11- Estás borracho
༺═──────────────═༻
Barbie Watson
༺═──────────────═༻
Me acosté en la cómoda cama a las once y media de la noche, me tapé con la colcha y abracé una almohada. Cerré los ojos y en poco tiempo ya me había quedado dormida. Entre un sueño y otro, comencé a escuchar algo como... golpes. El ruido crecía y se hacía más fuerte e insistente. Abrí un poco los ojos, pensando que quizá se trataba de mi imaginación, pero los toques se volvieron aún más reales. Uno tras otro, sin detenerse. Me senté y miré a mi alrededor. Supuse que alguien estaba tocando mi puerta, pero se me hizo raro. Agarré mi celular, el cual estaba a mi lado, y miré la hora: dos y media de la mañana. Mis padres solían dormir muy profundamente, ellos no debían ser, a menos que algo realmente malo hubiera pasado. ¿Era Jeremy? ¿Alice? Nada tenía sentido. Me puse de pie y caminé en dirección a la puerta.
—¿Quién es? —pregunté con la voz temblorosa y una mano en mi pecho, sintiendo mi acelerado corazón—. ¿Hay alguien ahí? —no obtuve respuesta y los toques se detuvieron.
Estaba a punto de marcharme cuando escuché una risa del otro lado de la habitación. Me empecé a poner realmente asustada. Volteé y fui yo la que di unos toquecitos en la puerta.
—Por favor, esto no tiene ninguna gracia —dije con desesperación.
—De acuerdo, me rindo —era la voz de... ¿Marcos?
Abrí rápidamente y mis ojos se agrandaron con sorpresa: Marcos estaba sentado frente a mí de piernas cruzadas. Alzó la mirada y sonrió, luego mordió su labio inferior. Su aspecto era un desastre: tenía la ropa desgarrada, el cabello revuelto y sangre en su nariz, acompañada de un moretón en la parte inferior de su ojo derecho.
—¿Qué haces aquí? —interrogué enojada.
—No quiero sonar cliché, pero te ves linda cuando te enojas —ensanchó su sonrisa.
—Estás borracho —suspiré y volteé los ojos—. ¿Por qué te presentas aquí en esas condiciones?
—No estoy seguro —se agarró del marco de la puerta y empezó a pararse—. Tú... me caes bien.
—Esa no es excusa para despertarme en medio de la madrugada —crucé los brazos—. Te pediré que te vayas.
—Y yo declinaré tu petición —dio un paso al frente y se tambaleó, casi cae al suelo—. Tuve que decirle a los empleados que venía a buscar unos documentos de mi padre —se carcajeó.
—No puedes estar aquí.
—Oh, sí puedo —su rostro se acercó al mío y percibí el terrible olor a alcohol que tenía.
Me alejé y él me siguió luego de cerrar la puerta. Pasé mis manos por mi cabello, sin saber qué hacer con el brasileño borracho que había en mi habitación. Giré y lo observé, su rostro divertido me hizo poner los ojos en blanco. Lo sujeté del brazo y lo arrastré al baño.
—¿Qué haremos en el baño, Sirenita Ariel? —indagó con diversión.
—Primero te darás una ducha muy refrescante —lo empujé a la bañadera y abrí el grifo de agua fría. El pegó un salto e intentó salir.
—¡No quiero esto! ¡Es muy tarde!
—Eso pensé yo cuando te vi en el umbral de mi puerta, Marcos —declaré con total seriedad, haciendo que más agua corriera por su cuerpo.
—Al menos déjame quitarme la camisa —pidió y yo abrí más los ojos, si seguía así, se saldrían de su órbita—. No entiendo por qué te sorprendes.
—Voy a salir, ¿bien? Te espero afuera.
Caminé hasta estar afuera y dejé al muchacho solo en el interior. Caminaba de un lado a otro con las manos en mis caderas, pensando en qué debía hacer: ¿Sacarlo de mi habitación? ¿Ayudarlo? ¿Ver una película y comer palomitas de maíz? Ninguna opción parecía tener sentido. Cogí mi celular y pensé en llamar a Jeremy para que me echara una mano, pero me arrepentí en breve: él se enojaría si supiera que tenía a Marcos conmigo a tales horas.
—Bueno, no ha estado tan mal —escuché una voz detrás de mí.
Volteé y encontré a Marcos con únicamente una toalla alrededor de su cadera, y no era cualquier toalla.
—¿Qué haces con mi toalla? —cuestioné a la vez que empezaba a acercarme.
—Tú no me diste ninguna, esta era la única que tenía cerca —defendió.
—Pues no la tendrás —extendí mi mano, dispuesta a recuperar mi pertenencia, pero él agarró mi muñeca y me detuvo.
—No querrás hacer eso, ¿verdad? —se acercó más.
—Yo... —alcé la mirada y me encontré con su divertida sonrisa. Si le arrebataba la toalla, posiblemente encontraría algo que no debería ver—. De acuerdo —intenté soltarme, pero él se limitó a apretar su agarre.
—Tienes unos labios muy bonitos —declaró, dirigiendo su vista hacia ellos—. Te quiero besar.
Mi corazón se detuvo en ese momento. No podía moverme, tampoco sabía si quería hacerlo. Él simplemente me miraba con la intensidad que lo caracterizaba.
—Estás borracho, yo...
—Silencio —levantó su mano libre y colocó su dedo índice en mi boca, callándome—. Esto no es producto de mi borrachera, no es la primera vez que siento el impulso de darte un beso, en mi taller también lo sentí —admitió.
Su dedo fue descendiendo de mis labios a mi barbilla, mi cuello y finalmente se deslizó en mi brazo. Mi piel se erizaba con cada movimiento suyo y mi respiración se descontrolaba. Marcos lamió sus labios, humedeciéndolos. Sus ojos, más oscuros debido a la poca iluminación, recorrían cada milímetro de mi rostro y de mi cuerpo.
—Es hora de que te vayas —hablé en tono bajo, casi inaudible.
—Yo no me quiero ir, Sirenita Ariel —pronunció lentamente cada palabra—. ¿Tú realmente deseas que me largue?
—Creo que... —me detuve, pensando en mi respuesta. No sabía el porqué, pero no quería que se fuera, aunque sabía que era lo correcto.
—Tu silencio habla por sí solo —me dedicó una sonrisa de boca cerrada.
—Vete —traté de ponerme lo más fuerte posible.
—Sabes que ninguno de los dos quiere que yo abandone esta habitación.
Soltó mi muñeca y acarició mi cabello, con su otra mano sujetó mi rostro. Cerré los ojos y me aferré a su toque. Eso no estaba ni remotamente bien: hacía poco tiempo Jeremy y yo habíamos confesado nuestros sentimientos, y de pronto me encontraba a centímetros de otro hombre. Mi mente estaba nublada y solo pensaba en lo bien que se sentía estar con Marcos. Pero no iba a caer en la tentación, él ni siquiera me gustaba... o tal vez sí. De cualquier forma, yo estaba bien consciente de dónde se encontraba mi corazón, y mis planes no eran arruinar eso.
—Marcos —abrí los ojos, él me miró.
—¿Qué? —preguntó con la voz tan baja que se tornaba ronca.
—Vete.
Di un paso atrás y me liberé de cualquier toque suyo. Él me miró con asombro, pero trató de ocultarlo a como diera lugar. Asintió y se dirigió al baño. Cerró la puerta y yo solté un suspiro que liberó todo el aire que almacené. Caminé hasta mi cama y me senté en la orilla de ésta. Pasé mis manos por mi cabeza, intentando olvidar lo que acababa de ocurrir. No era de las personas que actúan antes de pensar, bueno, la mayoría de las veces. No quería tomar la decisión errónea, y con Marcos tan cerca, se me podía hacer muy difícil. En la mañana todo estaría olvidado y volveríamos a ser los amigos en los que nos estábamos convirtiendo.
—Me voy —dijo al salir del baño. Ya llevaba su ropa.
—Eso estaría bien —intenté sonreír.
—Gracias por ayudarme —dijo y empezó a caminar a la salida.
—¿Viniste en tu auto?
—No, pero ya me las apañaré —dicho eso, abandonó el cuarto.
Espero que sea de los borrachos que se olvidan de todo al día siguiente.
...
Desperté con una notificación, la cual fue seguida por una llamada. Me levanté, bostecé y tomé mi celular.
"Te estoy esperando abajo, ¿dónde rayos estás?"
Era un mensaje de Marcos. Al principio no entendí a qué se refería, pero luego comprendí: habíamos quedado para ir al lugar sorpresa. Me puse de pie después de teclear un "ya voy." Fui a asearme y me cambié de ropa rápidamente. No estaba muy segura de qué debía llevar puesto, pues ni siquiera sabía a dónde iría. Finalmente me puse un pullover anaranjado que decía "Summer", un short alto de mezclilla clara y unos tenis Gucci. Agarré una pequeña mochila de la misma marca que los zapatos y salí a toda velocidad.
—¡Manzanita! —me llamó Jeremy.
Volteé y encontré a mi amigo caminando hacia mí. Tenía una increíble sonrisa y sus ojos brillaban con emoción.
—Hola, Jer —saludé.
—¿Qué tal tu noche? —preguntó con un tono dulce.
—Eh... bien, supongo —respondí. No le podía decir que el señor engreído estuvo conmigo gran parte del tiempo.
—Pensé que podíamos ir a dar un paseo, ya sabes, a algún café o algo por el estilo —propuso.
—De acuerdo, ¿cuando?
—Ahora, por supuesto —sonrió.
—Oh, ahora no puedo.
—¿Por qué? ¿Tienes planes? —frunció el ceño.
—Voy a un lugar con... Marcos —informé, causando que Jeremy desvaneciera la sonrisa de su rostro.
Mi celular recibió otra notificación desde el interior de la mochila, sabía de quién era. Mi mente divagaba en busca de algo coherente para decirle al chico frente a mí. De una forma u otra, sentía que le estaba siendo infiel, lo cual era una estupidez: simplemente iba a dar un paseo con un nuevo amigo... un nuevo amigo que me quiso besar.
—Tierra llamando a Barbie —volvió a hablar Jeremy y reaccioné—. Tú celular está sonando.
—Oh.
Cogí el celular y miré la videollamada entrante. Mi mejor amigo me miró con un poco de tristeza y finalmente me dedicó una sonrisa de boca cerrada.
—Es él, ¿no? —indagó y yo asentí—. Tal vez debas irte. Hasta pronto, Manzanita —añadió y se marchó.
Llegué abajo y encontré a Marcos recostado a un taxi. Llevaba un pullover gris, un pantalón beige rasgado, unas zapatillas blancas y unas gafas oscuras. Sus brazos cruzados sobre su pecho, dejando a la vista el caro reloj. Sentí una punzada en mi pecho a medida que me acerqué. No podía olvidar todo lo que me había dicho en la madrugada, pero él parecía tan calmado que tuve la esperanza de que no lo recordara.
—Buenos días —saludé cuando estuvimos de frente.
—Hola, ¿lista para ver otra joya de Río? —sonrió y se separó del carro.
—Sí, espero que me guste.
—Te gustará —dijo y entró al asiento trasero.
También entré al auto, me puse el cinturón de seguridad e intenté calmarme un poco ya que estaba algo nerviosa. Lo miré de reojo, él estaba concentrado en la carretera y se le notaba tranquilo. Sus gafas eran anchas, por lo que no podía saber cómo estaban sus golpes.
—¿Por qué estás tan callada? —cuestionó y me echó una mirada fugaz.
—Es que... no tengo mucho que decir.
—Claro —soltó una carcajada—. Tú siempre tienes algo que decir. Hoy te noto... rara —concluyó.
—No, para nada —traté de sonar convincente.
—No será porque me presenté en tu habitación de madrugada, ¿no?
¡Diablos! No quiero tener esta conversación.
—No... no es por eso.
—Entonces es por lo que te dije, ya sabes, de que te quería besar y eso —alegó y me lanzó otra mirada.
—Te acuerdas —susurré más para mí que para él.
—Claro que me acuerdo, ¿creías que era de los que borran todo? —se rió.
—La verdad es que sí —declaré.
Volteé mi rostro a la ventanilla y procuré no decir nada más. Guardamos silencio durante todo el viaje, hasta que se detuvo el auto y nos bajamos.
—Bienvenida al barrio de Santa Teresa, una de las zonas más trendy de Río de Janeiro. Es uno de mis lugares favoritos, ya verás el porqué —informó sonriente.
—Oh, que bien —añadí con la voz neutra. No es que no estuviera entusiasmada, porque sí lo estaba, simplemente no sacaba de mi cabeza lo que pasó entre nosotros.
—Barbie —me miró fijamente con cansancio—, quiero que olvides por un momento lo que ocurrió y disfrutes de este bonito lugar con este bonito acompañante, ¿bien? Porque realmente se me está haciendo difícil interactuar contigo.
—Tienes razón, lo siento. Ya está todo en el olvido —sonreí y él hizo lo mismo.
A pesar de haber aceptado su petición, sabía que no sería posible ponerla en práctica. No había pasado nada relevante entre nosotros, pero aún podía revivir la fuerza y el control que irradiaba con tan solo una mirada, o sus manos acariciando mi cabello y mi cuerpo. No era capaz de olvidarlo, y eso me asustaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top