5- Una versión que te hará enloquecer
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Barbie Watson
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No había hablado con Jeremy desde que sucedió lo de la chica en el bar. No podía siquiera mirarlo a los ojos sin tener ganas de matarlo. Él intentaba conversar conmigo, pero yo siempre buscaba la forma de evitarlo.
Estaba en la piscina. No en la del último piso, sino la otra que había en el hotel. No quería ir de nuevo a la última planta, al menos de momento.
El agua estaba tibia y no había pocas personas: niños con sus familias, novios, hasta un grupo de amigos. Esta piscina tenía varias astas con banderas de diferentes países: Argentina, Estados Unidos, Venezuela, Inglaterra. Le daba un toque bastante bonito e inclusivo. También había mesas con sillas, plantas, y eso por no hablar de la vista.
Un chico rubio de ojos claros se sentó en una tumbona y no pude evitar recordar a Marcos. Por fin sabía su nombre.
El desfile.
Había olvidado por completo el desfile de modas al que él me había invitado, quería ir. Seguramente sería muy interesante y bonito, pero si iba, él iba a pensar que estaba ahí para solamente verlo. No quería que creyera eso, ya era bastante engreído como para que yo alimentara su ego.
Salí de la piscina y me puse una bata marrón de playa, tomé mis gafas de sol oscuras y me puse mis chanclas.
Me fui del hotel y crucé hasta la playa. Ahí había una pasarela decorada y una carpa blanca. Caminé hasta un rincón alejado y me escondí entre las plantas. Parecía una agente encubierta, pero no iba a pararme en primera fila y darle el placer a Marcos.
El desfile empezó y me deleité viendo los hermosos colores y diseños de los trajes de baño. Al final salió una muchacha rubia de la mano del autosuficiente sabelotodo.
Vaya, ¿esos son abdominales?
Marcos tenía muy buen cuerpo. Antes lo había visto, pero no sin camisa. Creo que nunca había visto tantos cuadritos fuera de una barra de chocolate. Fue una buena idea ir a ese lugar.
Cuando terminó todo, los modelos se retiraron, al igual que algunos espectadores. Yo hice lo mismo y volví al hotel.
Iba a pasar por la habitación de mis padres cuando me topé con Jeremy. Se veía tan lindo como siempre, pero no podía olvidar lo que había pasado en el bar. ¡Le iba a confesar mis sentimientos! Él se acercaba cada vez más a mí y yo trataba de ignorar su presencia. Bajé la cabeza y pasé por su lado. Su mano agarró mi brazo y me jaló, quedando frente a frente. Nuestros ojos se encontraron y ninguno de los dos articuló palabra.
—Me has estado ignorando —afirmó, aún me estaba sujetando.
—No —añadí.
—Te conozco.
—¡No! No me conoces, si lo hicieras, supieras que yo estoy... —me callé rápidamente al darme cuenta de que estaba a punto de hablar de más.
Su rostro se tornó en una expresión de duda. Solté mi mano bruscamente de su agarre.
—¿Qué ibas a decir? —preguntó.
—Nada —dije seria.
—Te fuiste del bar, yo...
—Tú te fuiste con una prostituta —espeté.
—¿Qué? Ella no... —cerró los ojos un momento y tomo una respiración profunda—. Lo siento, ¿si? Hacía tiempo no bebía tanto alcohol y me dejé llevar.
—No estabas tan borracho, Jeremy —reí con ironía—. No justifiques tus acciones.
Él se rascó la parte de atrás de su cabeza y desvío la mirada. Lo que había supuesto: sus actos de la noche anterior no tenían explicación. Simplemente era un hombre que se dejó llevar por el bonito trasero de una mujer.
—Manzanita, siento mucho haberte dejado ahí sola. En serio las bebidas nublaron mi mente —sus ojos reflejaban arrepentimiento y sinceridad—. Perdóname, ¿si?
—¿Te... te acostaste con ella? —no pude evitar la pregunta. Sabía el riesgo, sabía que si la respuesta era afirmativa, mi mundo iba a desaparecer.
—No, Barbie. Después de todo, ella no era tú —respondió. Mis ojos se abrieron en sorpresa.
Por favor, ¿alguien tendría la delicadeza de explicarme lo que quiso decir?
—¿Qué hacen ahí parados? —escuché la voz de Alice y volteé rápidamente—. Vamos todos al spa, no nos lo podemos perder.
Le sonreí a la mujer y me dirigí a mi habitación para cambiarme. Cuando estuve dentro, cerré la puerta y me recosté en ella. Mi mente no dejaba de dar vueltas como si fuera un trompo. ¿Qué significa "ella no era tú"? ¿Era muy difícil decir las cosas claras?
...
El spa era un lugar hermoso. Con pequeñas lucesitas en el techo, velas y colores entre carmelita y beige. No sabía por qué no había ido antes, estuve perdiendo mucho tiempo.
—Necesito entrar a ese jacuzzi —le aseguré a mi mamá y ella asintió.
Entramos juntas al cuadrado con agua caliente burbujeante, éste se encontraba sobre una plataforma de madera sobresaliente al piso de mármol. Me sentía en el paraíso cuando me recosté, cerré los ojos y me permití disfrutar del mejor invento del planeta Tierra. Bueno, eso pudo ser una exageración, pero no lo pude evitar.
La madre de Jeremy disfrutaba de un masaje, al igual que él. Mi padre, Ian, también se les había unido.
Estuvimos un rato más ahí y después volvimos a nuestras habitaciones. Queríamos ir al restaurante informal, ya que solo habíamos visitado el formal desde nuestra llegada al hotel.
Nos duchamos y vestimos. En poco tiempo estábamos entrando al restaurante. Tenía ventanas de cristal que dejaban una increíble vista de la playa, las mesas cubiertas por un mantel blanco y las sillas eran de madera con el respaldo de rejilla.
—Chicos, ustedes pueden sentarse solos en una mesa —propuso mi mamá.
—Buena idea, Emma —apoyó Alice—. Son jóvenes y seguro tienen muchas cosas de que hablar —nos guiñó un ojo.
Sonreí tímidamente y me dirigí con Jeremy a una mesa. El ambiente era incómodo, muy incómodo. No sabía qué decirle, aún estaba desconcertada por lo de la chica y seguía pareciéndome ilógico y descarado. Cualquier amiga le hubiera hecho alguna broma respecto al tema o lo hubiera tomado a la ligera, pero yo sentía cosas más fuertes por él y no estaba nada de acuerdo con sus actos. Aun así, no quería ser una antipática y comportarme como una novia celosa.
—Bueno... ¿Qué estuviste haciendo hoy? —preguntó. Él estaba tan raro como yo.
—Eh... fui a la piscina —no lo podía mirar a los ojos.
—¿A cuál?
—A la que tiene las banderas —jugaba con el tenedor como una niña de tres años.
—La otra me gusta más.
Alcé mi cabeza y lo asfixie con la mirada.
—Claro que te gusta más la otra —sentía que eso no era una cuestión de piscinas, aunque sabía que en el fondo él no lo había hecho con la intención de que malinterpretara.
—Yo...
—Quiero ir al Cristo Redentor —lo corté, cambiando de tema.
—Sí, por supuesto —sonrió, nunca superaría esa sonrisa—. ¿Sabes que hicieron un desfile de modas hoy?
Mi mente viajó hasta el cuerpazo de Marcos. Ojalá lo hubiera visto más de cerca, pero debía mantenerme en el anonimato.
—¿Tienes calor? —cuestionó y lo miré sin saber a qué se refería—. Estás roja.
¡Genial! ¿Existe algún interruptor que pueda apagar mis ganas de tocar el six pack del señor engreído?
—Sí, hace un poco de calor —mentí—. Me enteré del desfile, aunque preferí no ir —volví a mentir. Fácilmente podría sacar una licenciatura en el arte de la mentira.
—Seguro estuvo bueno —prosiguió.
—¡Y que lo digas!
¡Cállate ya, Barbie!
Un camarero tomó nuestro pedido y en poco tiempo trajo todo, y con "todo" me refiero a que pedimos cada cosa que había en el menú. No pudimos evitarlo, se veía delicioso y sabía delicioso.
Nuestros padres ya se habían ido y dos horas después nos largamos nosotros. Hablamos de muchas cosas y reímos mientras comíamos. Ya no estaba enojada con él, no tenía derecho. Volvíamos a ser los mejores amigos de siempre, cosa que agradecía; no podía estar tanto tiempo distanciada de él.
No queríamos seguir en el hotel, por lo que salimos a dar un pequeño recorrido por Río. Se escuchaba, a lo lejos, el adormecedor vaivén de las olas. Algunas personas nos pasaban por el lado. Estábamos en silencio, simplemente contemplábamos nuestro alrededor. Un grupo de chicos estaba en una esquina, bloqueando el paso. Reconocí dos rostros en cuanto nos acercamos más a la pandilla: Marcos y la que lo acompañaba en la pasarela. Había humo proveniente de los cigarrillos y tenían botellas, unas más llenas que otras. Los ojos verdes de Marcos chocaron con los míos, en sus labios se formó una sonrisa. Dio unos pasos y quedó frente a mí.
—Mira quien vino a visitarme —comenzó a hablar. Le lanzó una mirada a mi amigo y volvió a mí—. Veo que traes guardaespaldas, muy bien, pelirroja.
—Él es Jeremy, mi mejor amigo. Jer, este es Marcos —los presenté y estrecharon sus manos.
—Vengan a conocer a mis amigos —prosiguió el rubio—. Muchachos, les traigo carne nueva.
Entre los amigos de él estaba Adriana, noté al momento que era una persona agradable. También había un chico muy bonito cuyo nombre era Jorge y otro que lo llamaban por su apellido: Freitas. No parecían malas personas, pero el rollito de marihuana que tenían, me hizo dudar. Marcos no estaba fumando, solo tenía un vaso con tequila.
—¿Quieren algo? —interrogó el de piel más oscura.
—No, gracias. Ya nos vamos —respondió Jeremy.
—Oh, vamos, si acaban de llegar —reprochó Jorge con cara de perrito herido.
Me sentía un poco incómoda, no conocía muy bien a nadie y lo que estaban haciendo no era para nada sano. Mi amigo me dio esa mirada de "decide tú." Me lo pensé otra vez y tomé una decisión.
—Bien, nos quedamos —pronuncié y todos sonrieron.
—Traslademos esto a la playa —propuso Freitas.
Caminamos hasta la playa y nos sentamos en la arena. Mi corazón latía rápido y ni siquiera sabía la razón, tal vez que estaba rodeada de desconocidos drogadictos, o que Jeremy había entrelazado sus dedos con los míos. Creo que ambas opciones eran correctas.
—¿De dónde son? —nos preguntó Adriana.
—De Estados Unidos. Más específicamente, Las Vegas —informé.
—Interesante —volvió a hablar ella.
—¿Puedo preguntar algo? —continué y asintieron—. ¿Cómo es que hablan español?
—La madre Marcos es mexicana, por lo que él sabe hablar ese idioma —comenzó a decir Jorge—. Nosotros fuimos aprendiendo poco a poco. Si Marquitos lo domina, nosotros también —concluyó.
—Gajes de ser el más interesante del grupo —especuló el señor engreído.
—Pero qué imbécil —escuché a Jeremy.
Todos nos volteamos a verlo. Estaba mirando la arena en sus pies y no parecía haber notado que lo dijo en alta voz. Alzó su vista y notó los ojos posados en él. En ese momento comencé a tener miedo. ¿Qué pasaba si lo golpeaban? No debió decir eso.
—¿Qué? —pronunció Jeremy.
—¡Aquí están! Llevo horas buscándolos —habló una voz femenina que comenzaba a acercarse.
Cuando por fin llegó, vi a una muchacha morena, alta, con cabello castaño crespo y ojos azul cielo. Era preciosa, y también era... ella, la chica que besó Jeremy. Sentí mi sangre hervir dentro de mis vasos sanguíneos. Podría haberla ahorcado, pero para eso hubiera necesitado aceptar la marihuana.
—Clara, por fin llegas —le dijo Freitas.
Clara. Clara. Clara.
Iba a enloquecer. Giré mi rostro lentamente cuando sentí que mi mano derecha volvía a estar sola. Mi amigo observaba con detenimiento a la chica, estaba tan sorprendido como yo.
—Oh, mira quien está aquí —añadió la recién llegada mientras observaba a mi mejor amigo.
—¿Cómo estás? —la voz de Jeremy era un susurro nervioso.
—Muy bien —le sonrió.
Clara caminó en nuestra dirección y quedó de pie junto a mí.
—Hazme un espacio, bonita —me dijo con una repugnante sonrisa amable.
Me corrí después de un minuto y ella se sentó en mi lugar, junto a mi amigo. Quería golpearle ese perfecto rostro cremoso y lanzarla a un estanque de tiburones.
Miré al frente y me encontré con los ojos de Marcos, los cuales me miraban fijamente. Se levantó y tomó asiento a mi lado. Sus facciones lucían mucho bajo la luz de la luna. Comenzó a acercar su rostro con una lentitud agotadora. Corrió un mechón de mi cabello y su aliento chocó con mi oído, lanzando una descarga de electricidad por mi cuerpo.
—No te preocupes por Clara, es de las difíciles. Tu noviecito no podrá hacer nada con ella —su voz era ronca y tan sexy como sus pectorales.
—Tal parece que no conoces a tus propios amigos —giré mi cabeza para verlo, gran error. Quedamos tan cerca que parecía que nos íbamos a besar.
—¿Por qué lo dices?
—Ellos se besaron —confesé y puse distancia entre nosotros.
—¿Qué dices? —él no lo podía creer.
—Creo que no tienes problemas auditivos —añadí, provocando que sonriera.
—En ese caso, deberás superarlo, Sirenita Ariel.
—No me llames así.
—Te llamo como quiera —encaró.
Le di fin a la conversación, no quería discutir. Solo podía pensar en una cosa: los dos que hablaban a mi lado. Parecía que se conocían de toda la vida.
—Ey —otra vez Marcos—, ¿quieres ir a dar un recorrido? Te ves incómoda aquí —me sorprendió su consideración.
Asentí y nos pusimos de pie. Jeremy me miró, pero no dijo nada, yo tampoco lo hice. Nos alejamos del resto. Por alguna extraña razón, me sentía bien a su lado. Era raro, pues no sabía su apellido, a qué se dedicaba o si su intención era violarme. Simplemente era un desconocido al cual parecía conocer.
—¿Alguna vez te has enamorado de tu mejor amiga? —le pregunté.
—No —soltó una risa—. Yo no me enamoro.
—Oh, claro —fingí asombro—. Eres él típico bad boy de los libros clichés.
—No soy el típico bad boy de tus libritos clichés, yo soy una versión única, una versión que te hará enloquecer.
Lo miré con asombro cuando finalizó. ¿Una versión que me hará enloquecer? Pero ¿quién creía que era? Él sonreía triunfante, pues seguramente yo tenía una tremenda cara de loca. Guardamos silencio por unos minutos más.
—Manzanita, es hora de irse —intervino Jeremy.
—Ella se va cuando quiera —habló Marcos con tono desafiante.
—Ya me voy —me precipité a decir—. Buenas noches —me despedí del rubio.
Caminé junto a mi amigo en dirección al hotel. No sabía qué decir, me había decepcionado bastante que él permitiera que esa Clara se metiera en el medio.
—Veo que te llevas bien con Carlos.
—Marcos —corregí—, y sí, nos estamos conociendo.
—Comprendo.
—Y tú has hecho buenas migas con Carla —dije adrede.
—Clara —pronunció—. Es una buena chica.
Sí, estupenda.
No hablamos más, parecíamos enojados el uno con el otro. Llegamos al Hilton y cada cual fue a su habitación.
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