8 | восемь
Hay sonrisas que hieren como puñales.
La noche pasó tan rápido como la tercera velocidad dentro de un videojuego. Alicia fue hospitalizada en Santa Fe siendo custodiada y protegida por agentes de la policía. Pues ella estaba bajo arresto por el FBI, pero también estaban para proteger su seguridad ya que, nadie podía asegurar si volverían a atacarla.
Alicia había sufrido grandes golpes en el rostro que fueron tratados y suturados. Su mejilla había sido desinfectada y cubierta con un paño blanco. Mientras que el lateral izquierdo de su frente debió ser cosido con cuatro puntos. Y su labio inferior acabó con tres puntos. Sus ojos estaban inocentemente cerrados, su piel pálida de su mala alimentación y descanso dejaba ver con facilidad las enormes bolsas grises debajo de sus ojos. Su rostro, además de las heridas ya tratadas, tenía un par de moretones y rasguños superficiales que no necesitaban mucha atención. Su pecho subía y bajaba con paciencia y apaciguado.
El electrocardiograma a su lado monitoreaba su presión arterial y los latidos de su corazón, sonando cada tres segundos un pitido. Su dedo índice derecho estaba conectado a la máquina. Y en su pecho había muchas ventosas que controlaban su ritmo cardíaco.
El sonido de los pájaros cantar en la ventana de alado mientras un suave sol entraba por la misma, y se proyectaba a un costado de la camilla de sábanas blancas. Denotando la mañana agradable que era ese día.
Los ojos cansados y pesados de Alicia se abrieron por fin. Una cantidad exuberante de luz arrasó en sus pupilas y como consecuencia los volvió a cerrar con molestia. Poco a poco se adaptó a la luz limpia y natural que inundaba toda la habitación blanca. Observó a su alrededor totalmente desconcertada y alarmada. Sus oídos fueron interrumpidos por el pitido del electrocardiograma a su lado. Dedujo al instante que estaba en una sala de hospital.
Su cabeza le dolía más de lo normal, sentía como si todo a su alrededor girara a la velocidad de la luz. Llevó su mano izquierda a su cabeza y sintió la gaza blanca cubriendo su herida. Masculló adolorida al hacer contacto con su mano.
Pronto notó la puerta enfrente a ella abrirse, y el cuerpo de su tía apareció por el arco del umbral. El rostro pálido y cargado de preocupación se clavaron sobre Alicia. Soltó un sonido de sorpresa y con rapidez corrió hacia la camilla, acercándose a ella con los ojos cristalinos.
—¡Alicia! —espetó de sorpresa. Apoyó sus manos a ambos lados del rostro de Alicia, acunándolo con delicadeza. Los ojos disparejos de su sobrina se fijaron en los marrones de su tía, sintiendo sus lágrimas acumularse en sus párpados—. Qué bueno que despertaste.
—¿Cuánto llevo acá? —preguntó. Su voz entrecortada y profunda apenas se dejó oír.
—Tres días —le respondió con calidez. Observó la incertidumbre de su sobrina plantarse en su rostro—. ¿Por qué me mentiste? Daphne me dijo que estabas en Buenos Aires, ¿Por qué?
¿Tres días?
Alicia frunció el entrecejo, desconcertada. Miró a su alrededor y entonces sus ojos se fijaron sobre la puerta a su frente, abriéndose y dejando ver a un chico de cabello castaño y un par de ojos verdes esmeraldas. Portaba un chaleco antibalas con letras blancas diciendo: FBI en su pecho. Su tía se despegó de Alicia y se giró sobre sus talones para ver quién había entrado en la habitación del hospital.
La mujer mayor reconoció de quién se trataba y soltó un suspiro para después devolver su atención en Alicia. Quién le miró con el entrecejo fruncido en confusión y luego le devolvió su atención a su tía.
—Voy a avisarle al Doctor que te despertaste. —avisó su tía y Alicia asintió con un ligero movimiento. La contraria le sonrió con calidez antes de apoyar su mano sobre su cabeza y acariciarla con cariño.
Finalmente se separó de la camilla y caminó en dirección a la puerta de salida dónde aquel chico estaba esperando. La puerta se cerró tras su tía y él caminó con pasos apaciguados hasta ella. Se paró frente a la camilla y Alicia no despegó su mirada del agente.
—Me presento, soy el agente Frank Black del FBI —habló y sacó una placa de su bolsillo trasero, dejándole apreciarla por unos segundos—. ¿Sabes por qué estoy aquí?
—Puedo darme una idea —le respondió. Su voz sonaba profunda y ronca—. ¿Dónde están mis cosas?
—¿Te refieres a esto? —cuestionó Frank y acto seguido sacó un objeto metálico de su bolsillo derecho, era su disco duro—. Esto cayó de tu bolsillo el día que te encontramos. ¿Recuerdas algo?
—Poco. —le volvió a decir. Las palabras de Alicia eran concretas y cortas, pero tampoco podía decir más. Su garganta le molestaba.
—Bien —sentenció el agente. Tomó unos grilletes de su cinturón y con cuidado encerró uno de los aros a la barra derecha de la camilla y con facilidad capturó la muñeca de Alicia en el aire—. Alicia Castillo estás arrestada por hackear las Naciones Unidas.
Alicia observó los grilletes dejándola aprisionada en la camilla y luego desvió su atención al agente a su lado. Este no se inmutó en lo absoluto. Se giró sobre sus talones y tomó la silla de madera que reposaba en una esquina de la habitación. La arrastró hasta sentarse a un costado de la camilla.
—Pero, realmente no estoy aquí por tu admirable hackeo a la ONU —le comentó, colocando su pierna sobre la otra mientras le miraba con expectación. Alicia le devolvió la mirada en silencio—. Da la casualidad que te persigue una mafia Rusa. ¿Tienes deudas sin pagar?
—Sos el FBI, ¿eso no deberías saberlo? —le contraatacó con recelo. Frank alzó una ceja con curiosidad y gracia.
—Sure. (Claro). Pero no soy Dios.
—Qué raro, pensé que lo sabría todo, al final usted tiene libre acceso a las redes sociales de todo el mundo. —volvió a contraatacar con un tono molesto en su voz. Frank le miró inmutable.
—No está en posición de amenazar, señorita Alicia —le respondió Frank. Alicia desvió sus ojos con molestia, fijando su atención en la pared al otro lado—. Pero no se preocupe. Estoy aquí por otros dos motivos más aparte de su arresto.
Alicia le dirigió la mirada.
—La primera es la mafia rusa que le persigue y se llevó su laptop. Y la segunda, es su increíble potencial como miembro del área de seguridad cibernética y espionaje. Pero vayamos lento —se acomodó en su asiento bajo la mirada de Alicia—. ¿Qué hay en su laptop que la mafia quiere?
Alicia inhaló una gran cantidad de aire antes de exhalarlo por completo. No tenía otra alternativa, debía colaborar con el FBI quiera o no.
—Es Horus. Un geolocalizador súper inteligente que utiliza las bases de satélites ya creados para recolectar información y datos concretos. Su IA puede rastrear personas o cosas. —le explicó de forma breve e intentando que fuese entendible. Frank movió su cabeza, asintiendo.
—¿Por qué una mafia querría su GPS inteligente? —le cuestionó y Alicia alzó los hombros con desinterés. Tampoco lo sabía.
No iba a preguntarle cómo funcionaba. Se daba una idea debido a su trabajo de rastrear a USA durante el secuestro.
—Soy consciente que ha hackeado las Naciones Unidas y es un grave delito que es penado y llevado a juicio. Sin embargo, no se equipara con la ayuda que nos brindó dándonos información del paradero del representante de Estados Unidos —comenzó a hablar—. Por lo que, el representante de la ONU quiere conocerla en persona y quiere saber si usted estaría dispuesta a formar parte del FBI o CIA.
—¿Me van a reclutar como hicieron con el chico que hackeo un iPhone para que no divulgue el cómo lo hizo?
—Es posible.
Alicia soltó un suspiro y desvió su atención a las sábanas blancas que le cubrían las piernas. Miró sus manos unidas frente a ella y notó la palidez de su tez. Fijó nuevamente su atención en Frank, quién esperaba tranquilo una respuesta.
En la cabeza de Alicia algo le chirriaba y hacía ruido en lo profundo de su mente. Cómo si le dijera que, entre sus palabras había un código oculto. Comenzó hablando y diciendo que estaba bajo arresto por hackear las Naciones Unidas, algo totalmente lógico, pero que podía disolverse si ella aceptaba unirse a su equipo y trabajar para el FBI o CIA. Algo que también tenía lógica, era una práctica común en empresas y organizaciones para que la persona no divulgara cómo lo hizo y otras personas también intentaran atacar.
La segunda era la mafia. Alicia daba por hecho que las personas que le persiguieron durante semanas enteras no eran personas comunes y que, en consecuencia, pertenecía a una organización criminal o alguna variante. Pero nunca se imaginaba que fuese rusa.
La tercera era Horus. Alicia estaba totalmente segura que esto no era solamente porque era tan astuta, inteligente y cualquier halago que le soltase para que ella aceptara. Sino más bien para que ella les proporcionara su propia aplicación, y que la mafia rusa no la obtuviera. Y esa idea no le gustaba en lo absoluto.
No es por ser mala ni nada del estilo. Pero Alicia había estado trabajando en Horus día y noche desde inicio de año, quemando pestañas, perdiendo cabello, y estrujando su cerebro para que un día llegase un federal y le pidiera darle su programa. Le era tan ofensivo como si quemaran su bandera.
Pero algo hizo clic dentro de la mente de Alicia.
Estando dentro del FBI tenía acceso ilimitado a una inmensa cantidad de información que antes era casi imposible de obtener sin tener que hackear algún sistema. Además de eso, siendo parte de su equipo obtendría una protección gratis por si aquella mafia volvían a buscarla. Al final, les faltaba el disco duro dónde la mitad de su programa aún estaba intacto. Y ella estaba segura que ellos se habían dado cuenta que Horus estaba incompleto, por lo que no tardarían en volver.
—¿Y, señorita Alicia? —insistió Frank, devolviendo a la morocha al mundo real. Giró su rostro hacia el castaño y le sonrió diminuto.
—Acepto, pero sólo si me pagan. —le respondió. Frank le sonrió con gracias y arrogancia.
—No se preocupe por eso.
Alicia le sonrió con una falsa sinceridad. Y Frank no se quedó atrás, devolviéndole el gesto del mismo modo. Ninguno de los dos estaba siendo sincero en lo que decían ni las razones detrás de todo.
ONU le había dicho a FBI que trajera a la chica a los Estados Unidos como pudiese, y que le pidiera unirse a su equipo de ciberseguridad. Al final, sería un miembro muy valioso en el trabajo. Pero no solo eso, sino también su relación directa con Santiago Petrov. Necesitaba saber quién era aquella chica, y cuáles eran sus planes a largo plazo. Necesitaba saber en profundidad si ella tenía algún tipo de misión que llevase el mismo camino que su padre.
Al final, Sycorax fue una empresa científica que se encargó durante muchos años en crear las pastillas que utilizaban los representantes para calmar los dolores, daños y heridas que a veces padecían por sus países y ciudadanos. El saber que Santiago fue hospitalizado en un centro psiquiátrico y tenía una hija que tenía la capacidad de hackear las Naciones Unidas, no podía negar que le inquietaba bastante.
Y para asegurarse que ella no se volviera en contra de ellos, tenerla bajo vigilancia constante siendo parte del FBI o CIA le hacía sentirse más aliviado.
Eeeeeeeeey
Este es un poco más corto y tranquilo, vamos a darle respiro a la pobre de Alicia que me está amenazando con que le dé vacaciones
La relación de Alicia con la ONU es full interesada por ambas partes 😈
Estos se desconocen un ratito y se van a las piñas 0 dudas
Espero que les haya gustado de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.
Nos vemos.
—Homicidal_Bloody
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