Epílogo
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Marcos Carvalho
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Salí al porche mientras esperaba a Barbie. Comencé a pensar en todo lo que habíamos vivido juntos, en lo que ella logró transformarme y en todas las sensaciones que me provocaba. Definitivamente estaba completamente enamorado de esa chica y estar a su lado me había hecho ver las cosas por las que vale la pena amar.
A lo lejos divisé esa cabellera roja que se movía con el viento y mi corazón empezó a latir con mayor intensidad. No quería dejar de verla nunca. Respiré hondo cuando se acercó más. Ambos caminamos hasta encontramos cara a cara. Yo la había citado por una muy buena razón, y proseguí a comunicársela.
—¿Quieres ser mi novia? —le pregunté y eso la dejó un poco desconcertada.
Permaneció callada por un rato, como pensando qué decirme. Estaba asustado por su respuesta, pero en el fondo tenía cierta confianza en que me diría que sí. Después de todo, ella me había demostrado sentir lo mismo que yo.
—Wow, yo... —mordió su labio inferior y sonrió con nerviosismo—. Realmente no esperaba esto.
—Me imagino —también sonreí—. ¿Y bien?
—Eh... creo que es muy romántico de tu parte. Es decir, obviamente me gustaría ser tu novia...
—Ya lo sabía.
Me lancé sobre ella y la abracé con gran entusiasmo. Tal vez era inevitable que nos separáramos, pero tendríamos una relación que nadie podría destruir.
—Marcos —prosiguió, alejándose un poco de mí—. ¿Me... me dejas terminar? —su vista estaba fija en el suelo, evitando hacer contacto conmigo.
—¿Terminar qué?
—Te decía que obviamente me gustaría ser tu novia —sus ojos se posaron en los míos—, pero no sería lo más inteligente en una situación así.
En ese momento mi alegría se desvaneció y sentí que se comenzaba a formar un agujero en mi interior. Toda la vida que me inventé, en ese momento se había desmoronando.
—Barbie, ¿a qué te refieres? ¿Acaso no te das cuenta de que esto no puede acabar así? No podemos simplemente separarnos —en mi voz se empezaba a notar la angustia.
—Lo siento, créeme que me gustaría que esto no terminara jamás, pero no hay nada que podamos hacer. ¿Una relación a distancia? Eso no va a funcionar...
—Entonces me voy contigo —la interrumpí—. Hago mis maletas ahora mismo y nos vamos.
—No, claro que no. No puedes abandonar el país cuando te surge una oportunidad laboral.
—No me importa, ¿entiendes? Lo único que quiero es estar contigo, nada más.
—Tú estás construyendo tu futuro aquí, y yo estoy haciendo lo mismo en Las Vegas. Marcos, tú y yo no estamos en la misma página.
—Entonces reescribamos el libro y pongamos nuestros nombres en la primera hoja —dije en un tono más elevado.
Barbie negó con la cabeza y soltó una lágrima, la cual secó rápidamente con el dorso de su mano. Giró y fijó su vista en el mar. Guardamos silencio por un tiempo, en el cual traté de reflexionar. Caminé hasta ponerme a su lado y mirar en su misma dirección.
—Así que aquí termina todo, ¿no? —hablé en un tono más bajo que antes.
Mi acompañante no dijo nada, ella sólo asintió y bajó la mirada a la orilla. Sabía que si ella hablaba, su voz se rompería y comenzaría a llorar. Había acabado, y tal vez debía ser así, a lo mejor lo nuestro había sido el típico amor de verano que culmina antes de que pueda empezar. Me dije mentalmente que no era tan malo después de todo: ahora era mejor persona, todo gracias a ella. Pero no lograba consolarme. ¿Por qué tenía que renunciar a lo mejor que me había sucedido?
—Cuando te vayas, una parte de mí se irá contigo. La otra intentará buscar a alguien como tú —le dije en un tono pausado.
Barbie volteó a verme y sonrió levemente, notablemente conmovida por mis palabras y por la situación. Se acercó a mí despacio y me abrazó. La envolví en mis brazos y aspiré su aroma. Posiblemente era nuestro último día juntos y quería recordar cada detalle de ella: la textura de su cabello, la suavidad de su piel, el brillo en sus ojos, su olor y el sabor de sus labios.
Nos distanciamos por un segundo y nos besamos.
—Te amo —susurré, pegando mi frente a la suya—. Y siempre serás mi Sirenita Ariel —sonrió y yo hice lo mismo.
—Te amo. Y siempre serás mi señor engreído —sus palabras se clavaron en mi alma y noté que mis ojos se estaban cristalizando.
Tomé una respiración y pestañé repetidas veces. Odiaba que me vieran llorar: me hacía sentir débil ante los demás. Pero no era un secreto para nadie que yo había bajado la guardia con Barbie hacía mucho tiempo. Aún así, no quería que ella me viera en mal estado.
—No voy a perder las esperanzas en cuanto a lo nuestro —informó—. Ojalá nos volvamos a encontrar.
—Ojalá.
Nos separamos y la miré a sus ojos verdes. Ellos me transmitieron miedo y tristeza. No estaba bien... y yo tampoco.
—Me voy pasado mañana, temprano a las siete. En unas diez u once horas estaré en mi país.
Asentí ante su información. Cada vez faltaba menos.
—¿Quieres que nos veamos mañana? —interrogué.
—Mejor no —suspiró—. Debo hacer las maletas y comenzar a adaptarme a estar sin ti.
—Bien.
—Debo irme ya, pero quiero que sepas que jamás me olvidaré de nosotros y de todo lo que hemos vivido. Seguiremos en contacto, ¿de acuerdo?
—Sí, por supuesto —sonreí.
—Adiós.
—Adiós.
Barbie se comenzó a alejar a paso lento, pero, cuando iba a mitad de camino, volteó a mí y comenzó a correr en mi dirección. Me dio un beso, ya siendo más concientes
de que iba a ser el último: sabía a despedida. Después se fue con lágrimas en los ojos y ya no volvió más. Entonces, cuando la perdí de vista, me tumbé de rodillas en la arena y me permití llorar.
...
Había llegado el día en el que Barbie se iría. No había dejado de pensar ni un segundo en ella y en cómo sería mi vida después de su partida. Si de algo estaba seguro, era de que no volvería a ser el mujeriego e imbécil que era antes de conocerla. Ella había marcado un antes y un después, algo de lo que le estaría eternamente agradecido. Me demostró que siempre se puede mejorar, aunque lo creamos imposible.
Sabía que en algún momento debía volver con mi actitud alegre y carismática, pero los dos últimos días me los había pasado cabizbajo y deprimido. No había salido de mi casa de playa, pues quería estar solo durante un tiempo, al menos hasta que Barbie dejara Río de Janeiro definitivamente.
Cuando menos te lo esperas, llega una persona que hace que tu mundo se detenga, pero de pronto se va, y por más que lo intentes, tu mundo sigue sin girar... porque estás enamorado.
Yo sentía que todo a mi alrededor se había detenido, como si Barbie tuviera el poder de hacer que las cosas cambiaran de un momento a otro.
Miré la pantalla de mi celular: eran las seis y cincuenta. Faltaban diez minutos para el vuelo de la pelirroja. Estaba sentado en la arena, mirando a mi alrededor: tan vacío como yo. Cuando faltaban diez segundos para las siete, empecé una cuenta regresiva en mi mente.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos... Uno.
Despegué la vista de mi celular y miré al cielo. Entonces supe que ese era el final.
O tal vez era sólo el principio.
"Vacaciones en Río de Janeiro"
Rosaine Díaz Martell
2021
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