acuerdo y volvimos a casa.
Admito que me sentía triste y nostálgica, pero, esto me emocionaba más que todo. Son personas maravillosas y me alegra poder pasar tiempo con ellos. No voy a desanimarme ahora y confiaré en lo que dijo Lucas, es lo único que puedo hacer.
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