~but still tomorrow~

"Si no te gusta le respuesta, cambia la pregunta"

Alya:

Contuve la respiración.

¿Como declinas una petición así?

Simple, fácil, rápido y sencillo. Déjate llevar por el momento y plántale una bella y hermosa cachetada, para que se le quite lo borracho.

Debo admitir que nunca me imaginé en mi vida hacer eso, él era Oliver, el chico robaba mis suspiros sin siquiera intentarlo.

Oliver pestañeó como tratando de hallarse en la situación. Supongo que él tampoco esperaba eso.

Ya somos dos, príncipe.

—Hay líneas que ni yo cruzo

Dicho esto me marché. Me marché antes de que la tentación me ganase, me marché antes de que mis labios empiecen a sangrar gracias a la presión ejercida por mis dientes. Me marché, porque era lo mejor.

Yo sabía que a la mañana siguiente se arrepentiría de amanecer a mi lado, o en el peor de los casos, me enterrase más en la etiqueta de loca.

Cerré la puerta de mi habitación y exhalé ruidosamente.

¡Que noche!

Puse el teléfono y el papel sobre el velador a lado de la cama y me dejé caer sobre esta. Grité sobre almohada.

Grité de frustración, por no saber dónde empezar mi búsqueda. Grité por Oliver y su borrachera confusa. Grité por Julián y la ensalada de pensamientos que dejó en mi cabeza. Grité por mi, porque lo necesitaba.

A la mañana siguiente Andrés tocó a mí puerta y sonriente me informó que el desayuno estaba listo, me dijo que iríamos a Tangerine para habilitar nuestros celulares y comprar los adaptadores para el bendito enchufe circular.

Yo le agradecí y le dije que bajaría apenas me duchase. Él asintió y se marchó.

Me miré en el espejo. Mi cabello estaba recogido en mis típicas trenzas para antes de dormir. Decidí que no lo lavaría hoy, disfrutaría del efecto ondas dado por las trenzas.

Lo recogí en una cebollita para que no se mojase, saqué la ropa que me iba a poner, junto con mis productos para el cabello —los cuales eran solo dos, shampoo y acondicionador— y el jabón líquido.

El agua estaba caliente y mi cuerpo reaccionaba con gusto ante de ella. Fue relajarte debo admitir. El baño tenía una especie de tina/regadera—es decir que cumplía las dos funciones— internamente planifique un mini baño de burbujas para el día siguiente, o el día después. Pero definitivamente necesitaba uno y tomaría uno.

Decidí ponerme un jean y camisa polo, no conocía a ciencia cierta el clima de la isla y no iba a correr el riesgo de morirme de frío, o calor. Metí en mi bolso lo necesario, junto con mi teléfono y la dirección. Ya encontraría la manera de ir para allá.

Cuando bajé a desayunar en la mesa estaban sentados todos, menos la mamá de Andrés, cuyo rubio cabello se hacía presencia en la cocina.

Saludé alegre y el resto me contestó de igual manera, a excepción de Oliver, aunque eso no era algo nuevo que digamos.

La mamá de Andrés, quién se llamaba Louise, me sirvió el desayuno con una sonrisa de disculpa mientras me informaba que en esa casa eran veganos.

Debo admitir que amo a los animales y que siempre he intentado ser vegetariana, pero me puede más la tentación.

—Oliver, ¿por qué no saludas a tu amiga? No durmieron en la misma cama como para no darse los buenos días— lo reprendió educadamente su tío Marco.

Yo casi me atoro con la leche de soya.

<<Si tan solo supiera, señor. Si tan solo supiera>> pensé.

Oliver pareció irritado por el comentario.

—No es mi amiga. Yo no quería venir

Sip. Este es el Oliver que conozco, aunque debo admitir que me gusta más borracho.

Una sonrisa malvada se quiso colar en mis labios cuando empecé a fantasear de lo que hubiese pasado si le hubiese seguido la corriente.

Oliver:

"Dulce y amargo, así me gustas tú"

Hay ironías en la vida que son chistosas. Como subestimar un idiota y que termine siendo tu presidente de curso. O que te adviertan de algo y les termine pasando a ellos.

Esas son ironías qué puedo tomar, incluso reírme de ellas. Pero la única ironía que no acepto, no capto, que me está partiendo la cabeza y no me causa ni una pizca de gracia es: "Alya rechazándome"

¡Alya!

La niña que prácticamente era mi sombra, la niña que una vez se robó mi camiseta cuando tenía doce años. La niña que no parecía algún día poder negarse a algo que yo le dijese.

No solo se había negado, me había cacheteado... Y me había encantado.

Quizás era masoquismo, quizás era... ¡¿quién sabe que era?!

No dormí después de que ella desapareció por la escalera. Al principió culpé al alcohol, luego a mi falta de sueño, luego culpé a falta de presencia femenina, y cuando ya me cansé de las excusas pendejas y sin sentido llegué a la dura conclusión de que inconscientemente a mi cerebro le atraen las locas.

No había más explicación. Algo en ese avión me había fundido las neuronas, o quizás algo en el tequila había hecho que Alya se viese un poco remotamente atractiva, incluso interesante.

Molesto por mi descubrimiento, y aún en fase  de negación, salí a desayunar. Mi cabeza me estaba matando y pedir una aspirina no era una opción. Me las tendría que aguantar.

Alya bajó por las escaleras haciendo un escándalo que me martillaba la cabeza, sentí el instinto de cortarle los pies y la lengua. Cualquiera en mi posición lo hubiese hecho, estoy seguro.

Saludó eufórica, casi destruyéndome la cortesa cerebral y con eso fue suficiente para recordarme lo pesada e irritante que es Alya. Puede ser la mujer más bonita de la tierra, pero con ella no saldría. Es demasiado ruidosa, chillona, hiperactiva. Solo me traería problemas.

Y así es como todo regresaba a la normalidad. Alya siendo una molestia y yo mirándola como tal.

— No es mi amiga— le aclaré a mi tío. Él hazlo una ceja como si supiera algo que el resto no— Yo no quería venir.

Mi tío me sonrió y le guiñó el ojo a Andrés. Algo tramaban ese par y seguramente yo sería la víctima de él.

Maldita sea mi madre por meterme en este infierno. Y maldito sea yo por tomar tequila fundidor de neuronas.

—Es curioso, eso no parecía ayer en la noche— comentó, como si me estuviese hablando del clima o de la situación política de Estados Unidos, habló como un negociante mostrando sus cartas, mientras que en su cara se esconden los verdaderos trucos para ganar.

Alya se puso del color de su cabello, Julián apretó los cubiertos en un puño, y Andrés como siempre se limitó a disfrutar del pequeño teatro que estábamos armando.

—No sé de qué habla, tío— le mentí descaradamente para luego comer un poco de pan de banana.

—Primer Strike, sobrino. No quieres llegar al tercero— concretó, sin molestarse en señalar mi falla. Aunque supongo que todos en la mesa lo sabían.

¡Que rabia! Esto solo va de mal en peor

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Este también está corto, pero bueno. No pensé muy bien en la fecha y bueno, se me cruzaron un montón de cosas. El capítulo no está para nada editado y lo escribí entre dormida y despierta así que es muy, pero muy probable que encuentren un chorrotón errores. Pido disculpas por ellos.

PRÓXIMO CAPÍTULO ENERO 22

Sonrían,
Elisabeth Hammer.

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