Capítulo 22
Pasamos un tiempo más en el lago hasta que anocheció. Ahora, me encontraba frente la entrada de mi casa, muerta de nervios.
Lucas se había ofrecido a quedarse conmigo, pero lo rechacé y le pedí que se fuera, sabiendo que mi padre no estaría de un muy buen humor ahora.
— Bien, es hora. — suspire asustada.
Tomé aire y valor y moví la manija. Colgué mi abrigo en el perchero y me encaminé a buscar a mi padre. Allí estaba, sentado en la mesa de la cocina leyendo el periódico, concentrado.
— Hola. — pronuncié levemente esperando que no escuchara. Él alzó su mirada encontrándose con la mía para luego poner el periódico en la mesa.
— ¿Como te fue? — preguntó. No sabía si estaba de verdad interesado o solo estaba siendo sarcástico, siempre era un misterio.
— Muy bien, seguí tu consejo. — dije intentando, de alguna forma hacerle sentir que hice lo correcto, al menos para él.
Afirmó con su cabeza sonriendo, no de felicidad.
— Ellie. ¿Sabes por qué te protejo tanto? — posó su mano en su mentón, sugestionado. — Porque quiero que estés bien y te sientas segura. Pero ya no vale la pena. Al final, siempre haces lo que te viene en gana.
Yo solo quería omitir esta parte e ir directo a mi castigo.
— Cuando saliste corriendo por esa puerta, supe lo que tenía que hacer. — afirmó con su cabeza. — me rindo, Ellie. No más reglas. No más castigos.
¿Qué?
Es raro porque normalmente, eso me hubiera hecho feliz, muy feliz, pero, no lo sentía así, había algo en el tono de su voz que hacia las cosas diferentes.
— Quiero que seas feliz. Me odias y lo entiendo, por lo tanto, haré lo que deseas.
— No, padre, eso no es...
— De ahora en adelante, estás por tu cuenta. — se paró y salió de la cocina dejándome sola en ella.
— Padre. — lo seguí y tomé su brazo.
Él se volteó y me miró como si fuera una desconocida, como si, de repente, me hubiera vuelto una extraña. Mi corazón comenzó a latir rápido y un nudo en mi garganta se hizo cada vez más presente.
— Ellie. No me involucraré más. Tal y como querías. — se soltó de mi agarre bruscamente. — Solo seré un extraño que vive en el mismo techo que tú, nada más.
— Pero... no. — lo miré angustiada dejando a la primera lágrima caer.
— ¿Crees que no notaba la mirada de desprecio cada vez que te reprendía? O el día que saliste, a las dos de la madrugada con tus amigos. — acusó. — Ellie. Es agotador. Sé que para ti también, por eso lo estoy haciendo. — dijo antes de darme la espalda y dirigirse a la puerta.
— Pero soy tu hija. — declaré angustiada.
— Si, lo eres. Por eso lo hago. No te preocupes, ni siquiera me sentirás en casa. — todo lo decía con una actitud tan insensible que no pude evitar pensar que lo hacía más por el mismo que por mí.
— No. Esto no es lo que quiero. — me acerqué a él y lo miré desesperada.
— Yo solo hago lo que haría cualquier padre. — respondió como si fuera algo evidente.
— ¡No es cierto! Fuiste un padre cuando me enseñaste a andar en bicicleta o cuando fingiste que la cena había quedado bien con tal de no herir mis sentimientos. — atacaba esperando hacerlo entrar en razón. — cuando canté frente a toda la escuela y estabas en primera fila apoyándome, ahí lo fuiste. No ahora.
Las lágrimas no paraban de salir de mis ojos. Era impotencia. No podía dejar las cosas así.
Él ni se inmutaba.
— No te odio.
Mi padre, no hizo más que darme una última mirada antes de tomar su chaqueta y salir por la puerta. Yo me deslicé en ella, abracé mis pies y asimilé lo que acabó de pasar.
"Cuidado con lo que deseas"
Fue algo que aprendí demasiado tarde.
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Ellie en galería.
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