12- Santa Teresa
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Marcos Carvalho
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Santa Teresa es un distrito de la cima de una colina con un aire muy pueblerino. Las calles empinadas tienen a su alrededor mansiones antiguas, muchas albergan hoteles boutique, bares o restaurantes con vistas a la bahía. Siempre había sido uno de mis lugares favoritos de Río de Janeiro: contaba con un arte encantador, un ambiente romántico y un perfil colonial. Estar ahí era como dar un viaje al sigo XVIII, la modernidad casi no había influido en ella; el tiempo se había detenido.
Caminaba por la serpenteante calle con Barbie a mi lado. La chica miraba a su alrededor y sus ojos brillaban con sorpresa. También tenía una sonrisa que era muy contagiosa.
—Parece que no me equivoqué al traerte aquí —comencé a hablar.
—Para nada —añadió, su vista viajando por los rincones.
—Podemos empezar por el Museo Chácara do Céu —propuse.
—Yo voy a donde tú me lleves —me miró—. Solo soy una simple turista y tú mi guía.
Le dediqué una sonrisa aprobatoria y comenzamos a dirigirnos al lugar que le había comentado. Llegamos después de un rato caminando. En los alrededores predominaba el color verde, debido a la gran cantidad de vegetación que albergaba.
—Este museo ha sido heredado de Castro Maya en 1936 y declarado patrimonio histórico —le informé.
Entramos y apreciamos la exhibición de colecciones de arte de diversos periodos y orígenes. Libros peculiares, muebles y artes decorativos distribuidos en una casa de tres pisos. El museo mantiene dos ambientes originalmente amueblados, con el objetivo de preservar el carácter de residencia.
La pelirroja divagaba de un lado a otro, analizando todo y comentando de vez en cuando. Estaba un poco rara, eso lo noté desde que nos encontramos afuera del Hilton. Puedo comprender que visitarla en la madrugada no era algo muy normal, y menos tener una actitud como la que tuve. Decir que quería besarla no había sido del todo inteligente, aún así, no me arrepentía: yo dije lo que quería hacer y ella, aunque no con palabras, me demostró lo mismo. Obviamente no intentaría nada conmigo después de que su amiguito me hiciera caso y le prestara la debida atención.
—Marcos —me llamó. Tenía la cabeza baja y jugaba con sus dedos.
—¿Qué pasa? —le pregunté algo confundido.
—Bueno... yo... tengo hambre —suspiró y se ruborizó. Yo contuve una carcajada.
—Déjame adivinar... —sujeté mi barbilla con la mano, como si pensara—. No desayunaste.
—No —susurró.
—De acuerdo, conozco un lugar. Ya casi es la hora de almuerzo, así que podemos almuerzayunar —le dije y ella soltó una pequeña risa.
Me dispuse a salir y tomé su mano, ella me soltó en un gesto sorpresivo. Nuestras miradas se encontraron y noté lo nerviosa que estaba. Me acerqué un poco, causando que Barbie retrocediera.
—¿Todo bien? —interrogué.
—Sí, pero preferiría que no volvieras a tomarme de la mano —declaró.
—Claro, aunque no le veo nada de malo. Solamente te iba a guiar a la salida.
—Sé dónde queda la salida, además, tú estás a mi lado, no es como que me vaya a perder.
—Lo que tú digas —volteé los ojos y comencé a caminar nuevamente.
Llegamos al Bonde Boca, un restaurante sencillo, con sillas de color negro y mesas cubiertas por manteles florales. Nos dirigimos al balcón, ahí tendríamos una mejor vista del barrio. Tomamos asiento y nos dedicamos a observar el alrededor. La pelirroja volvía a estar tensa, eso no era lo que yo buscaba. Si la había llevado era para que lo pasara bien y disfrutara cada segundo.
—Sirenita Ariel —mencioné y ella me miró—, creí que habíamos hablado de olvidar lo que pasó.
—Y lo he olvidado —mintió.
—Por favor, no hagas como si yo fuera un imbécil, que lo soy, pero no en todos los sentidos. Sé cuando alguien está incómodo, y tú lo estás en estos momentos.
—De acuerdo —asintió y soltó un suspiro—. Lo que pasa es que no puedo borrar el hecho de que... —trató de explicar.
Un camarero llegó y nos entregó el menú. Barbie lo trató de coger, pero sujeté su mano, haciendo que volviera a mirarme.
—Continúa —incité.
—No hay continuación —espetó—. Ahora, si me permites, me gustaría ver el menú.
—No, no hasta que continúes. Además, el menú está en portugués —crucé los brazos a la vez que me recostaba al respaldar de la silla.
—Como quieras —copió mi posición y me sostuvo la mirada—. Te decía que no puedo borrar el hecho de que hayas aparecido en mi habitación, de que te me hayas acercado tanto, de que me quisieras besar —terminó de decir, sus mejillas ruborizadas, pero no apartó la vista.
—Te faltó la peor parte, pelirroja —me incliné hacia adelante y apoyé los brazos en la mesa—. Omitiste que tú tenías tantas ganas como yo de que algo pasara.
El camarero volvió para tomar el pedido. Ninguno de los dos le habíamos echado ojo al menú, lo cual me hizo gracia: era la segunda vez que nos ocurría eso. Ordené dos Ratatouille y un par de refrescos. Barbie ya no me miraba, pero se le veía un poco enojada y confundida.
—Lo siento, prometo no volver a irrumpir en tu habitación a esa hora —hablé, captando nuevamente su atención.
—Intentaré confiar en ti.
—Puedes hacerlo —le di una sonrisa y ella hizo lo mismo.
—También necesito que prometas que no volverás a insinuarte como esa vez —pidió.
—No te preocupes. Yo fui el que lo hizo esa vez, pero la próxima serás tú la que se me insinúe —sonreí y ella entrecerró los ojos.
Pasado un rato, los pedidos ya estaban sobre la mesa, a punto de ser devorados.
...
Habíamos gastado gran parte del día. Al salir del restaurante, decidimos ir al barrio de Lapa, cruzando los 250 coloridos escalones de las escaleras de Selarón. Como muchos dicen, "es una obra de arte a tus pies."
Barbie no se cansaba, ella simplemente analizaba con desesperante lentitud. Se detuvo un momento y miró abajo, luego sonrió y sacó su celular para tomar una foto.
—¡Marcos, mira! Es New York.
Me acerqué a ella. En el frente del escalón había una baldosa que tenía un diseño de la ciudad de Nueva York, con edificios característicos de ahí, la estatua y puentes. Era muy colorido y en verdad le daba un toque único.
—Ven, me tomaré una foto contigo —añadió y se acercó a mí.
Posamos para la cámara y ella tiró un selfie. Quedé muy bien, aunque debo admitir que ella tampoco había quedado mal.
—Hora de volver, pelirroja —avisé, ella me miró con una expresión de tristeza en sus ojos.
—Aún podemos ir a más lugares —dijo con un tono deprimido.
—Lo siento, Sirenita Ariel, pero no puedes estar con este sexy bombón por toda la eternidad —bromeé.
—¡Marcos! —chilló y me empujó.
—Bien, bien —alcé mis manos en derrota—. No te gustan ese tipo de comentarios. Ahora terminemos de recorrer estos escalones y pidamos un taxi.
—De acuerdo —se encogió de hombros.
Al finalizar el recorrido, pedí un taxi, el cual nos llevó hasta el Hilton. Barbie y yo bajamos de él. La muchacha se rascó el brazo y clavó su mirada en el suelo. Me acerqué y ella me miró. Trató de sonreír, pero yo pude notar que aún predominaba la expresión nerviosa en su rostro.
—Bueno, nos vemos en otra ocasión —le dije.
—Claro, hasta pronto —volvió a desviar la mirada, yo volteé los ojos—. ¿Mañana habrá clases de surf?
—Sí, a la misma hora que la otra vez.
Di un paso más y besé su mejilla a modo de despedida. Percibí que se tensó en el segundo qué duró el beso. Me alejé un poco y le dediqué una sonrisa de medio lado, le guiñé un ojo y comencé a tomar mi camino.
Los chicos posiblemente estarían en la playa, así que decidí cruzar hasta ella y hacerles una visita. Caminé hasta llegar al lugar en el que normalmente nos reuníamos. Los vi sentados en la arena, bebiendo unas cervezas. Freitas levantó la cabeza y me miró fijamente, el resto hizo lo mismo.
—¿Dónde has estado? —preguntó Clara.
—En el barrio de Santa Teresa —informé a la vez que tomaba asiento entre Jorge y la morena.
Adriana me lanzó una mirada fugaz, se veía triste. Sus ojos estaban un poco rojos, como si hubiera llorado por un buen rato, también estaba más desarreglada que de costumbre. Quise preguntarle por qué tenía esas pintas, pero ya sabía la respuesta: era por mí, por la conversación que habíamos tenido y por la manera tan rara en la que terminó lo nuestro, si es que había terminado. Freitas y Jorge me observaban con tanta intensidad que pensé que me matarían con la mirada.
—Tú nos tienes que contar algo —sentenció el ojiazul.
—¿Ah, sí? ¿Qué? —interrogué.
—Lo que pasó anoche —dijo con obviedad.
—¿Anoche? Yo sólo sé que me emborraché bastante.
—A parte de eso, nos pediste que te lleváramos al Hilton, ¿eso te refresca la memoria? —prosiguió Freitas.
La atención de las dos chicas se centró en mí. Ambas me miraban con el ceño fruncido, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando. Yo no quería decir delante de Adriana que fui al hotel para colarme en la habitación de Barbie y, acto seguido, intentar besarla; eso heriría más sus sentimientos.
—En ese hotel está Jeremy. También su amiga... Barbie, ¿no? —indagó Clara.
—Sí, yo... fui a visitarlos —añadí.
—¿Seguro? —insistió Jorge.
—¡Sí, joder! No se metan tanto en mi vida —rugí.
—Cálmate, bestia —bromeó Clara con una sonrisa—. Yo me voy a dar un chapuzón, ¿vienen?
—Yo me quedo —dije, el restó la acompañó, a excepción de Adriana.
La rubia estaba en una especie de trance. No se movía, no hablaba, no hacía nada más que existir y respirar. Finalmente, su rostro se movió lentamente a mí y clavó sus ojos en los míos. Había furia en su mirada, también algo de decepción. Parecía querer decir algo, pero no lo lograba sacar. Su cara estaba pálida y los ojos humedecidos.
—Tú... —pronunció—. ¡Claro! Es muy obvio —puso los ojos en blanco y simuló una sonrisa, la cual se convirtió en una mueca de tristeza. Una lágrima corrió por su mejilla y murió en la comisura de su boca.
—¿Qué intentas decir?
—No fuiste a visitarlos. Yo te he visto con ellos, y creo que Jeremy no te cae muy bien. En cambio, Barbie... ella sí que te agrada. Te gusta estar con esa chica. ¿A qué hora fuiste al hotel?
—A las... dos, no lo sé con exactitud —informé.
—¿Las dos de la tarde? —preguntó, yo negué con la cabeza—. Así que fuiste de madrugada.
—No saques conclusiones precipitadas, creo que tú no...
—Marcos, no me tomes por idiota. ¿Te gusta ella? —estaba saliéndose de sus casillas.
—¿Tú y yo no habíamos terminado? Por favor, no te sigas comportando como una novia celosa, aún cuando no lo somos —recalqué.
—Yo te consideraba una persona realmente importante en mi vida, y tú haces como si no te importara en lo más mínimo. Todo este tiempo has hecho lo que te ha dado la gana.
—¿Qué sílaba de "relación libre" no entendiste? —cuestioné.
—¡Lo que pasa es que para mí nunca fue una relación libre! Mientras tú te ibas por ahí con cualquiera, yo me dedicaba a pensar en nosotros, en un futuro juntos —otra lágrima se le escapó.
—Lo siento...
—¡Tú no sientes! No tienes sentimientos.
—Sabes que eres una de mis mejores amigas, no quiero que discutamos. Tal vez estábamos haciendo algo que no debíamos. Creo que lo mejor es olvidar todo lo que sentimos y tratar de llevar una amistad. No volvamos a tener algo más allá de eso —propuse.
—Querrás decir "todo lo que sentí." Tú nunca sentiste nada más allá de un calentón.
—Adri, no pienses...
Ella se puso de pie, ignorando mis palabras. A pesar de haberla hecho llorar de esa forma, sabía que lo correcto era cortarlo todo de raiz. Debí haber acabado con lo nuestro mucho tiempo antes. Ella siempre esperó más de mí, y sé que, de seguir juntos, iba a continuar esperando un cambio por mi parte que nunca sucedería.
📝Nota de autora:
¡Hola a todos!
¿Qué creen de la historia? ¿Les va gustando? Espero que así sea.😉
Hoy fuimos al barrio de Santa Teresa, ¿cuántos quisieran ir también? A mí me encantaría.
Este capítulo fue más corto de lo normal, pero dio tiempo para que la relación de Marcos y Barbie se vaya desarrollando. ¿Amistad o algo más? ¿Qué creen?
Ya Marcos y Adriana terminaron definitivamente. ¿Fue la decisión correcta?
Bueno, me despido por hoy. Hasta el próximo capítulo. Recuerden votar y comentar.
Saludos, Rosaine.❤️
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