23- Hay diferentes tipos de amor

📝Nota de autora:

¡Hola a todos!

Marcos tocará en el piano Claro de Luna, de Beethoven. Aquí se la dejo para que la escuchen, y si la ponen de fondo en el momento que se toca en el capítulo, pues mejor.

Espero que les esté gustando la historia. Recuerden votar y comentar.

P.S: terminé de escribir este capítulo a las 4:30 de la mañana, así que delen mucho amor.

Saludos, Rosaine.

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Barbie Watson
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Marcos se sentó frente al piano y su expresión divertida se transformó en una de total profesionalismo. Observó las teclas y sus dedos se posaron en ellas, sin llegar a presionarlas. Cerró los ojos y empezó a tocar una hermosa sonata. Era pausada y cargada de muchas emociones.

Caminé lentamente y me senté en un espacio vacío del banquillo en el cual se encontraba Marcos. Él me observó por unos segundos y luego volvió a posar su vista en las teclas.

—¿Cuando te vas? —preguntó de repente.

Mantuve silencio, pensando qué responder. ¿Cómo le iba a decir que solamente me quedaba una semana? Pero tarde o temprano se lo iba a tener que informar.

—En una semana —dije finalmente.

Creí que eso nos iba a llevar a otra conversación como la que tuvimos en casa de sus padres, pero no fue así. Él sólo asintió y continúo con lo que estaba haciendo. Comencé a pensar en el momento del adiós y eso me causó una punzada en el pecho. ¿Por qué razón tuvo que hacer esa pregunta? De pronto era como si la melodía cobrara más sentido y se sintiera todavía más melancólica que antes. Sabía que ya no había vuelta atrás. Éramos dos personas destinadas a que la distancia rompiera lo que pudo llegar a ser una ejemplar historia de amor. Aunque, pensándolo bien, sí podría ser una ejemplar historia de amor. Una en la que no era necesario estar juntos para saber que los dos habíamos sentido algo sin igual. Yo nunca lo olvidaría a él, incluso cuando volviera a Las Vegas y tuviera que retomar mi vida. Estaba consciente de que él tampoco me olvidaría a mí, y eso me hacía sentir especial. Entonces estaríamos juntos, pues si ambos manteníamos vivo el recuerdo, ni la más grande distancia nos podría separar. Nuestra historia viviría en nuestra memoria.

La sonata cesó, pero aún la podía escuchar en mi mente. Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos. Él se acercó más a mí y acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Luego depositó un suave beso en mis labios para después atraerme más a su cuerpo y sumirnos en un abrazo. Así estuvimos durante un rato, y realmente no necesitaba más.

—¿Cómo se llama la composición? —le pregunté, aún abrazada a él.

—Claro de luna, compuesta por Beethoven en 1801 —informó—. Es muy famosa.

—Mis padres me apuntaron a clases de piano cuando yo tenía ocho, pero no era para mí.

Mi mente viajó a las clases con la señora Wesley, que más que profesora de piano, parecía la protagonista malvada de una película de terror. El instrumento nunca se me dio bien y solamente me aprendí algunos conceptos relacionados con el tema.

—¿Puedo tocar algo? —interrogué, mirando el piano.

—Barbie...

—¡Y ni se te ocurra sexualizar mi comentario! —exclamé, separándome de él y recordando la última vez que eso sucedió.

—Sólo te iba a preguntar si sabes —alzó las manos en señal de inocencia.

—Ya... pues no sé, pero tú me enseñas.

—Bien, lo único que harás será tocar estas dos teclas aleatoriamente —me señaló las teclas.

—Fácil —sonreí e hice lo que me dijo.

Él comenzó a tocar a la vez que lo hacía yo, pero se detuvo y me miró con reproche.

—No las toques como si fueran botones, acarícialas.

Asentí ante su recomendación y volvimos a intentarlo. Esta vez sonó mucho mejor y me enorgulleció.

—Ojalá tú hubieras sido mi profesor, seguramente hubiera aprendido —comenté cuando terminamos.

—Por supuesto, y sabes que yo por ti no tengo problema alguno en fingir dar clases —sus labios formaron una sonrisa de lado y yo se la devolví—. ¿Qué quieres almorzar?

—No lo sé, ¿pedirás comida a domicilio?

—Yo mismo puedo cocinar. Sólo dime qué quieres e iré a comprar los ingredientes.

—Vas a cocinarme. ¿Hay algo que no sepas hacer? —levanté una ceja.

—Soy bueno en todo lo que hago —me miró de arriba a abajo y, luego de carraspear, se puso de pie—. Entonces... —me animó a hablar.

—Algo de lo que comí en tu casa. Me gustó mucho la elaboración de cangrejo, por ejemplo.

—Casquinha de Siri —me recordó—. Lo puedo hacer sin problema. Voy un momento a comprar los ingredientes, espérame aquí.

—Claro.

Marcos salió de la habitación, dejándome sola. Aunque prefería estar con él, no estaría mal un tiempo conmigo misma para reflexionar. Le había dicho a Jeremy que quería hablar con él cuando volviera al hotel. Realmente necesitaba aclarar las cosas y poner en orden todos los sentimientos que tenía: los que llevaba sintiendo desde mucho tiempo atrás y los que comencé a experimentar al llegar a Río de Janeiro. Sabía que iba a ser difícil contarle a Jer que me había enamorado de Marcos. Posiblemente discutiríamos, pero si algo había aprendido, era que a veces las personas creemos tenerlo todo perfectamente ordenado, hasta que llega alguien y nos hace ver que tal vez a nuestra vida le faltaba algo, nos demuestra que se pueden sentir muchas emociones nuevas que ni siquiera conocíamos. Y eso era exactamente lo que me había pasado con Marcos: sólo tuvo que aparecer para enseñarme que nunca hay que dar por sentado algo.

Me levanté del banquillo del piano y decidí recorrer más su casa. En verdad era preciosa y me dio pena que estuviera vacía durante tanto tiempo. Fui a la sala y tomé asiento en la butaca de mimbre. Prendí la televisión y, aunque no entendía nada de lo que la mujer decía, me iba a mantener entretenida en lo que el señor engreído llegaba.

Finalmente, escuché el crujir de la cerradura. Volteé la cabeza y visualicé a Marcos con algunas bolsas llenas de comida. Me mostró una amplia sonrisa y comenzó a caminar hacia la cocina, a la cual ya yo le había echado un ojo en su ausencia.

—Tardé menos de lo que creí —me dijo—. ¿Vienes conmigo?

—Sí —apagué el televisor y le seguí el paso al rubio.

La cocina era pequeña, pero muy bonita. Con aparadores y encimeras de madera clara, así como objetos decorativos relacionados con el mar que se repartían por todo el lugar: un barco pequeño, algunas conchas, diminutas tablas de surf, peces de porcelana. Se sentía una gran paz, y ésta fue aún mayor cuando mi acompañante prendió una grabadora en la que empezó a sonar una animada canción.

Me senté en una de las cuatro sillas azules que rodeaban la mesa redonda de cristal. Marcos estaba de espaldas a mí, picando algunos ingredientes. No pude evitar pensar que se veía muy sexy de esa manera. Fácilmente me podría adaptar a verlo cocinar a diario.

Él suspiró y dejó de lado el cuchillo. Se acercó a la ventana y la abrió, luego se quitó la playera con un movimiento rápido y la lanzó hacia una silla. Mi vista lo examinó descaradamente. Obviamente ya lo había visto repetidas veces sin camisa y supuestamente debería estar un poco adaptada, pero una vez más me encontré a mí misma con unos extraños nervios y un grupo de sensaciones que sólo me confirmaban lo mucho que me atraía Marcos.

—Hace mucho calor —habló.

—Ahora sí —susurré. El no debía oírme, pero su sonrisa de autosuficiencia me confirmó que lo había escuchado.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —se empezó a acercar a mí con pasos lentos—. Cada vez me sorprendes más.

Yo no podía articular palabra, era como si todos mis sentidos estuvieran en el bronceado torso desnudo del chico que había logrado atraparme con sus encantos. Cada paso se me hacía más lento que el anterior y yo sólo quería que se lanzara sobre mí y me besara como si fuera la última vez.

Cuando por fin estuvimos cerca, él se inclinó hacia mí y clavó sus manos en mis muslos. Nuestros rostros quedaban a escasos centímetros, haciendo que viera todavía mejor sus rasgos. Mis ganas de cerrar la distancia iban en aumento con cada segundo que transcurría. Se separó de mí unos dos pasos y me jaló de la mano, levantándome de la silla e incrustándome contra él. Mi respiración se entremezclaba con la suya y eso sólo ayudaba para acelerar mis latidos. Marcos apartó mi cabello y luego hundió su cabeza en la curva entre mi hombro y mi cuello. Comenzó a besarme, enviando una corriente a través de todo mi cuerpo. Eché la cabeza hacia atrás para darle mayor acceso y él siguió trazando un húmedo camino de besos por toda mi piel. Cuando llegó a mi boca, atrapó mi labio inferior en una suave mordida a la vez que su lengua lo recorría. Sus entornados y oscurecidos ojos se clavaron en los míos. Los dos respirábamos de manera irregular. Las manos de él se situaron en mi cintura y me unió más a su cuerpo.

—Te amo —susurró con la voz más seductora que jamás había escuchado.

Sus palabras me tomaron desprevenida, y la embestida que dio mi corazón contra mi pecho no hizo más que confirmarlo. Marcos me observaba en espera de una respuesta por mi parte. Al principio me quedé en silencio, sin saber cómo reaccionar, pero yo tenía bastante claro lo que sentía por él y me pareció innecesario dejarlo con esa incertidumbre.

—Yo también te amo —le dije con una inevitable sonrisa. Él tampoco pudo ocultar la suya.

Luego de esa confesión, Marcos me besó con una intensidad indescriptible. Su mano derecha se enredó en mi cabello y la izquierda recorrió mi espalda. Yo no me limité a la hora de acariciar con mis dedos cada centímetro de su definido abdomen. Giramos ciento ochenta grados, caminamos hasta que me estampé contra la meseta y, cuando las cosas sólo podían ir a mejor, tocaron la puerta.

Nos detuvimos por un momento y, al no escuchar nada más, continuamos besándonos. Pero la persona de afuera insistió con más toques.

—Me deben estar jodiendo —comentó Marcos con un tono de fastidio.

—Estas cosas sólo pasan en los libros, ¿cierto?

—Voy a ver quién es.

Caminó hacia la entrada, arrastrando los pies en el suelo con desgano. Escuché que abrió la puerta y luego se hizo presente la voz de una mujer.

Disculpe incomodá-lo, você é Marcos?

Sim, quem é você?

Eu sou Fabiola, amiga de seu pai. Eu gostaria de falar con você.

Me hubiera encantado entender la conversación, pero no me fue posible. Me senté en la silla en la que estuve antes y esperé hasta que Marcos terminara de hablar con la persona que lo visitaba. Minutos después, el señor engreído volvió a donde yo me encontraba. Tenía una gran sonrisa que me dio a entender que la mujer le había dado buenas noticias.

—Era una amiga de mi padre. Él le dijo que a mí me gustaba mucho el surf, y adivina qué —se sentó en el asiento contiguo.

—¿Qué? —mis dudas aumentaban.

—Ella trabaja con una de las marcas más populares de tablas de surf y trajes de baño. ¡Quiere hacer una colaboración conmigo! —sus ojos brillaban al igual que su sonrisa.

—¡Eso es estupendo! —le mostré mi emoción.

—No lo puedo creer. Hasta hace poco mi vida era un desastre y ahora me proponen esto.

—De verdad me alegro por ti.

—Supongo que seguiré cocinando. No querrás llegar muy tarde al hotel.

—Claro.

Marcos continúo con la elaboración del almuerzo. Cuando terminó, nos fuimos al porche para comer. Pasamos un rato más charlando y luego fuimos a su habitación.

Me senté en el borde de la cama y él sacó un libro del closet. Se acercó a mí y tomó asiento a mi lado.

—Mira lo que tengo aquí —me acercó el libro. Se llamaba El informe Pelícano, de Josh Grisham—. Está en español, lo compré cuando les estaba enseñando ese idioma a mis amigos. No es cliché, como te gusta, pero ¿quieres que te lea?

—Eso es tan cursi-romántico —sonreí y él volteó los ojos.

—No me digas eso, esto es nuevo para mí: jamás le había leído a alguien. De hecho, tienes razón —se puso de pie, con la intención de guardar la obra—. Esto es...

—Oye —él volteó a verme—, me encantaría que leyeras para mí.

—Bien —suspiró

Marcos se recostó en la cabecera, con las piernas estiradas. Yo me trasladé a su lado y me recosté a él.

—"Parecía incapaz de crear tal caos, pero gran parte de lo que presenciaba en la calle era culpa suya. Y le parecía bien..." —comenzó a leer.

...

Al parecer, en algún punto de la lectura me quedé dormida, pues desperté cuando ya todo estaba oscuro. Mi acompañante tenía los ojos cerrados y la boca levemente abierta. El libro resposaba sobre sus pies. Me levanté de la cama y fui volviendo a la realidad. Caminé en dirección a los cristales que permitían ver el exterior: definitivamente se había hecho de noche. ¿Cómo había pasado tanto tiempo?

Mis pensamientos se detuvieron y recordé algo: mis padres y Jeremy. Mi mamá seguramente estaría histérica mientras le contaba a mi papá lo poco que le agradaba mi cercanía con Marcos. En cuanto a Jeremy, él probablemente estuvo esperándome toda la tarde para tener esa charla que le dije.

Comencé a buscar mi celular y lo encontré en la cocina. Cinco llamadas perdidas de mi madre, tres de mi padre y un mensaje de mi amigo: "¿Dónde estás? Estoy preocupado. Por favor, llámame en cuanto puedas."

Suspiré y cerré los ojos. No podía creer que me hubiera quedado dormida. Se suponía que llegaría temprano al Hilton y de pronto todos mis planes se habían arruinado.

Guardé el celular en mi bolso y me propuse irme, pero me di cuenta de que era muy tarde para volver sola. Ya había tenido una mala experiencia una vez y no quería que se repitiera.

—Te quedaste dormida en la cuarta página —la voz de Marcos me sorprendió. Giré el rostro y lo vi en el umbral de la puerta—. ¿Ya te vas?

—¿Bromeas? Se hizo de noche, por supuesto que me voy ya.

—De acuerdo, vamos.

Después de que Marcos se pusiera nuevamente la playera, nos fuimos caminando de vuelta al hotel. Me sorprendió ver a Jeremy deambulando por la entrada, parecía que se iba a algún lugar. Nos miró y paró en seco. Su rostro inexpresivo nos recorrió a mí y a mi compañero. Traté de sonreírle, pero sabía que la situación se acababa de poner incómoda.

—Hola, Jer —lo saludé cuando nos encontramos a una distancia corta.

—Hola, forastera —seguía serio.

—Bueno, es hora de entrar —aununcié—. Gracias por traerme, Marcos.

—De nada —me dijo el rubio, pero su mirada no estaba en mí, sino en Jeremy.

Finalmente, Marcos se marchó y yo subí con Jeremy. Primero pasé a avisar a mis padres que había llegado y, luego de recibir un sermón, fui con Jer a mi habitación. Entramos y cerré la puerta. Era hora de hablar. Tiré mi bolso sobre mi cama y me acerqué a mi mejor amigo, el cual no se había alejado de la puerta, como si su mayor deseo fuera salir lo más rápido posible.

—Bueno, yo... quería hablar contigo.

—Sí, en realidad te estuve esperando todo el maldito día, Barbie. Me preocupé de verdad al ver que no llegabas. Me viste afuera porque había salido a buscarte por los alrededores —se acercó un poco a mí—. Tus padres estaban muy mal, especialmente tu madre, la cual no hacía más que repetir una y otra vez lo mucho que te advirtió sobre ese chico —cruzó los brazos—. ¿Qué era eso que me querías decir? Te juro que como tenga que ver con Marcos, me largo de aquí.

—De acuerdo. En primer lugar, siento mucho haberlos preocupado. En segundo lugar, te pido que me escuches y no te vayas.

—Genial, llegó la hora de hablar del brasileño. ¡Qué emoción! —exclamó con ironía.

—Sentémonos —propuse.

—Estoy extraordinariamente bien de pie. Habla rápido —sus manos pasaron a sus caderas y me miró con cansancio.

—Jeremy, yo he estado muy confundida en estos últimos días. No sabía qué era lo correcto o qué sentía verdaderamente. Sé que te dije que tú me gustabas, y era verdad, pero tal vez...

—Tal vez te equivocaste y lo que sentías por mí no era más que una confusión. He sido tu amigo durante tanto tiempo que terminaste malinterpretado la situación —argumentó, pero no lo hizo de una forma comprensiva, estaba enojado.

—Bueno, eso es cierto, aunque yo...

—Quisieras explicarme mejor porque no quieres dañarme ni romper la amistad que tenemos.

—De verdad no quiero dañarte, y mucho menos que nuestra amistad se rompa —caminé algunos pasos hacia él—. Tú siempre has sido mi confidente, la persona que me aconseja, mi mano derecha, el que siempre está ahí para lo que necesite. No lo sé, Jeremy, pero en algún punto te volviste una parte fundamental de mi vida y el único chico que no era un idiota conmigo. Terminé dejándome llevar por todo lo bueno que me aportabas y quiero dejar claro que no me arrepiento de haberte elegido como mejor amigo, pero... es posible que me haya confundido en cuanto a mis otros sentimientos por ti —en ese punto, Jeremy miraba al suelo y sus ojos estaban cristalizados—. Yo... yo creí saber lo que era estar enamorada, pero me di cuenta de que no era así, y odio tener que decirte que me di cuenta cuando comencé a relacionarme con Marcos —mi voz reflejó la tristeza: sabía que le estaba hiriendo y me dolía muchísimo—. Necesito saber que te tendré a mi lado cuando volvamos a Las Vegas, que tendré a mi lado a mi mejor amigo.

Él no respondió, tampoco me miró, ni se movió. Había quedado como una estatua y parecía procesar lo que le acababa de decir. Verlo así era más de lo que podía soportar. Jer era la persona más tierna y encantadora del planeta y realmente me sentía lo peor del mundo al ponerlo en esa situación. Cuando me miró, pude ver como todo mi mundo se destruía y caía al suelo junto a una lágrima de él. Nunca creí que fuera capaz de hacer llorar a mi mejor amigo, eso era algo que no debería pasar. Pero ahí estábamos, observándonos sin saber cómo proseguir.

—Lo siento —susurré con un hilo de voz—. Siento haberme enamorado de otra persona, siento haberte hecho perder el tiempo de esta manera y siento arruinarlo todo así —a mí también se me escapó una lágrima.

—Cada noche imaginaba un futuro contigo —comenzó a hablar—. A todas horas pensaba en ti y en lo bien que podría salir todo si estábamos juntos. Yo... —su voz se rompió—. Yo te tenía a todas horas en mi estúpida cabeza, ¡a todas horas! —otra lágrima lo abandonó—. Y es triste creer que lo nuestro no será más que un estúpido pensamiento. Ahora tú simplemente vienes y me dices que te enamoraste de otro. ¡Eso es injusto! Sé que he cometido errores, pero he intentado dar lo mejor. Los humanos hacemos cosas estúpidas y nos equivocamos, pero yo siempre traté de arreglarlo todo y de ser perfecto para ti.

—Quiero que terminemos bien. Por favor, no me digas estas cosas —le rogué.

—¿Y qué te digo? ¿Que me alegra un montón que me hayas cambiado por él? Tú no lo entiendes, Barbie, tú nunca lo podrás entender porque yo siempre te elegí a ti. Y lo volvería a hacer si fuera necesario. Una y otra vez.

—Jeremy... —sentiá como si me fuera a morir, y no podía ni imaginar lo que él estaba sintiendo.

—Simplemente no puedo aceptarlo, no puedo —negó con la cabeza.

—Hazlo por nuestra amistad.

—Pero yo no quiero ser tu amigo. Yo te amo —dejó ir otra lágrima.

—Y yo a ti, pero no de la manera que tú quieres, y eso no lo decido yo, lo hace mi corazón. No lo puedo controlar.

—No, no, tú no me quieres. Si lo hicieras, no me harías daño —puso sus manos sobre su rostro.

—Hay diferentes tipos de amor. Ojalá pudiera corresponderte, de verdad me encantaría, pero no puedo.

—Está bien —asintió—. Adiós, Manzanita —sentí una punzada de dolor cuando dijo mi apodo—. Ojalá en otra vida nos volvamos a encontrar y nada se interponga entre nosotros.

Luego de decir eso, me dio la espalda y se fue. Quedé con una horrible sensación de culpabilidad, mas sabía que había hecho lo correcto al decirle toda la verdad y dejar aclarado todo lo que era necesario.

Me había encontrado en una situación en la que todo era confuso. Dos chicos. Uno era calma y el otro tormenta. Y yo no sabía si refugiarme junto al sol o empaparme bajo la lluvia. Pero ya había tomado mi decisión, y esa decisión tenía nombre, apellido, y una muy seductora manera de ser.

Yo lo elegí a él. Yo elegí a Marcos.

Porque a veces se necesita la chispa, esa que, por muy pequeña que sea, te quema hasta la razón.

Traducción:

Disculpe incomodá-lo, você é Marcos?: Perdón por molestarlo, ¿usted es Marcos?
Sim, quem é você?: Sí, ¿quién es usted?
Eu sou Fabiola, amiga de seu pai. Eu gostaria de falar con você: Yo soy Fabiola, amiga de su padre. Me gustaría hablar con usted.

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