7- Quando a chuva passar
📝Nota de autora:
¡Hola a todos!
Este capítulo será un poco más largo que los demás, espero que les guste.
La canción que se escuchará en el concierto será, al igual que el título del capítulo, Quando a chuva passar. Les dejaré el video aquí para que conozcan la canción, si quieren pueden escucharla cuando se vaya a cantar en el teatro, así se sentirán como un espectador más.
Ojalá les esté gustando la historia, si es así, háganmelo saber con una "⭐" y comentarios.
Saludos, Rosaine.
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Barbie Watson
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Eran las diez de la mañana y hacía un día estupendo. Habíamos decidido ir a la playa y darnos un chapuzón matutino. Yo estaba sentada con mi mamá sobre una toalla de playa que estaba en la arena, debajo de una sombrilla multicolor. Mi padre caminaba, un poco más alejado, en busca de una concha; se había empeñado en hacerme un collar con ella. Jeremy y Alice charlaban desde el interior del agua. Giraba mi cabeza de un lado a otro para guardar ese recuerdo en mi memoria. Me sentía muy bien con ellos, todo era perfecto.
—¿Cuando me lo vas a decir? —cuestionó mi madre.
Me volteé y la observé. Tenía una sonrisa y su mirada expresaba emoción y curiosidad.
—No te entiendo —confesé.
—Claro que sí. He visto como lo miras y tu sonrisa cada vez que dice alguna estupidez.
—¿De qué hablas?
—¡De Jeremy! —dijo por fin.
—Oh, él. ¿Qué se supone que te diga? —me hice la tonta.
—Que estás locamente enamorada de él, por ejemplo —volteó los ojos.
Rasqué mi brazo y aparté la mirada. No estaba preparada para tener esa conversación. Si confesaba mis sentimientos en voz alta, se harían más reales de lo que ya eran. Las cosas entre Jer y yo se volvían cada vez más raras, al menos así lo sentía yo.
Podía percibir la fulminante mirada de mi madre y sabía que tenía que responder.
—Bárbara Watson, no me ignores. Yo te traje a este mundo, mínimo se sincera —ahí estaba la señora Emma siendo dramática.
—Solo somos amigos. Vamos con ellos —propuse y mi mamá asintió. Quería escapar de este tema.
Nos introducimos en el agua, la cual estaba fría. Poco a poco me adapté a la temperatura. Llegamos a donde estaban mi mejor amigo y su madre y les dimos una sonrisa. Jer se acercó a mí y pasó su brazo por mis hombros.
—Se ven tan adorables —comentó Alice—. Les tomaré una foto.
La mujer levantó la cámara acuática y nos hizo una foto.
—Se ha pasado el día fotografiando todo —susurró Jeremy y yo reí.
La señora Alice llevaba una trusa azul sencilla y mi madre una negra con escote pronunciado. Yo tenía un trikini completamente blanco y Jeremy usaba un short con figuras de diferentes colores, dejando al descubierto su torso.
—¿Qué les parece si mañana vamos al Cristo Redentor? —interrogó mi madre.
—¡Sí! —chilló Alice.
—No puedo —se precipitó a decir mi amigo—. Yo... tengo que salir con... alguien —rascó la parte de atrás de su cabeza y bajó la mirada.
—Entonces pasado mañana —prosiguió mi madre.
Yo no estaba enterada de esa salida de la que hablaba Jeremy, y mucho menos sabía quién era ese "alguien."
Mi papá nos saludó desde la orilla, resaltando por su short verde neón y la enguatada que usaba para no broncearse de más. Tenía algo pequeño en su mano derecha, supuse que sería la concha.
Estuvimos un rato más ahí y luego nos dispusimos a volver al hotel. A lo lejos noté, junto a la puerta del Hilton, que un chico rubio recostado contra la pared me observaba a través de unas gafas oscuras. Era Marcos. Llegamos a la entrada y me detuve frente a él.
—Ahora subo —avisé.
Jeremy me miró y después al muchacho frente a mí, no sabía qué expresaba esa mirada que lo recorrió de arriba a abajo. Finalmente, los cuatro entraron. Marcos usaba un pantalón corto blanco, una camisa con estampados florales y unos tenis Gucci. Sonrió y se quitó las gafas.
—Hola, ¿necesitas hablarme? —interrogué.
—¿Qué te hace pensar eso? —frunció el ceño.
—No lo sé, tal vez que me estás mirando fijamente desde que vengo a lo lejos —crucé los brazos.
—Eso es porque ese pareo te hace lucir muy caliente —dijo y soltó una pequeña risa.
Volteé los ojos y me dispuse a seguir mi camino. Realmente no necesitaba hablar con él, y menos de estupideces.
—¿Sabes que Ivete Sangalo se hospeda aquí? —su pregunta me hizo girar sobre mi eje y mirarlo con confusión.
¿Quién era esa tal Ivete? ¿Un familiar suyo? ¿Una exnovia? No tenía idea y no sabía por qué me lo decía.
—Oh, por Dios. No sabes quién es, ¿no? —abrió la boca dramáticamente y yo negué con la cabeza—. Escucha, Sirenita Ariel, ella es una cantante brasileña a la cual le agrado. Me dio dos invitaciones para un concierto y me preguntaba si querías ir conmigo.
—Claro que no.
Obviamente no aceptaría su propuesta. Él era un desconocido para mí, así como yo para él. No parecía una terrible persona, pero mejor no arriesgarse. ¿Quién sabía qué escondía debajo de esa cara bonita y esa fachada de niño rico?
—¿Por qué no? —estaba sorprendido.
—Lo siento, invita a alguien más. Adriana o Clara seguro irán —sentí una punzada en el pecho al mencionar el último nombre.
—¿Crees que no lo hice? —levantó una ceja—. No eres mi primera opción.
—Mira —suspiré—, agradezco que me hayas tenido en cuenta, pero entenderás que no te conozco. No sé tu apellido, a qué te dedicas, dónde vives...
—Mi apellido es Ronaldo, soy asesino a sueldo y vivo en los más profundos suburbios de la ciudad —dijo con seriedad.
Por un momento me tragué todo ese cuento, pero era imposible, ¿verdad?
—Si vas, te responderé a todas las preguntas que tengas sobre mí. Además, ¿cuándo volverás a tener la oportunidad de asistir a un concierto en Río de Janeiro?
Él tenía un poco de razón. Tenía frente a mí una oportunidad que muchas personas querrían, solo tenía que aprovecharla y dejar de ser tan desconfiada con el pobre chico.
—Bien —accedí y él se mostró feliz.
—Genial. Tal vez en un rato pase a visitarte. ¿Cuál es tu habitación?
—No te diré eso —proseguí.
—Como quieras, pero lo voy a averiguar —me guiñó un ojo y se fue.
...
Me introduje en la bañera, la cual había llenado de agua caliente. En la meseta reposaba mi celular y se reproducía la canción Believer, la cual tarareaba con los ojos cerrados. Un ruido de afuera me hizo pegar un pequeño salto. Salí de la bañera y me envolví con una toalla blanca. Caminé descalza y abrí lentamente la puerta para observar el exterior, pero no había nadie. Posiblemente se había caído alguna de mis cremas o perfumes, así que salí completamente del baño. Efectivamente, un pote de crema Nivea estaba tirado en el suelo. Me agaché, lo recogí y lo coloqué nuevamente en su lugar. Volteé y solté el grito de mi vida, por poco me da un infarto cuando lo vi.
—¡¿Qué rayos haces aquí?! —vociferé con enojo.
—Creiste que no daría con tu habitación, ¿no? —sonrió—. No deberías dejar la puerta entreabierta.
Marcos estaba en un rincón de la habitación, como si de mi madre se tratara. Usaba un jean de mezclilla algo desgarrado y un pullover con emojis. Comenzó a caminar hasta mí y sentí mi cuerpo temblar, también empecé a dar pasos hacia atrás. Choqué con la pared cuando ya él estaba frente a mí.
—Vete ahora mismo de mi habitación —mi voz sonaba temblorosa.
—No te preocupes, no estoy haciendo nada malo —se encogió de hombros.
—¿Ah, no? Esto es allanamiento de morada —realmente me estaba enfureciendo.
El chico pareció percibir mi nerviosismo y se alejó de mí, provocando que respirara con normalidad nuevamente.
—Yo solo quería proponerte algo —comentó a la vez que se sentaba en la cama.
—¿Me dejas vestirme? —cuestioné enarcando una ceja.
Él asintió y yo agarré el pijama que todos conocemos. Entré otra vez al baño y, después de secarme, me lo puse. Salí y Marcos no se había movido de su lugar. Me miró y contuvo una carcajada.
—Tienes un pijama que dice "Río de Janeiro." Eso es tan... turista —añadió con diversión.
—¿Ahora qué quieres? —pregunté de mala gana.
—Estás soltando fuego, nena. ¿Por qué no te relajas un poco? —palmeó el colchón—. Ven, siéntate.
Yo no me moví, simplemente me mantuve de pie en busca de respuestas. Ese hombre me estaba asustando de verdad.
—Bien —suspiró—. Hay un increíble centro comercial donde venden ropa de máxima calidad. ¿Quieres ir? Así nos compramos algo para ir al concierto.
—¿Es que no tienes ropa?
—Más de la que crees, pero nos podemos comprar algo a juego. Confía, nunca encontrarás vestidos como en aquel lugar.
—Bien, pero si me secuestras juro...
Las carcajadas de Marcos retumbaban por la habitación y no me quedó más remedio que reír también. Sentí que me relajaba a medida que pasaban los segundos. Dejamos de reír y el señor engreído se puso de pie.
—Nos vemos mañana a las nueve de la mañana. Te espero abajo —hizo un saludo militar y salió de la habitación.
Fui a buscar mi celular, en el cual ahora se escuchaba Propuesta Indecente de Romeo Santos.
—"¿Y si te invito a una copa y me acerco a tu boca?" —cantaba y contorneaba las caderas al ritmo de la bachata.
Alguien llamó a mi puerta y volteé los ojos al creer que sería Marcos nuevamente. Abrí y, para mi sorpresa, se trataba de mi madre. Se veía enojada: sus brazos estaban cruzados, los labios representaban una fina línea recta y las cejas casi se podían tocar entre ellas.
—¿Quién era ese chico que salió? ¿Era el mismo que viste abajo? —preguntó.
—Eh... sí, ¿por qué?
—Eso pregunto yo: ¿Por qué? ¿Por qué estaba en tu habitación? —diablos, ella se lo estaba tomando mal.
—Es un... conocido. Mañana vamos a salir, iremos de compras en la mañana —informé y ella suspiró más tranquila.
—Es gay —susurró para sí misma y yo no pude evitar reír de manera sonora—. ¿No lo es? —abrió sus ojos más grande.
—No, mamá, y no te preocupes. ¿Necesitas algo más?
—Solo te vine a dar las buenas noches —comentó—. Ten cuidado.
Cerré la puerta cuando ella se fue. Mi mamá podía ser bastante controladora en ocasiones. Seguía creyendo que yo era una niña pequeña, a pesar de que ya había cumplido los veintidós.
...
La alarma sonó a las ocho de la mañana. Abrí un poco mis ojos y los volví a cerrar, mis párpados pesaban. La apagué y me retorcí en la cama como si tuviera un demonio dentro. Me levanté y fui a asearme. Me puse un short un poco ancho de color morado claro, una camisa corta negra y unas sandalias de un morado más oscuro. Apliqué brillo labial y puse rimel en mis pestañas, tomé un bolso Dolce & Gabbana y fui hasta el exterior del hotel.
Giré mi rostro a todas las direcciones, pero él no había llegado. Pasados unos minutos, vi el Mustang y me acerqué a él cuando estuvo frente a mí. Marcos me saludó con la mano desde el interior del auto. Entré y me senté en el asiento copiloto.
—Llegas tarde —fue lo primero que dije.
—Hola, yo estoy bien, gracias. ¿Tú cómo estás? —sonrió y puso el coche en marcha.
—Me encuentro bien —respondí con fingida simpatía.
Volteé a la ventanilla y me deleité viendo la hermosa ciudad, los edificios, árboles y personas que pasaban a gran velocidad junto a mí.
Mi estómago rugió y recordé que no había desayunado.
—Comeremos algo, no te preocupes —habló él y mi rostro se puso caliente.
Él no escuchó mi estómago, ¿verdad? Esto es muy vergonzoso.
Pasados unos siete minutos, llegamos a nuestro destino. Tardamos un poco en encontrar aparcamiento. Cuando por fin lo logramos, entramos a un hermoso centro comercial. Era un mall grande y atractivo.
—Primero pasaremos a comer algo —informó.
Caminamos entre las personas. Yo iba observando todo mi alrededor: había restaurantes, locales de ropa, tecnología, libros, etcétera. Llegamos a un lugar donde vendían unos deliciosos dulces, casi me babeo.
—¿Qué quieres? —preguntó.
Yo tardé un poco en hacer mi selección, pero finalmente me decidí por un dulce de chocolate que se veía muy apetecible, él pidió lo mismo. Salimos con nuestros postres, mi felicidad se incrementaba con cada bocado. Marcos terminó de comer y se dedicó a presenciar mi momento de éxtasis. Volteaba mis ojos y hacía sonidos raros, tal vez eso era una especie de droga. Comí el último bocado y ya me sentía llena.
—¡Esto es exquisito! —exclamé.
—Sí, lo sé —se carcajeó—. Tienes crema de chocolate por todas partes.
Se acercó más a mí y, con su dedo pulgar, limpió mi boca. Sentí una corriente que me recorrió, era la primera vez que establecíamos contacto físico. Sus ojos estaban fijos en los míos de una manera tan determinante como intimidante. El tiempo parecía haberse detenido en ese momento. Ya no me estaba quitando el chocolate, simplemente dejaba reposar su dedo sobre mi labio interior.
¿Alguien le da play a mi vida?
Al parecer, mis plegarias fueron escuchadas y el muchacho se apartó de mí. Tosió un par de veces y desvío su mirada.
—¿A dónde quieres ir ahora? —cuestionó.
—Dime tú, fuiste el que me trajo —me encogí de hombros.
—Claro, veamos dónde encontramos ropa interesante.
Comenzó a caminar y yo lo seguí. Mirábamos de una vitrina a otra, esperando ser atrapados por el natural encanto de la ropa. Me fijé en un vestido que llevaba un maniquí detrás de un cristal y detuve los pasos. Marcos notó que dejé de caminar y se posicionó a mi lado.
—Es hermoso —proseguí.
—Gracias, pero dejemos la formalidad, tutéame —bromeó y no pude evitar reír. Su nivel de excentricidad era más alto que el Pan de Azúcar.
Caminamos hasta el interior de la tienda y comenzamos a ver todos los diseños. El vestido que había captado mi atención era mi primera opción. Llegaba a las rodillas y tenía una bonita caída que dejaba la espalda al descubierto, era dorado y su tela fina.
—Te quedará bien, pruébatelo —propuso Marcos y yo asentí—. A garota vai tentar isso —le habló a la dependienta. La mujer me dio la prenda y fui al probador para ponérmelo.
Era cómodo y se adaptaba a mi figura como si estuviera hecho a medida, en verdad me gustaba mucho. Me miré un momento más en el espejo y salí. Marcos me observó.
—Me lo llevo —dije con el vestido en mis manos.
—Esperaba que modelaras para mí —añadió y yo lo fulminé con la mirada.
Ignoré el comentario del chico y fui a pagarlo, pero Marcos se adelantó y lo pagó por mí.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunté.
—Hoy eres mi invitada, yo pago.
Volvimos afuera y continuamos caminando. Subíamos las escaleras mecánicas y explorábamos cada rincón.
—Ven aquí —ordenó.
Entramos a una tienda en la cual había varios trajes de hombre y otro tipo de ropa elegante. Marcos se acercó a una camisa de mangas largas que era del mismo color de mi vestido.
—Me lo compraré —dijo sin más.
—¿No te lo pruebas?
—No, es de mi talla. Sé que quieres espiarme en el probador, pero, si querías verme sin camisa, hubieras ido al desfile.
—No estuviste tan bien —solté de pronto, arrepintiéndome al instante.
Él me miró y sus ojos se abrieron con sorpresa, su sonrisa se ensanchó con malicia y sabía que me esperaba un momento incómodo.
—Así que fuiste, pelirroja traviesa. Sabía que no te resistirías —negó con la cabeza—, era imposible que lo hicieras.
—Yo...
—Eles vão levar alguma coisa? —interrumpió un señor y realmente lo agradecí. Era mi salvador, incluso lo quise abrazar.
—Sim —Marcos señaló la camisa y luego la pagó.
No tocamos más el tema del desfile, bueno, él lo quiso tocar, pero yo lo evité a toda costa.
...
Estábamos sentados en un banco que encontramos, realmente nos habíamos cansado. Yo había comprado algunos libros de romance en inglés y un poco de maquillaje que me gustó mucho.
—Entonces, ¿qué te parece Río de Janeiro? —cuestionó.
—Me encanta. Mañana vamos a visitar el Cristo Redentor —le conté.
—¿Necesitan un guía turístico? —su comentario llamó mi atención.
—¿Tú?
—¿Quién más?
—¿No tienes nada mejor que hacer? —interrogué con el ceño fruncido.
—Sí, pero puedo hacer un hueco en mi ocupada agenda. No la pasé tan mal contigo hoy, así que no será un gran problema.
—Está bien. ¿Me das tu número de teléfono para decirte después la hora?
—No —sonrió—, mejor escríbeme por Instagram. Mi usuario es @marcos_brasil.
Asentí y continúe viendo el lugar. Mis ojos salieron de su órbita cuando vi a Jeremy caminando tranquilamente con Clara. Parecían complementarse muy bien, hablaban y reían. Así que esa era su salida y ella era ese "alguien."
—Oh, es Clara —mencionó Marcos.
Sí, ya me di cuenta.
El chico a mi lado agitó la mano en el aire y, después de chiflar en un intento de llamar la atención y hacerme perder la audición, mi amigo y su compañera nos miraron. Caminaron hasta nosotros, él usaba un pantalón de mezclilla y un pullover azul marino, ella llevaba un vestido veraniego color amarillo.
—¡Hola! —saludó Clara con entusiasmo.
—Hola —dijo Jeremy con timidez.
Le sonreí a la pareja y me puse de pie. Jer me observaba con algo de culpabilidad, pero yo no quería hacer un drama de eso. Aunque mi amigo dijera cosas que me confundían de vez en cuando, yo no tenía el derecho de decirle con quién debía salir.
—Vamos, Marcos —me dirigí al que aún estaba sentado—, recuerda que esta noche tenemos que ir a un concierto.
—¿Concierto? —indagó mi mejor amigo.
—Sí —respondió el rubio—, ¿tienes algún inconveniente? —se puso de pie.
—No, para nada. Vámonos, Clarita.
¿Clarita? ¡¿Clarita!?
—Fue un gusto verlos —comentó la morena antes de irse.
Vi a los chicos caminar hasta que los perdí de vista. ¿En serio Jeremy había salido con una persona que conocía de dos encuentros? Bueno, yo no era quien para juzgar.
—Relájate —habló Marcos entre risas.
No había notado que mis manos estaban hechas puños y la presión que ejercía en mi mandíbula.
—Eh... claro. ¿Me llevas al hotel?
—Andando —contestó.
Caminamos hasta donde se encontraba el auto y nos subimos. En breve llegamos al hotel.
—¿A qué hora vienes a buscarme? —le pregunté aún dentro del coche.
—A las siete —informó.
Asentí y me bajé. Caminé hasta la entrada y subí. Antes de ir a mi habitación, fui a la de mis padres para decirles que saldría en la noche. Toqué la puerta y abrió mi papá, su cabello canoso estaba muy bien peinado y tenía una ropa bastante elegante.
—¿Van a algún lugar? —pregunté.
—Sí, como Jeremy y tú quisieron irse hoy, nosotros pensamos en aprovechar más las vacaciones.
—Genial —di unos pasos y entré—. Esta noche voy a un concierto.
—¿Ah, sí? ¿Con Jer? —se sentó en el borde de la cama.
—No, con...
—Un chico que conoció hace apenas unos días —interrumpió mi mamá saliendo del baño.
Mi madre llevaba un largo vestido verde que le daba un toque moderno y fresco; se veía muy bien. Su cabello rojo estaba suelto y se había hecho un maquillaje sutil.
—Te ves muy bien —halagué—, ambos lo hacen.
—Gracias, querida. ¿Quién es el chico que dice tu madre? —mi papá se veía curioso.
—Un conocido, no se pongan intensos. Bueno, voy a ducharme —me despedí con la mano y salí.
...
Estaba frente al espejo, observándome. El vestido combinaba muy bien con los altos tacones dorados. Mi cabello tenía unas ondulaciones en las puntas, llevaba un maquillaje más cargado en los ojos y me había puesto un labial carmesí. Apliqué perfume Katy Perry y cogí una pequeña cartera Chanel.
Estaba nerviosa y ni siquiera sabía el porqué, bueno, sí lo sabía: estaba a punto de salir con un hombre desconocido, en una ciudad desconocida, lista para presenciar el concierto de una completa... desconocida. Sí, aún todo era un poco inédito para mí.
Tomé una bocanada de aire y salí de la habitación. Faltaban quince minutos para las diez, solo esperaba que Marcos no se hubiera retrasado nuevamente. Llegué abajo a la misma vez que el esperado auto aparecía. Me acerqué con un poco de timidez y el señor engreído salió del Mustang. Dios, se veía tan perfecto. Usaba la camisa que había comprado conmigo, un pantalón blanco y unos mocasines del mismo color; parecía recién sacado de una película de baile. Me pregunté en ese momento si él sabría bailar. Me miraba de arriba a abajo, pero no lo juzgué, pues yo hacía exactamente la misma acción con él.
—Buenas noches —rompí el hielo.
—Buenas noches —me sonrió.
Abrió la puerta que daba al asiento copiloto e hizo un gesto para que entrara. Me introduje y tomé asiento, él hizo lo mismo. Nos pusimos los cinturones y comenzó a manejar. Por el camino íbamos en silencio, hasta que él acercó su mano a la radio y la encendió. Comenzó a sonar una canción en portugués que cantaba un hombre, era muy bonita.
—Entonces... ¿dónde se hará el concierto? —pregunté.
—Teatro Tereza Rachel —contestó mirándome. Yo asentí y no hablamos más.
Pasado un rato, llegamos por fin al teatro ubicado en Shopping Cidade Copacabana. Era grande y hermoso, con asientos de madera y cojín rojo. En el escenario se encontraba un telón rojo e inmenso que no nos dejaba ver más allá.
—Por aquí vamos nosotros —informó Marcos a la vez que señalaba un lugar del palco.
Caminamos hasta llegar a nuestro sitio y nos ubicamos en él, desde ahí tendríamos buena visión. Había bastantes personas, unas ya estaban sentadas y otras recién llegaban. En verdad estaba entusiasmada y, cualquier duda, mi sonrisa lo podía confirmar.
—Te ves contenta —añadió mi acompañante con la vista divagando en todos los rincones.
—Sí, me parece genial —lo miré, al igual que él a mí.
—Fue diseñado en 1958 por el arquitecto Henrique Mindlin e inaugurado el catorce de octubre de 1971 por la actriz que le da nombre, con un espectáculo de Gal Costa.
Me sorprendió, una vez más, por todo lo que él podía saber. Conocía de todo un poco y estaba segura de que solo me había mostrado una pequeña parte de sus conocimientos.
De pronto, una voz dijo algo a través de una bocina, pero era en portugués y obviamente ni idea de lo que estaba pasando.
—Va a comenzar —me dijo en voz baja.
El telón se abrió y vi un taburete de madera detrás de un micrófono. Un hombre se encontraba junto a un piano y se veía muy profesional. Cada vez me ponía más ansiosa, y me llené de emoción cuando una mujer entró. Era trigueña y alta, tenía un vestido blanco y el cabello suelto. Todos comenzaron a aplaudir y yo no pude evitar hacerlo también. Ella se sentó y dijo algunas palabras, luego comenzó a sonar el instrumental de una bella canción. Tenía un ritmo tranquilo y romántico que llenó el ambiente de paz.
—Me gustaría entender la letra —comenté en tono bajo.
Marcos no dijo nada, simplemente se inclinó hacía mí y se puso muy cerca de mi oído. Justo entonces, Ivete empezó a cantar.
—"¿Para qué hablar, si tú no me quieres oír?" —comenzó a traducir la canción. Sentí al momento su exquisito perfume—. "Huir ahora no resuelve nada, pero no voy a llorar si tú quisieras partir" —su aliento chocaba contra mi oído y enviaba una corriente a través de mi cuerpo. Cerré los ojos y, por un momento, solo existía su pausada voz—. "A veces la distancia ayuda, y esta tempestad un día va a acabar..."
Cuando llegó el coro, se alejó un poco. Abrí los ojos y nos miramos fijamente. Mi corazón dio un vuelco por la intensidad que expresaba con solamente una mirada.
Todo el mundo en el público cantaba. Marcos volvió a incorporarse en su asiento y prestó toda su atención a la cantante. Yo todavía lo observaba, estaba en medio de una especie de parálisis.
—"Quando a chuva passar, quando o tempo abrir, abra a janela e veja eu sou o sol" —mi compañero se había unido al resto, y aclaro: no sonaba nada mal.
Giré mi cabeza al escenario y luego exploré mi alrededor. Las personas habían encendido el flash de sus celulares y los agitaban de un lado a otro, parecía un cielo estrellado.
El concierto finalizó después de otras canciones. Había descubierto una muy buena cantante y me alegraba haber ido y no desconfiar de Marcos.
Estábamos caminando en dirección al auto cuando recordé algo.
—No lo he olvidado —hablé.
—¿El qué? —cuestionó.
—Hoy te puedo hacer todas las preguntas que yo quiera —proseguí con una sonrisa. Por fin sabría más cosas sobre el misterioso señor engreído.
Traducción:
Quando a chuva passar, quando o tempo abrir, abra a janela e veja eu sou o sol: cuando la lluvia pase, cuando haya buen tiempo, abre la ventana y mira, yo soy el sol.
A garota vai tentar isso: la muchacha se probará este.
Les vão levar alguma coisa?: ¿Se llevarán algo?
Sim: sí.
Post Data: la cuenta de Instagram de Marcos no existe, es solamente en la historia; es decir: yo no le hice una cuenta literaria como personaje ficticio. No la busquen.
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