Capítulo 11
La tarde pasó tranquila. Continuamos patinando un rato hasta que cayó el sol. Llegué a casa diciéndole a mi padre que me quedé un rato con Katia, y aunque se vió algo sospechoso, no fue nada fuera de lo normal.
Estábamos ya comiendo la cena en la mesa, él llegó de trabajar hace un par de horas y yo acababa de llegar hambrienta.
— Mañana vendrá Amelia. — dijo tomando un sorbo de su jugo y llamando mi atención.
— ¿Amelia? ¿Por qué? — pregunté desanimada.
Amelia era una prima que tenía en New Jersey por parte de mi madre y de mí misma edad, no éramos muy cercanas pero las muchas veces que interactuamos se me hizo irritante.
— Quiere visitarnos y conocer el pueblo. — explicó.
Yo lo miré desmotivada.
— Deberías estar agradecida. Ojalá yo...
— Estoy agradecida. — lo interrumpí. — estoy saltando de la felicidad.
— Te conozco, Ellie. — respondió serio amenazándome con su tenedor.
— Y yo la conozco a ella, por eso no quiero que venga. — expresé enojada recostándome en el regazo de la silla.
— Adolescentes. Todo lo ven malo. — balbuceó levantándose de la mesa.
Yo callé y continúe comiendo mi carne ofendida.
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Me levanté temprano como siempre para ir a la escuela. A eso de las seis treinta iba llegando y me acomodé en mi aula tranquila.
Esta vez, Katia si aceptó hacerse conmigo al almuerzo, nos reímos casi que todo el rato. Extrañamente, no vi ni a Javier ni a Lucas.
De nuevo, las clases pasaron rápido y ahora me encontraba caminando vuelta a casa.
— Hola padre. — anuncie asomándome y colgando mi abrigo.
Al no recibir respuesta, me adentré a buscarlo en la cocina pues de allí escuché su voz. Para sorpresa mía, Amelia ya había llegado.
— Ellie. Llegaste. — dijo asombrado haciendo a la rubia voltear.
— No puede ser, ¡Ellie! — gritó feliz abrazándome. Yo sonreí incómoda.
— Hola, Amelia.
— Tenemos tanto de que hablar, no vas a creer todas las cosas locas que han pasado en casa. — contó entusiasmada agitando sus manos.
— ¿En serio? — me senté exhausta en una de las sillas.
— ¡Si! — de nuevo, gritó. — y, no he visto mucho, pero hasta ahora este pueblo esta increíble. Muy hermoso.
— ¿En serio? — ya no me sorprendían sus comportamientos, siempre era así y yo siempre reaccionaba así.
— Si. Vamos, enséñame todo. Quiero conocer cada parte de este lugar. — bramó emocionada aplaudiendo levemente, luego salió de la cocina a buscar sus maletas.
Yo miré a mi padre cansada.
— Dramática. — rodó los ojos negando con su cabeza.
— ¿Hasta cuándo se va a quedar? — pregunté rogando que no fuera mucho tiempo.
— Dos días. — contestó. Yo asentí y celebré internamente. El me dio una mirada amenazante.
— Prometo comportarme bien con ella.
Amelia volvió lista ya para salir. Yo me puse algo cómodo y me encaminé con ella a mostrarle todo el lugar.
Intenté mostrarle las cosas principales como la iglesia y el lago para no tardarnos tanto. A eso de las seis ya estábamos volviendo a casa.
Le contó todo lo que vio feliz a mi padre en la cena y el, sonriente asentía con su cabeza escuchándola. Sabía que en el fondo quería pegarle con un zapato.
Llegó la noche y ya nos preparábamos para dormir. Teníamos un pequeño colchón viejo en el cuál decidí dormir yo y preferí darle mi cama a ella.
— Fue un muy buen día, ¿No crees? — musitó Amelia restregando con el cepillo sus dientes.
— El mejor de todos. — contesté organizando mi colchón.
— Debería venir más seguido. No creo que a mamá le moleste y hasta podría mudarme aquí. — propuso alegre limpiando su boca. Yo abrí los ojos alterada.
— No, no, eso sería horrible para tu madre. ¿Dejarla sola? Terrible, no sería capaz. — respondí con intención. Ella meditó y se metió de nuevo en el baño.
Continuaba sacando algunas sábanas, cuando escuché un extraño ruido proveniente de mi ventana. Al asomarme, me encontré a Javier y Lucas, ambos sonriendo felices pareciendo emocionados por algo. Yo, confundida y asustada de que Amelia los viera, les abrí rápidamente.
— ¿Que rayos hacen aquí? — susurré acomodándome en el marco.
— Ay, es muy tierna, nunca dice palabrotas — bromeó Javier burlón. Yo rodé los ojos.
— El caso... — pronunció Lucas. — queríamos venir a.... saludarte y saber cómo estabas.
Yo me extrañé y, aunque pensé que era un lindo gesto, no estaba de ánimos para lidiar con ellos ahora.
— Eh, vos si eres tonto. — Javier le dio un pequeño golpe en la cabeza al castaño. — no venimos por eso, bueno, no es que no nos importe. — aclaró. — pero te íbamos a invitar a una fiesta que hay cerca, aquí a una esquinita.
— Solo pensé que sería cortés. — se defendió avergonzado Lucas.
— Chicos, lo siento, pero tengo visita y saben cómo es mi padre. — respondí apurada y mirando hacia el baño buscando señales de Amelia. — además, si mi prima los llega a ver, irá corriendo a contarle.
— ¡Va! Que amargada que sos. — bufó Javier cruzando sus brazos.
— Es en serio.
— Ya déjala, Javier. Te dije que no podría. Lo siento, Ellie. — se disculpó el castaño incitando a su amigo a irse.
— Esta bien, otro día será. — sonreí.
— Todavía no me parece el comportamiento de ese...
— Javier, ya. — lo interrumpí. — Por favor, tienen que irse. — insistí preocupada.
— Esta bien, está bien. — alzó sus brazos rendido. — pero vos tenes que...
— Ellie. — escuché la voz de Amelia gritar. Le di una mirada asesina a ambos. — ¿Quiénes son? — preguntó curiosa cuando los vio afuera de la ventana y se puso a mí lado.
Respira, Ellie, respira.
— Nada, solo unos amigos, que ya se van. — gruñí entre dientes enojada.
— ¿Y por qué están aquí? ¡Ah! — cayó en cuenta de algo y me miró traviesa. — ¿Los ocultas de mi tío?
— ¿Que? No, no, es más cómodo aquí. — respondí nerviosa acariciando la moldura de la ventana, ellos se despidieron y se fueron sabiendo que luego se las verían conmigo.
— Ah, claro, claro, entiendo. — sabía que no estaba del todo convencida. — el tío es alguien muy exigente... — se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta. — es muy duro contigo, también.
— Aja. — pronuncie sospechosa. — ¿A dónde vas? — no sé porque, pero en el fondo sabía que le tramaba decir algo. Este era mi fin.
— Nada, solo... — sin terminar su oración, salió corriendo por la puerta hasta el cuarto de mi padre. Yo supe que ya había perdido, no tenia de otra así que me quedé sentada esperando a que la tormenta llegara.
— ¡Ellie! — escuché ese, tan famoso, grito de mi padre.
Adiós, mundo cruel.
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Lucas en galería.
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