Capítulo 20

Me levanté sin ánimos alistándome para ir a la escuela. La casa estaba sola, pues mi padre tuvo que irse  temprano al trabajo.

Lavé mis dientes, tomé las llaves y salí apurada. Aunque viviera relativamente cerca de la escuela, siempre me encontraba agitada, corriendo contra el tiempo.

Luego comenzaron las clases; economía, física e inglés, después, receso de veinte minutos para continuar con algebra y química hasta el almuerzo.

— ¿Por qué estás tan callada? — preguntó Katia sacándome de mi trance.

Era cierto, en lo que llevábamos de receso había dicho unas dos palabras si mucho.

— No lo sé. Estoy cansada, es todo. — mentí con una vaga sonrisa.

Seguía un poco desanimada por lo de Lucas.

— ¿Segura? ¿Todo está bien?

— Si. Todo bien.

Antes de que ella pudiera decir algo, Javier y Lucas aparecieron felices y se sentaron con nosotras.

— ¿Qué tal? ¿Como están? — Javier sonriente posó su brazo alrededor de Katia.

Lucas se sentó a mi lado, pero a cierta distancia.

— Estamos bien, ¿cómo están ustedes? — respondí dándole un sorbo a mi jugo.

— Mal, estoy al horno. Voy perdiendo geometría. — contó Javier desilusionado.

— Puedo ayudarte, si quieres. — se ofreció Katia.

— Claro que quiero. — dijo ofendiéndose por la pregunta. — tengo una tutora chicos, perdón, tengo a la mejor tutora. — presumió haciéndola sonrojar.

— Eso es algo exagerado. — respondió apenada acomodando un cabello detrás de su oreja.

— No digas eso, eres muy buena. — alegué.

— Ellie tiene razón. Incluso, creo que yo también necesitaré clases.  — expuso Lucas esperando que Katia aceptara.

— No creo que sea necesario, digo tú ya eres bueno. — dije con gracia.

Katia me miró extrañada.

— No veo problema en ayudarte. — alzó los hombros.

— ¿Vos me estás siendo infiel en la cara? Y yo que me sentía especial. — bromeó dramático Javier haciéndonos reír a todos.

El resto del almuerzo se la pasaron bromeando y riendo felices. Admito que las cosas fueron un poco extrañas e incómodas con Lucas, pero decidí ignorarlo igual.

A veces notaba que me miraba cuando reía, sin embargo, yo hacía todo lo posible para no devolverle el gesto. En realidad, seguía sin saber lo que iba a hacer, se supone que éramos amigos, pero era obvio que yo no lo veía así.

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Entré a casa, agotada por todos los deberes que habían dejado.

Pasé directo a la cocina por algo de comer donde encontré a mi padre.

— ¿Cómo está tu amigo? — preguntó de repente mientras yo me preparaba un sándwich.

Abrí los ojos sorprendida por su interés.

— Bien. — respondí. — está bien.

El asintió entendiendo.

— ¿Y la escuela? — volvió a preguntar.

— Bien.

— ¿Deberes?

— No muchos.

Mi padre me miró asombrado. Me conoce muy bien, razón por la que no podía engañarlo.

— ¿Pasa algo? — cruzó sus brazos, posándose frente a mí.

Yo suspire.

— No, todo bien. — le di un mordisco sonriente a mi sándwich.

Él me analizó con la mirada.

— Acaso tienes... — intentó adivinar haciendo una extraña expresión con sus manos.

— Tengo... — ofrecí a que continuara.

— ¿Estás...? — continuó con la pregunta esperando que entendiera. — Nada. — ignoró lo que iba a decir dejándome más confundida.

Yo, terminando mi sándwich, caminé hacia la salida para ir a mi cuarto.

— Ellie, solo te diré; no hagas nada de lo que te vayas a arrepentir. — advirtió antes de yo siquiera salir de la cocina.

Asentí con mi cabeza entendiendo, aunque no sabía muy bien  de donde había salido eso.

Odiaba esas frases tan extrañas y misteriosas de mi padre.

¿Qué significaba? ¿Acaso sabía que Lucas me gustaba? No, no creo.

Aunque sentía que debía hablar con él y aclarar las cosas, pero no había nada que aclarar. Él, muy firme dijo que quería que fuéramos solo amigos. Pero, ¿y si lo dice porque tiene miedo? Porque necesita seguridad, un empujón. Es lo más posible.

No me importaba si él no se sentía igual o nada en lo absoluto, tenía que decirle y expresarle todo lo que me he guardado este tiempo, sin rodeos ni juegos. Tenía que hacerlo. No ganaba nada con guardarme las cosas.

— Padre... — tomé mi abrigo del perchero y abrí la puerta. Él arqueó una ceja extrañado. — ya vuelvo. — le avisé antes de salir por la puerta en busca de Lucas.

— ¿A dónde vas? — era tarde para responder, ya iba saliendo del pórtico. — ¡Ellie!

Tal vez le debí haber dicho hacia donde iba, pero preferí ahorrarme los sermones.

— Lo siento. — me disculpé y aun sabiendo el castigo que me ganaría por esto, seguí corriendo hasta llegar al mercado.

Entré empezándolo a buscar con la mirada. Fracasé. Solo pude ver a su hermana, Chloe, a la que había conocido en la cena y en experiencias previas.

— Hola, Chloe. — saludé llamando su atención. Estaba ocupada organizando un estante. - de casualidad, ¿has visto a Lucas?

— No, creo que se fue al lago. — respondió. — eres Ellie, ¿cierto? Deberías hablar con él.

— ¿Lago? Está bien. — respiraba agitadamente por la corrida. — ¿por qué dices eso?

Chloe río.

— Nada, tu ve a hablarle. Corre.

Quería escuchar su respuesta, pero eso lo haría más tarde, mejor me dediqué a hacer lo que había dicho y me dirigí al lago.

Agotada, llegué por fin al muelle.

Estuve a punto de decepcionarme y regresar a casa, al no ver rastro alguno de Lucas, hasta que lo encontré sentado en la orilla, balanceando sus pies de un lado a otro desanimado.

Sonreí para mí misma y me acerqué decidida a él. 

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Javier en galería.

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