Capítulo 2

Me miré al espejo por cuarta vez, en la mañana, lista para irme. Tenía muchos nervios, pues nunca había tenido esa experiencia de ser "la nueva" del instituto, igualmente cargaba esperanzas de que todo saliera bien. Me sentía algo extraña. Estaba acostumbrada a mi rutina con Olivia y Francis allá en New Jersey; Francis me recogía en su auto y luego juntas entrábamos a la escuela, luego de pasar por Olivia. Ya las empezaba a extrañar.

Me despedí de mi padre y comencé a caminar, emocionada. Gracias a que el pueblo era pequeño, solo eran un par de cuadras hasta llegar a mi destino.

Calles antes, empecé a encontrarme a varios muchachos de mi edad riendo y charlando haciéndose notar, algunos traían patinetas consigo y camisas muy extravagantes de colores, intimidándome.

Por fin había llegado. Tomé aire y comencé a adentrarme entre la multitud, la entrada era pequeña y entre más recorría, más notaba aquel color rojo resaltar en las paredes y casilleros. Mi objetivo era poder encontrar la oficina del director, o algún lugar en donde pudiera obtener mis horarios y clases.

Visualicé por fin un pequeño salón al fondo del pasillo y me acerqué necesitada. Una señora me recibió y me ofreció todo, indicándome igual que empezaría con mi segunda clase, filosofía.

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Estaba sentada mirando a todos charlar frente a mí esperando a que el profe llegara. Pensé en que podría aprovechar la oportunidad y conocer personas.

Me levanté y, segura, me arrimé al grupo de chicos sentados en unas mesas reunidas frente a mí.

— Hola, soy Ellie. — me presenté interrumpiéndoles. Todos voltearon y me vieron analizándome.

Algunos estaban sentados encima de sus pupitres y, la mayoría tenía su cabello teñido.

— ¿Ellie? — cuestionó un muchacho de gafas. — Ah, eres la nueva. — afirmó distinguiéndome mientras se recostó en su silla.

— Pues bienvenida. — dijo otro chico rubio.

— Gracias, me ha gustado mucho la... — sin terminar siquiera la frase, noté que todos se voltearon de nuevo y continuaron hablando ignorándome, cosa que me pareció muy descortés de su parte.

Yo seguía parada, esperando que tal vez me notaran y volvieran a hablarme, pero no recibí nada, así que desilusionada, volví a sentarme.

Todas las clases hice lo mismo, intenté hablar e integrarme, pero lo único que hacía era humillarme cada vez más.

A la hora del almuerzo, me ubique en un pequeño árbol que había cerca a comer el almuerzo que yo misma me había preparado, casi que totalmente sola. Algo triste, pero fue relajante.

Terminaba de comer cuando alcancé a escuchar risas a lo lejos. Voltee a mirar curiosa, y eran varios muchachos, cuatro siendo exacta. Algunos venían fumando e iban vestidos de tonos claros y otros oscuros, acompañado de largas cadenas y collares. Uno se me hizo extrañamente conocido.

Se situaron un poco más lejos de mí, yo todavía seguía intentando reconocer al misterioso chico. Ya luego de varios segundos, pude lograr hacerlo, era el chico de la tienda, tenía una camisa de cuadros con un brillante collar y un jean algo vintage. No me di cuenta del tiempo que los estaba viendo hasta que crucé miradas con él, me sonrió y movió su mano en saludo, cosa que notaron sus otros amigos, yo le devolví el gesto e intenté retomar lo que estaba haciendo. Esto luego se hizo imposible pues sus risas se escuchaban a metros de distancia.

Después de un rato, decidí que en vez de quedarme ahí sentada como una tonta viéndolos reír, tal vez unírmeles no sería tan mala idea. Si, había fracasado ya varias veces, pero no perdía nada con intentarlo.

Me paré decidida y me arrimé a ellos.

— Eh, eres la nuevecita, ¿no? — preguntó un castaño con acento sin antes dejarme tan siquiera hablar. Todos, luego posaron su atención en mí.

— Si. — intenté sonreír amable, aún pensaba que volvería a suceder el mismo rechazo de antes.

— Pues que aquí tienes a un partidazo, ah que no Lucas. — molestó señalando al chico de la tienda, ahora Lucas.

— No empieces Javier. — respondió estresado. Sus amigos rieron. — ¿Y tú de dónde vienes? — preguntó intentando, claramente, cambiar el tema. A mi me alegró su interés y dejé de lado mi racha de fracasos.

— New Jersey, trasladaron a mi padre acá. — expliqué.

— Uhh, ciudad de riquillos por aquí. — respondió Javier irónico.

— Es cierto, la gente de esa ciudad es extraña. — opinó un pecoso luego de sacar un cigarrillo.

— No les prestes atención. Siempre son así. — me dijo Lucas sin darle importancia.

— Está bien, creo que ya empiezo a entender. — respondí moviendo mis manos, nerviosa.

Javier hizo otra broma de la cual solo sus otros dos amigos se rieron, Lucas se concentraba en su reloj y parecía impaciente por algo.

— Que te calmes Lucas, vos siempre tan estresado. — regañó el castaño al notar el estado de su amigo. Él lo ignoró. A mi se me hizo graciosa su relación.

La campana sonó avisándonos a todos que el almuerzo había terminado. Todos se despidieron antes de irse, aun llamándome "la nueva" cosa que, empezaba a parecer, mi segundo nombre.

No pude encontrar a ninguno de los amigos de Lucas en las clases que había tomado, por lo que supuse, estaban en un grado superior al mío.

Salí de la escuela algo desanimada, tenía muchas expectativas que, siendo sincera, no se cumplieron en lo absoluto. Esperaba, aunque sea conocer más personas y hacer nuevas amigas o amigos, pero lo único que conseguí fue hablar con unos muchachos que ni en mi grado estaban y a los que probablemente no volvería a ver nunca.

Intentaba continuar pensando positivamente, pero era bastante difícil teniendo todo en contra mía. Tiré varias piedras con mi pie frustrada en la acera.

— ¡Chica nueva! — un grito detrás de mi llamó mi atención. Voltee a mirar para luego encontrarme con Lucas corriendo en mi dirección.

— Tienes que dejar de aparecer en todas partes — dijo ubicándose a mi lado, con su respiración agitada.

— Tú eres el que me encontró, sabelotodo. — me defendí seria.

— Ok, tranquila, no estas de humor, pero no tengo la culpa. — alzó las manos, inocente, intentando descifrarme.

— Es que no lo entiendo, se supone que hoy sería un gran día y conocería a muchas personas. Y, ¿qué logré? Nada. Absolutamente, nada. — alegué, mirando al suelo desanimada.

— Conociste a Javier. — intentó conciliarme. Yo le di una mirada asesina.

— Mm...ven a cenar a mi casa el jueves. Mi padre me mataría si supiera que te conocí y no te invité a casa. — se ofreció. — te puedo mostrar el pueblo luego. — agregó al verme insegura — si quieres claro, si no, no tengo problema, en realidad sería mejor si...

— Esta bien. — acepté, ahora feliz, empezando a ilusionarme.

— Bien, yo... — paró drásticamente y miró su reloj. — Voy a llegar tarde, te aviso luego, ¿vale? — dijo antes de salir corriendo dejándome de nuevo sola. Ese chico siempre se veía apurado.

Sabía que esa cena no cambiaría muchas cosas, aunque fuera un muy lindo gesto. Pues pareciera que todos ya tenían bien organizadas sus vidas acá y no me importaba, en serio, solo extrañaba mi hogar, mis amigos, la escuela. Dolía admitirlo, pero empezaba a desear que a mi padre nunca lo hubieran trasladado.

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Lucas en galería.

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