4- La Sirenita Ariel

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Marcos Carvalho
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La pelirroja se iba alejando. La pobre tenía los ojos rojos de tanto llorar y su rimel estaba corrido cuando la encontré. No sabía el porqué, pero sentí la necesidad de decirle algo que tal vez la hiciera reflexionar.

—Si te hace llorar de esa forma, no estás dejando tu corazón con la persona adecuada —comenté.

Ella se detuvo y me miró, sonrió tristemente y se fue.

No era común en mí dar consejos a desconocidos, aunque ella parecía tan inexperta e inocente que me vi en la obligación de hacerlo. Su amigo le tuvo que haber hecho algo muy gordo para dejarla así.

Miré mi reloj. A las tres de la madrugada ya debería estar en casa cuando mi padre se encontraba en el trabajo, pero ¿qué podía hacer? Yo era un caso perdido.

Me levanté y me sacudí la arena del pantalón. Me dispuse a regresar a la casa y en poco tiempo estaba llegando. Solo esperaba que el gran señor Carvalho no estuviera ahí para darme la bienvenida como la otra vez. El guardia estaba afuera, dormido, como siempre. Suspiré con cansancio y entré. Afortunadamente, no había nadie. Subí a mi habitación y me quité la ropa, me puse un pantalón de dormir y me acosté.

Tuve un sueño bastante raro y perturbador: una muchacha pelirroja estaba en la playa, tenía una cola de sirena. Era Barbie, pero a la vez la Sirenita Ariel. Yo estaba en la orilla y veía llegar a Tritón, el cual era el amigo de Bárbara. ¡Diablos, eso era el realmente ilógico! Me tiré al agua y comencé a pelear con el muchacho, peleábamos por ella.

—Marcos, ¿no te vas a levantar de ahí? —era la voz de Adriana. ¿Ella también estaba en mi sueño?—. Oye, llegamos tarde a la sesión de surf —seguía oyéndola—. ¡Marcos, rayos!

Abrí los ojos de golpe y me encontré con la rubia. Estaba usando el traje de surf y me miraba con desesperación.

—Duermes más que mi hermano pequeño —espetó.

—Lo siento, enseguida me cambio. Espérame abajo —añadí y froté mi cara con mis manos.

Adriana salió, dejándome solo nuevamente. Me puse el traje azul y bajé. Encontré a Janon preparando el desayuno y Adriana estaba en una silla de la mesa, ambas me miraron.

—Le he preparado un jugo de frutos del bosque —informó la china, digo, japonesa.

—Gracias —le sonreí y ella bajó la mirada. Ahí estaba de nuevo la actitud infantil.

Después de desayunar, pasé por la sala y cogí mi tabla, la cual estaba al lado de la de Adriana. Salimos y comenzamos a caminar.

—¿Esa mujer y tú... tienen algo? —preguntó, sabía que se refería a la empleada.

—No, pero de ser así, no te debería importar. Sabes bien como va esto —aclaré y ella asintió.

A veces me asustaba lo que pudiera llegar a sentir por mí. Era obvio que estaba enamorada, y no podía culparla. Yo no quería algo serio y una relación libre era lo máximo que podía ofrecerle.

Llegamos a la playa y nos unimos a nuestros amigos.

—Hoy luces radiante, Marc —halagó Clara.

—Como si no lo supiera —comenté y todos rieron.

—¿Atrapamos algunas olas? —intervino Freitas, el alto de piel oscura y pelo afro.

—Vamos allá —dijo Jorge y todos le seguimos.

Una mano agarró mi brazo y me giré.

—Queremos un hombre en el desfile —Adriana sonreía ampliamente.

—Encantado —le devolví la sonrisa.

—Será mañana por la tarde. Necesitamos que pases hoy por la empresa para darte todas las instrucciones.

—Está bien, iré por la tarde —miré atrás y vi al resto en el agua—. Vamos a demostrarles quienes son los mejores.

...

Entré a la empresa: Fashion Brasil. Era grande y lujosa, parecía el reino de la moda o algo así. Me dirigí al buró, en el cual estaba una mujer rubia con visibles operaciones estéticas.

—Vengo por el desfile de mañana —le comuniqué y ella señaló un pasillo.

Caminé por el lugar y al final del pasillo me encontré una puerta de cristal. La abrí y me topé con los señores Sousa, su hija y un montón de modelos en traje de baño.

Bienvenido al paraíso.

—Aquí estás, pruébate uno de esos —orientó Pedro, el padre de Adriana.

Fui hasta el perchero y tomé un short de playa que me llamó la atención. Era negro y tenía figuras extrañas de colores neón, eso me haría resaltar, si es que podía hacerlo más. Caminé hasta el vestidor y me lo puse, luego salí y recibí la mirada aprobatoria de cada uno de los presentes.

Repasamos cómo serían las cosas: orden de llegada, parejas, etcétera. Después de eso, me dispuse a volver a casa.

Iba por la calle cuando mi teléfono comenzó a sonar, era mi padre.

Dame paciencia, Señor.

—Dime —contesté.

—Pasa por el hotel, necesito que lleves unos documentos a la casa —dijo y colgó. Típico de él.

Cambié mi rumbo y llegué al Hilton. Entré y el hombre de recepción me hizo una seña. Me acerqué a él y tomé los documentos que me ofreció. Mi padre ni siquiera era capaz de dármelos en persona, debía mandar a intermediarios.

Me volteé y choqué bruscamente con alguien. No podía ser cierto, era la Sirenita Ariel. Reí al recordar el estúpido sueño que tuve, era la primera vez que soñaba con una chica vestida, si es que una cola y un par de conchas moradas se considera ropa.

—Mira por dónde caminas —comenté.

—Lo mismo digo —sus ojos verdes conectaron con los míos.

—¿Dónde dejaste a tu best friend forever? —pregunté al notar que venía sola.

—Eso a ti no te importa —soltó con el semblante triste. Mi intención no era hacerla sentir mal.

—Bueno, olvida que dije eso.

—¡Marcos! —habló una empleada del hotel con acento cubano—. Qué bueno verte, justo hoy estaba pensando en ti. ¿Cómo te va?

—Muy bien, ¿usted?

—Perfectamente. Bueno, ya me voy, solo quería saludar —se despidió y se fue.

Volví a centrar mi atención en la chica que tenía junto a mí. Ya no se veía triste, sino victoriosa. Ya sabía mi nombre, eso le quitaba emoción a nuestros encuentros.

—Entonces, Marcos —pronunció lentamente—. ¿Cómo es que todos te conocen en este lugar?

—Ya sabes mi nombre, déjame al menos continuar con ese secreto. En vez de preguntar tanto, deberías ir mañana en la tarde al desfile que se hará en la playa —propuse. Ella llevó una mano a su barbilla y comenzó a mirarme con un gesto pensativo.

—Fingir que piensas se te da tan mal como ser graciosa. No niegues que te mueres de ganas por ver este torso desnudo —me señalé exageradamente, causando que ella contuviera una carcajada.

—Realmente no tengo ningún interés —mintió, obviamente. Era un hecho que iba a ir.

—Dejémoslo en suspenso —le guiñé un ojo y salí de ahí.

...

Mi madre me miraba con ilusión mientras le contaba que iba a desfilar para Fashion Brasil. Era una de las más populares empresas de moda y cualquiera que se asociara a ella tenía un gran privilegio.

—Soy el hombre que representa la campaña —continué explicando.

El ruido de unas llaves se escucharon detrás. Mi padre había llegado y nos miraba con la expresión neutra. Tenía puesto un traje de Prada y llevaba en la mano su maleta de cosas del trabajo.

—Así que ahora vas a jugar al modelo —dijo a la vez que asentía. Caminó hasta estar cerca del sofá y nos miró.

—Dime, Karina, ¿ves bien que nuestro hijo se dedique a estas boberías? —le cuestionó a mi madre.

—Sí, Cristiano, me parece estupendo —lo encaró ella.

—¿Ah, sí? Él tiene veintitrés años. ¡Por favor! A su edad yo estaba con un trabajo serio. Nuestro hijo va saltando de oficio en oficio y no se toma absolutamente nada con seriedad —prosiguió un poco más alterado.

—Hola, sigo aquí —intervine, haciendo un saludo con mi mano derecha—. Voy a hacer lo que quiera, no van a cambiar eso.

Ambos me miraron, estaban serios y no decían nada. Odiaba que se metieran en mi vida, sobre todo mi padre, siempre estaba en desacuerdo con cada cosa que hacía. Era mayor de edad, tenía derecho a tomar mis propias decisiones hacía cinco años.

Me puse de pie y fui hasta el patio trasero. Era un lugar amplio, con cuidados jardines y una piscina pequeña. Me senté en el banco que había debajo del gran árbol y me recosté al respaldar. Cerré los ojos y me pasé la mano por la cabeza. Pasé unos minutos así.

—Hola, hola —saludó Jorge.

—¿Qué haces aquí? —pregunté a la vez que abría los ojos.

Él caminó hasta mí y se sentó a mi lado. Su cabello castaño oscuro estaba suelto, llegando a sus hombros. Me miró con sus ojos azules, tenían una mezcla de tristeza y temor.

—Sólo pasé a saludar —desvió su mirada.

—Tú no estás bien, te conozco —le dije.

—Yo... no quiero hablar de eso, menos contigo.

—¿En serio? Somos amigos hace años, dime qué te pasa.

Jorge tomó una inhalación y se volvió hacia mí. Realmente estaba nervioso, pocas veces lo veía así. Normalmente era una persona valiente que no mostraba mucho sus sentimientos.

—Es una chica —se dignó a hablar.

—¿Por eso tanto drama? —volteé los ojos.

—No me entiendes, ella de verdad me gusta. Es tan simpática, hermosa... —suspiró y pasó su mano por el pelo.

—¿Por qué no se lo dices?

Mi amigo rió con ironía y se perdió en sus pensamientos por unos segundos.

—Ella... está enamorada de alguien más —prosiguió.

—Entonces olvídala, eso de enamorarse es una estupidez y una pérdida de tiempo. Mírame a mí, Adriana y yo tenemos una...

—No le deberías hacer eso —me interrumpió, puro enojo en su expresión.

¿Quién se creía para decirme lo qué debería o no hacer? Podía ser mi mejor amigo, pero en mi vida solo mandaba una persona: yo.

—Ella está de acuerdo —espeté.

—¡Claro que está de acuerdo!

No puedo creer que me acaba de levantar la voz.

—¿Cuál es tu problema? —interrogué, él bufó y relajó su expresión—. Sé que Adriana es como una hermana para ti, pero es mayorcita y puede hacer lo que le da la gana. Ella eligió estar conmigo, así sea en una relación libre.

—Tienes razón, lo siento. Ustedes dos son mis amigos y no quiero que se hagan daño —me dio una palmada en la espalda—. Debo irme.

Se puso de pie y comenzó a alejarse. De acuerdo, esa fue una visita rara.

...

Había llegado el momento del desfile. Estaba adentro de una carpa con las chicas, nos cambiábamos y unas mujeres nos maquillaban. Ya todo estaba listo: una pasarela perfectamente ubicada en la arena, luces, adornos. El padre de Adriana llegó y nos dijo que había muchas personas afuera, eso me emocionaba. Terminaron de alistarnos y nos dispusimos a salir.

Primero modelaron tres chicas con bañadores azules de diferentes modelos, luego dos más con unos verdes. De esa forma pasaron aproximadamente diez modelos. Al final, para cerrar el desfile, nos tocó a Adriana y a mí. Salimos de la mano, ella usaba un biquini multicolor y unas plumas decoraban su peinado elaborado, yo tenía el short de playa que había elegido antes. Todos aplaudían y silbaban. Inconscientemente, mis ojos buscaron a la pelirroja entre la multitud, no había ido. Ella no estaba por ninguna parte. ¿Cómo pudo resistirse? Terminamos el recorrido y volvimos a la carpa con los demás.

Parabéns! —añadió la señora Sousa en cuanto estuvimos todos adentro.

Yo estaba recostado a la pared con los brazos cruzados. Adriana se fue acercando a mí, sonriente.

—Estuviste bien —comentó.

—Tú también —proseguí y le besé la mejilla—. Voy afuera un rato, ya sabes, para firmar autógrafos y eso —bromeé.

Salí y un grupo de chicas se acercó a mí para tomarse una foto. Aclaro, la mejor foto de sus vidas. Se fueron complacidas y mirando la imagen en la pantalla de su celular. Una cabellera roja me daba la espalda a unos metros. Me acerqué con paso seguro. Obviamente no se pudo resistir.

—Aquí estás. ¿Qué te pareció? —cuestioné.

La mujer se viró y me miró con unos grandes ojos. No era ella, no era Barbie.

—Perdón —dije y me alejé.

Es un hecho, no vino.

Traducción:

Parabéns: felicidades.

📝Nota de autora:

¡Hola a todos!

Espero que les esté gustando la historia. Recuerden votar y comentar en cada capítulo, eso me da muchos ánimos para continuar escribiendo.

Saludos, Rosaine.❤️

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