Capítulo 32
— Lucas, no espero que me perdones ahora, solo quería hacerte saber que de verdad lo siento. — insistí.
— Si, creo que me quedo claro que lo sientes. — bromeó sarcástico. No me di cuenta de las veces que había repetido esas palabras, pero no me importaba, lo diría las veces que fueran necesarias.
Nos miramos en silencio por un par de segundos, apenados esperando a que alguno de los dos hablara.
— Fue lindo que vinieras. — dijo con una media sonrisa. — mis padres quieren matarme porque no he vuelto al trabajo.
— También lo siento por eso, es mi culpa. — me excusé.
— Hey, tampoco te lleves todo el crédito. — protestó. — no es que quisiera ir a trabajar tampoco. — alzó los hombros divertido, haciéndome sentir de alguna forma mejor.
— Creo que ya deberíamos salir. — señalé a la puerta. Él asintió guardando la caja y saliendo detrás mío.
Al estar en el pasillo alcancé a ver a Javier sentado en el suelo jugando junto a Brook y Carly. Tenían pequeños tazones y platos al rededor mientras fingían cocinar con estos. Era una tierna imagen.
— Está exquisito, Carly. — halagó sonriente, saboreando la taza que ella le había entregado.
Luego de unos segundos nos vio ya en el pasillo.
— Hasta que por fin salen. Pensé que se iban a quedar toda la tarde ahí dentro. — comentó, levantándose del piso llegando hacia nosotros.
— Pero parecías divertirte ¿me cocinas a mí también? Tengo ganas de un té. — se burló Lucas.
— Ja, ja, muy chistosito. — respondió sin gracia. — más bien díganme, ¿ya están bien?
— Si, estamos bien. — afirmé feliz volteando a mirarlo. Él dibujo una pequeña sonrisa.
— ¡Amén! Ya estaba harto de ver a este boludo tirado en esa cama. — celebró alzando sus manos.
— No era para tanto. — acarició su cabello, ruborizado.
— Si, claro, lo que digas. — continuó bromeando. Yo solo me divertía de la situación.
— Como sea, Ellie, ¿quieres algo de comer? — ofreció intentando ignorar a Javier.
— Está bien.
— Yo también quiero. — respondió igualmente el castaño.
— A ti no te dije. — negó serio Lucas mientras se adentró a la cocina y Javier y yo nos sentábamos en el mesón.
— Siempre tan cariñoso.
Sabía que las discusiones entre ellos eran parte de la amistad y algo ya diario, pero nunca fallaban en hacerme reír.
— Creo que ya hemos hablado mucho Ellie y yo, ¿por qué no nos cuentas, tú como vas en el amor, Javier? — preguntó Lucas sabiendo claramente lo que hacía. Yo lo mire maliciosa apoyándolo.
Javier bajó la cabeza riendo.
— ¿Me crees pelotudo?
— Solo es una simple pregunta, ¿cierto, Ellie?
— Si, totalmente cierto. — dije firme.
Javier río de nuevo y mordió sus labios, sonrojado.
— Bien. — suspiró. — me llevas jodiendo con eso hace rato así que, creo que debería responder... — pausó nervioso.
— ¿Te gusta Katia? — pregunté acelerándome, estaba muy emocionada para guardarlo.
— ¡No! ¿Qué decís? — negó casi al instante, dañando todas mis ilusiones. — bueno... sí, si me gusta. — corrigió casi en susurro, sonrojándose un poco y abrazándose a sí mismo.
Yo no pude evitar soltar un grito de alegría.
— Pero no sé si le gusto. — habló cabizbajo, inseguro.
— Si no le dices, nunca lo sabrás. — reprendió Lucas molesto.
— ¡Si le gustas! — hablé enseguida, estresada porque pensara lo contrario. — digo, yo creo que si le gustas. — corregí sabiendo que se supone, era un secreto.
— Bueno, es que Katia es hermosa ¿de verdad creen que se meta con un pelotudo como yo? Digo, pensé que le gustarían esos intelectuales de su clase. — comentó extrañado.
Era raro ver al Javier extrovertido y bromista, estar sensible e inseguro.
— No te trates así, no tienes que ser como los "intelectuales" para gustarle, creo que así eres increíble. — halagué intentando hacerlo sentir mejor.
Lucas aclaró su garganta con tres emparedados en su mano y una cara seria.
— Ellie tiene, extrañamente, la razón. — dijo entregándonos la comida. — ve y dile, no pierdes nada.
Él suspiró dudoso.
— Bueno, ya, en cuanto la vea le digo. — prometió, más que todo intentando convencerse a sí mismo.
— ¿Seguro?
— Que sí, ya dejáme de joder. — dijo estresado. Pude notar que se sonrojó un poco.
Yo solté un pequeño grito.
— Serán tan lindos. — hablé ilusionada.
Terminamos de comer y ambos luego decidieron acompañarme a casa, creo que más que todo porque no salíamos hace un tiempo y los extrañaba.
Íbamos saliendo de la tienda cuando una voz aguda nos llamó detrás de nosotros.
— Oigan, no sabía que estaban todos acá.
Era Katia. Al parecer ya estaba ahí desde antes, pues tenía un canasto en sus manos.
Javier abrió sus ojos como si de un fantasma se tratara y yo no pude evitar soltar una risa.
Ahora tendrá que cumplir su palabra.
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